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P. Jorge Loring, S. I. Para salvarte IntraText CT - Texto |
Matrimonio
97,7. MATRIMONIO. a) Sacramento: El matrimonio es un sacramento en el cual
-contraído según las leyes de la Iglesia - por el mutuo consentimiento de los
contrayentes , expresado legítimamente con libertad y sinceridad, se les
concede la gracia para santificar su unión conyugal y para cumplir bien los
deberes matrimoniales, como son: la armonía conyugal, la fidelidad del corazón,
el control de la concupiscencia, el dominio de carácter, ayuda y consuelo
mutuos, la educación de los hijos, el sostenimiento del hogar, etc. . La gracia
no realizará de ordinario milagros, cuando las condiciones para un amor serio y
auténtico han fallado en su base; pero puede evidentemente potenciar y
robustecer el amor humano para que supere sus propias debilidades y
deficiencias .
El matrimonio, más que un frío contrato, es una alianza, una comunidad de vida
y amor, una convivencia en la que la procreación, siendo algo muy importante,
no tiene finalidad primordial. El amor y la mutua ayuda no pueden relegarse a
segundo plano.
«El matrimonio constituye una íntima
comunidad de vida y de amor conyugal» 939.
El amor entre el hombre y la mujer es algo natural. Llega un momento en que un
hombre y una mujer se aman, deciden entrar en una comunión estable de vida y
amor, para llegar a formar una familia. A esta comunión de vida y amor se le
llama matrimonio. En el matrimonio los esposos entran libremente, pero ninguno
de los dos, ni por separado ni de común acuerdo, pueden romperlo.
El matrimonio viene a ser un convenio por el cual un hombre y una mujer,
jurídicamente hábiles, se entregan legítima y mutuamente el derecho perpetuo y
exclusivo sobre sus cuerpos, en orden a los actos de suyo aptos para la
generación. Este acuerdo debe ser mutuo, consciente, libre y responsable.
Efecto de este convenio es el vínculo conyugal; o sea la unión permanente,
perpetua y exclusiva de un varón con una mujer para engendrar y educar hijos .
Este vínculo conyugal dura mientras dure la vida de los dos cónyuges. «Son
propiedades esenciales del matrimonio la unidad y la indisolubilidad»
940.
«La unidad, la indisolubilidad y la apertura a la fecundidad son esenciales al
matrimonio»941.
El matrimonio es una entrega irrevocable de varón y mujer . Los que no quieren
formalizar el matrimonio es para tener las manos libres y romperlo sin
compromisos cuando les apetezca. Es decir, no hay amor.
Para asegurar la validez del matrimonio basta con que los contrayentes
no ignoren que se trata de una sociedad permanente entre el hombre y la mujer,
para tener hijos: y que el consentimiento sea libre y sincero, manifestado
según la fórmula eclesiástica establecida .
En algunos países, la infidelidad matrimonial y el libertinaje han acabado con
el verdadero amor. Esto es una tremenda desgracia. Las comodidades y las diversiones no pueden suplir
el amor de unos esposos y de unos hijos. El amor familiar exige unidad e
indisolubilidad matrimonial.
Cómo se van a amar unos esposos que ni se guardan fidelidad, ni le dan
importancia al adulterio?
Cómo va a ser posible ir al matrimonio con ilusión cuando se sabe que lo que
allí se va a recibir son cuerpos ya exprimidos en aventuras amorosas con otros?
Cómo se van a amar unos hijos sin tener la seguridad de que sean los propios?
Es lógico que estos matrimonios sean un fracaso. Por querer gozar de la vida
han perdido el mayor goce de la vida: el amor de un hogar. Los pensadores no
tardarán en lanzar la voz de que esa libertad de costumbres es un camino
equivocado, y de que si queremos recuperar la felicidad de la vida hay que
volver al matrimonio uno e indisoluble de la Iglesia Católica; llegando a él
por camino de una juventud pura. Una vez más la sociedad le dará la
razón a la Iglesia. Los catastróficos resultados de una libertad de costumbres
demuestran que la pureza en la juventud y la fidelidad matrimonial que manda la
Iglesia, aunque exige renuncias y sacrificios, es el único camino para llegar a
la felicidad de un hogar con amor.
La gracia sacramental del matrimonio es como una póliza de seguro sobrenatural
para proteger los riesgos de la vida conyugal. La cuota de esta póliza es el
espíritu cristiano. Cuanto mayor sea el espíritu cristiano, más garantías de
éxito tiene este seguro. Y la prueba está en esos matrimonios innumerables de
ancianos venerables que después de muchísimos años de casados todavía se aman
con ilusión: él te dice que ella es una santa, y se le llenan los ojos de
lágrimas; ella te asegura de mil formas que no hay hombre como él, y no acaba
de contarte casos concretos para demostrarlo. Más de cincuenta años de
compenetración, de mutua ayuda, de cariño desinteresado, de sufrimiento mutuo,
de sobrellevarse los defectos mutuamente y de muchísimo espíritu cristiano les
han dado en este mundo la mayor felicidad que aquí pude gozarse. En cambio, qué
vejez tan distinta van a tener esos matrimonios materialistas y sensuales! Y no
sólo la vejez, que cuando falta el espíritu cristiano es muy fácil que se
harten muy pronto el uno del otro, y el hogar se convierta en una casa de
fieras.
No es lo mismo vivir en matrimonio que en pareja. Los animales viven en
parejas, más o menos duraderas, pero no en matrimonio como las personas. Hoy se
da lo que se llama parejas de hecho . Viven matrimonialmente, como casados, sin
estarlo. Y quieren los derechos de
los casados. Pero para tener derechos hay que asumir los deberes
correspondientes.
Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: Hay unión libre cuando el
hombre y la mujer se niegan a dar forma jurídica y pública a una unión que
implica la intimidad sexual. La expresión, en sí misma, es engañosa: qué puede
significar una unión en la que las personas no se comprometen entre sí, y
testimonian con ello una falta de confianza en el otro, en sí mismo o en el
porvenir?
Esta expresión abarca situaciones distintas: concubinato, rechazo del
matrimonio en cuanto tal, incapacidad de unirse mediante compromisos a largo
plazo. Todas estas situaciones ofenden la dignidad del matrimonio, destruyen la
idea misma de la familia, debilitan el sentido de la fidelidad.
Son contrarias a la ley moral: el acto sexual debe tener lugar exclusivamente
en el matrimonio. Fuera de éste constituye siempre un pecado grave y excluye de
la comunión sacramental .
