Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
Literatura Conventual Femenina
Sor Marcela de San Felix
Hija de Lope de Vega
Sor Marcela - Obra completa

IntraText CT - Texto

  • 1.    LA VIDA Y LA OBRA DE SOR MARCELA DE SAN FÉLIX
    • 1.3.  Censura y auto-censura
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para activar los vínculos a las concordancias

1.3.  Censura y auto-censura

 

En la última página del manuscrito de más de 500 páginas, se hallan unas octavas en alabanza de sor Marcela escritas a su muerte por una "hija" de la monja trinitaria; aquí ésta se refiere "a los libros" que había quemado sor Marcela. Según las crónicas del convento, no se salvaron sino uno de los cinco libros de coloquios y poemas que había escrito. Parece que también había escrito una historia de su vida en dos cuadernos que destruyó por orden superior. Estos actos de obediencia que pedían los confesores, se imponían a las religiosas como disciplina y desasimiento de cosas mundanales. En el caso de sor Marcela, su espiritualidad hubiera podido considerarse no del todo ortodoxa o, quizá, el recuento de su primera infancia se consideraría bochornoso para la memoria del gran dramaturgo español.

Sor Marcela, lo mismo que otros miembros de comunidades religiosas, obedeció las órdenes de confesores y eclesiásticos en cuanto a las decisiones de quemar o no quemar lo que se había escrito. Puesto que la amenaza del Tribunal de la Inquisición estaba siempre presente, todo el MUNDO tenía que andarse con mucho tiento con el contenido de sus escritos. La cuestión de quién ejercía autoridad sobre los escritos era, sin embargo, compleja, pues, en ocasiones, intervenían factores extrarreligiosos. Por ejemplo, lo mismo Cervantes que Lope habían intercedido con personas del clero a quienes trataban, para conseguir aprobación en caso de conflictos jerárquicos relacionados con el establecimiento y continuidad del Convento de las Trinitarias. Es posible que esas mismas autoridades eclesiásticas ejercieran su influencia en cuanto a quién se le debía pedir que escribiera y a quién no debía permitírsele. Es razonable pensar que el tomo que se salvó de las llamas fuera el último que escribió sor Marcela cuando ya su edad madura le daba cierta autoridad y tenía un confesor de actitudes más abiertas.

Algunos de los directores espirituales de sor Marcela tenían o habían tenido una estrecha amistad con Lope; eran hombres de cultura humanística tanto como escolástica. Es admisible que alentaran los ensayos literarios de Marcela con cierta condescendencia afectuosa ya que se destinaban solamente a los ojos y oídos de sus hermanas.

El hecho de que no se publicara su trabajo hasta fines del siglo xix, no se deberá solamente a negligencia. Parecerían muy fuertes algunas de sus bromas sobre la ineficiencia monástica, la tontería clerical y algunas de sus críticas a la corte. En los siguientes versos del "Coloquio de la estimación de la Religión", el personaje Mentira, irónica y burlonamente, describe a los de su casa:

 

Y todos cuantos parientes

he tenido, son honrados

y por todos estimados

de lo mejor de la Corte.

(2, vv. 290-293)

 

En la antología que Serrano y Sanz publicó de la obra de sor Marcela, faltan 72 versos de una de las loas23. Constituyen los versos más irreverentes y cómicos que salieron de la pluma de la monja; dan muestra de los chistes que la gente de entonces gustaba de utilizar, revelan cambios en las actitudes oficiales con respecto a temas peligrosos y el desarrollo de obsesiones nacionales como objeto de burlas. Nos imaginamos un público de monjas (¿habría entre ellas alguna vez un sacerdote?)  riéndose a carcajadas al oír a un Licenciado recitar una larga lista de males mal pronunciados y peor emparejados:

 

 

Estoy hidrópico y tísico,

tengo modorra y viruelas,

sarampión, gota coral,

lamparones y sordera.

(8, vv. 21-24)

 

Y luego mencionar la plaga de insectos, calamidad producida por las malas condiciones higiénicas de la época:

 

Y también puedo contar (...) 

la numerosa cuadrilla (...) 

de piojos, chinches y pulgas (...) 

que esto siempre, y mucho más

está anejo a la pobreza.

(8, vv. 33, 35, 37, 39-40)

 

Finalmente, siguiendo al género picaresco, se declara descendiente de grandes rabinos de parte de su padre y de infames brujas del lado de su madre:

 

porque descendió mi padre

y vino por línea recta

del más valiente rabino

que se halló en toda Judea.

(13, vv. 55-58)

(...)

Mi madre, (...) 

grande bruja de Logroño

famosa en toda la tierra.

(13, vv. 59, 65-66)

 

No hay nada de monjil ni de femenil en este juego verbal chocarrero de sor Marcela. Es posible que invierta y haga parodia de las pomposas pretensiones de su padre con respecto al linaje. Quizás debemos hablar de mal gusto; Lope no pudo abstenerse del tema ni en las bodas religiosas de Marcela cuando dice de la Virgen, hablando de Cristo:

 

Yo os juro que por parte de su madre

toca en sangre real, y que es tan buena

que no hay gloria y virtud que no le cuadre20.

 

 

Por su parte, la loa de sor Marcela dice así en boca del Licenciado:

 

Diéronme muy noble sangre

mis padres que gloria tengan:

(...)

Mi madre no fue tan noble,

mas su vida fue tan buena

que suple bien por la sangre

y excede toda nobleza.

