2.5. Otras
composiciones: seguidillas, liras, endechas y villancicos
Las seguidillas eran un género que se pasaba por
alto en las artes poéticas ya en el Siglo de Oro, según dice Correas. Las
consideraba merecedoras de mejor trato por su "elegancia y agudeza, que
son aparejadas i dispuestas para cualquier mote i dicho sentensioso i agudo, de
burla o grave, aunque en este tiempo se han usado mas en lo burlesco i picante,
como tan acomodadas a la tonada i cantar alegre de bailes i danzas..."
(Díez Echarri 212) .
Dice Correas
también que son poesía antigua y fácil, amada de la gente vulgar, con lo que
deja bien sentado su carácter popular y musical. Las seguidillas
"perfectas" se componen de estrofas de 4 versos siendo los impares
mayores (de 6 o 7 sílabas) y los versos pares de 5 sílabas aunque en
ocasiones se variaba el orden. A veces tenían un estribillo final de 5 + 7 + 5
sílabas, aunque para el siglo xvii
pocas lo llevaban. El hecho de que en la seguidilla el verso mayor y el menor
formen una unidad semántica, dio pie a problemas formales de cómputo de sílabas
cuando el primer verso terminaba en sílaba aguda.
Las seguidillas de SM siguen en líneas generales
el metro apuntado (7 y 5 sílabas) ; dan constancia de su facilidad de
composición y de la libertad que se halla en su poesía. Son poemas "a lo
divino" en los cuales se mezcla el carácter popular que hemos señalado,
con tradiciones de mayor abolengo que entroncan con la poesía bíblica del Cantar
de los Cantares y la provenzal del amor cortés en relación con el goce que
emana del sufrimiento amoroso.
Las
"Seguidillas a un afecto amoroso" (n° 42) comienzan
refiriéndose al esposo en tercera persona:
Díganle a mi amado
que aquí me tiene.
para cambiar a la primera persona en la segunda
estrofa:
Si te escondes, querido,
vete
a mi centro,
dándole al poema un extraño
vaivén en ese juego de distanciar al ser amado y luego atraerlo hacia ella.
Estos cambios son característicos también del mencionado Cantar y del Cántico
de san Juan de la Cruz.
Encontramos también en este poema su propia teoría
del amor puro hacia Dios que se halla en otras partes de su obra:
Poco estima el amarte,
dulce bien mío,
quien pretende otro premio
más que a ti mismo.
(...)
Esencial y desnudo
quisiera mi amor,
sin que espere o pretenda
otro
galardón.
Encontramos
incluso exageraciones amorosas de tipo popular que podrían sonar mal a los
oídos de los rigoristas religiosos de todos los tiempos:
Más quiero darte un gusto
que
todo el cielo
y, por dártele, amado,
me iré al infierno.
Termina con una estrofa de autocrítica que puede
insertarse dentro del motivo de la falsa modestia, y que capta una hermosa
imagen al presentarnos las seguidillas como saetas:
Estas seguidillas,
aunque tan secas,
a ese blanco divino
se van derechas.
En las "Jaculatorias disfrazadas en hábito de
seguidillas" (n° 43) se repiten los temas que hemos señalado para la
composición anterior con toques místicos del "muero porque no muero":
Mucho dura esta vida,
querido
mío,
todo son estorbos
de estar contigo.
La influencia del ya varias veces señalado Cantar
de los Cantares va mezclada con toques garcilasianos:
Blanco
y colorado
eres, amado,
y mil gracias derramas
por esos labios.
Hallamos, así mismo, el tono de teología cristiana
popularizada al recordar el sacrificio de Cristo en la cruz:
¿Para qué son desdenes,
belleza mía,
si sé yo que me amas
más que a tu vida?
Dentro de la lírica de amor a lo divino que hemos visto
antes, este poema es más agresivamente sensual que el anterior; hay un deseo de
unión e identificación más marcado:
Pero no me contento
con brazos sólo;
a tus labios anhelo,
querido esposo,
que es pedirte, mi alma,
la unión divina
por amor transformada,
muerta a mí misma.
Por último, tenemos aquí unos versos que nos
ofrecen un atisbo de la unión mística de SM:
O me engaña el deseo
dulce bien mío,
o tuve dichosa,
¡ay que lo digo!
En las "Liras al desacato que se hizo al
Santísimo Sacramento", SM nos ofrece un único ejemplo de lírica
renacentista utilizando versos de 11 y de 7 sílabas que caerían bajo la
denominación de lo que se ha llamado "canciones aliradas"; éstas
abarcan un número nutridísimo de combinaciones. Herrera y Sánchez Lima no
mencionan las liras como tales (Díez Echarri 254) . Hay en la mayoría de los
estudiosos de la época, cierta ambigüedad en la descripción que de ellas hacen
(llamándolas a veces odas o "media estancia") o bien
manifiestan insatisfacción y protestas en cuanto a que se utilice en ellas el
endecasílabo o se les dé el nombre de liras, evaluaciones que extrañan hoy.
Vanamente buscamos, en el número de combinaciones
de "canciones aliradas" consignadas para la época, alguna que se
pueda identificar con las escritas por la monja trinitaria. Hay que concluir,
pues, que en esta composición se tomó las libertades que hemos consignado en otras.