Todo lo que sea poner en el mismo nivel a la familia tradicional con otro tipo
de uniones nos parece aberrante ha dicho Mons. José Sánchez, Secretario General
de la Conferencia Episcopal Española, a propósito de las uniones de
homosexuales. No pueden tener los derechos de los matrimonios porque no lo son.
Dice el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: «Matrimonio es
la unión de un hombre y de una mujer concertada mediante determinados ritos o
formalidades legales».
Las leyes que rigen el matrimonio
son independientes de la voluntad de los que lo contraen.
Estos tienen que aceptarlo tal como lo instituyó Jesucristo .
Cuando un católico quiere casarse es necesario santificar la unión con las
bendiciones del sacerdote en el sacramento del matrimonio. La presencia del
sacerdote, testigo cualificado de la Iglesia, es esencial para la validez del
sacramento del matrimonio942.
«El único matrimonio válido entre católicos es el sacramento» 943.
El matrimonio civil es absolutamente inválido entre católicos 944.
Sólo vale para efectos jurídicos
civiles: asuntos de apellidos, herencias, etc .
El católico que se casa sólo por lo civil se autoexcluye de la comunión
él mismo. Lo mismo que el divorciado que se vuelve a casar, que no puede
comulgar mientras no arregle su situación 945.
Al matrimonio canónico están obligados todos los católicos que no se hayan
apartado de la Iglesia por acto formal946.
Es decir: no mera falta de práctica religiosa; pero tampoco hace falta la
adscripción a una religión no católica. Sí lo sería un rechazo de la Iglesia en
un documento escrito, o declaración pública; pero como dijo el Sínodo de 1980
la fe es necesaria para el sacramento del matrimonio .
En peligro de muerte, y en
circunstancias extraordinarias en las cuales durante más de un mes no habrá
sacerdote que los case, los futuros esposos pueden contraer matrimonio ante dos
testigos que tengan uso de razón . Este matrimonio es verdadero
sacramento, pues los ministros del sacramento del matrimonio son los mismos
contrayentes. El sacerdote es tan sólo un testigo cualificado. Y la Iglesia
autoriza esta forma de contraerlo en tales circunstancias.
Pero después hay que dar cuenta, para que se registre en los libros
parroquiales .
Este sacramento hay que recibirlo en estado de gracia . Quién recibe el
sacramento del matrimonio, a sabiendas, en pecado grave, comete un sacrilegio.
Con todo, este matrimonio, aunque sea un sacrilegio, es válido y verdadero.
Antes de recibir el sacramento del matrimonio es conveniente que los
contrayentes hayan recibido el sacramento de la confirmación, si pueden hacerlo
sin grave incomodidad .
Para que el matrimonio sea lícito y válido es necesario que los contrayentes no
estén ligados con ninguno de los impedimentos que señalan las leyes de la
Iglesia , como sería, por ejemplo, coacción, engaño sobre la persona o cualidad
importante que puede perturbar gravemente la vida conyugal . O carecer
de madurez humana suficiente para valorar los derechos y deberes esenciales del
matrimonio, o quienes no pueden asumir las obligaciones esenciales del
matrimonio por causas de naturaleza psíquica 947.
También es impedimento para la validez del matrimonio el no aceptar las
propiedades esenciales el matrimonio (unidad e indisolubilidad):
como sería querer tener derecho al divorcio 948.
No podrán contraer lícitamente matrimonio canónico el varón y la mujer que no
hayan cumplido los 18 años . Antes
de los 18 años, generalmente, se engendran hijos enfermizos y débiles .
Son incapaces de consentimiento los que no tienen uso de razón .
Hay casos excepcionales en los cuales la Iglesia señala la ausencia del vínculo
matrimonial por algunos de estos impedimentos. Entonces declara el matrimonio
nulo. El eco que hacen las revistas del corazón de las anulaciones concedidas a
ciertas personas célebres, puede parecer que esto se consigue a base de dinero.
Es verdad que conseguir la declaración de nulidad cuesta dinero, porque hay
personas cuya profesión es estudiar estos casos. Pero esto no cuesta millones,
como algunos creen. Según el Vicario Judicial del Obispado de Cádiz,
Guillermo Domínguez, en 1996 cuesta unas 80.000 pesetas.
Sin embargo, si no hay dinero, pero hay razones, se puede conseguir gratis.
En 1977 se otorgaron en España 534
sentencias de nulidad . De estas anulaciones, el 30% se concedieron
gratuitamente, según dijo el Vicario de Madrid, Padre Martín Patino , el 23 de
octubre de 1980, por Radio Nacional en el espacio «Estudio 15-17».
b) Divorcio: El divorcio es un mal . Si fuera bueno Dios no lo prohibiría.
Dios ha hecho el matrimonio indisoluble. Pero el matrimonio hay que contraerlo
con responsabilidad. Muchos matrimonios fracasan porque se han hecho a la
ligera, por vanidad, por capricho, por despecho, para hacer rabiar a una
tercera persona, o sencillamente, por lujuria o egoísmo. Muchos matrimonios
fracasan porque nunca debieron realizarse.
Si Cristo prohibe el divorcio, la Iglesia no puede aceptarlo. Mons.
Innocenti , que fue Nuncio del Papa en España, dijo: Los católicos, gobernantes
o no, tienen que tener en cuenta la doctrina de la Iglesia sobre el divorcio .
El divorcio no es solución para un católico. Cristo dice: «el que deja a su
mujer y se casa con otra, comete adulterio» 949, y «el que se case con
la divorciada comete adulterio»950.
El adulterio se castigaba con la pena de muerte entre los hebreos, es decir,
era algo muy grave.
Por eso la Iglesia católica sólo permite la separación de los esposos si la
vida en común resulta insostenible , pero no volver a casarse mientras viva el
otro cónyuge; porque el vínculo matrimonial permanece hasta la muerte de uno de
los dos. Por lo tanto hay que escoger entre seguir viviendo juntos, o la
soledad hasta la muerte. La separación es el comienzo de un camino que conduce
a problemas mayores. Antes de separarse, los cónyuges deberían acudir a un
especialista por si sus problemas tienen solución. El vivir los esposos
separados, aunque no se unan a otra persona (lo cual sería un pecado de
adulterio) puede ser un pecado contra la caridad para con el cónyuge y los
hijos.
El divorcio civil, que pretende romper el vínculo, es totalmente inválido ante
Dios. . «Pero si el divorcio civil representa la única manera posible de
asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos o la defensa del
patrimonio, puede ser tolerado sin constituir una falta moral» 951.
