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P. Jorge Loring, S. I. Para salvarte IntraText CT - Texto |
53.- LA
GRACIA DE DIOS SE RECOBRA ARREPINTIÉNDOSE DE LOS PECADOS Y CONFESÁNDOSE.
53,1. En el sacramento de la penitencia se
perdonan todos los pecados cometidos después del bautismo.
Este sacramento se llama también de la reconciliación y del perdón.
Además de su sentido de reconciliación con Dios, incluye también la reconciliación
con la Iglesia.
54.- CONFESARSE ES DECIRLE CON ARREPENTIMIENTO AL CONFESOR, TODOS LOS PECADOS COMETIDOS DESDE LA ULTIMA CONFESION BIEN HECHA.
54,1. La confesión es una manifestación externa
del arrepentimiento de nuestros pecados y de nuestra reconciliación con la
Iglesia .
Para un cristiano el sacramento de la penitencia es el único modo ordinario de
obtener el perdón de sus pecados graves cometidos después del bautismo
583.
55.-EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN FUE INSTITUIDO POR JESUCRISTO.
55,1. Quizás hayas oído alguna vez de labios indocumentados: «la confesión
es un invento de los curas».
Esto es falso.
Se conoce el inventor de la imprenta (Guttemberg ); del anteojo (Galileo ); del
termómetro de mercurio (Fahrenheit ); del pararrayos (Franklin ); de la pila
eléctrica (Volta ); del teléfono (Bell ); del fonógrafo (Edison ); de la radio
(Marconi ); del submarino (Peral ); de los Rayos X (Roentgen ); del autogiro
(La Cierva ); de la penicilina (Fleming ); etc. etc. Ahora bien, qué «cura»
inventó la confesión» No se puede saber porque no ha existido nunca. Y, desde
luego, si la hubiera inventado un hombre, no la hubiera inventado gratis.
Porque es inconcebible que un hombre invente una cosa tan desagradable para el
sacerdote -que tiene que estar encajonado horas y horas oyendo siempre lo mismo
-, tan perjudicial para la salud, tan fácil de contagiarse de enfermedades,
etc., etc., y todo esto sin cobrar un céntimo. Lo normal es que quien hace un
servicio lo cobre.
Aparte de que, quién va a tener autoridad para obligar a la confesión al mismo
Papa» Pues el Papa tiene obligación de confesarse, y de hecho se confiesa
frecuentemente, como todo buen católico. Y lo mismo los cardenales, los obispos
y los sacerdotes del mundo entero. Si hubiera sido invención suya, se hubieran
ellos dispensado.
Algunos protestantes, para no admitir la confesión decían que ésta se
estableció en el Concilio de Letrán. Pero esto no lo sostiene ninguna persona
culta, ni siquiera entre los protestantes; pues está históricamente demostrado
que el Concilio IV de Letrán celebrado en 1215, lo que mandó fue la obligación
de confesar una vez al año584.
Ya sea por malicia o por desconocimiento de la Historia de la Iglesia,
confundían la institución del sacramento de la confesión con el precepto de
confesarse anualmente. Pero la confesión venía practicándose desde el principio
del cristianismo, aunque con menos frecuencia. Ya en el siglo III se nos habla
del sacerdote encargado de perdonar los pecados .
Y entre los años 140 y 150 apareció un libro titulado «El Pastor» escrito por
un cristiano llamado Hermas donde se recomienda la confesión .
La confesión privada, como hoy la tenemos, existe desde el siglo VI introducida
por los monjes irlandeses que reaccionaron a la durísima práctica de la
penitencia de entonces. Desde el siglo II había una larga lista de pecados,
muchos de los cuales excluían de la Eucaristía para toda la vida.
55,2. El sacramento de la confesión fue instituido por Jesucristo cuando se
apareció a sus Apóstoles reunidos en el cenáculo y les dio facultad para
perdonar los pecados, diciéndoles: «A quienes perdonéis los pecados, les serán
perdonados; y a quienes se los retengáis, les serán retenidos» 585. Por estas palabras de Cristo se comunicó a
los Apóstoles y a sus legítimos sucesores la potestad de perdonar y retener los
pecados . Cristo instituyó los sacramentos para que la Iglesia los administrase
hasta el final de los tiempos. Como los Apóstoles iban a morir pronto, el poder
de perdonar los pecados se transmite a sus legítimos sucesores, los sacerdotes.
El ministro competente para el sacramento de la penitencia, es el sacerdote,
que, según las leyes canónicas, tiene facultad de absolver .
Es evidente que si el sacerdote debe perdonar o retener los pecados con
equidad y responsabilidad, se supone que el pecador debe manifestárselos. Sólo
el pecador puede informarle qué grado de consentimiento hubo en su pecado.
Es esencial la presencia real de confesor y penitente, por lo tanto es inválida
la confesión por carta, teléfono, radio o televisión 586; pues además
de no existir presencia real, pone en peligro el secreto sacramental.
Por mandato de la Iglesia, quien tiene pecado grave debe confesarse al menos
una vez al año , o antes si hay peligro de muerte o se ha de comulgar. Pero eso
es el plazo máximo. Quien quiere sinceramente salvarse y no quiere correr un
serio peligro de condenarse, no puede contentarse con esto. Es necesario
confesarse con más frecuencia. Con la frecuencia que sea necesaria para no
vivir habitualmente en pecado grave. No vivas nunca en pecado grave!
