Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
Literatura Conventual Femenina
Sor Marcela de San Felix
Hija de Lope de Vega
Sor Marcela - Obra completa

IntraText CT - Texto

  • APÉNDICE – NOTICIAS DE LA VIDA DE LA MADRE SOROR CATALINA DE SAN JOSEF, RELIGIOSA TRINITARIA DESCALZA
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para desactivar los vínculos a las concordancias

APÉNDICENOTICIAS DE LA VIDA DE LA MADRE SOROR CATALINA DE SAN JOSEF, RELIGIOSA TRINITARIA DESCALZA*

En el nombre de la Santísima Trinidad. Alabado sea el Santísimo

Sacramento. Amén.

 

Confieso mi imperfección en la repugnancia que tengo en cumplir con esta obediencia, y en haberme dejado llevar de ella replicando tanto y teniendo tanto discurso y ojos para ver que se me encargaba una cosa sobre mis fuerzas. Porque para hablar en las virtudes de
esta religiosa santa era necesario tener muy alto conocimiento de la virtud y ejercitarla en grado muy superior, para con eso descubrir los quilates de las suyas y los primores que el Espíritu Santo puso en aquella alma tan singularmente enriquecida de sus dones.

Y es tan grande y levantado el concepto que yo hago y siempre hice de la perfección de esta religiosa, que lo que me podía animar, que
es el haber mucho que decir, eso mismo me embaraza y encoge, y más la cortedad de mi entendimiento y lenguaje, y el ignorar de todo punto por experiencia la materia. Y para decir las virtudes de
nuestra santa hermana no basta para mi rudeza el vérselas ejercitar tantos años porque nunca acerté más que a admirarme y muchas
veces a confundirme, que si bien su profunda humildad no la dio lugar a que jamás reprendiese a nadie de palabra, ella era una tácita reprensiva1 de todo lo que no fuese muy ajustado y perfecto. Y así digo de mí que con sólo verla me componía interior y exteriormente. Pero volviendo a lo que decía, parece que ha sido particular
providencia de Nuestro Señor que se me haya encargado2 a mí el
decir algo de sus heroicas virtudes, porque se vea que es fuerza de verdad lo que dijere y cuáles fueron ellas, pues pueden parecer,
aunque escritas de mi mano y deslustradas de mi ignorancia, sea
siquiera sacrificio a la obediencia el ponerla en ejecución.

La santidad y perfección de nuestra santa hermana soror Catalina de san Josef fue tan singular, y el camino por donde Nuestro Señor la llevó, aunque llanísimo y claro, tan levantado y raro, raro digo en lo eminente del obrar, que lo más esencial y de estimación se habrá de quedar por decir. Porque fue el suyo un modo sobre todo modo, y como su vida3 no consta de casos ni cosas particulares de arrobos ni mercedes exquisitas, aunque ésta fue una grande merced: darle unas
virtudes tan sólidas y macizas sin tener que andar averiguando ni consultando, que no se debe de dejar de gastar algún tiempo, por lo menos, en estos lances. Pero digo que no es muy fácil hablar en su camino tan llano por una parte y tan levantado por otras mil. Yo
habré de decir a bulto y por mayor porque intentar otra cosa fuera temeridad, ni presumir desenvolver sus virtudes: de cada una se
pudiera hacer un libro. Y si queremos decir cuál fue la mayor, digo que la que menos resplandeció en ella, lo parece y pudiera
perficionar a otra alma. Un consuelo tengo en esto, que es el estar
tan libre de temer decir algún encarecimiento porque de ninguna manera, aunque de intento pretendiera eso, pudiera llegar a decir lo menos: ella fue una mujer toda esencial y en quien hubo rarísimos accidentes de mujer. Y parece le faltaron4 los que apenas se pueden escusar en el más espiritual, y siendo extremada en las virtudes,
jamás tuvo ningún extremo, hallando, por privilegio especial, en
todas,5 aquel medio tan deseado y pretendido de los que andan en verdad, en que ellas consisten tan sin faltar y exceder en nada, que pone grande admiración ver la medida tan prudente y divina que tenía para todo. Paréceme, lo digo de una vez, en doce o más años que fue religiosa no habrá ninguna que pueda decir la vio hacer una imperfección. No quebró jamás regla ni constitución, no faltó en una mínima ceremonia porque no se le olvidó jamás la6 que una vez le enseñaron. Y ella se informaba de esto y de todo lo que tocaba a las obligaciones con grandísima humildad; y esto sólo era lo que
preguntaba.

