27. Otro de actos de amor^*

             Gózome tanto, Dios mío,

      de tus bienes y riquezas,

      que se deshace mi alma

   por darte la norabuena.

         ¡Oh si a costa de mi honra 5

      y de mi vida pudiera

      hacer que todos los hombres

      te amaran y te sirvieran!

             Enhorabuena, Señor,

    inmensidades poseas,       10

      y a tu corona inmortal

      oponerse nadie pueda.

             Enhorabuena de nada

      necesidad nunca tengas,

    y me gozo de que todo     15

      tenga de ti dependencia.

             Gózome que los tesoros

      que tan pródigo franqueas,

      aunque los des sin cesar,

    no tengan ninguna mengua. 20

             Y pues no te puedo dar

      ni añadirte más grandeza,

      a sus deseos amor

      con imposibles consuela.

      Mi bien, si yo fuera dios,¹   25

      mi ser al punto te diera

      y sin él quedara alegre

      sólo porque tú lo fueras;

             de desnudo y de esencial,

    aunque humilde, amor se precia, 30

      o a serlo con tu favor

      con vivo deseo anhela.

             No te sirvo por gozar²

      tu gloria en la vida eterna,

    que a tu ser divino sólo     35

      mi amor rinde sus finezas,

             ni porque tú me crïaste,

      me redimiste y conservas,

      que ser quien eres en ti

    me basta, obliga y contenta. 40

             Y así los premios, Señor,

      las dádivas y promesas,

      ni las afecta tu amante

      ni su mente las contempla.

      En tu gesto solamente  45

      descansa amor y se ceba;

      ése es su término y fin,

      lo demás no le hace fuerza.

             Ya me he dado, dueño mío,

    y he hecho de mi tal entrega,  50

      que sólo con repetirla

      pienso quedar satisfecha.

             Consuélome, Señor mío,

      con que tu bondad inmensa

    recibirá los afectos          55

      que le ofrece mi bajeza.

             Con intenso amor continuo

      estarte amando quisiera,

      con mi mente y mis entrañas,

    con toda el alma y sus fuerzas, 60

             y pues yo las tengo cortas,

      pónles tú, Señor, viveza,

      de suerte que el amor tuyo

      acabe la vida mesma.

      Tú me mandas que te ame  65

      y obligas a que te quiera,

      pues dame lo que me mandas,

      que cierta está la obediencia.

             En amarte y darte gusto

    he vinculado mi hacienda;  70

      éste es todo mi caudal,

      mis haberes y riquezas.

             Si de virtudes y dones

      quieres que viva en pobreza,

    porque se cumpla tu gusto 75

      lo abrazaré muy sin pena.

             Tú sólo, Señor, me bastas,

      sin dulzuras ni experiencias;

      date sólo, que mi amor

    muy desnudo te desea.     80

             Yo no deseo trabajos,

      ni descansos ni asperezas,

      ni blanduras ni regalos,

      ni riqueza ni pobreza.

      Y si todo cuanto digo     85

      y cuanto decir pudiera,

      gustas tú lo tenga yo,

      con todo estaré contenta.

             Envíame al fuego eterno

    con tal que nunca te ofenda,  90

      que así amo tu justicia

      como tu piedad inmensa.