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Literatura Conventual Femenina
Sor Marcela de San Felix
Hija de Lope de Vega
Sor Marcela - Obra completa

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  • 1.    LA VIDA Y LA OBRA DE SOR MARCELA DE SAN FÉLIX
    • 1.2.  Inconvenientes y ventajas de ser hija de un hombre ilustre
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1.2Inconvenientes y ventajas de ser hija de un hombre ilustre

 

Sor Marcela era hija bastarda y lo era de un padre famoso. Ya hemos comentado la ilegitimidad de esta mujer y los recursos que buscó para inspirar respeto a los demás y "legitimizarse" a sí misma. Otros contenidos autobiográficos y culturales inmersos en sus textos nos revelan su conciencia de ser la hija del hombre que Cervantes llamó "el monstruo de la naturaleza".

Es bien sabido que los hijos de los hombres famosos tienen que enfrentarse a problemas que no confrontan los hijos de padres corrientes. Al mismo tiempo, los que sepan aprovecharse del ejemplo ofrecido por tal categoría de padres, pueden beneficiarse del medio estimulante en que se mueven, y del premio y apoyo que reciben los que se destacan. Veamos en dos dedicatorias que Lope escribió, la una dirigida a Lope Félix, el hermano menor de Marcela, y la otra a esta última, cómo las expectativas manifestadas en ellas diferían al referirse una a un ser masculino y la otra a un ser femenino. En 1619 Lope le dirigió a Lopito, que a los doce años era un buen estudiante de latín, El verdadero amante, comedia escrita, según dice, a la misma edad que su hijo tenía entonces. Sus palabras ilustran lo que decimos sobre los padres famosos. Le dice que cuando un hombre no está destinado a recibir una herencia ilustre, éste tiene dos opciones para hacer carrera: las armas o las letras. Si por casualidad —y el cielo no lo permita— la sangre lo reclamara, se inclinará a la poesía, con lo cual no se hará rico pero tampoco tendrá necesidad de trabajar demasiado: le bastará seguir el modelo de su padre. Marcela, según los biógrafos lopistas, era dispuesta y obediente. Paradójicamente fue ella la que siguió el ejemplo literario que Lope le ponía delante a su hijo varón, el cual, en cambio, resultó tozudo, desobediente y rebelde ante la autoridad paterna. En la dedicatoria escrita en fecha próxima a Marcela cuando tenía catorce años y había ya declarado sus intenciones de entrar en el convento, Lope, de modo indirecto, define las opciones de las mujeres: el claustro o el matrimonio. A ella le envía El remedio en la desdicha, una comedia de amor con buen fin, con la esperanza de influir en su decisión; termina el envío con una expresión convencional de amor paterno deseándole que Dios la haga feliz y que encuentre consuelo ya que ella lo es para él16.

Naturalmente, junto a las ventajas de ser hijo de un genio se hallan las desventajas: la ausencia real de esa persona o por cuestiones de su trabajo o por darse enteramente a su obra y estar alejada de su familia, el desarrollo del niño o niña bajo la sombra del padre portentoso, la relación quizá difícil del vástago con un padre que, probablemente, tiene un ego muy desarrollado. En el caso de niñas inteligentes, creativas o de carácter fuerte, los obstáculos pueden hacerse mucho mayores por conflicto y contradicciones. En el siglo xvii, y hasta tiempo mucho más reciente, la autoridad del padre no se podía cuestionar; cuando la independencia y originalidad se manifestaba en las mujeres, era simplemente tolerada, raramente alentada. Incluso, como en el caso que tratamos, las niñas eran a veces tratadas más como mujeres a las que se cortejaba que como seres a los que se debía respeto. Lope nos cuenta que trataba más a Marcela como galán que como padre en el poema que escribió para celebrar las bodas religiosas de ésta:

 

y la que yo tan tiernamente amaba,

que más galán que padre, en oro y seda

su persona bellísima engastaba17.