Los divorciados vueltos a casar no pueden acercarse a la Sagrada Comunión 952.
Ellos mismos se autoexcluyen de la
Iglesia, pues viven en situación de adulterio público y permanente 953.
«Sólo podrían acercarse a comulgar si, evitado el escándalo y recibida
la absolución sacramental, se comprometen a vivir en plena continencia», ha
dicho la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe 954.
En el discurso de Juan Pablo II en la clausura del Sínodo celebrado en Roma en
octubre de 1980, dijo que había que mantener la práctica de la Iglesia de no
admitir a la comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar. A no ser
que cuando no puedan separarse, prometan vivir en total continencia, siempre
que no sea motivo de escándalo. En todo caso, añade el Papa, deben perseverar
en la oración para conseguir la gracia de la conversión y de la salvación . Sin
embargo esto no lleva consigo el que no puedan bautizar a sus hijos. Hay que estudiar cada caso y ver qué
posibilidades ofrecen de educar en católico a sus hijos .
El divorcio es un mal. Lo que algunos se preguntan es si puede considerarse
como un mal menor que en ciertas circunstancias podría permitirse para evitar
males mayores. Lo mismo que una operación quirúrgica es un mal, pero se
acepta para evitar males mayores. Otros opinan que la licitud del divorcio
traería a la sociedad peores males que los que se siguen de su prohibición,
pues aunque el divorcio pueda solucionar algún caso concreto, trae grandes
perjuicios al bien común, y no es solución lo que empeora una situación, sino
lo que la resuelve. Las soluciones
deben atender al bien general y ser conformes a las normas morales, como dijo
Juan Pablo II en Nueva York.
El bien común a veces exige el sacrificio de un particular. Al hacer una
autopista se pueden perjudicar los propietarios de los sitios por donde pasa,
sin embargo puede ser necesaria para el bien común.
La fácil solución del divorcio haría que se rompieran muchos matrimonios
con problemas perfectamente superables, que no deberían haberse roto nunca. Por
eso el divorcio hace más daño que bien. Una solución que hace más daño que el
mal que remedia no es solución. No sirve una medicina para quitar las pecas
pero que al mismo tiempo produce cáncer de piel.
La posibilidad del divorcio lleva al malestar familiar. Los esposos
difícilmente se soportan sus defectos, y con facilidad creen que cambiando de
persona va a desaparecer lo que no puede desaparecer, pues es inherente a las
deficiencias del carácter humano. No hay persona sin defectos.
Las decepciones irán seguramente en aumento. Según la revista norteamericana
Newsweek , en Estados Unidos, seis de cada siete matrimonios de divorciados,
vuelven a divorciarse de nuevo; y ocho de cada diez matrimonios divorciados dos
veces, se divorcian por tercera vez . Es decir, el divorcio da paso a una
poligamia sucesiva.
Algunas feministas consideran el divorcio como liberación de la mujer; sin
embargo, la Iglesia al prohibir el divorcio defiende a la mujer.
Es trágica la situación de mujeres
casadas abandonadas por sus maridos que han encontrado una jovencita atractiva
que les ha entusiasmado, y por ella abandonan a su esposa y a sus hijos. Pero
estas jovencitas también serán abandonadas cuando lleguen a mayores y sean
suplantadas por otras más jóvenes y atractivas que ellas.
Según los datos del censo de los Estados Unidos, en los últimos años han
aumentado en un 66% los norteamericanos que viven solos. La mayoría son hombres
que se separaron de sus esposas.
Según las mismas estadísticas, uno de cada diez hogares en que hay niños, el
padre se ha ido .
El divorcio engendra divorcio. En Francia, Alemania, Suiza y Dinamarca, en
catorce años se han duplicado los divorcios. En Inglaterra, Estados Unidos,
Canadá y Suecia, los divorcios se han multiplicado por tres. Y en Holanda se
han multiplicado por cuatro .
En Francia hay un divorcio por cada dos matrimonios . En Estados Unidos más del
50% de los matrimonios se divorcian .
Frank Furstenberg , sociólogo de la Universidad de Pensylvania en EE.UU.,
afirma que hoy en Estados Unidos, ante las funestas consecuencias del divorcio
vuelve a estar de moda el matrimonio estable y el casarse por la Iglesia.
Incluso proliferan cursos como los de la Universidad de Denver, Colorado, para
superar la falta de comunicación y mutua incomprensión en el matrimonio, que es
la causa principal de fracasos matrimoniales .
Una aventura amorosa , de momento, puede parecer maravillosa, pero a la larga
es fácil que caiga en las mismas dificultades que el matrimonio estable.
Las aventuras sexuales sin amor, duran más o menos; pero antes o después
terminan, y generalmente, de mala manera. En cambio el amor fiel de una pareja
estable, que ha madurado en su familiaridad, es fuente de un placer mucho más
profundo que lo que pueda dar de sí una aventura amorosa .
Aunque los medios de comunicación airean los casos de matrimonios fracasados de
artistas, sin embargo, las estadísticas dan que en España los matrimonios a
quienes beneficia el divorcio son solamente el 0'4% . En España el 90% de las
familias viven un matrimonio estable, como dijo la Directora General de la
Juventud, después de una encuesta realizada por el Centro de Investigaciones
Sociológicas. El 89% de los casados españoles asegura no haber sido jamás
infiel a su pareja; y el 84% afirma que ni siquiera lo ha deseado .
A pesar de la publicidad que se da al divorcio de personas famosas, el
sociólogo de la Universidad de Chicago, Andrew Grelley, ha hecho un estudio
según el cual en 1995 han vivido en fidelidad matrimonial el 86% de los
norteamericanos, el 89% de los británicos, y el 92% de los franceses .
Aunque en teoría sólo se permita el divorcio para casos especiales,
inevitablemente se va aumentando el número de casos hasta que se abra la puerta
del todo; y el menor disgusto puede atolondradamente llevar a un divorcio
irreparable, y fácilmente quedar abandonado el cónyuge inocente y los hijos
perjudicados.
Dice Isidoro Martín , Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad
Complutense de Madrid: «Aunque las leyes del divorcio al principio exijan
causas restringidísimas, después se amplían desorbitadamente. Esto es un hecho
incontrovertible».
El doctor alemán Maximiliano Bajoc ha realizado un estudio según el cual en
Alemania se divorcian al año dieciséis mil matrimonios porque uno de los dos
ronca. Es decir, que los motivos del divorcio se van ampliando
desmesuradamente.