Un buen cristiano se confiesa normalmente una vez al mes. La confesión te
devuelve la gracia, si la has perdido; te la aumenta, si no la has perdido; y
te da auxilios especiales para evitar nuevos pecados.
Los sacerdotes deben prestarse a confesar a todos los que se lo pidan de modo
razonable .
56.- PECADO ES TODA ACCION U OMISION VOLUNTARIA CONTRA LA LEY DE DIOS, que consiste en decir, hacer, pensar o desear algo contra los mandamientos de la Ley de Dios o de la Iglesia, o faltar al cumplimiento del propio deber y a las obligaciones particulares.
56,1. «En sus juicios acerca de valores morales, el hombre no puede proceder
según su personal arbitrio. En lo más profundo de su conciencia descubre el
hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual
debe obedecer... Tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya
obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado
personalmente» 587.
Puede ser interesante mi vídeo: «El pecado: la gran bajeza, la gran locura, la
gran primada, la gran canallada».
Algunos dicen que Dios no es afectado por el pecado. El pecado, efectivamente,
no afecta a la naturaleza divina, que es inmutable; pero sí afecta al Corazón
del Padre que se ve rechazado por el hijo a quien Él tanto ama .
Si el pecado no ofendiera a Dios sería porque Dios no nos quiere. Si Dios nos
ama, es lógico que le duela mi falta de amor. Lo mismo que le agradaría mi
amor, le desagrada mi desprecio: hablo de un modo antropológico. Pero es
necesario hacerlo así, para entendernos. Si Dios se quedara insensible ante mi
amor o mi desprecio, sería señal de que no me ama, que le soy indiferente. A mí
no me duele el desprecio de un desconocido; pero sí, si viene de una persona a
quien amo. No es que el hombre haga daño a Dios. Pero a Dios le duele mi falta
de amor.
El bofetón de su niñito no le hace daño a una madre, pero sí le da pena. Ella
prefiere un cariñoso besín. Es
cuestión de amor.
La inmutabilidad de Dios no significa indiferencia. La inmutabilidad se
refiere a la esfera ontológica, pero no a la afectiva. Dios no es un peñasco:
es un corazón. El Dios del evangelio es Padre. La Filosofía no puede cambiar la
Revelación.
Es un misterio cómo el pecado del hombre puede afectar a Dios. Pero el hecho de
que el pecado afecta a Dios es un dato bíblico .
El pecado es ante todo ofensa a Dios .
La Biblia expresa la ofensa a Dios del pecado con la imagen del adulterio
588.
«La Iglesia ha condenado la idea de que pueda existir un pecado meramente
racional o filosófico, que no mereciera castigo de Dios» 589.
El pecado está en la no aceptación
de la voluntad de Dios, más que en la transgresión material de la ley. Por
eso, puede haber pecado sin transgresión material de la ley si existe el NO a
Dios en la intención; mientras que puede haber transgresión de la ley sin
pecado, si no se ha dado el NO a Dios voluntariamente.
La moral no consiste en el cumplimiento mecánico de una serie de preceptos,
sino en nuestra respuesta cordial a la llamada de Dios que se traduce en una
actitud fundamental en el servicio de Dios.
56,2. La opción fundamental es la orientación permanente de la voluntad
hacia un fin. Esta actitud «debe explicitarse en el fiel cumplimiento de los
preceptos, no de modo rutinario, sino vivificado por el dinamismo que el
Espíritu imprime en nuestros corazones. La opción fundamental no consiste en
liberarse del cumplimiento de determinadas normas o preceptos, sino muy al
contrario, en hacer una llamada a la interiorización y profundización de la
vida de cada cristiano. La opción fundamental por Dios consiste en colocar a
Dios en el centro de la vida. Concebirle como el Valor Supremo hacia el cual se
orientan todas las tendencias, y en función del cual se jerarquizan las
múltiples elecciones de cada día»590.
La opción fundamental es una decisión libre, que brota del núcleo central de la
persona, una elección plena a favor o en contra de Dios, que condiciona los
actos subsiguientes, y es de tal densidad que abarca la totalidad de la
persona, dando sentido y orientación a su vida entera.
Evidentemente que en el hombre
tienen más valor las actitudes que los actos. «Hay actos que expresan
más bien la periferia del ser y no el ser mismo del hombre. Los actos verdaderamente valiosos son los que
proceden de actitudes conscientemente arraigadas. Se ve claramente que, aunque
la actitud sea lo que define auténticamente al ser moral del hombre, los actos
tienen también su importancia, porque, repetidos, conscientes y libres van
camino de convertirse en actitud» 591.
Incluso podemos decir que hay actos de tal trascendencia que, si se realizan
responsablemente y sin atenuantes posibles, son el exponente de una actitud
interna . No hace falta que el acto se repita para que sea considerado
grave 592. Por ejemplo: un adulterio o un crimen planeado a sangre
fría, con advertencia plena de la responsabilidad que se contrae, buscando el
modo de superar todas las dificultades, y sin detenerse ante las consecuencias
con tal de conseguir su deseo, qué duda cabe que compromete la actitud moral
del hombre» «La opción fundamental puede ser radicalmente modificada por actos particulares
593. No es sincera una opción fundamental por Dios, si después esto no
se confirma con actos concretos. Los
actos son la manifestación de nuestra opción.