En esta virtud fue tan excelente y alcanzó sus grados con tanta
eminencia, que siempre se conoció fue su principal estudio y
cuidado en la religión. De ésta procedía un profundo conocimiento con que presumía de sí tan bajamente que le parecía no había otra criatura tan imperfecta en el mundo, inútil y sin provecho. De aquí era el hablar a todas con tan grande reverencia y sumisión que más parecía criada de cada una que igual y hermana de todas, y como a superioras las respetaba, y jamás dijo palabra que pudiese mortificar o contristar a nadie. Pero de la perfección de aquella bendita lengua tocaré algo cuando hable de su raro silencio.

De esta humildad procedía también aquella grande ponderación que hacía de sus leves defectos, u de los que su luz superior tenía por tales, que nosotras no los pudimos advertir. Y no suele faltar esta luz en las comunidades para con los otros, antes bien, muchas acciones que en el siglo se alabarán por virtuosas, se canonizan en la religión por culpables, a lo menos por imperfectas. Y cuando se miran con ojos muy piadosos se dice que les falta alguna circunstancia de
discreción o prudencia. Pero en sor Catalina, la más lince no pudo ver achaque; debió de ser por lo que ella se supo ver y conocer. Casi en todos los capítulos decía sus culpas con tan grande conocimiento y humildad y agravándolos tanto, que causaba grandísima confusión y edificación a las que conocían la pureza de su vida inculpable. Y a no disculpalla en esto su humildad, el decir sus culpas fuera hacerlas levantándose testimonios, pero en ella, que estuvo siempre la verdad tan de asiento, es de creer pensaba y tenía por cierto hacía todas aquellas imperfecciones de que se acusaba.

Efecto de su profunda humildad fue también el no comunicar con otro más que con el confesor de la comunidad, y esto de manera que una breve reconciliación, ni una sola palabra habló con otra persona todo el tiempo que fue religiosa, que es caso raro, y más en los
sucesos de mudanzas de confesores y en otros. Y preguntada en esto respondía que ella no tenía cosas que fuesen de calidad que bastasen para gastar el tiempo a aquellos señores, conociéndose y juzgándose por indigna de hablarlos. Aunque esto también lo causó el
intrañable afecto que siempre tuvo en seguir [a] la comunidad en todo, que estuvo en ella esta virtud con excelencia; y habría en esta parte mucho que decir si se hiciera libro de su vida.

Pero lo que es más de ponderar: no porque siguió este dictamen
juzgó o condenó en manera alguna el contrario, antes se edificaba de que las demás comunicasen, y decía que a ellas, como buenas y
santas, se le[s] ofrecía qué, y que a ella, como a ruin, no querría Dios que tuviese eso más de qué darle cuenta. Con esta humildad y
desnudez, obligó al verdadero maestro a que lo fuese suyo, y como su decir es hacer, y ella tomaba tan bien la doctrina, asentósele de suerte que en lo que una criatura puede, parece siguió los ejemplos de este Señor porque no perdía punto en escucharle, ni a todo lo que pudimos juzgar perdió instante de tiempo ni hubo ocasión ni
accidente alguno que fuese bastante para que dispensase con las
leyes que se tenía puestas en esto y en las demás virtudes.

La que era tan humilde, sin duda sería muy obediente. Fuelo tanto que esta sola virtud bastara para hacerla muy perfecta si pudiera ser posible tenerla sin las demás. Yo cierto no hallo palabras que me puedan satisfacer ni que puedan llegar a lo menos que ella alcanzó y ejercitó en la obediencia. No tuvo ni se le conoció voluntad en
materia espiritual ni temporal. Esto desde el día que entró en el convento hasta el que murió: tan dejada en las manos de la prelada, tan resignada, tan indiferente, que mucha más voluntad tiene una niña de cuatro años; dondequiera que la pusiesen estaba como
nacida. Allí asentaba lindamente sin réplica ninguna de su parte, y aun sin repugnancia al parecer, que parecía le faltaban los primeros movimientos y que no estaba ya sujeta a ninguna pasión, y por decirlo con más propiedad: que las había vencido y rendido del todo. Más que de cera era su blandura para todo aquello que la perlada o sus compañeras querían hacer de ella. Y aunque fuesen de natural o condición opuesta a la suya, con maravillosa sujeción y prudencia se ajustaba y unía con ellas, y algunas veces era forzoso pasar con no pequeñas mortificaciones.

El amor y respeto que tenía a las perladas7 era indecible, y esto a cualquiera sin excepción ninguna porque nunca miraba a las
personas sino a lo que representaban. Pedía con notable
menudencia las licencias; y guardó en esto hasta que murió lo que hacía cuando era novicia, que todas aquellas puntualidades y
costumbres observó siempre, y con grande llaneza comunicaba con la perlada sus ejercicios y penitencias que, aunque esto lo hacen todas y es obligación, ella lo cumplió con grande perfección.