Lo que teóricamente se implantó para remediar casos de matrimonios fracasados,
en la práctica hará fracasar a muchos matrimonios que podían haberse salvado.
Las dificultades que la Iglesia pone para el divorcio han salvado muchos
matrimonios. Un casado me dijo en Torrevieja: «Yo doy gracias a la Iglesia de
que no admita el divorcio. Si lo admitiera, yo me hubiera divorciado en un
momento de crisis por el que pasó mi matrimonio. Ahora que lo he superado, me
alegro muchísimo de no haberme divorciado, porque quiero muchísimo a mi mujer y
soy muy feliz con ella. Y si me hubiera divorciado se la habría llevado otro, y
yo la habría perdido».
Desde luego, es doctrina común en la Iglesia Católica que el matrimonio
sacramental es indisoluble intrínsecamente, es decir, que no se puede disolver
por la voluntad libre de los contrayentes, pero algunos católicos se preguntan
si es también indisoluble extrínsecamente, es decir, si no se podría disolver a
juicio de una autoridad extrínseca a los contrayentes; después de ponderar las
razones que se aduzcan. Sólo el matrimonio sacramental consumado es también
indisoluble extrínsecamente955.
El Nuevo Código de Derecho Canónico dice: «El matrimonio rato y consumado no
puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por ninguna causa fuera de la
muerte»956.
Algunos dicen que por qué los católicos, que no admiten el divorcio, van a
imponer sus ideas a todos los demás ciudadanos. Hablando de esto, el Cardenal
Primado D. Marcelo González , dijo en una conferencia pronunciada en el Club
Siglo XXI: «Eso de que los católicos non tienen derecho a imponer a los demás
su concepción de la unión conyugal, es un sofisma. No se trata de imponer nada
a nadie, sino de defender lo que ellos creen que es bueno, y que si se
deteriora, ellos mismos serán víctimas de la nueva situación».
Sin embargo, aun en naciones de mayoría católica, a veces hay una ley civil que
regula el divorcio.
Pero, el cristiano debe seguir siempre los imperativos de la fe, sea cual fuere
la evolución de las leyes del Estado sobre el matrimonio .
Algunos dicen que el divorcio es un derecho de la persona humana. Esto es
falso. Los derechos de la persona humana, lo mismo que las leyes de la Física,
tienen valor objetivo, no dependen de lo que a cada uno le parezca. Lo que es
derecho de la persona humana es el matrimonio; uno es libre para casarse o no
casarse; pero si se casa debe admitir el matrimonio como es: indisoluble. Nadie
tiene derecho a manipular el matrimonio a su capricho, como nadie puede
manipular a su antojo las leyes de tráfico. Uno es libre para salir a la
carretera o para quedarse en casa, pero si sale a la carretera, tiene que
someterse a las leyes de tráfico; hechas para el bien común. Lo mismo, cada
cual es libre de casarse o no, pero no para cambiar la naturaleza del
matrimonio. Por lo tanto, quien libremente se casa no puede libremente romper
el vínculo matrimonial. Decir que el matrimonio puede disolverse por mutua
voluntad de los contrayentes, es inadmisible.
El matrimonio no es sólo un compromiso entre un «yo» y un «tú». Tiene una
función social ineludible.
Por eso la Iglesia y los políticos no renuncian a incidir en él.
Matrimonio y familia son considerados como la base de la comunidad humana: no
se dejan, por lo tanto, en manos del capricho o del interés de los hombres .
El vínculo matrimonial no depende del arbitrio de los casados. Su
consentimiento es irrevocable, y de éste nace una institución confirmada por la
ley divina que la sociedad debe respetar .
«La unión libre de un hombre y una mujer que se niegan a dar forma jurídica y
pública a su intimidad sexual, constituye siempre un pecado grave, y excluyen
de la comunión sacramental, pues el acto sexual debe tener lugar exclusivamente
en el matrimonio»957.
Para casarse, lo fundamental es amarse.
Pero el matrimonio es una cosa muy seria, con implicaciones en la sociedad. Y
cuando el hombre hace una cosa seria ante la sociedad lo formaliza con un
contrato. Para un católico, vivir matrimonialmente sin haber recibido el
sacramento del matrimonio es una vida de pecado continuo que no puede traer al
hogar la bendición de Dios. Y esto es gravísimo.
Los experimentos que se han hecho de comunas de amor libre, donde todos son de
todos, al fin han terminado formándose parejas cerradas dentro de la comuna, o
se han ido de la comuna para formar pareja con otra persona de fuera. El todos
para todos sólo es posible cuando no hay amor y el sexo se realiza sólo por
apetito. Pero en cuanto nace el amor se busca la pareja estable. Es decir, que la pareja humana estable es algo
natural. Los mismos divorcistas que quieren romper unan pareja humana,
es con el deseo de formar otra pareja, pensando que el cambio de persona iba a
acabar con las imperfecciones inherentes a todas persona humana. La solución no
está en pensar en una persona sin defectos, que no la hay, sino en amar a una
persona a pesar de sus defectos, y sobrellevarlos con virtud.
Los que se casan pensando en divorciarse, si las cosas no van bien, es que no
aman; y si no se aman es seguro que fracasarán. Pues el matrimonio si no es con
amor es un infierno. Nadie pone plazo a su amor. El amor quiere serlo para
siempre. El que piensa poner término a su amor, es que no ama. Quien admite una
fidelidad quebradiza, tendrá pasión pasajera, pero eso no es verdadero amor. El amor exige exclusividad. De ahí la
razón de los celos. Quien cambia fácilmente de amor, lo que tiene son caprichos
sentimentales o sexuales. Como quien se encapricha con un juguete y luego lo
deja por otro. El amor es otra cosa. El auténtico amor quiere ser
eterno.
El amor no es algo pasajero que sólo interesa mientras sirve, como si se
tratara de un objeto que se abandona cuando sale un nuevo modelo en el mercado.
Para muchos el matrimonio es una unión efímera que puede romperse ante
cualquier dificultad para iniciar una nueva aventura cambiando de persona.
Eso de que el matrimonio monógamo produce tedio es sólo verdad cuando está
ausente el amor.
Los sacerdotes conocemos muchísimos
matrimonios que se aman y son felices a los cincuenta años de casados.
Naturalmente estos matrimonios no van al psiquiatra, y por lo tanto no está
reflejados en las estadísticas de los matrimonios fracasados.
En cambio, es notable el hecho de que los fracasados en el primer matrimonio,
suelen fracasar en los siguientes; por eso es tan frecuente que los divorciados
vuelvan a divorciarse. El Anuario Demográfico norteamericano afirma que
el 70% de los divorciados reinciden .