Lo que sí parece cierto es que la actitud no cambia en un momento. Los cambios vitales en el hombre son algo
paulatino. El pecado mortal que separa al hombre definitivamente de Dios
es la consecuencia final de una temporada de laxitud moral . Por eso decimos
que el pecado venial dispone para el mortal.
56,3. Algunos opinan que al final de la vida, Dios dará a todos la oportunidad de pedir perdón de sus pecados; pero esta posibilidad de la opción final no tiene ningún fundamento en la Biblia. Por eso es rechazada por teólogos de categoría internacional como Ratzinger, Rahner, Pozo, Alfaro, Ruiz de la Peña , etc.
56,4. Hay, además otros pecados de omisión : los pecados cometidos por los
que no hicieron ningún mal..., más que el mal de no atreverse a hacer el bien,
que estaba a su alcance . Jesucristo condena al infierno a los que dejaron de
hacer el bien: «Lo que con éstos no hicisteis» 594. A veces hay obligación de hacer el bien, y el no
hacerlo es pecado de omisión.
«Se equivocan los cristianos, que pretextando que no tenemos aquí ciudad
permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas
temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga a un
más perfecto cumplimiento de todas ellas, según la vocación personal de cada
uno. Pero no es menos grave el error de quienes, por el contrario, piensan que
pueden entregarse totalmente a los asuntos temporales, como si éstos fueran
ajenos del todo a la vida religiosa, pensando que ésta se reduce meramente a
ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales.
El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como
uno de los más graves errores de nuestra época» 595.
«Hoy es muy usual en algunos ambientes hablar de pecado social. Pero el
pecado, en sentido verdadero y propio, es siempre un acto de la persona. Una
sociedad no es de suyo sujeto de actos morales. Lo cierto es que el pecado de
cada uno repercute en cierta manera en los demás.
Pero en el fondo de toda situación de pecado hallamos siempre personas
pecadoras»596.
Aunque es cierto que pecados personales generalizados crean un ambiente de
pecado, no se puede diluir la responsabilidad personal en culpabilidades
colectivas anónimas
56,5. Las cosas que principalmente nos incitan y tientan a pecar son:
el mundo (criterios relajados, costumbres corruptoras, ambientes pervertidos)
con sus atractivos, que tienen fuerza seductora para los incautos que se dejan
llevar por él; el demonio con sus tentaciones; y la carne con sus inclinaciones
al pecado . Dice el Apóstol Santiago :
«Cada cual es tentado por sus propias concupiscencias» 597. Y San Juan
: «El que peca se hace esclavo del pecado»598. «El que peca se hace hijo de Satanás» 599.
A veces, los malos ambientes pervierten a muchos católicos. Como dijo Pablo VI
, en una solemne alocución: Muchos cristianos de hoy, en lugar de misionar, son
misionados; en lugar de convertir, son convertidos; en lugar de comunicar el
Espíritu de Jesús , son ellos contagiados por el espíritu del mundo.
No podemos vencer las tentaciones nosotros solos; pero tenemos la ayuda de
Dios, su gracia, que la tenemos a nuestra disposición si la buscamos con la
oración y los sacramentos. Dice San Pablo que Dios no permite al demonio que
nos tiente por encima de nuestras fuerzas 600.
Muchas veces el demonio se vale de los mismos hombres para hacernos pecar. Unas
veces con su mal ejemplo. Otras, también con sus palabras.
Es necesario saber luchar contra los malos ambientes, y no dejarse arrastrar al
pecado por el respeto humano. El mejor medio para esto es huir de las malas
compañías y juntarse con buenos amigos.
Ocurre con frecuencia que, en un grupo, los más indeseables llevan la voz
cantante y dominan a una colección de individuos vulgares y endebles. Ten mucho cuidado de que nadie atente
contra la integridad y rectitud de tu personalidad. Y si alguna vez te integras
en alguno de estos grupos, ten la valentía suficiente para hacer una acto de
independencia y abandonar el grupo, aunque tal vez la ruptura te traiga algún
contratiempo desagradable. No importa. Es decir, esto tiene menos
importancia y merece la pena afrontarlo. La mejor manera de vencer los malos
ambientes es tomar desde el primer momento una actitud decidida, clara,
inquebrantable. Si ven que contigo es inútil, te dejarán en paz. Pero si ven
que vacilas, volverán una y otra vez a la carga hasta tumbarte.
56,6. El respeto humano y el miedo al qué dirán es una cobardía indigna. Es
vergonzoso tenerle miedo a la sonrisa maliciosa de una persona que -por su
conducta - es indigna de nuestro aprecio. En cambio, quien cumple con su deber
por encima de todo, consigue la estima de todas las personas buenas, y también
el respeto de las que no lo son, que -digan lo que digan por fuera - en su
interior no tienen más remedio que reconocer y admirar la superioridad de la
honradez y de la virtud.
En tu conducta has de ser valiente cuando otros quieran arrastrarte al mal.