Rarísima fue la que tuvo en la santa pobreza: jamás pidió cosa
alguna en cuanto fue religiosa, fuera ni dentro del convento, ni la dio a nadie ni tuvo una camuesa; lo que dejaba en el refitorio por
mortificarse, a la cocina lo inviaba. Y si era forzoso fuera de él, en algunas ocasiones de hábitos o profesiones, tomar lo que daban en comunidad a todas de alguna niñería de libro, de cera o rosario,
luego iba a la perlada y le decía: "Tome vuestra reverencia, que me embaraza", y esto aunque fuesen unos confites. Bien quisiera ella traer el peor hábito y que todo lo que fuese necesario para su
comida y vestido fuese lo peor, pero dejábalo de pedir por ejercitar otras virtudes de desnudez y dejo, con que estaba sin propiedad en ninguna virtud. Y aun la de la misma pobreza ejercitaba en esto con un primor muy grande porque el verdadero pobre toma con
humildad lo que le dan sin escoger ni rehusar.

Ejercitóla también en no tomar para sí un instante de tiempo de la comunidad ni para rezar una devoción, siempre atareada a la labor o al oficio, y algún rato que se suele tomar para respirar, ella para
trabajar sin levantar cabeza, y respondiendo en el torno un solo
instante que hubiese de estar hablando, habiendo luego de
levantarse a dar el recado, tomaba la labor. Y admiraba lo que hacía con tanta ocupación, y como fuese para ayudar a la comunidad no había para ella tiempo, aunque fuese del descanso forzoso, que no sacrificase de muy buena gana; fue de mucho provecho siempre a la comunidad.

Dejo aparte lo que la edificó8 con el ejemplo de su santa vida, y hablo de lo natural, que tuvo excelente, de muy lindo entendimiento, que éste es de grandísima importancia y estimación en una monja, así para ella como para las otras, que muchas veces lo que no se puede hacer por falta de espíritu, se hace por un buen entendimiento.

Tuvo mucha prudencia, asiento y madurez en sus acciones; y así, en todos los oficios que la pusieron dio buena cuenta de sí haciéndolos muy escogidamente, y para todos era muy acomodada y a propósito. Y porque decimos de lo natural (que también es don de Dios) fue de muy lindo parecer y no desdecía la hermosura9 del cuerpo de la del alma, antes se conformaron, si bien le hizo las ventajas las del alma que ella hace al cuerpo. Tocaba un instrumento y cantaba con mucha destreza y gracia; teníala muy particular en cuanto ponía la mano. La labor, por extremo curiosa y limpia y mucha, y en fin en todo era consumada. Y hacia ella tan poco caudal de esto como si fuera la más desmañada del mundo. Nadie la oyó decir que sabía hacer nada, ni le parecía aprovechaba para cosa. Parece volvemos a su humildad; como siempre vivió sumida en ella, es fuerza la tope muchas veces quien hablare de esta humildísima religiosa, y al paso que humilde, mortificada. Por cierto, de su mortificación, ella sola, que la supo ejercitar con la divina gracia, pudiera hablar de ella y lo que de esta virtud se puede decir; parece también de la desnudez, abstracción y dejo divino. Yo diré lo que se me ofreciere que alcancé a conocer en ella, sea mortificación o sea desnudez o sea dejo. Es lo muy cierto que tuvo en grado muy heroico éstas y otras muchas virtudes sino que yo no las conozco aun por los nombres, y así ni describirlas.