Estadísticas puntales han demostrado que en los países donde el divorcio está a
merced de cualquier contrariedad, del más fútil pretexto, se da un elevado y
creciente porcentaje de jóvenes inadaptados socialmente, delincuentes,
desorientados, descentrados, proclives al gamberrismo, inútiles para la vida de
trabajo y convivencia, por haber estado privados de ambiente y medios
familiares adecuados.
Que el divorcio lo pagan los hijos es una verdad que pone de manifiesto el
estudio realizado por Martin Richards que dirige el Centro de Investigación de
la Familia de la Universidad de Cambridge, que ha realizado un ambicioso
estudio sobre el desarrollo psico-social de diecisiete mil niños británicos. La conclusión es demoledora: a los hijos
de los divorciados les va mucho peor en la vida .
Una estadística publicada por el Tribunal de Menores de Chicago afirma que el
80% de los menores que comparecen ante este Tribunal, son hijos de divorciados
.
Según un reportaje del semanario «Newsweek» del 11-II-80, en Estados Unidos hay
doce millones de menores de dieciocho años hijos de divorciados, y según el
«Uniform Crime Report»(1976) de los menores procesados por delitos comunes en
Estados Unidos, el 82% son hijos de divorciados .
Los hijos son las terribles víctimas del divorcio. Quedan con el corazón
destrozado, la idea de la familia equivocada, y siempre con una educación
fracasada. «Los hijos de los
divorciados son huérfanos de padres vivos»(Dr. Carnot ).
Los hijos de los divorciados son más huérfanos que los verdaderos huérfanos;
pues éstos, al menos, pueden vivir de un recuerdo y guardar a sus padres
difuntos todo su respeto y todo su amor.
Los hijos tienen derecho a un hogar y a unos padres que les amen y eduquen. El
divorcio les priva de ese elemental derecho. Muchísimos divorciados son
responsables de que sus hijos terminen en la delincuencia, faltos de educación,
de hogar, de familia y de amor. Un gran porcentaje de delincuentes juveniles
son la consecuencia del divorcio de sus padres. Los divorciados buscaron
egoístamente su libertad, pero a costa del bien de sus hijos. Estadísticas conocidas dicen que se ha podido
comprobar perturbaciones psíquicas en casi la mitad de los hijos de los
divorciados .
Según un estudio realizado en Londres, el divorcio es malo para la salud
tanto de los divorciados como de sus hijos .
Según un estudio del Centro de Políticas Familiares de Londres, realizado con
17.000 niños, resulta que los hijos de padres divorciados y vueltos a casar
tienen más problemas psicológicos .
Para la buena educación de los hijos
es fundamental que se sientan amados. Muchos traumas se deben a la falta
de amor .
Dice el conocido psiquiatra Dr. Juan Cardona Pastor : «Una familia estable es
requisito indispensable para el equilibrio psíquico normal de la persona».
Según un estudio del Centro de Investigaciones de la Realidad Social (CIRES)
«es indiscutible» la vigencia del matrimonio en España. El 77% de los
entrevistados no cree que el matrimonio sea una institución pasada de moda.
Aseguran que para el éxito matrimonial lo más importante es la fidelidad, y que
la convivencia en pareja dura menos que la de los matrimonios .
Si se tratase de una persona con la cual es imposible la convivencia, podría
estudiarse la posibilidad de declarar nulo ese matrimonio. El matrimonio, como
dice el Concilio Vaticano II, «es comunidad en vida y en amor» 958.
Si la impotencia sexual es causa de nulidad matrimonial, también puede serlo la
incapacidad de poder realizar esa comunidad de vida por tener una personalidad
desestructurada. Sería como una impotencia psicológica .
Hay personas neuróticas,
psicopáticas, esquizofrénicas, con las cuales es imposible convivir, y que
pueden justificar una declaración de nulidad matrimonial. Así lo
reconoce el Nuevo Código de Derecho Canónico que dice: «Son incapaces de
contraer matrimonio quienes tienen un grave defecto de madurez de juicio sobre
los deberes y derechos del matrimonio que van a contraer; y quienes no puedan
asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza
psíquica959.
Como serían las obligaciones del acto conyugal, la convivencia amorosa y la
educación de los hijos.
c) Adulterio: El pecado de adulterio es uno de
los más execrables. «Se comete cuando un hombre y una mujer, de los cuales, al
menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque sea ocasional»
960. El adulterio es ya una falta grave desde el momento mismo en que
se desee deliberadamente.Ya hay adulterio cuando hay infidelidad de corazón:
cuando se pone a alguien por encima del propio consorte. Tal es el sentido de
las palabras de Nuestro Señor: «Quien mira a una mujer con deseos deshonestos,
ya ha cometido adulterio en su corazón»961.
Como pecado externo es uno de esos crímenes enormes que ya entre los judíos y
los paganos era castigado con la pena de muerte 962.
Las personas casadas deben ser de una prudencia extrema en este punto, y cerrar
cuidadosamente la puerta de su corazón al menor síntoma de un afecto
desordenado naciente hacia tercera persona. Los antiguos amores de la juventud, los actuales amigos de la familia, los
subordinados, los superiores, los compañeros de trabajo, pueden constituir un
verdadero peligro para la virtud de los esposos.
Hay que evitar los celos infundados , pero también el ser bobalicones poniendo
en peligro la fidelidad del otro cónyuge.
Una aventura amorosa extramatrimonial puede hundir la felicidad de la
familia, que no podrá recuperar el cariño de antes. Y esto no tiene precio.
No se llega ordinariamente al adulterio de golpe, sino después de una serie de
ligerezas, de imprudencias y de concesiones. Al principio se resiste, y se ve
con horror avecinarse la tragedia.
Pero si se empieza a hacer concesiones pequeñas está todo perdido.
Cada vez se cederá más.
Siempre menos de lo que la tentación pide, pero las concesiones irán en aumento.La
tragedia será casi irremediable. Por eso deben tomarse toda clase de
precauciones antes de que sea demasiado tarde. Los esposos deben ayudarse en
este punto evitando las ocasiones. Pero también deben evitar el no menos grave
peligro de celos infundados que son la ruina de la paz conyugal .
Los pasos del adulterio pueden ser éstos:
Un marido absorbido por su trabajo.
Su mujer se siente sola.
Ella se encuentra casualmente con un hombre que resulta amable y atento.
Se deja llevar con la imaginación lo que sería un matrimonio con este segundo
hombre.