 

No sabemos ni cómo ni cuándo empezó a escribir poesía Marcela. Obviamente heredó parte de la facilidad de Lope para versificar; podemos suponer, además, que entre él y Valdivielso, el padrino de la niña, darían al vuelo algunas lecciones que, entre juego y juego, fueron aprovechadas por la futura trinitaria poeta. Si Marcela escribió poesía antes de su entrada en el convento, nada sabemos de ello. De lo que no hay duda es de que si Lope conocía la afición literaria de su hija, y es difícil creer lo contrario, no se dio nunca por enterado. La época no era propicia a esa clase de reconocimientos en una mujer18. Los destinos contrastados de Marcela y de sus hermanas ejemplifican las limitaciones y las consecuencias derivadas del hecho de ser mujer en el siglo en que vivieron. Feliciana, la hermana legítima, se casó con un hombre que fue luego escogido por Lope para preparar la obra que él deseaba publicar. Antonia Clara, también hija ilegítima (de Lope y Marta de Nevares) , había sido, muy joven, la admiración de su padre y de los amigos de éste al mostrar un raro talento dramático y musical. Aún adolescente, fue seducida, raptada y abandonada después por un hombre de clase más elevada. La reacción de Lope fue la que hubiera podido esperarse de un padre menos "piadoso": la vituperó y la echó de la casa para siempre. Sor Marcela, mujer y compasiva, se mantuvo en comunicación con sus hermanas hasta que les llegó la muerte19.

El talento que no pudo desarrollar Antonia Clara, floreció en su hermana Marcela por el ambiente propicio que encontró en la comunidad monástica a la que se unió. Puesto que es la única hija de Lope que tuvo la oportunidad de hacernos llegar en sus escritos su visión de aquel mundo, Marcela ejemplifica los problemas con que se encaraban todas aquellas mujeres que deseaban emular a sus padres o mentores siguiendo sus impulsos creadores y produciendo obras de su propia invención. Sus escritos, al parecer inocentes, guardan resquemores producidos por la experiencia o la observación que pueden atribuirse a las contradicciones inherentes a la vida del tiempo. Varios recursos, incluyendo el humor y el sarcasmo, son disfraces del dolor. En los versos siguientes, la autora presenta a las monjas como seres ejemplares y sufridos:

 

 

Como cuerdas, como santas,

en fin, todo lo han pasado

abrazando por su esposo

lo desabrido y lo escaso.

(10, vv. 29-32)

 

 

Aquí, naturalmente, se habla del esposo divino pero, puesto que habla en broma, se multiplican las connotaciones que además de incluir los fastidios de la vida monástica, se puede aplicar a los trabajosos y aburridos días de aquellas mujeres infelices con sus maridos que había conocido. Lo interesante es que esos enojos proporcionados por los maridos del "mundo", se convertían en positivos, al ofrecerlos al esposo del "cielo" como sacrificio.

En el matrimonio religioso de Marcela estuvieron presentes algunos de los mejores poetas, predicadores y músicos de la España de la época, todos amigos del gran Lope. El mismo duque de Sessa, para quien Marcela copiaba las cartas de amor de su padre y su amante, y al cual se le reclamó la cantidad prometida para comprar la seda de un vestido, fue quien se ocupó de proveer la dote de Marcela a su entrada en el convento y de subvenir a los gastos ocasionados por la lujosa ceremonia de sus votos. Asistió una buena representación de la sociedad del tiempo: aristócratas, burgueses ricos, escritores conocidos, artistas y gente de teatro, así como vecinos de la iglesia20. La descripción que hallamos en el poema que escribió Lope, seguramente contribuyó a la leyenda de una hija piadosa e impecable que, triste y felizmente a la vez, era una pérdida para el MUNDO y una ganancia para el cielo. Marcela, bastarda y plebeya, había, sin embargo, disfrutado de una boda real por haber entrado en religión. La ilegitimidad que aparentemente dejaba en la puerta de la iglesia le daría, no obstante, la necesaria objetividad y lucidez para calibrar los cambiantes valores del mundo.