Esta alma pura, desde el día que entró en este convento, no se mortificó sino murió a sí misma, a su carne y sangre, murió a todos sus quereres y pasiones, a todos sus gustos y apetitos, a todas sus propiedades. Y a sangre y fuego destruyó todo lo que después en el discurso del tiempo le podía hacer oposición, perturbación o inquietud, a todo humano impedimento. Parece que pasó a cuchillo a la honra, a la estimación, al amor de la propia sangre, a la amistad
y correspondencia; y así olvidó de una vez su pueblo y la casa de su padre. Nadie dirá que le oyó tomar en la boca al que la engendró ni
a mi ver debió de tener en el pensamiento sino para lo obligatorio de encomendarlos10 a Dios. No preguntó jamás por hemanos ni amigas que tuviese en el siglo con haber dejado muchas, en fin, como mujer que se había criado en Madrid. Y de las muy bien prendidas y bizarras, que si bien con mucha honestidad, fue una doncella muy bizarra y amiga de amigas, y que no se había criado en ningún rincón sino con el trato de gente de muy buen gusto y conversación, y ella le tenía bueno y era muy entretenida; para que se vea lo que puede la divina gracia en quien la admite. Pero lo que hace grande
admiración es que no fue alcanzando estas virtudes poco a poco, sino que desde luego11 las poseyese casi sin resistencia de la naturaleza, ¡gran milagro de la gracia! Fue grande su resolución; a los principios emprendió con gran valentía el vencerse a sí misma y salió con victoria. Y con ser santa de veras no escribió en cuanto fue religiosa ni invió recado a nadie. Sola una vez me pidió respondiese a una carta de un hermano suyo que la instaba por comunicación familiar, y aunque sabía escribir no quiso fuese de su mano y pidióme con grande encarecimiento le ponderase que ella no era buena para
nada y que la dejasen, que ya lo había dejado todo, y que para lo que podía y debía hacer, que era encomendarlos a Dios, no tenía necesidad de cartas ni otros recuerdos. Vino a verla una deuda suya que había estado en su casa y servídola de doncella de labor y ella la había tenido mucho amor, que lo merecía su virtud. Parecióle darle una niñería, díjoselo a la perlada y pidiéndole licencia y
habiéndosela dado con mucho agrado por ser la primera cosa que la pedía de aquella calidad, reparando un poco aquella alma desnuda verdaderamente, volvió con gran prisa a la perlada diciendo: "Por
amor de Nuestro Señor, madre, que no la vuestra reverencia nada a fulana no sea que con este agasajo, me venga a ver otras veces". Y en fin consiguió esto con la grande instancia que hizo. Parece que esto, por carne y sangre12, lo pudo renunciar y dejar del todo.

Lo que más admira de su desnudez es que de las personas espirituales que parece no la podían desayudar en sus santos intentos, se supiese desnudar de la misma manera. Tuvo estrecha comunicación en el siglo con un religioso grave y de los predicadores de más nombre que hubo en Madrid; agora es obispo. Era sobre
todo muy espiritual; venía muchas veces a predicar en este convento. No se dio jamás por entendida de que le conocía ni había hablado jamás, y esto oyendo muchísimas veces a la[s] religiosas hablar en él y alabar sus sermones, y que muchas veces le hablaban. Con todo, ni le invió un recado ni le tomó en la boca. Admirábase él de esto y hacía tan grande ponderación de esta virtud que no acababa de alabarla. Y como él era tan siervo de Dios y dio en el punto del
retiro estraño de la religiosa, no quiso estorbársele y así no pidió se
la dejasen hablar. Y solía decir a la prelada: "Madre, grande es la mortificación de doña Catalina porque yo que me tenía muy
buena voluntad". Y así se supo negar en todo género de afecto.

Contentóse con solo Dios. Parecióle que él solo le bastaba; no quiso medios de criaturas para conseguir el fin que pretendía. Pagóle Su Majestad esta fidelidad dándole una suma paz y tranquilidad en que vivió.  Y sin duda asentó en su corazón que ella sola y Dios vivían en el mundo porque ninguna cosa la tocaba, y así se podía hundir como ella conservara su misma quietud.

Forzoso es que padezcan las comunidades tal vez13 alguna alteración por santas y reformadas que sean; antes, por la misma razón, el perturbador común de la paz14, envidioso de la que se goza en el cielo de la religión, intenta el perturbarla, y aunque por la bondad de Dios sale con pérdida, no deja de afligirla con sus trazas15 en cualquier acontecimiento de éstos que se ofrecieren en el discurso de la vida. De esta religiosa, siéndolo, ni en acción ni en palabra ni en mudanza de semblante dio muestras de sentimiento ni se metió en cosa ninguna jamás; ni en las mudanzas de este convento ni se le conoció afecto a quererlo o rehusarlo, en tanto grado, que habiendo faltado
de la comunidad el confesor con quien ella se hallaba muy bien, y desde allá fuera se confesaba y que también había sido medio para entrar en este convento, de suerte que había muchas razones para
que le pesase mucho de su ausencia, viendo casi todo el convento con grande sentimiento porque el caso había sucedido con alguna mortificación, no habló palabra en él más que ésta: llegándole a
decir las religiosas qué le parecía y diciendo sus razones de sentimiento, ella respondió: "Madres, todos los confesores absuelven", y luego calló. Los que vivieren en comunidades sabrán ponderar lo raro y grande de esta virtud.

En fin, más parecía muerta que mortificada, que decir sólo que lo fue, es muy poco. Muerta fue sin duda nuestra dichosa hermana todo el tiempo que vivió en la religión y ahora es cuando vive en el cielo gloriosa, y en nuestra memoria vive y vivirá siempre para nuestra edificación y aliento. Y no yo quién podrá acordarse de ella que no sea con tiernas lágrimas en los ojos y un afecto dulce en el corazón.