Pero no hay que fanfarronear . Si la timidez y la cobardía desprestigian la
virtud, no menos la desprestigia la fanfarronería, que la hace desagradable y
antipática a todo el mundo. Tu conducta ha de ser la de una persona entera, que
sabe lo que es cumplir con su deber, pero que no por eso desprecia a los demás,
sino que es amable con todos, y todos saben que se puede contar contigo cuando
se trata de algo bueno. Si eres persona recta y amable, pronto tendrás quien te
siga. No hay nada tan atractivo como la virtud, cuando ésta es amable y
valiente. La mayoría de las personas
son imitadoras que siguen a las que entre ellas son capaces de dar ejemplo.
No olvides que tu conducta ejerce influjo en los demás. Quizás tú no te des
cuenta. Pero el buen ejemplo arrastra, a veces, todavía más que el malo.
Muchos no se atreven a ser los primeros y lo están esperando para seguirlo. Los
cristianos deben, con su vida ejemplar, dar testimonio de la doctrina de
Cristo.
La transmisión de la fe se verifica por el testimonio... Un cristiano da
testimonio en la medida en que se entrega totalmente a Dios, a su obra...
Normalmente la verdad cristiana se hace reconocer a través de la persona
cristiana .
56,7. También te recomiendo que
seas santamente alegre. Uno de los mejores apostolados es el apostolado de la
alegría. Que todo el mundo vea que los que siguen a Cristo son los más felices
y alegres. La bondad no es ñoñería. Es más, sólo el bueno es
verdaderamente alegre.
La alegría del pecado es mentira, y su gusto se convierte en tormento.
La felicidad es un don de Dios, y es
imposible lograrlo de espaldas a Él. Por eso, es frecuente que el
pecador sea en el fondo una persona triste, aburrida, cansada, todo le
fastidia, nada le ilusiona... En cambio, después de hacer una buena confesión,
verdad que se siente un alivio y un consuelo especial. En una tanda de
Ejercicios Espirituales a obreros, uno me echó en el buzón un papel que decía:
«es tanta la felicidad y alegría que he sentido después de confesarme, que no
hay nada para mí en el mundo capaz de compararlo. Es algo fuera de lo material.
Me he elevado de tal forma, que he llorado de alegría y de arrepentimiento. No
soy digno de tanta felicidad». Textualmente.
Al pie de la letra. No he modificado una palabra. Todavía conservo el papel
como recuerdo de aquel obrero.
También conservo otro papel que me
encontré después de las confesiones de otra tanda de Ejercicios. Dice
así: «Padre, estoy rebosante de alegría. Tengo a Cristo en mi alma. En mi vida
me he sentido tan feliz como ahora. Usted ha conseguido de mí que encuentre la
verdadera felicidad». El célebre poeta mejicano Amado Nervo confesó en su lecho
de muerte, y después le decía a sus amigos: «Me he confesado y me siento
completamente feliz»601.
Realmente que la felicidad de la tranquilidad de conciencia no puede compararse
a la amargura que deja detrás de sí el pecado.
El placer egoísta, antes de gustarlo, atrae. Pero después desilusiona.
Y si en su satisfacción ha habido degradación, pecado, etc., el vacío que deja
en el alma no tiene nada que ver con la felicidad que se siente después de
hacer una buena obra donde se ha sacrificado algo.
56,8. El pecado es el peor de los
males . Peor que la misma muerte, que sólo es un mal si nos sorprende en
pecado. La muerte en paz con Dios es el paso a una eternidad feliz. Todos los demás males se acaban con esta
vida. Sólo el pecado atormenta en la otra.
Muchas personas endurecidas para lo espiritual, viven tranquilamente en el
pecado, pero su sorpresa en la otra vida será terrible. Entonces se darán
cuenta de que se equivocaron en lo principal de su vida:
salvarse eternamente.
Pero, sobre todo, el pecado es una ofensa a un Dios infinitamente bueno, a un
Padre que me ama como nadie me ha amado jamás. Por eso el pecado es un mal que
no tiene igual en esta vida.
El hombre no puede renunciar a sí mismo, no puede hacerse esclavo de las cosas,
de los sistemas económicos, de la producción y de sus propios productos Hay en
el hombre un afán, a veces desmedido, de poseer, de gozar, de ser
independiente. Se dan en él: ambición de dinero, hipocresía, injusticias,
egoísmo, soberbia, cobardía, mentira.
Estos vicios repercuten en la sociedad. Producen malestar, indignación, rebeldía.
Jesús proclamó la verdad, no pactó nunca con el pecado y la injusticia.
Esta actitud de rechazo y denuncia le llevó a la muerte.
Jesús , al condenar el pecado, quería hacer una llamada a la dignidad del
hombre: el hombre, por el pecado, además de rechazar a Dios se hace esclavo de
las cosas que valen menos que él.
Dice San Juan Crisóstomo:
- Cuando te veo vivir de modo contrario a la razón, cómo te llamaré,hombre o
bestia» - Cuando te veo arrebatar las cosas de los demás, cómo te
llamaré,hombre o lobo» - Cuando te veo engañar a los demás, cómo te llamaré,
hombre o serpiente» - Cuando te veo obrar neciamente, cómo te llamaré, hombre o
asno» - Cuando te veo sumergido en la lujuria, cómo te llamaré, hombre o
puerco» - Peor todavía. Porque cada bestia tiene un solo vicio: el lobo es
ladrón, la serpiente mentirosa, el puerco sucio; pero el hombre puede reunir
los vicios de todos los brutos602.