Una circunstancia ocasional y un beso furtivo con este segundo hombre.
Necesidad de repetir este momento.
Después, el adulterio, una familia deshecha, y, puede ser, que la condenación
eterna.
Es un proceso lento pero seguro, si no se corta al principio radicalmente.
El sentimentalismo suele ser una de las causas por las que una persona buena
puede llegar también al adulterio:
Se encuentra con otra que atraviesa una situación difícil. Su buen corazón le
inclina a ayudarla, no viendo ningún peligro en ello. Nace el afecto entre los dos. Ella se siente
agradecida y comprometida a complacerle en todo, etc.
Si el hombre, premeditadamente, la engaña para encariñarla y aprovecharse de
ella, eso es una canallada.
El adulterio puede arruinar un matrimonio. Recuerdo que un hombre, cuya
mujer había tenido una aventura amorosa con otro, me decía llorando lleno de
dolor y de rabia: nunca más podré hacer el amor con ella. No podré evitar el
pensar que ella está pensando en el otro .
En ambientes pervertidos, algunos matrimonios practican el intercambio de
parejas, como un juego inofensivo: pero con esto han preparado una bomba de
relojería que, antes o después, hará saltar, hecho añicos, su matrimonio.
La amante del hombre puede ser una profesional que va buscando hombres casados
para vaciarles la cartera. Es una mujer de cuatro letras, que en lugar de
trabajar en la calle lo hace en lugares lujosos: es una profesional del vicio.
Otras veces puede ser una mujer ingenua que insensiblemente se enreda en un
amor prohibido. Aunque ingenua no deja de ser culpable pues sabe que aquel
corazón ya tiene dueño.
d) Armonía matrimonial: Los casados deberían examinarse con humildad y lealtad
para ver si deben corregirse de algún defecto que obstaculice la armonía
matrimonial.
Pocos matrimonios habrá en los que alguna vez siquiera no haya habido un
disgusto serio. A veces los
disgustos son frecuentes. Las causas pueden ser muchas: orgullo, egoísmo,
frivolidad, obstinarse en querer tener siempre la razón, sensualidad
desenfrenada, sensibilidad exagerada, palabras imprudentes, celos enfermizos,
desorden negligente, etc. Rara vez la culpa será de uno solo. Un
silencio cariñoso, el saber ceder con prudencia, el explicarse con calma, el
olvidar cristianamente, etc., ayudan a pasar por encima de muchas dificultades.
Los pequeños disgustos, al prolongarse, pueden terminar en algo grave. Lo mejor
es acabar con ellos cuanto antes, con un poco de humor, espíritu de
conciliación y capacidad de olvido.
Al cabo del tiempo puede que un día aparezca la decepción del cónyuge.
Evitar toda palabra descalificadora: Eres inaguantable . No se puede vivir a tu
lado . Ya no te aguanto más . No te soporto . Que sea la última vez . Tu actitud es inadmisible . Etc.,etc.
Nunca expresar a tu pareja tus sentimientos de agresividad. Para
desahogarte podrías escribirle una carta manifestándole todos tus sentimientos.
Pero una vez escrita, la rompes. No se la entregues. Ya te has desahogado.
El amor matrimonial no
excluye los conflictos. Pero hay que solucionarlos. Aclarar las cosas sin herir. Más que buscar culpables, hay que buscar
soluciones.
En esos momentos es muy importante la comunicación mutua. Quizás preguntarle:
En qué te he decepcionado? . El amor, como las plantas, hay que regarlo para
que florezca. Si no lo cuidas, terminará por secarse.
A veces puede surgir el deseo de buscar fuera del matrimonio una compensación,
que puede ser desde una santa ocupación hasta el adulterio. Ni siquiera la atención a los hijos puede justificar
la desatención a la pareja. Aunque puede ser perfectamente compatible con la
armonía conyugal una actividad en servicio de los demás.
Hay que procurar siempre, con prudente habilidad, que las disensiones -a veces
inevitables - no se prolonguen. Si no se pone a tiempo remedio se
producen heridas muy profundas. El desacuerdo serio y continuado en el
matrimonio es una de las mayores cruces de la vida terrena.
Conviene saber llevar la cruz del matrimonio sobrellevando mutuamente las
deficiencias de carácter, defectos, etc. En el matrimonio no todo es disfrutar.
Está hecho también de comprensión y renuncia: conocerse y animarse,
comprenderse y perdonarse.
Conviene no olvidar que el hombre es muy distinto de la mujer.
El hombre y la mujer son iguales ante la ley por tener la misma dignidad
personal, pero son distintos corporal y psíquicamente, para poder
complementarse. Por eso la mujer que no tiene feminidad es un marimacho, y el
hombre sin masculinidad, una damisela.
Las diferencias fisiológicas entre el hombre y la mujer llegan hasta el cerebro
.
Eso de que las diferencias de modo
de ser entre hombre y mujer sean consecuencia de la educación recibida, no es
cierto. Es verdad que la educación influye en el modo de ser, pero hay
una base en la naturaleza. Lo mismo que fisiológicamente el hombre no puede dar
a luz un hijo, psicológicamente la mujer está dotada de unas cualidades propias
de la maternidad, que el hombre no tiene. La ternura femenina para con el niño
es algo muy distinto de lo que el hombre es capaz de dar.
La mayoría de los hombres es capaz
de tener una vida sexual sin amor; en cambio la mayor parte de las mujeres sólo
son capaces de entregarse a un hombre cuando lo aman.
El hombre es más carnal, la mujer más tierna; el hombre debe saber que ella no
encuentra placer en el amor físico, sino a través del amor psíquico.
La mujer es más detallista, el hombre mira las cosas en síntesis. Al
hombre le gusta conquistar, a la mujer ser conquistada; a la mujer no le
importa ser dominada por la fuerza, el hombre prefiere ser dominado por el
cariño. La mujer ha nacido para amar y el hombre para luchar.
No exclusivamente, pero sí preferentemente.
El hombre se manifiesta, sobre todo, por su carácter activo, emprendedor,
creativo; la mujer, más bien, por su carácter acogedor, receptivo. Hasta la
constitución física, de alguna manera, está moldeada para expresar esta diversa
manera de estar en el mundo .
El hombre razona, la mujer intuye. El
hombre es más cerebral, la mujer más cordial, más sentimental: incluso puede
dejar que los sentimientos influyan en su razón. El hombre se preocupa más de
las cosas, la mujer de las personas. El hombre tiene tendencia a lo
universal, la mujer a lo concreto. El
hombre se interesa más por las ideas, la mujer por los afectos. El hombre
quiere que lo valoren, la mujer que la amen. El hombre vence por la fuerza, la
mujer por la lágrimas.