De esta mortificación nacía aquel sufrimiento indecible que tenía en sus dolores y penas, que no la faltaron. ¿Quién la oyó quejarse de nada ni de nadie? Ni decía que hacía calor o frío, ni tomar en la boca16 que sentía o había alguna descomodidad. De tan mortificada17, fue tan penitente, tan abstinente, no se contentaba con los muchos ayunos
de la orden: ayunó cada día continuamente. Su templanza con la discreción y medio prudente18 que tenía en todo, siempre igual.
Comía todo lo que le sabía mal, y casi siempre todo lo que la comunidad le daba si no es que fuese bueno, que entonces dejaba la mayor parte si había comido lo suficiente, y si no, dejaba un poco por lo menos. Fuera de las horas del refectorio o fuera de él no comió jamás estando con salud. Y, como dije, nunca pidió otra cosa sino lo que le daban, comía. Y padeció hartas flaquezas de estómago19, que era cierto el seguir a su continuada abstinencia porque ni en una Pascua ni en festividad ninguna se permitió la menor licencia en este particular, antes era cierto comer menos cuando le daban más o mejor.

Los cilicios continuó siempre, las diciplinas cada día, por ocupada que anduviese: no le faltaba tiempo para sus ejercicios y devociones nunca porque como no le perdía con nadie y le empleaba tan bien, lucíale mucho; y una hora suya era o parecía mayor. Efecto de esta mortificación fue la que tuvo en todos sus sentidos, siempre atormentados por su mano20 en todo lo que podía. Y jamás pudo
llegar a saciar su deseo en esta parte, por mucho que se afligió. Usaba muy amenudo el mezclar ajenjos en la comida. Hacía otras mil invenciones que inventaba su amor y el deseo de padecer algo por Dios. Pero respeto21 de su mortificación interior, fue pequeña la exterior.

No se le conoció inclinación a nadie; ya se dijo cómo se negó a los del siglo, pues lo mismo hizo con las religiosas. A todas amaba en general, a todas respectaba y quería y servía; de todas huía con el mismo cuidado. No habló más con una que con otra, y esto con tanto extremo, que ninguna se atrevía a hablarla sino en lo necesario, y eso con grande brevedad. Y démosle en esta parte el que nos ocasionó a que la amásemos con amor muy espiritual sin mezcla del natural,  porque no dio jamás lugar a eso. Todas la mirábamos y estimábamos como a santa causándonos todas sus cosas veneración, y esto sin que haya una sola que disienta de ello, que es de las cosas más nuevas que, me parece, pueden suceder, que tan varios pareceres como los de una comunidad todos convengan y se unan para decir y creer que una hermana suya es del todo perfecta, aunque lo sea22. Presumo que es merced que Dios le hizo a la nuestra y que se la concede a pocas, y entiendo que la mereció por no haber tenido amistad particular
sino un amor muy general y desnudo para todas, aunque hubiese tenido, que siempre la tenía, estrecha amistad y comunicación con la perlada. Esto se entiende con el particular de su aprovechamiento, que en otra cosa nunca se metía. En acabando su oficio, como si no la hubiera conocido, sólo un respecto y sumisión humilde le quedaba. Sería nunca acabar si quisiésemos detenernos en esta materia; para un largo discurso la dio su admirable modestia, aquella rara composición exterior tan continua. No levantaba los ojos sino para lo muy preciso, toda religiosa, toda compuesta, indicio claro de que no perdía la presencia actual de Dios cuanto sufre la humana fragilidad. Y cierto que no dio lugar jamás a que pudiésemos decir: "En fin, es criatura". Tan divina, tan ángel la hizo la gracia.

En las recreaciones, en tiempos de Pascuas u de profesiones que es tan lícito el alegrarse santamente las religiosas, ella se alegraba con las demás pero con tanta moderación y modestia que podía muy bien continuar la oración en que debía de andar siempre. Si la mandaban cantar o hacer otra cosa para entretener a las religiosas, hacíalo con extremada gracia y compostura, y en pudiéndolo hacer, sin nota, luego se iba al coro. Y en estas cosas sin duda ejercitaba grandemente la obediencia y la mortificación.