56,9. Hay personas que han perdido el sentido
del pecado y rechazan la doctrina de la Iglesia cuando señala que una cosa es
pecado. Dicen: Yo no veo que eso sea pecado; además lo hace todo el mundo . Eso
no prueba nada.
Las cosas no se convierten en buenas
por ser frecuentes: drogas, terrorismo, violaciones, etc.
Además la opinión de la mayoría no cambia la realidad observada por un
entendido.
La moral no puede cambiar con las modas de cada época. Hoy está de moda
permitir el aborto; pero siempre será una injusticia condenar a muerte a una
persona inocente. Hoy está de moda la democracia; pero la verdad y el bien no
dependen de lo que diga la mayoría. Son valores absolutos.
Y una minoría de entendidos vale más que una mayoría que no lo es. Si se
trata de la salud, vale más la opinión de tres médicos que el resto de un grupo
mayoritario formado por una peluquera, un carpintero, una profesora de idiomas,
un arquitecto, etc. Lo mismo si se trata de pilotar un avión o de moral. La
democracia sólo es válida cuando todos los que opinan entienden del tema, por
ejemplo en una consulta de médicos. Pero no basta la opinión de la mayoría, si
ésta no entiende del tema.
Aunque todo el mundo dijera que el agua de tal fuente es potable, porque no ven
en ella ningún microbio, si el encargado de la Salud Pública, ayudado de su
microscopio, dice que el agua está contaminada, no se puede beber, aunque la
gente no vea en ella nada malo. La Iglesia tiene una especial asistencia de
Dios para llevar los hombres a la salvación, es decir, para señalar lo que es
bueno o es malo.
Es una falacia muy extendida hoy día, que es demagógica y falsa: "el
pluralismo democrático exige el relativismo ético". Como si el respeto a la libertad de los demás se
fundase en que no existe una verdad y un bien objetivos sobre las cosas y la
naturaleza humana. Esto es un error. (...) Lo que nunca se puede hacer
es utilizar la coacción y la violencia para imponer mi concepto de la verdad y
lo bueno. Pero si no defiendo lo que yo considero que es bueno y verdadero,
estaría siendo injusto con la gente que me rodea. (...) La democracia no es un
mecanismo para definir lo que es verdadero o falso, bueno o malo.
Creer que la votación popular es lo que define la bondad o malicia, la verdad o
falsedad real de las cosas es un error. Convertir la democracia en el sustituto
de la capacidad racional de hombre para conocer la verdad es una falacia. (...)
La democracia no implica relativismo ético. El respeto a la libertad de
conciencia no implica ocultar la verdad o el bien objetivo de las cosas. (...)
Tenemos el derecho y la obligación de defender lo bueno y lo verdadero ante la
sociedad para procurar que la verdad y el bien se reflejen en las leyes .No
todo lo ordenado democráticamente tiene la garantía de ser justo.Cada uno de
nosotros está obligado a obedecer a su conciencia . Pero esta conciencia debe
estar bien formada, porque el hombre puede engañarse a sí mismo considerando
bueno lo que le gusta o conviene.
Por eso la Autoridad de la Iglesia, que es objetiva e independiente, señala lo
que es bueno o malo. Dice el Papa
Juan Pablo II en su encíclica Veritatis splendor : Existen normas objetivas de
moralidad, válidas para todos los hombres de ayer, de hoy y de mañana. Tenemos
que amoldar nuestra conciencia a la enseñanza de Cristo y de la Iglesia . La
educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a
influencias negativas y tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a
rechazar las enseñanzas autorizadas . La conciencia errónea no siempre
está exenta de culpabilidad . Sólo la ignorancia invencible está exenta de
culpabilidad . Sólo la conciencia equivocada por error involuntario e
inadvertido está libre de culpa.
Pero en cuanto se descubra el error hay que rectificar. La conciencia no está
bien formada si no se atiende al Magisterio de la Iglesia, como dijo Juan Pablo
II en el Segundo Congreso Internacional de Teología Moral .
57.- HAY DOS CLASES DE PECADOS: MORTAL Y VENIAL.
57,1. El pecado es una ofensa a Dios . La imperfección no llega a pecado venial. Suele definirse como la deliberada omisión de un bien mejor. Pudiendo hacer un bien mayor se elige un bien menor .
58.- EL PECADO MORTAL SE DIFERENCIA DEL VENIAL, EN QUE EL MORTAL ES GRAVE Y EL VENIAL ES LEVE .
58,1. No es lo mismo cometer un adulterio -que siempre es grave -, que decir
una mentirilla -que puede no tener importancia -. El pecado grave rompe nuestra
amistad con Dios. El pecado venial, no .
Algunos distinguen entre el pecado grave y el pecado mortal. Pero ha dicho el
Papa Juan Pablo II: «el pecado grave se identifica prácticamente en la doctrina
y en la acción pastoral de la Iglesia con el pecado mortal... La triple distinción de los pecados en veniales,
graves y mortales, podría poner de relieve una gradación en los pecados graves.
Pero queda siempre firme el principio de que la distinción esencial y
decisiva está entre el pecado que destruye la caridad y el pecado que no mata
la vida sobrenatural: entre la vida y la muerte no existe una vida intermedia»
603. Por eso el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica no hace
distinción entre pecado grave y pecado mortal .