Muchos años más tarde seguiría recordando la poeta su rica y hermosa boda: ésta dio motivo a Lope para un poema nuevo y a Marcela, inspiración para muchos versos espirituales en los que alaba la entrega del alma a Cristo. En ocasiones, creemos encontrar en ellos una amalgama de lo sagrado con el recuerdo más material de una boda lujosa. Así en "Otro al velo de sor Manuela de san Miguel", uno de los veintidós romances que escribió para celebrar estas ocasiones:

 

Manuela, hermosa y feliz,

de Miguel acompañada,

como esposa fiel le entrega

a su dueño toda el alma.

 

Con cuatro nudos, amor

divinamente la enlaza;

prisiones son, pero dulces,

que más que afligen, dilatan.

¡Oh mil veces venturosa

quien güella con tanta gala!

(34, vv. 5-14)

 

(...)

Todo cuanto el MUNDO ofrece

en sus vanas esperanzas,

apenas son apariencias

pues, al comenzar, acaban.

(34, vv. 17-20)

 

Si las relaciones entre el padre y la niña eran a veces de cariño y otras de distanciamiento antes de que se convirtiera en esposa de Cristo, parece haber base para creer que se hicieron más constantes y equiparadas. Se desarrolló esta relación durante 14 años, a partir del año 1621, cuando Marcela aceptó, a pesar de sus 16 años, el papel de madre-monja; así pudo aliviar los pesares de su padre. En los anales del convento se dice que Lope visitaba a su hija diariamente excepto durante los períodos de ausencia o enfermedad, o cuando ella se lo prohibió como castigo, según el pasaje que hemos relatado.

A la muerte de Lope en 1635, se le concedió a sor Marcela que la procesión fúnebre pasara por la calle donde está situado el convento para que pudiera despedirse de su padre por última vez. Aparentemente este episodio permaneció fresco en la memoria madrileña, ya que una pintura del siglo xix presenta una versión del acontecimiento21. Es de suponer que sor Marcela escribiera una elegía con motivo de la muerte de Lope; si así fue, se perdería entre las composiciones que se hallaban en los manuscritos destruidos. Al acercarse su propia muerte, más de medio siglo después, aludió a ella con palabras llenas de humor y de aquello que se ha llamado realismo español:

 

... muchos se quejan de que la muerte viene volando, pero para esta pobre vieja viene en carreta tirada de bueyes muy pesados22.

 

 




16 La caracterización de Marcela y Lope Félix se halla en Castro y Rennert, pp. 163-164. Se citan las dedicaciones en Cayetano Alberto de la Barrera, Nueva biografía de Lope de Vegap. 229.



17 "A don Francisco de Herrera Maldonado", en Lope de Vega, Poesía lírica, editado por Luis Guarner, pp. 227-235. También en la edición de Lope, de José Manuel Blecua, pp. 1222 a 1234.



18 Muchos refraneros de los siglos xvi y xvii nos dan la pauta de lo que se esperaba de la mujer: "En la vida de la mujer tres salidas ha de hacer: cuando se casa, a misa, y a la sepultura". Citado por Agustín González de Amezúa, Un estigma descifrado: El raptor de la hija de Lope de Vega, Madrid, Tipografía de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1943, p. 31.



19 Véase Ramón Laca, pp. 97-98; Federico Sáinz de Robles, Lope de Vega: Retrato, horóscopo, vida y transfiguración, pp. 224-226 y 232-234; Amezúa, Un enigma..., pp. 13, 14, 18, 30, 94, 96-99. Este autor cita (p. 94)  el testamento de Antonia Clara, de 1627: "Un baúl negro de baqueta; los dos niños Jesús, el san Juan, una imagen de Nuestra Señora y el San Isidro, todos de bulto, que lega a su hermana sor Marcela
de san Félix, religiosa en las trinitarias descalzas de esta villa". En una nota de la misma página afirma que "casi todas estas imágenes consérvanse todavía en el convento...". Menciona (p. 99)  que Antonia Clara pidió que la enterrasen en el convento y no en donde lo estaban sus padres.



20 Véase la nota 17; en esta epístola a Herrera Maldonado se mencionan personajes importantes.



21 Véase: Manuel Sánchez Camargo, La muerte y la pintura española, pp. 439-431 y lámina 113. Este cuadro forma parte de la colección del Museo Municipal de Madrid donde puede verse.



22   Fundación..., f. 225.






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