Sin haber dicho de su silencio en particular, parece que queda dado
a entender en muchas partes. Había tanto que hablar en lo mucho
que ella calló que fuera más acertado, pues no nos hemos de dilatar, remitirnos al mismo silencio y decir que fue sumo, que fue continuo; que no hubo ocasión ni accidente que se le hiciese dispensar, no sólo el de obligación sino al que ella por su grande perfección se obligó. Caso raro que ni en tiempo de elecciones, de alegrías u de pesares,
de enfermedad o oficios ocasionados, como una enfermería, un torno, no deslizase una sola vez, que dijese una palabra inadvertida o escusada, una leve murmuración, una mínima queja. Si es varón perfecto el que no ofende a nadie con su lengua, mujer perfectísima fue sin duda nuestra hermana. Y tengo por cierto que ni del
Demonio dijo mal ni se quejó. Y no hay pensar que el natural era de sí mismo blando y pacífico, porque no era sino muy colérico, brioso y algo precipitado; todo esto cuando era seglar y de manera que no habían de andar con poco desvelo sus criadas para podella llevar. Fuerza fue de mortificación su tolerancia, su mansedumbre, su silencio. Y en las ocasiones que se ofrecían de mostrar algún enojo, se descubría aun en lo que podía ser imperfección su gran virtud, porque apenas la naturaleza iba a prorrumpir en alguna palabra menos pacífica, cuando con aquel gran señorío que tenía de sí misma, la ahogaba antes que pronuciarla. Y no sólo lo que iba a
decir se tragaba y consumía, sino el semblante que iba a poner
menos sereno, volviendo en sí antes que hubiese dejado de estar en sí. ¡Oh mujer toda en Dios! Bien digo yo que no estabas mortificada sino muerta.

Guardó de manera el silencio que no hablaba ni aun en cosas de
Dios con no hablar jamás sin de Dios; de esto fue también causa su humildad profunda. Y así, aunque se tocasen materias espirituales
de que ella sólo gustaba, callaba y oía con grande atención dando demostración de que lo ignoraba. Y aunque tuvo un gran celo de la religión y que todo fuese muy perfecto, reprimióle y quedósele en ansias sin desahogarles aunque se ofreciese ocasión. Un privilegio singular tuvo su silencio que con ser tan grande, tan continuo, a
nadie fue enojoso ni grave, nadie tuvo queja de él sino estima y edificación. Callaba siempre, y siempre habló lo necesario con maravillosa medida y prudencia. Con ésta y la discreción sazonó lo rígido y razonado de su vida, y con una palabra llena de agrado y risa santa dejaba contentas y satisfechas a las religiosas.

Si el silencio es hijo legítimo de la oración, quien así le observó no podemos pensar la23 dejaría tener en su compañía. De esta virtud no podemos en particular decir porque como ella fue tan humilde, tan callada, tan encubridora de sus riquezas, nunca rastrearemos cuál fuese su camino. En lo místico, si hemos de juzgar su oración como es razón se juzgue por los efectos, los que cortamente quedan referidos y copiosísimamente se pudieron referir, parece que
basta[n] para que creamos que fue mucha, que fue muy levantada. Y así comúnmente solíamos decir, cuando vivía, de sor Catalina: "No se sabe qué oración tengan. Pero los efectos de una unión perfectísima son los que podemos decir, es que era continua en ella, siempre de rodillas sin moverse.

En cumpliendo con lo que la obediencia la tenía encomendado,
luego era su único descanso el coro y el asistir en él en oración.
Claro está que la que no tuvo conversación con nadie de la tierra, la había de tener muy familiar en el cielo; por algunas conjeturas tengo por cierto que el modo de comunicarse a Nuestro Señor no fue a lo dulce y sensible, antes a lo penoso y seco, y que en esta parte padeció mucho con aquella igualdad y resignación que tenía en todo porque alguna media palabra le yo con que me persuadí a esto, que entera no la dijo a nadie en la materia

Por cierto, si esta alma santa ejercitó con tal primor las virtudes y sirvió a Nuestro Señor tan a su costa sin los gajes que él suele dar a sus amigos, grande desnudez y fortaleza le comunicó. Purísimo fue su amor, y desinteresado; fijó su intención en sólo conseguir a Dios, no a sus dones para detenerse en ellos. Tan sin arrimo criado24
caminó25, que no sólo renunció [a] las criaturas racionales, pero aun
las que suelen ayudar a levantar espíritu como las flores o [u]na fuente. ¿Quién jamás la vio tomar en el jardín o fuente algún alivio? No parece que sabía andar más que del coro al oficio o acto de comunidad. La reverencia, atención y devoción con que asistía al oficio divino, el cuidado y puntualidad, ¿quién podrá describirlo? No yo, a lo menos; sólo digo que más parecía ángel que mujer humana sujeta a las miserias de la vida. Porque ni que fuese molida de cansancio, ni con dolores y achaques ni falta de sueño, ni una acción de flojedad, ni un sentarse, ni un dormitar un instante no se vio en su continuado fervor y devoción esencial de que Nuestro Señor la enriqueció todo el tiempo que fue religiosa. Cosa rara que, sin faltar a los oficios que tenía, no faltase del coro pidiendo ellos muchas veces grande asistencia. No cómo lo trazaba; ello pasaba así.