59.- Los efectos del pecado mortal son: perder la amistad con
Dios, matar la vida sobrenatural del alma, y condenarnos al infierno, si
morimos con ese pecado .
59,1. Esto limitándose a los bienes
espirituales. Pero aun en los bienes naturales, cuántas enfermedades, cuántos
encarcelamientos, cuántas ruinas, cuántas desgracias de familia no tienen otro
origen que un pecado contra la Ley de Dios! Una mancha de grasa en una
prenda de vestir nueva es motivo suficiente para que la cambies. Si tienes la
cara tiznada, te lavas inmediatamente, porque así no puedes presentarte en
ninguna parte. Y no te da vergüenza que tu alma sea repulsiva a Dios y a la
Virgen» Una piedrecita en el zapato no te deja en paz hasta que logras
quitártela, y cómo puedes tener tranquilidad con un pecado mortal en el alma»
60.- Los efectos del pecado venial son: poner enferma la vida
sobrenatural del alma, y disponernos para el pecado mortal .
60,1.-El pecado venial es una transgresión voluntaria de la ley de Dios en
materia leve . Una tos pequeña, pero descuidada, puede llevar a la sepultura.
Un punto negro en un diente no es nada, pero si no se lo enseñas al dentista,
pronto todo el diente quedará dañado, y hasta puede ser necesaria la
extracción.
No es que el pecado leve se
convierta en grave. Ni siquiera que muchos pecados leves hagan un pecado grave.
Sino que el pecado leve dispone al pecado grave , pues debilita la voluntad y
nos priva de gracias sobrenaturales con las cuales podríamos luchar mejor
contra el pecado grave. Pero los pecados veniales no nos excluyen del Reino de
Dios .
Deberíamos poner especial diligencia en evitar los pecados veniales plenamente
advertidos y voluntarios. Evitar también todos los semideliberados supone
especial gracia de Dios. Este privilegio lo tuvo María Santísima
604.
60,2. Un pecado que de suyo es leve, por ser la materia leve, puede ser grave:
a) si el que lo comete cree, por error, que es grave: robar una peseta.
b) si se comete con fin gravemente malo: insultar a otro para que blasfeme.
c) si se hace a otro un daño grave o se pretende hacerlo, o se es causa de
grave escándalo: parejas pecando en público.
d) si al cometerlo, se expone uno al peligro próximo de pecar gravemente:
entrar por curiosidad en un cabaret.
e) en algunos casos especiales, en que se acumulan las materias, como ocurre en
algunos robos pequeños repetidos con cierta frecuencia.
60,3. Hay personas a quienes les gusta preguntar siempre el límite entre el
pecado leve y grave. Pero esto a veces es tan difícil como señalar en el arco
iris dónde termina un color y dónde empieza otro. Por eso, en la duda, muchos
dicen al confesor: «Me arrepiento tal como esté en la presencia de Dios».
61.- EL PECADO ES GRAVE CUANDO SE DAN JUNTAMENTE ESTAS TRES
COSAS:
1) QUE LA MATERIA SEA GRAVEMENTE MALA (en sí o en sus circunstancias); o que yo
crea que es grave aunque de suyo no lo sea.
2) QUE AL HACERLO YO SEPA QUE ES GRAVE.
3) QUE YO QUIERA HACER AQUELLO QUE
SÉ QUE ES GRAVE.
61,1. Para que haya pecado grave deben darse las tres cosas al mismo
tiempo. Si no, no hay pecado grave .
Por ejemplo:
1) Me tiro un farol y digo que he estado en Londres, siendo esto mentira. No
puede ser pecado grave, pues aunque miento queriendo y dándome cuenta de que
miento, falta la materia grave. Esa materia es leve, pues con esa mentira no
hago daño a nadie.
2) Uno no sabe que el emborracharse hasta perder la razón es grave, y para
celebrar una fiesta coge voluntariamente una borrachera completa. Aunque la
materia era grave y lo ha hecho voluntariamente, no peca gravemente, porque no
sabía que era materia grave.
3) Está uno un domingo en alta mar en un barco pesquero. Sabe que es domingo,
pero en esas circunstancias no puede ir a Misa. No peca, pues, aunque la
materia es grave, y él se da cuenta de la obligación que tiene de ir a Misa en
domingo, no puede cumplir con ese precepto en las circunstancias en que se
encuentra actualmente. Esa falta a Misa no es voluntaria, por lo tanto no hay
pecado.
Materia grave es una cosa de importancia . Puede ser grave en sí misma -como el
blasfemar -, o en sus circunstancias -como el mentir con daño grave para el prójimo
-.
La advertencia a la gravedad de la materia debe acompañar o preceder a la
acción.
No basta que se caiga en la cuenta después de cometerla. La ignorancia culpable
(no sé porque no he querido enterarme) no excusa de pecado .
El conocimiento del pecado debe ser valorativo. Debo darme cuenta que al
cometer ese pecado estoy haciendo algo malo. Si al hacerlo no advierto que
peco, no peco. El consentimiento de la voluntad debe ser perfecto.