La mujer se deja dominar por los sentimientos mucho más que el hombre.
Mientras ella manifiesta sus sentimientos fácilmente, el hombre suele sentir
pudor en manifestarlos: por eso es frecuente que los oculte. La mujer ama y
sufre con más intensidad que el hombre. Por eso cuando odia es temible: su
maldad, su espíritu de venganza y su ingenio para hacer daño son terribles .
La lógica en el hombre es reflexiva, en la mujer intuitiva. El hombre
que tropieza con lo imprevisto, se desorienta y tiene que estudiar de nuevo el
asunto. La mujer, en un caso similar, emplea la lógica de la adaptación o
mutación. Este discrepancia matrimonial parece que les aleje al uno del otro.
El hombre debe imponer su criterio razonadamente, sin humillar a su mujer; la
mujer, con intuición, debe ayudar a su marido procurando aunar opiniones. La
felicidad matrimonial se consigue no mandando ni el uno ni el otro, sino
obedeciendo los dos.
La imaginación y sensibilidad es más
acusada en la mujer. En el arreglo del hogar lo demuestra. Su gran
sensibilidad hace que lo nimio la haga feliz o la haga llorar. Cosas al parecer
insignificantes para el hombre, a la mujer le producen gran disgusto.
La mujer es fácilmente feliz con ilusiones pequeñitas, detalles, delicadezas,
etc. El hombre generalmente le da menos importancia a todo esto, y vive más las
grandes ideas de la fe, de la política, de los negocios, etc.
La imaginación masculina es de ideas y, por lo tanto, es intelectiva; menos
expuesta a error por apoyarse en la realidad y no en el sentimiento, que es lo
propio de la mujer. Esta discrepancia a veces produce disgustos. El hombre debe
comprender a la mujer y apreciar sus sentimientos.
El juicio de la mujer es más rápido, y juzga según odie o ame; en cambio, el
hombre juzga después de madura reflexión. Esta divergencia puede conducir a que
la mujer considere al marido demasiado calculador, y él a su mujer ligera y
alocada. Sin embargo, no debe el marido despreciar el juicio de su mujer, pues
ella capta detalles que el hombre desprecia y pueden conducir al fracaso. Estas
discrepancias las impone la diferenciación sexual; y el milagro del matrimonio
presidido por el amor hace que se adivinen los pensamientos. La mujer aceptando
lo que el hombre dice. El hombre comprendiendo lo que la mujer quiere decir.
Ella es dichosa si el marido adivina sus deseos.
La diplomacia con que Dios ha dotado a la mujer puede emplearla siendo el ángel
tutelar de su marido, pero sin que se resienta su orgullo de varón. La propia
estimación del hombre es lícita, pero con exageración caería en un salvaje
egoísmo; cualidad ésta que usada ponderadamente hace que la mujer se sienta
protegida con sensación de paz y seguridad. La mujer es feliz si lo son los que
ella ama. El deseo de agradar es innato en la mujer. Ella va a la conquista del
hombre. En esta actitud debe continuar toda su vida matrimonial. Ello será un
medio para que el marido conserve su castidad. El amor conyugal es mixto, con
tres factores: primero, amor sensible; segundo, amor espiritual y, tercero,
amor sobrenatural. El sensible es el que acerca los dos sexos y cumple la
función sexual del débito matrimonial. El espiritual valora las cualidades anímicas
y desea para el ser amado el mayor bien, entregándose a él en cuerpo y alma. El
sobrenatural ofrece nuestro amor para la propia santificación y hace la
continuación de nuestra propia vida en nuestra descendencia con miras a la
eternidad.
La felicidad matrimonial no se logra aturdiéndose con fiestas y riquezas, sino
con el hogar ordenado, el cariño de los hijos y la paz en el alma de ambos
cónyuges, dejando las adversidades y alegrías en manos de Dios .
El hombre es estable, la mujer voluble.Ya lo dijo Virgilio en la Eneida
(IV,559) la mujer es variable y tornadiza . Y también Verdi en su famosa ópera
Riggolletto (Acto IV,4 ) : la donna e mobile : la mujer es variable. Tan mudable que muchas veces ni ella misma
se entiende. Como está hecha para la maternidad su psicología está
afectada por los cambios fisiológicos del ciclo reproductor. La pérdida
periódica de sangre la debilitan. Psíquicamente busca el apoyo del hombre.
La protección del hombre le da seguridad. Le gusta el hombre fuerte, varonil.
No sólo físicamente, sino también espiritualmente.
Muchos matrimonios fracasan porque se han contraído con ligereza y frivolidad;
sin conocerse y sin amarse. Por sólo apetito sexual. Y esto no basta para hacer
feliz un matrimonio. Otros fracasan por inmadurez. Se casan sin estar
preparados para la unidad matrimonial, sin haberla siquiera entendido. Siguen
dentro del matrimonio viviendo su individualidad, y los casados deben vivirlo
todo «con y para» el otro.
Para que un matrimonio vaya bien, hace falta la colaboración de los dos; pero
para hundirlo, basta con uno.
El matrimonio no es un contrato de servicios sino una comunidad de vida y amor,
como dice el Concilio Vaticano II963.
La huida de todo sacrificio quita al amor el sello de su autenticidad. Cuando vaya pasando el tiempo de tu
matrimonio, encontrarás en tu cónyuge defectos de carácter que no advertiste en
el noviazgo. No se los eches en cara de una manera desagradable. Eso
sería contraproducente. Tampoco los consideres como de gran importancia. Es preferible que atiendas las virtudes
que te movieron a elegir esa persona para unirte en matrimonio, y que sirven de
contrapeso. En este mundo nadie es perfecto, y hemos de resignarnos a
sobrellevar los defectos de nuestros prójimos. Procura portarte como si
fuera tal como tú deseas. Esto le ayudará a que llegue, a la larga, a ser como
tú deseas.
Durante el noviazgo sólo se ven las buenas cualidades de la persona a quien se
ama. Con los defectos hay
mucha indulgencia. En cambio de casados ocurre al contrario: hay cierta
tendencia a olvidar las buenas cualidades y a aumentar los defectos.
El orgullo desempeña un papel muy importante en las disputas matrimoniales. El
remedio es la humildad, reconocer los errores y dar explicaciones aprovechando
un rato de calma. Y si se domina el buen humor es un modo magnífico de terminar
muchas disputas. Las dificultades conyugales son menos graves de lo que
parecen, y pueden superarse con buena voluntad.
