30. Otro. A lo mismo^*

         Dios mío, así de ti goce,

    que me digas si me quieres,

    que aunque veo tus finezas,

    quiero ver si he de atreverme.

         A tus brazos me llegaste;  5

    allí he visto cómo llueves

    favores en tus amantes

    por lo mucho que los quieres.

         Allí vi de mi esperanza

    los logros con que la tienes,  10

    que los que en ti la asiguran

    siempre alcanzan lo que quieren.

         Si fue verdad, tú lo sabes:

    mis desconfïanzas temen

    porque puede tu contrario  15

    fingir, aunque a mí me pese.

         Mas no puedo yo creer

    que tus amores consienten

    que se engañe quien te busca

    y sólo amarte pretende.    20

         Deseo, amante querido,

    que muy entendido quede

    que el amor con que me abraso

    ningún interés pretende.

         Ni tus halagos me obligan,  25

    ni tus ternuras me mueven,

    ni tus caricias me atraen,

    ni tus favores me prenden,

         y sólo tu amor desnudo

    me obliga, rinde y enciende,  30

    me cautiva y aprisiona,

    me regala y entretiene;

         y alguna vez presumí

    que llegara a enloquecerme,

   que mostrara muy buen juicio  35

    quien por ti, Señor, le pierde.

         Y aunque yo, querido mío,

    algunas veces me queje

    de que de mí te retires

    y tu presencia me niegues, 40

         no es, mi bien, por pretender

    me regales y consueles,

    que tu gusto quiero sólo

    en lo triste y en lo alegre.

         Y todas mis pretensiones, 45

    apetitos y quereres

    se reducen a querer

    tu voluntad solamente:

         Siquiera te me concedas¹

    o siquiera te me niegues   50

    en cuanto a darme tus dones,

    que satisfecha me tienes,

         como a esposa me regales

    o como a esclava desdeñes,

    me estimes y me regales, 55

    me abatas y me desprecies.

         Tres días ha que te fuiste

    a los prados y a las fuentes

    dejando las de mis ojos²

    adonde pudieras verte.     60

         Y todo aqueste dolor

    es por temer si sucede

    tu ausencia por culpa mía,

    que es lo que sentir se debe,

         que a pensar que no te daba 65

    causa para tus desdenes,

    fueran glorias para mí

    por servir sin intereses.

         Asigúrame tú, amado,

    que te ausentas porque quieres, 70

    que no habrá nadie en el mundo

    que oiga que yo me queje.

         El pensar que te disgusto

    con tal estremo me duele,

    que no hay tormento terrible 75

    con que comparar aquéste.

         Tendré por dulce y süave

    el tránsito de la muerte,

    si le mido con la pena

    que me causa el ofenderte. 80

         ¿Por qué, Señor, lo permites?

    ¿Por qué, mi bien, lo consientes

    que amando tanto el servirte

    ni te sirva ni lo acierte?