Esto supone que hay libertad para hacer la cosa o no hacerla. Quien no tiene
libertad para hacer o dejar de hacer una cosa no obra por propia voluntad, y
por lo tanto no peca. Quien está encerrado en la celda de una cárcel no peca si
no le dejan ir a Misa. Para que haya pecado no hace falta querer directamente
ofender a Dios: esto sería algo diabólico.
Peca todo el que hace voluntariamente lo que sabe que Dios ha prohibido
605.
Obrar contra la ley de Dios, ya es ofensa a Dios.
Si uno te quita el monedero no te contentas con que te diga que no quiere
ofenderte, que sólo quiere tu dinero.
Al actuar contra tus derechos, ya te está ofendiendo; aunque no tenga intención
de ofenderte.
«El hombre peca mortalmente no sólo cuando su acción procede de menosprecio
directo del amor de Dios y del prójimo, sino también cuando libre y
conscientemente elige un objeto gravemente desordenado, sea cual fuere el
motivo de su elección»606.
Para pecar basta hacer voluntariamente algo que sé que es pecado, dándome
cuenta de que es pecado.
Si falta cualquiera de estas tres condiciones no hay pecado grave.
Es decir: cuando la materia no es grave; o es grave, pero yo no lo sé; o lo sé
pero lo hago sin querer o sin darme cuenta.
En estos casos no hay pecado grave .
Por lo tanto, todo lo que se hace sin querer (por ignorancia, por descuido, sin
caer en la cuenta o en un arrebato inevitable), o lo que se hace sin pleno
consentimiento, o sin plena advertencia no es pecado grave.
61,2. Tampoco es pecado nada de lo que se hace en sueños -aunque fuera pecado
hacerlo despierto -, pues soñando se obra inconscientemente.
Pero sí lo sería si estando despierto se ha puesto con previsión o
intencionadamente su causa, o se continúa complacidamente despierto, lo que
comenzó dormido.
Para que sea pecado grave hace falta que uno se deleite en lo que está
prohibido, completamente despierto, y con plena voluntad y deliberación. Lo que
se hace soñoliento y medio dormido, a lo más es pecado venial.
No puede llegar a pecado grave por faltar la advertencia plena y consentimiento
perfecto.
Por esto, en cuestiones de castidad, aunque se esté despierto, si se producen
movimientos fisiológicos inevitables, prescinde: no hay pecado ninguno.
61,3. Los pecados dudosos , en los que no se sabe con certeza si ha habido
plena advertencia y consentimiento perfecto, conviene decirlos como dudosos al
confesor, para más tranquilidad; pero no hay obligación.
La duda puede ser también sobre si se cometió o no se cometió el pecado; si se
confesó o no se confesó; si la materia del pecado fue grave o leve.
En ninguno de los tres casos hay obligación de confesarlo; aunque está mejor
hacerlo manifestando la duda.
Pero si dudas sobre si una cosa es o no es pecado grave, y te vas a ver en la
ocasión de hacerlo de nuevo, tienes obligación grave de preguntarlo antes de
hacerlo, si hay razones serias para sospechar que pueda ser pecado grave.
61,4. Cuando dudes si es o no lícita una acción, puedes aplicar lo que los
teólogos llaman probabilismo .
La ley ahora dudosa para ti, no te obliga con tal de que se trate de algo que
no perjudique a nadie, ni material ni espiritualmente.
Por ejemplo, vas a comulgar y no tienes seguridad si ha pasado ya la hora del
ayuno eucarístico; pues te parece que sí, pero no recuerdas la hora exacta.
En ese caso puedes salir de la duda sabiendo con certeza que puedes obrar
tranquilamente pues esa ley, ahora dudosa para ti, no te obliga.
Aunque el probabilismo es lícito, las personas que tienen delicadeza de
conciencia saben que lo meramente lícito no es siempre lo que más agrada a
Dios; por amor a Él y por generosidad se puede superar lo que es lícito por lo
que más agrada a Dios.
61,5. Conviene instruirse bien de lo que es pecado y de lo que no lo es, pues
si creo que algo es pecado grave -aunque de suyo no lo sea - y a pesar de eso
lo hago voluntariamente, cometo un pecado grave.
La educación de la conciencia es
indispensable. Una conciencia equivocada es culpable si se debe a
despreocupación por conocer la verdad y el bien.
61,6. Por lo tanto, una acción pecaminosa no será pecado, si al hacerla yo no
sé que es pecado.
Una acción lícita y permitida será pecado, si al hacerla yo creo erróneamente
que es pecado y la hago libremente.
El pecado será grave, si al hacerlo yo lo tenía por grave, aunque de suyo la
materia no sea grave.
El pecado será leve, si al hacerlo yo lo tenía por venial, aunque después me
entere que la materia fue grave.
El pecado ya cometido fue leve, pero si lo repito después de conocer su
gravedad, la misma acción será ahora pecado grave.
La razón de todo esto es que Dios
juzga nuestros pecados tal como los tenemos en la conciencia .
Lo que Dios castiga es la mala voluntad que tenemos al hacer una cosa,
no las equivocaciones o errores involuntarios. Pero debemos procurar tener bien
formada la conciencia.
Quien duda de si está en la verdad, ha de poner los medios para salir de esa
situación.
61,7. Para pecar basta tener intención de hacer lo que es pecado, aunque
después no se realice.
Soy culpable del pecado en el momento en que he decidido cometerlo.
