4.2 La justificación
en cuanto perdón del pecado y fuente de justicia
22.Juntos
confesamos que la gracia de Dios perdona el pecado del ser humano y, a la vez,
lo libera del poder avasallador del pecado, confiriéndole el don de una nueva
vida en Cristo. Cuando los seres humanos comparten en Cristo por fe, Dios ya no
les imputa sus pecados y mediante el Espíritu Santo les transmite un amor
activo. Estos dos elementos del obrar de la gracia de Dios no han de separarse
porque los seres humanos están unidos por la fe en Cristo que personifica
nuestra justificación (1 Co 1:30): perdón del pecado y presencia
redentora de Dios. Puesto que católicos y luteranos lo confesamos juntos, es
válido decir que:
23.
Cuando los luteranos ponen el énfasis en que la justicia de Cristo es justicia
nuestra, por ello entienden insistir sobre todo en que la justicia ante Dios en
Cristo le es garantida al pecador mediante la declaración de perdón y tan solo
en la unión con Cristo su vida es renovada. Cuando subrayan que la gracia de
Dios es amor redentor ("el favor de Dios")12 no por ello
niegan la renovación de la vida del cristiano. Más bien quieren decir que la
justificación está exenta de la cooperación humana y no depende de los efectos
renovadores de vida que surte la gracia en el ser humano.
24.
Cuando los católicos hacen hincapié en la renovación de la persona desde dentro
al aceptar la gracia impartida al creyente como un don,13 quieren insistir
en que la gracia del perdón de Dios siempre conlleva un don de vida nueva que
en el Espíritu Santo, se convierte en verdadero amor activo. Por lo tanto, no
niegan que el don de la gracia de Dios en la justificación sea independiente de
la cooperación humana (cf. fuentes de la sección 4.2).
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