40. Otro al Niño Jesús; comento^*

         Las doce son de la noche,

    Niño Dios, y no dormís.

    Si es amor, ¡ay Dios, qué dicha!

    Si son celos, ¡ay de mí!

         Bien pueden mis graves culpas  5

    y descuidos presumir

    que esos desvelos os causan,

    porque como amáis, sentís.

         Si a tantas finezas vuestras,

    tanto esperar y sufrir,       10

    corresponde mi bajeza

    siempre ingrata y siempre vil,

         si el nacer en un pesebre,

    si el padecer y morir

    no han mi dureza ablandado,  15

    no hay más que hacer ni decir.

         ¡Ay dulce Niño del alma!

    ¡Y cómo fuera feliz

    si supiera agradecer

    para acertar a servir!       20

         ¡Oh, cómo vivo engañada

    si de amaros presumí!

    Pues no he dado el primer paso

    en aborrecerme a mí.

         Vanísimas son las quejas  25

    cuando no las doy de mí,

    pues no puedo yo quejarme

    sino porque os ofendí.

         ¡Cuántas veces a mis puertas¹

    esperáis y me pedís         30

    que os abra, que del rocío

    todo cubierto venís!

         Y yo, villana y grosera,

    no lecho florido os di,

    antes sorda y descortés,   35

   nunca  despierta os abrí.

         Bien podéis, Niño del alma,

    estar quejoso de mí,

    pues pago con ingratitudes

    cuanto de vos recibí.        40

         Cuantas palabras os doy

    de empezar y proseguir

    a serviros más perfecta,

    todas son vanas al fin.

         Mas ya que con tanta gracia 45

    ya lloráis y ya reís,

    ríame yo de esta vida,

    y llore el que os ofendí.²