(13, vv. 53-54, 59-62)

 

El chiste, claro está, adquiere resonancia si tenemos en cuenta su calidad de hija natural. Suponemos que sus hermanas en religión posteriores omitieron estos versos por razones de decoro y propiedad. Sea cual fuera la razón, la omisión distorsiona la personalidad literaria de la autora.

A pesar de la obediencia que representaba la escritura para una monja, cada mujer literata tenía que hallar el modo de autorizar el acto de expresar sus pensamientos, experiencias e invenciones. Sor Marcela probablemente experimentó conflictos en cuanto a la calidad de su obra y tendría dudas sobre si ésta debía sobrevivirla, ya que con mucha frecuencia insistía en la necesidad de trascender todo interés secular. Por lo tanto, aun teniendo en cuenta la censura que le venía del medio exterior en que vivía, la adaptó a una auto-censura elaborada por sí misma que se conformaba a su necesidad vital de dedicarse a la escritura llevada de la mano por sus dos musas: su padre y la soledad. De esta manera se confería autoridad a sí misma de un modo distinto al de otras monjas escritoras que, con más frecuencia, se apoyaban en la autorización de figuras divinas o de personajes eclesiásticos. Esta seguridad en sí misma se basaba, explícita o implícitamente, en una doble ecuación: hija y discípula de su padre, por una parte; y la soledad que la llevaba al conocimiento propio, de otra.

Los personajes masculinos que aparecen frecuentemente en las loas, le permiten crear un discurso subversivo24. En el teatro secular, las mujeres se vestían de hombre sobre todo para remediar su honor. En este teatro conventual, los personajes masculinos sirven para hacer mofa de las actitudes patriarcales con respecto a la vida religiosa femenina, de las pretensiones sociales y culturales de la vida secular, y de algunos individuos, incluida la misma autora. Como personas intrusas que anhelan participar en la vida femenina del claustro
—ofreciendo, por ejemplo, escribir una loa a cambio de comida— estos personajes revelan las costumbres de la vida social de la comunidad y la ficción de lo que representaban las monjas para el MUNDO exterior. Se tenía por ley que las religiosas servían de madres espirituales: estos personajes masculinos, tipos genéricos de hombres de poca instrucción satirizados en el teatro de la época, se quejan del tratamiento que reciben a manos de éstas. Es decir, las apariencias son engañosas; sor Marcela aprovecha la oportunidad para mofarse de sí misma bajo esa ficción. Dice el Licenciado quejoso:

 

mas, ay, que topé a la puerta

un león, un tigre hircano,

en fin, con una Marcela.

(11, vv. 100-103)

 

También hace a sus hermanas, protagonistas de ese juego jocoso:

 

Tantos duelos, tantas faltas

hay en todo, que parece

que el MUNDO triste se acaba.

Todos lloran, todos gimen;

sólo se alegra sor Juana

porque sus grandes miserias

las ve ya canonizadas.

(9, vv. 16-22)

 

 

Las "miserias" de sor Juana son tan grandes que las puede aprovechar para su santificación. Sin duda, algunos de sus versos más atrevidamente irónicos salen de la boca de estos personajes masculinos.

Las loas, parte de los coloquios y varios poemas revelan la gama artística de sor Marcela y desmienten la imagen de ángel beatífico que con tanta frecuencia caracterizaba la forma en que algunos críticos, haciendo selección tendenciosa, interpretaban a la trinitaria25. La monja podía ser solemne y burlona, didáctica y narrativa, amorosa y ascética, sacra y profana. Podía aparecer coloquial, retórica, llena de artificio ornamental o como altamente lírica. Sor Marcela de san Félix, en suma, asumió el linaje literario que, aunque a veces fuese objeto de sus burlas, nunca olvidó.

 

 




23 "Otra loa", que empieza, "Como sé que la piedad", Serrano y Sanz, pp. 234-238; en el ms., ff. 263-276. Ver nota 2.



24 Empleamos "subversión" con el sentido que le da Roland Barthes: "Por subversión sutil quiero decir... lo que no tiene que ver con la destrucción directamente, evade el paradigma, y busca otro vocablo, el cual, sin embargo, no es un vocablo que sintetiza sino que es excéntrico, extraordinario...". The Pleasure of the Text, p. 55.



25  Por ejemplo: "la santa hija de Lope" (marqués de Molins) ; "delicada figura femenil" (Julio Ramón Laca) . Pero hay opiniones más sesudas. Las monjas trinitarias conser-
van una carta que constituye una censura privada a los escritos de SM. Está firmada por el que fue auditor-asesor de la Nunciatura Apostólica, Manuel de Jesús Rodríguez. En ella hace un análisis elogioso de las obras de la trinitaria en cuanto a lo espiritual y a lo literario. Véanse dos párrafos como muestra: "Sor Marcela poseía ricos recursos de lenguaje místico" (...)  "No tenemos palabras adecuadas, frases suficientes para alabarlos (a los poemas)  cuanto en nuestro concepto merecen". La carta está fechada el 12 de noviembre de 1869. No extrañaría que esta censura, aunque privada, contribuyera al deseo de las monjas por publicar la obra de SM sobre la cual guardarían hasta entonces algún recelo. De algún modo lograron suscitar interés por sus escritos a finales del siglo xix y principios del xx como lo atestiguan las obras del marqués de Molins, el discurso de entrada en la Real Academia Española de Menéndez Pelayo y la publicación de la obra de Serrano y Sanz en la cual le dedica a sor Marcela una parte substancial. (Para más detalles sobre la carta que se comenta, véase "Estudio del manuscrito..." y "Otros manuscritos".)






Anterior - Siguiente

Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

IntraText® (V89) Copyright 1996-2007 EuloTech SRL