1. El mensaje bíblico de
la justificación
8.
Nuestra escucha común de la palabra de Dios en las Escrituras ha dado lugar a
nuevos enfoques. Juntos oímos lo que dice el evangelio: "De tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él
cree no se pierda sino que tenga vida eterna" (San Juan 3:16). Esta
buena nueva se plantea de diversas maneras en las Sagradas Escrituras. En el
Antiguo Testamento escuchamos la palabra de Dios acerca del pecado (Sal
51:1-5; Dn 9:5 y ss; Ec 8:9 y ss; Esd 9:6 y ss.) y la
desobediencia humanos (Gn 3:1-19 y Neh 9:16-26), así como la
"justicia" (Is 46:13; 51:5-8; 56:1; cf. 53:11; Jer
9:24) y el "juicio" de Dios (Ec 12:14; Sal 9:5 y ss; y
76:7-9).
9. En el
Nuevo testamento se alude de diversas maneras a la "justicia" y la
"justificación" en los escritos de San Mateo (5:10; 6:33 y 21:32),
San Juan (16:8-11); Hebreos (5:1-3 y 10:37-38), y Santiago (2:14-26)
10. En las epístolas de San Pablo también se describe de varias maneras
el don de la salvación, entre ellas: "Estad pues, firmes en la libertad
con que Cristo nos hizo libres" (Gá 5:1-13, cf. Ro 6:7);
"Y todo esto proviene de Dios que nos reconcilió consigo mismo" (2
Co 5:18-21, cf. Ro 5:11); "tenemos paz para con Dios" (Ro
5:1); "nueva criatura es" (2 Co 5:17); "vivos para Dios
en Cristo Jesús" (Ro 6:11-23) y "santificados en Cristo
Jesús" (1 Co 1:2 y 1:31; 2 Co 1:1) A la cabeza de todas
ellas está la "justificación" del pecado de los seres humanos por la
gracia de Dios por medio de la fe (Ro 3:23-25), que cobró singular
relevancia en el período de la Reforma.
10. San
Pablo asevera que el evangelio es poder de Dios para la salvación de quien ha
sucumbido al pecado; mensaje que proclama que "la justicia de Dios se
revela por fe y para fe" (Ro 1:16-17) y ello concede la
"justificación" (Ro 3:21-31). Proclama a Jesucristo
"nuestra justificación" (1 Co 1:30) atribuyendo al Señor
resucitado lo que Jeremías proclama de Dios mismo (23:6). En la muerte y
resurrección de Cristo están arraigadas todas las dimensiones de su labor
redentora por que él es "Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras
transgresiones, y resucitado para nuestra justificación" (Ro 4:25).
Todo ser humano tiene necesidad de la justicia de Dios "por cuanto todos
pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Ro 1:18; 2:23
3:22; 11:32 y Gá 3:22). En Gálatas 3:6 y Romanos 4:3-9, San Pablo
entiende que la fe de Abraham (Gn 15:6) es fe en un Dios que justifica al
pecador y recurre al testimonio del Antiguo Testamento para apuntalar su
prédica de que la justicia le será reconocida a todo aquel que, como Abraham,
crea en la promesa de Dios. "Mas el justo por la fe vivirá" (Ro
1:17 y Hab 2:4, cf. Gá 3:11). En las epístolas de San Pablo, la
justicia de Dios es también poder para aquellos que tienen fe (Ro 1:17 y
2 Co 5:21). Él hace de Cristo justicia de Dios para el creyente (2 Co
5:21). La justificación nos llega a través de Cristo Jesús "a quien Dios
puso como propiciación por medio de la fe en su sangre" (Ro 3:2;
véase 3:21-28). "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto
no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras..." (Ef 2:8-9).
11. La
justificación es perdón de los pecados (cf. Ro 3:23-25; Hechos 13:39 y San
Lucas 18:14), liberación del dominio del pecado y la muerte (Ro
5:12-21) y de la maldición de la ley (Gá 3:10-14) y aceptación de la
comunión con Dios: ya pero no todavía plenamente en el reino de Dios a venir (Ro
5:12). Ella nos une a Cristo, a su muerte y resurrección (Ro 6: 5). Se
opera cuando acogemos al Espíritu Santo en el bautismo, incorporándonos al
cuerpo que es uno (Ro 8:1-2 y 9-11; y 1 Co 12:12-13). Todo ello
proviene solo de Dios, por la gloria de Cristo y por gracia mediante la fe en
"el evangelio del Hijo de Dios" (Ro 1:1-3).
12. Los
justos viven por la fe que dimana de la palabra de Cristo (Ro 10:17) y
que obra por el amor (Gá 5:6), que es fruto del Espíritu (Gá
5:22) pero como los justos son asediados desde dentro y desde fuera por poderes
y deseos (Ro 8:35-39 y Gá 5:16-21) y sucumben al pecado (1 Jn
1:8 y 10) deben escuchar una y otra vez las promesas de Dios y confesar sus
pecados (1 Jn 1:9), participar en el cuerpo y la sangre de Cristo y ser
exhortados a vivir con justicia, conforme a la voluntad de Dios. De ahí que el
Apóstol diga a los justos: "...ocupaos en vuestra salvación con temor y
temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer,
por su buena voluntad" (Flp 2:12-13). Pero ello no invalida la
buena nueva: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús" (Ro 8:1) y en quienes Cristo vive (Gá 2:20).
Por la justicia de Cristo "vino a todos los hombres la justificación que
produce vida" (Ro 5:18).
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