2.4.
Romances en esdrújulos
Con la utilización de estos romances en esdrújulos, SM da muestras, más que
en la mayor parte del resto de su obra, de su pertenencia, como persona
literaria, al MUNDO del Barroco. La avidez de la época por llamar la atención y
hacerse admirar, echa mano de este recurso que no había sido aprobado ni
rechazado por el "recto" Herrera. Según dice él, reemplazando el
troqueo por el dáctilo, llegaba a España con el hábito prestigioso de la
"invención de los líricos Asclepiadeos". Según Sánchez Lima, este
vocablo, esdrújulo, era de origen italiano y casi desconocido en España:
"Es compostura de ingenio y artificio, y puédense hazer en esta
composición pocos, porque no se hallan muchos vocablos esdruxulos que sean
buenos (...) porque yo hasta agora no he hallado mas que
seiscientos" (Díez Echarri 232, 234) .
La monja trinitaria utiliza esdrújulos al final de
los versos de sus romances de ocho sílabas (todos en rima á-o)
utilizando esta "rara" forma métrica del Barroco que tan exitosamente
cultivaron, en la misma época de SM, Agustín de Salazar y Torres y la monja
americana sor Juana Inés de la Cruz, entre otros muchos. Sor Juana y ese
visitante precoz de México, colocan los esdrújulos al principio (véase el mejor
de los romances decasílabos de sor Juana a la marquesa de la Laguna:
"Lámina sirva el cielo al retrato") como modo de agudizar, de
entrada, nuestra imaginación, haciendo esperar en cada verso la enumeración de
los rasgos hermosos de su amiga marquesa. El recurso consciente utilizado por
SM sirve, por el contrario, para subrayar, al final de cada verso,
características relacionadas con el motivo principal de su poema. El uso es
distinto, pero en ambos casos los esdrújulos sirven para darle variados efectos
estéticos al verso (Herrera 554-55) .
Así en el primero (n° 15: "Al desposorio más
célebre") se recalca el motivo principal: el matrimonio religioso, la
entrega a Dios de una joven profesa; en el siguiente (n° 16: "Al árbol
santo y vivífico") las analogías entre el madero de la cruz y un
árbol viviente; en el n° 17 "Al convite más espléndido") se
establecen comparaciones implícitas entre la Eucaristía y lo que tiene de
banquete espiritual. En las dos composiciones que siguen a las mencionadas (n.os
18 y 19) , se utilizan los esdrújulos para recalcar el sentido cómico del
poema, especialmente en el último. Está claro que SM conocía la dificultad y el
modo artístico con que se manejaba este tipo de palabras cuando nos dice al
final:
pero aquí da fin el cántico,
que son caros los esdrújulos,
y así abreviemos el párrafo.
El repetido ritmo sincopado de la última palabra
de cada verso, el carácter de "deslizamiento" que se le otorga,
inspira una especie de expectación agudizada, ¿cuál será la pareja de
"plácido" o de "tabernáculo"? ¿Con qué rimarán
"preámbulos" o "rábano"?
En el romance esdrújulo a la Santa Cruz (n.º
18) nos presenta SM la figura de Cristo en cuanto sacrificado en el
madero de la cruz. Este "leño" de la muerte se convierte en árbol
redentor que da la vida a través del "fruto honorífico" que es Jesús.
No podía faltar la mención de la Trinidad, que siempre tenía esta monja muy
presente a causa de la orden a la que pertenecía. Habla de la luz del Espíritu
Santo que ilumina el camino de la mortificación que lleva al paraíso:
Déme su amor ardentísimo
el Espíritu Paráclito
para que a la cruz intrépida
vaya
con un paso rápido.
Se toca también el tema de la redención. La cruz,
reemplazando al árbol de la ciencia del paraíso terrenal, abrió las puertas del
cielo cerradas por el pecado de los primeros padres:
que de aquel árbol científico
quitaste todo el escándalo.
No faltan bellas notas líricas:
Que el Cristo, amor dulcísimo,
hizo su nido, cual pájaro,
en esas ramas bellísimas,
muy más suaves que el bálsamo.
Ni tampoco falta, a pesar de tratarse de un poema
serio, cierto tono de juego al final:
Lléguense allí los carísimos
y
dejen los carámbalos,
y estarán tan gozosísimos
como lo verán mirándolo.
El romance de este tipo, de tono enteramente
cómico, "Mirando está con gran lástima" (n° 19) , utiliza los
esdrújulos para lograr la hilaridad. Trata el reiterado tema que SM utilizaba
para hacer reír: la miseria de las que proveían la comida en el convento. SM
adverbializa el nombre de dos de ellas: Mariana ("mariánico") y
el suyo propio ("marcélico") para hacer juego con el ya
esdrújulo Escolástica. Estos eran los nombres de las tres provisoras que se nos
presentan en esta composición.
Es un romance casero, ligero y familiar, sin
pretensiones de gran poesía: la casa está pobre y donde más se siente la
escasez es en lo que atañe a las encargadas de provisiones que se hacen las
enemigas de la comunidad. Esta es una composición escrita para ser recitada
delante de un grupo de personas que se conocían bien entre sí y entre las
cuales existía un entendimiento tácito que no era necesario expresar totalmente
por medio del lenguaje.
Al caracterizarse, la autora se muestra o se finge
consciente de su mala fama entre sus hermanas, y quizá también de que la tenían
por temperamental y estricta. Utiliza esta conciencia, como lo hizo en
"Loa a una profesión", como auto-burla. De hecho, hallamos en este
romance algunos de los recursos que hemos visto en los coloquios y, sobre todo,
en la loa mencionada. El control eficaz de las provisoras, entre las que se
contaba Marcela, evitaba de antemano cualquier sugerencia de prodigalidad,
convirtiendo un asunto que en la vida normal podía considerarse serio, en
motivo de chanza. Aparecen sometidas a burla creencias monásticas y populares;
por ejemplo, la creencia de que comer poco lo hacía a uno espiritual:
ensangosten los estómagos,
que es un consejo jerárquico,
y volarán ligerísimas
a los celestiales tálamos.
E, incluso, hay burla de ciertos episodios de la
Biblia que trató en más de un pasaje de su obra. Todo, claro está, como motivo
de risa:
ansí nos enseña el Génesis
el lastimoso espectáculo
de
aquella gula mortífera
que nos hizo a todos lánguidos.
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