De otras muchas virtudes mayores que las referidas, que ejercitó, no me atreveré yo a hablar palabra, porque en mi simpleza e
ignorancia, demás de ser atrevimiento, fuera intentar un imposible.
Porque, ¿con qué palabras podía yo explicar la viva fe que tuvo, su esperanza tan del cielo, su abrasada caridad para con Dios y para con los prójimos? Ésta aun siendo seglar la ejercitó con eminencia; ¿a qué grados de ella llegaría con tan mejorado ejercicio? Moríase de ansias, siendo tornera, por no poder remediar las necesidades que llegaban a su noticia. ¡Con qué fervor, con qué afecto, con qué realce de caridad llevaba a los pobres lo que disponía la obediencia! Cumplióla cabalmente no dando más de lo que la permitían aunque la afligiese más el necesitado; no a todos se podía socorrer. Mereció mucho con lo que dio con tan encendido afecto, y mucho más en lo que no pudo dar.

Coronó estas virtudes la de la perseverancia26 que con tanta liberalidad le comunicó la divina bondad. Todas sus virtudes fueron
de a siempre continuas, sin aflojar un solo día en ninguna, ni una hora hasta la última de su vida, y en particular la humildad y mortificación y silencio que fueron las que más campearon en ella. Porque no perdió ocasión de humillarse ni de mortificarse, ni habló, como hemos dicho, ni una palabra que pudiese notar por excusada.

A esta santa vida siguió una tan santa muerte: dióle unas muy buenas Pascuas suyas el Divino Espíritu con un dolor de costado con que la dispuso en once días para el felicísimo27 y que sólo tiene alegre de todo punto una religiosa que cumple con tan grandes obligaciones. Pasó sus dolores y congojas, su mortal hastío con su acostumbrada paz, obediencia y sufrimiento, no dejando de ejercitar las demás virtudes, en particular la de la mortificación. Fui una noche a verla porque sentí que se quejaba aunque en baja voz (serían las dos). Halléla muy fatigada de dolores y angustias, y con grande sed. Llevéle un poco de agua, roguéle con grande encarecimiento tomase un poco: no pude persuadirle pasase una gota, por no tomar aquel alivio y porque no había licencia de la enfermera.

Pagóle Nuestro Señor28 el amor y reverencia con que le había recibido siempre, sin que jamás dejase por sí propia comunión ninguna, porque trazó su divina providencia le recibiese muchas veces en el discurso breve de su enfermedad, y el día último también,
habiéndole recibido antes por viático. Pidió con grande acuerdo el santo sacramento de la Extremaunción29; recibióle con grande fervor y como si estuviera sana iba ayudando a todo lo que se rezaba. No se olvidó la verdadera humilde de decir sus culpas a la prelada en esta enfermedad con aquel conocimiento que siempre30, porque ella para morir no tenía necesidad de hacer sus acciones con otra ni mayor perfección que con las que las había ejercitado siempre. Pidió muchas veces perdón en general a las religiosas, y a la última despedida, abrazando a cada una en particular con el sosiego y quietud que si fuera mudarse de una oficina a otra, les pedía perdón del mal ejemplo que creía haberles dado. En medio de muchos actos de confianza y amor, no le faltando nada para una dichosísima muerte, alcanzó la vida eterna y nos dejó con la falta de la santa suya. Este es, carísima hermana mía, el breve discurso de tus virtudes que, por virtud de la obediencia, he podido escribir. No van dibujadas bien sino rebujadas31 mal, con simpleza dichas pero con verdad. Y presumo, alma santa, que le he hecho lisonja a tu humildad en decir poco de lo mucho que tú hiciste. Consuélase mi afecto con que bien
a la larga están escritas en el libro de la vida, y bien premiada la tuya trabajada y penitente. Suplícote, pues vives ya en caridad perfecta, te acuerdes de esta imperfecta indigna hermana tuya y me alcances del Señor parte de tu espíritu sencillo, que con eso estaré muy contenta. Pide también por esta comunidad, dichosa en haber tenido tal hermana. Ruega por toda nuestra sagrada religión,32 por sus aumentos espirituales, y por todas las necesidades de la Iglesia. Quiera Su Majestad33 que no haya sido para castigos o castigarnos más el haberte llevado en tiempo que tanto se necesitaba de quien clame a Dios de veras. A él sea dada la gloria de todo. Amén.