El poema de SM está dividido en estrofas en el
manuscrito. Pero éstas tienen diferente combinación en la rima de los versos de
11 y 7 sílabas, y de número. La estrofa más corta consta de 5 versos y la más
larga (la última) , de 12. Estas llamadas liras, en consecuencia, no son tales;
la composición es una silva métrica que simplemente se ha dividido en estrofas
teniendo en cuenta los temas que se van tratando a lo largo del poema. Es un
buen ejemplo de poesía "seria" que trata temas religiosos comunes del
tiempo, en este caso, el de la profanación de la hostia consagrada robada en un
templo (véanse las notas) . De ahí el tono de protesta indignado y vehemente.
En la primera estrofa pide agua tanto para
refrescar el furor que ha subido a su cabeza como para tener lágrimas con qué
llorar el ultraje. En la segunda reprocha a los guardianes del Sacramento, los
serafines alados, su falta de actuación al no evitar el desacato. En la tercera
y cuarta, habla directamente al ultrajador, utilizando el tú clásico:
Tu crueldad alentaron
las Furias que a Plutón acompañaron.
En la quinta, vuelve a la tercera persona para
sacar lecciones del hecho: la bondad "demasiada" de Dios lo ha
permitido, pues hubiera podido confundir al profanador para que sirviera de
escarmiento "al judaísmo", añadiendo de este modo un eco doliente de
las tensiones religiosas de la época. Los versos 35 a 40 forman la sexta
"estrofa" y constituyen preguntas hiperbólicas de cómo el poeta puede
resistir el sufrimiento causado por la profanación, para luego reafirmar, en la
parte final del poema y en el contexto religioso genérico, la lección divina
que se desprende de ése y de cualquier hecho ultrajante: la caridad y la paciencia
divinas. El último verso:
Padre, mirad la cara a vuestro Cristo,
establece una relación de hermandad con el dios
humanado sobre el que debe velar el Padre, la más "distante" persona
de la Trinidad.
Las endechas han sido, desde siempre,
composiciones de tipo elegíaco que se escribían, especialmente, en ocasiones de
muerte. Santillana ya las identifica con las elegías (Díez Echarri 212) , a lo
que se opone Herrera cuando dice: "La elegía vulgar (es decir, vernácula,
lo que podemos llamar endechas) abraza en cierto modo el verso lírico y
los epigramas, pero no de suerte que, aunque se mezcle, no se halle y conozca
la diferencia" (1972 416-423) . Si buscamos en López Pinciano (I,
293) hallamos no solamente esa identificación de las endechas con la
elegía sino una verdadera definición de su uso: "los (poemas) que se
hacían a muerte, fueron dichos primero Elegías, mas ya este nombre de especie
de tristeza se hizo género, y significa a todo poema lutuoso y triste, como son
los que en Castilla dezimos Endechas (házense a destierros, absencias,
disfauores de amor y golpes de fortuna) ". Son poemas en los que se usan
metros diferentes.
Esta única muestra de endechas (de 6
sílabas) de SM es también poesía pastoral y popular puesta al servicio de
lo divino. Trata del amor en el contexto de la culpabilidad que siente el alma
a causa de su imperfección, y para ello busca una "traza amorosa" que
la acerque al pastor amado:
Muchos años ha
que paso los días
con mucha aflicción,
penas y fatigas
por verme que soy
la imperfección misma,
descuidada en todo,
poco recogida.
En la misma composición parte del sentimiento de
no valer para, a continuación, darse cuenta de que es posible el trueque de esa
misma imperfección de su vida por el amor de Cristo:
tu vida por mía,
lo mismo tu alma
y esencia divina,
y despojándose así de todos los vicios humanos,
tiene ahora una vida nueva:
que es fuerza que a Dios
le agrade y le sirva.
El único ejemplo de villancico que nos ha llegado, se encuentra en una de las
tres composiciones que le ofreció SM a Isabel del Santísimo Sacramento (véase
lo que se dice de ella en "Otros manuscritos") .
El villancico era una composición, al decir de
Rengifo, que se componía "para ser cantados" (Díez Echarri 211) . El
de SM sigue la métrica tradicional en una de sus variadas formas; el estribillo
está compuesto de un pareado de versos agudos (a, a) de pie quebrado (5 y
8 sílabas) :
No pudo amor
hacer tu dicha mayor,
seguido de ocho versos con la rima siguiente: b,
c, c, b, b, d, d, a. Los cuatro primeros versos forman una redondilla seguida
de un verso de enlace, y dos versos más seguidos del verso de vuelta.
Como es propio de los villancicos, los versos que
siguen al estribillo sirven de glosa. En ella se hace el elogio de la entrega
de la belleza y juventud de la profesa así como de la nobleza adquirida a
través del divino esposo. Las estrofas 4 y 5 son interesantes en cuanto se
refieren a la consciencia femenina de SM. La escritora alaba el entendimiento
de Isabel al ponderar la "fortuna" que ha tenido en responder al
llamado de Cristo. Su "discurso", es decir, el razonar bien, la ha
protegido "de los riesgos de la vida", así como su "cuerda"
diligencia le ha hecho comprender el "ambicioso error" de querer
lucir fortuna y hermosura en esta "breve jornada":
A tu entendimiento unida
tu fortuna corresponde,
pues quien a Dios le responde,
sin duda es bien entendida.
De los riesgos de la vida
tu discurso se previno,
y la elección del camino
fue de tu ingenio primor.
De este modo ensalza Marcela la intervención de la
razón en la opción de la vida religiosa por parte de sus hermanas: es una
decisión que responde a un buen discurrir del intelecto.
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