16. Otro a la Santa Cruz^*

             Al árbol santo y vivífico,¹

      o si con amor, seráfico,

      aqueste ingenio paupérrimo

      hoy le dedicará un cántico.

             Después que aquel rey pacífico²   5

      en ti murió tan magnánimo,

      si eras un triste patíbulo,

      ya eres un alegre tálamo.

             Quedaron muy melancólicas

      todas las furias del Cáucaso 10

      que con tan tremendo estrépito,

      le diste al infierno tártago.³

             Salve, ¡oh cruz salutífera,

      que das salud a los lánguidos!

      Que Cristo en ti, sacra víctima, 15

      quitó del cielo el obstáculo.⁴

             Y por eso, el remotísimo

      y aun el más inculto páramo,

      para tu honor celebérrimo

      te consagra culto máximo. 20

             Con instrumentos armónicos,

      todos los coros jerárquicos,

      de tus grandezas, históricos

      himnos te digan, y sáficos;

             que de aquel árbol científico⁵   25

      quitaste todo el escándalo,

      por ese fruto honorífico⁶

      que es para el justo tan plácido.

             Que el Cristo, amor dulcísimo,

      hizo su nido, cual pájaro, 30

      en esas ramas bellísimas,

      muy más süaves que el bálsamo.

             Déme su amor ardentísimo

      el Espíritu Paráclito,⁷

      para que a la cruz intrépida 35

      vaya con un paso rápido.

             Y si por su amor lo pésimo

      tal vez se me pone pálido,⁸

      este inferior pusilánime

      procede como mecánico. 40

             ¡Árbol hermoso y muy fúlgido,

      más sublimado que el plátano,

      tan honrado con la púrpura⁹

      de aquel rey que fue muy tácito!¹⁰

             Lléguense allí los carísimos 45

      y dejen los carámbalos,¹¹

      y estarán tan gozosísimos

      como lo verán mirándolo.