 

Esta vida de la madre Catalina de san Josef la escribió por obediencia la madre sor Marcela de san Félix.

 




* Véase lo que se dice en "Otros manuscritos..." sobre aquél donde se encuentra esta biografía. Se ha seguido básicamente la división original de los párrafos excepto en algún caso.

 



1 (Fuente lín. 17-18) tácita reprensiva: que reprende a los demás por medio del ejemplo, sin hablar.



2 (Fuente lín.23-25) SM trata de decir, utilizando el recurso de la falsa modestia, que aunque ella es ignorante y no sabrá hablar de las virtudes de sor Catalina, la obediencia para cumplir con el mandato de escribir su vida, por lo menos le hará decir la verdad.



3 (Fuente lín. 32-35) SM dice de su biografiada que tenía virtudes sólidas, que su vida espiritual no constaba de arrobos ni mercedes exquisitas, y así no tenía que perder el tiempo consultando acerca de ellas como sucedía con las personas que las experimentaban.



4 (Fuente lín. 45-46) esta frase debe entenderse como positiva, es decir: "no le faltaron los 'accidentes' (de mujer superior) que no pueden excusarse en la persona espiritual".



5 (Fuente lín. 47 y 48) todas, ellas: se refiere a "virtudes" de la línea 46.



6 (Fuente lín. 54) la: se refiere a "regla" dos líneas más arriba.



7 (Fuente lín. 125) perlada: prelada. Se utilizan ambas formas.



8 (Fuente lín. 156) edificó: se refiere a "comunidad", última palabra del párrafo anterior. "Edificó" se entiende en sentido espiritual.



9 (Fuente lín. 166-167) la hermosura del alma aventajó a la del cuerpo.



10 (Fuente lín. 192) encomendarlos: en "los" abarca a otros miembros de la familia aunque hablaba sólo del padre.



11 (Fuente lín. 201) desde luego: desde siempre, formando parte de su naturaleza.



12 (Fuente lín. 221) carne y sangre: según el DA se entienden, metafóricamente, los parientes. Es decir, que logró desasirse del todo de ataduras de la sangre.



13 (Fuente lín. 244) tal vez: alguna vez, según se ha dicho en varias notas.



14 (Fuente lín. 246) el perturbador común de la paz: el demonio.



15 (Fuente lín. 248) trazas: maquinaciones.



16 (Fuente lín. 273) ni tornar en la boca: ni decir que...



17 (Fuente lín. 274-275) "Por ser tan mortificada, fue tan... ".



18 (Fuente lín. 277) medio prudente: manera prudente, o manera de decir las cosas en su justo medio.



19 (Fuente lín. 283-284) "las flaquezas de estómago provenían de su abstinencia continuada".



20 (Fuente lín. 290) por su mano: por su voluntad y también por su mano física ya que se habla de diferentes tipos de mortificación.



21 (Fuente lín. 293) respeto: "pero con respecto a su ...".



22 (Fuente lín. 311) es decir, que no es usual que toda una comunidad en la que hay tan distintos pareceres concuerde en decir que uno de sus miembros es perfecto aunque lo sea ya que generalmente no sucede así.



23 (Fuente lín. 374) la: se refiere a "oración" de la línea 373.



24 (Fuente lín. 398) sin arrimo criado: sin favor, protección o amparo de criatura.



25 (Fuente lín. 399) caminó: una acepción de "caminar" que trae el DA es no detenerse en la obra comenzada sino adelantarla hasta concluirla.



26 (Fuente lín.427) la virtud de la perseverancia coronó a las otras virtudes...



27 (Fuente lín. 436) para el felicísimo: se refiere a "espíritu" que ha mencionado antes.



28 (Fuente lín. 446 y ss.) se habla de que el Señor le pagó su amor a la Eucaristía en que comulgó muchas veces durante su enfermedad, incluyendo el último día en forma de viático (cuando se administra a los enfermos en peligro de muerte).



29 (Fuente lín. 451) Extremaunción: el quinto y último sacramento de la Iglesia Católica que se administra a los enfermos para prepararlos para la muerte.



30 (Fuente lín. 454) conocimiento que siempre: "de siempre" se entendería hoy mejor.



31 (Fuente lín. 465) rebujadas: según el DA quiere decir tapar o embozar; aquí se diría que quiere decir mal explicadas aunque con verdad, según dice a continuación.



32 (Fuente lín. 473) religión: orden.



33 (Fuente lín. 474-475) Su Majestad: Dios.




Anterior - Siguiente

Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

IntraText® (V89) Copyright 1996-2007 EuloTech SRL