Por ejemplo: peca gravemente quien ha tenido intención de cometer un adulterio,
aunque después, por alguna dificultad que surgió, no lo haya realizado en la
práctica.
El pecado realizado es más grave, pero sólo el intentarlo ya es pecado.
Uno coge cierta cantidad de dinero con intención de robar, y luego se entera
que robó su propio dinero: ha cometido pecado formal aunque no haya sido pecado
material .
61,8. El 6 de agosto de 1993 el Papa Juan Pablo II firmó la encíclica
«Veritatis splendor».
La encíclica ha venido a terminar con el subjetivismo moral que se estaba
extendiendo en la Iglesia.
Muchos se creen con el derecho de decidir ellos mismos lo que es bueno y lo que
es malo, según su conciencia; prescindiendo de la ley de Dios, tanto natural
como positiva.
El bien y el mal tienen un valor
objetivo, y no dependen de las opiniones de los hombres.
Es importante la opción fundamental de orientar la vida hacia Dios.
Pero, aunque no haya un rechazo explícito de Dios, se incurre en pecado mortal
por una transgresión voluntaria de la ley moral en materia grave.
Monseñor Yanes, Presidente de la Conferencia Episcopal Española, ha dicho:
«Veritatis splendor» es una presentación amplia de algunos aspectos
fundamentales de la moral cristiana. (...). La encíclica es una
invitación a la reflexión. Supone el sincero deseo de buscar y encontrar la
verdad. Exige tomar en serio nuestra vida y nuestra vocación delante de Dios
607.
Dice la encíclica: La conciencia no está exenta de la posibilidad de error (n
62). El mal cometido a causa de una ignorancia invencible o de un error de
juicio no culpable puede no ser imputable a la persona que lo hace (...), pero
cuando la conciencia es errónea culpablemente porque el hombre no trata de
buscar la verdad, compromete su dignidad (n 63). El hombre tiene obligación moral
grave de buscar la verdad y seguirla una vez conocida (n 34). Es pecado mortal
lo que tiene como objeto una materia grave y es cometido con pleno conocimiento
y deliberado consentimiento (n 70). Con cualquier pecado mortal cometido
deliberadamente, el hombre ofende a Dios que ha dado la ley (...); a pesar de
conservar la fe pierde la gracia santificante (n 68). La opción fundamental es
revocada cuando el hombre compromete su libertad en elecciones conscientes de
sentido contrario en materia moral grave (n 67). Los cristianos tienen en la
Iglesia y en su Magisterio una gran ayuda para la formación de la conciencia (n
64). La Iglesia ilumina sobre la verdad objetiva de la ley natural, obra de
Dios (n 40). El hombre que se desengancha de la verdad objetiva de la ley
natural se equivoca (n 61). Es inaceptable que se haga de la propia debilidad
el criterio de la verdad para justificarse uno mismo (n 104), adaptando la
norma moral a los propios intereses (n 105). La conciencia no es una fuente
autónoma para decidir lo que es bueno o malo (n 60). Por voluntad de Cristo la
Iglesia Católica es maestra de la verdad, y su misión es (...) declarar y
confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma
naturaleza humana (n 64). El Señor ha confiado a Pedro el encargo de confirmar
a sus hermanos (n 115). La Iglesia se pone al servicio de la conciencia
ayudándola a no desviarse de la verdad (n 64, 110, 116). Los fieles están obligados a reconocer y respetar
los preceptos morales específicos declarados y enseñados por la Iglesia en el
nombre de Dios (n 76). Los fieles, en su fe, deben seguir el Magisterio de la
Iglesia, no las opiniones de los teólogos (Prólogo). La Iglesia tiene autoridad
no sólo en cuestiones de fe sino también en cuestiones de moral (n 28 y 95). La
fe tiene un contenido moral: suscita y exige un compromiso coherente con la
vida (n 83). Una verdad no es acogida auténticamente si no se traduce en
hechos, si no es puesta en práctica (n 88). La libertad no es un valor absoluto
(n 32). La libertad debe someterse a la verdad (n 34). No hay libertad fuera de
la verdad (n 96). Se llegaría a una concepción relativista de la moral (n 33).
La revelación enseña que el poder de decidir sobre el bien y el mal no
pertenece al hombre, sino sólo a Dios (n 35). La doctrina moral no puede
depender de una deliberación de tipo democrático (n 113). La ley natural es universal en sus preceptos, y su
autoridad se extiende a todos los hombres (n 51). A ella deben atenerse
tanto los poderes públicos como los ciudadanos (n 97 y 101). Las opiniones de los teólogos no constituyen la
norma de enseñanza (n 116). En la oposición a la enseñanza de los Pastores no
se puede reconocer una legítima expresión de la libertad cristiana ni de las
diversidades de los dones del Espíritu Santo (n 113). Los Pastores tienen el
deber (...) de exigir que sea respetado siempre el derecho de los fieles a
recibir la doctrina católica en su pureza e integridad (n 113). Hay verdades y
valores morales por los cuales se debe estar dispuesto a dar incluso la vida (n
94). Ninguna doctrina filosófica o teológica complaciente puede hacer
verdaderamente feliz al hombre: sólo la cruz y la gloria de Cristo resucitado,
pueden dar paz a su conciencia y salvación a su vida (n 120).