Supongamos dos esposos que después de algunos años de convivencia se encuentran
en plena discordia, pero de tal modo exasperados y furiosos que quieren
separarse lo antes posible y a costa de lo que sea. Al principio estaban muy
contentos, se consideraban felices; ahora, en cambio, maldicen el día en que se
casaron. Cómo ha sido eso? Los dos tienen defectos, pasiones, errores, pero,
quién no los tiene? Cuántos tienen los mismos defectos que ellos, o acaso más,
y sin embargo viven en paz! Qué es lo que les ha conducido a la infidelidad y a
la ruina?
El esposo, algún tiempo después del matrimonio, ha comenzado a darse cuenta de
las lagunas y defectos de su esposa, y esto le ha disgustado y le ha irritado.
Bondadosamente, le ha hecho notar estas cosas, pensando que su mujer se
enmendaría pronto de sus defectos. Le parecía tan sencillo y tan fácil! Pero
ella no se ha corregido... Entonces la atención del marido se ha centrado más y
más sobre las faltas y errores de ella, con lo que su desagrado, y luego su mal
humor, han ido en aumento. Parecíale que ella no tenía buena voluntad y no le
amaba, pues nada cambiaba su conducta, ni su modo de hacer; lo cual cada vez le
disgustaba, irritaba y hería más vivamente.
Pero también el marido tenía lagunas, defectos, errores; y la mujer en ese
mismo tiempo ha fijado su atención en ellos, y se ha desarrollado en su alma un
drama igual al que se producía en el ánimo del marido. Pensaba que él pretendía mucho de ella y no se
preocupaba de cambiar ciertas maneras suyas que la ofendían y amargaban. Hubiera
costado tan poco!... Y así llegaron a donde llegaron.
Algún juez imparcial dirá inmediatamente que la conducta de los dos ha sido
estúpida, y ambos han sido los autores de su desdicha. Si cada uno de ellos, en
lugar de atender a los defectos y agravios del otro, en lugar de emperrarse en
la pretensión de que el otro se corrigiera, hubiese observado sus propios
defectos y se hubiera esforzado en quitar de sí lo que disgustaba al otro,
habrían vivido en paz y la buena armonía se habría consolidado cada vez más.
Ésta era la única conducta práctica razonable; era también la única cosa que
cada uno podría hacer, ya que no tenía ningún poder sobre la voluntad del otro.
Pero no han hecho lo que podían; han pretendido cada uno que fuese el otro el
que lo hiciese, y así han llegado a ser desgraciados .
En este proceso de mutua "domesticación" que tiene que sufrir todo
matrimonio, es esencial, por una parte, la constancia y, por otra, la mutua
delicadeza. Nada de impaciencia con los defectos del otro; mucho tacto y, sobre
todo, no restregárselo con dureza, ironías o ridículos.
Las moscas no se cazan con vinagre. Tampoco tratéis de rehacer el otro a vuestra imagen y semejanza. Por
parte de cada uno de vosotros, el esfuerzo debe ser contrario: no tratar tanto
de rehacer al otro, cuanto de adaptarme al otro .
La mayor parte de los conflictos en
el matrimonio son causados por falta de mutua adaptación. Para que el
matrimonio progrese los dos deben remar en la misma dirección. Si cada uno rema
en sentido contrario, la barca girará sobre sí misma. Quien no esté dispuesto a
adaptarse al otro, más vale que no se case. Sin esfuerzo de mutua adaptación,
el matrimonio no hay quien lo aguante. El continuo choque de opiniones, deseos, planes, gustos, etc., convierte al
matrimonio en un infierno.
Es posible que no coincidáis en gustos, planes, deseos, etc. Pero si
quieres a la persona, de buena gana aceptarás lo que ella prefiera. Cuando los dos quieren dominar, el choque
es inevitable.
Cuando los dos quieren adaptarse, la armonía es maravillosa. El Dr.
Vallejo-Nájera dijo por Televisión Española que la raíz de muchos matrimonios
desgraciados es porque esperan demasiado del otro y quedan defraudados .
Exigir del otro que se adapte, que procure mejorar su personalidad, querer que
luche contra sus defectos y consolide sus cualidades, bien está. Pero
exigir que eso se realice enseguida, y que la transformación sea inmediata,
sería nefasto. Se obligaría entonces al cónyuge a contentarse con cambiar las
apariencias, se le conduciría a adoptar unas actitudes que serían forzosamente
superficiales; el resultado no tardaría en manifestarse con un retorno a las
costumbres antiguas y un mutuo desengaño. Si hay algo que debe evitarse es eso.
Más vale proceder gradualmente, contar con el tiempo y obtener resultados
ciertos. Esta paciencia será sin discusión, una de las formas superiores del
amor y un testimonio irrecusable de desinterés. Saber esperar a que el cónyuge
logre superar sus defectos, animándole sin hostigarle, ayudándole sin
desquiciarle, éste es uno de los primeros pasos en el camino del acuerdo de las
personalidades. Este acuerdo se efectuará con tanta mayor seguridad cuanto con
más calma se proceda. Excitarse no servirá de nada; lo más que se conseguirá es
exasperarse uno mismo y exasperar al otro. En tal ambiente, el acuerdo, en vez de progresar, retrocedería
multiplicando los roces y exacerbando los choques. Todo esto no quiere
decir que se encierre uno en la pasividad esperando que el cónyuge se decida de
una vez, a realizar un esfuerzo para adaptarse, sino que significa que al
exigir de él unas manifestaciones de buena voluntad, se impondrá uno a sí mismo
una paciencia a toda prueba, respetando el curso del tiempo y contando con la
lentitud normal de toda evolución humana.
Saber repetir una corrección. Repetirla sin dejar traslucir que está uno harto
y a punto de estallar.
Repetirla, por el contrario, con incansable afabilidad, con una pizca de buen
humor, pero nunca fuera de tiempo.
Domeñar esta impaciencia, esta precipitación, e imponerse contar con el tiempo.
Esperar que poco a poco se efectúe la evolución requerida.
El tiempo destruye siempre lo que se hace sin él.
En toda observación evitar las palabras agrias; en toda crítica, evitar las
palabras ultrajantes; en todo reproche, evitar la aspereza;
tales son las condiciones que se requieren previamente para el acuerdo
conyugal. Éste no puede realizarse más que en un clima en que el afán de
comprensión recíproca sea evidente. Este ambiente se creará si de una parte y
de otra se emplea la destreza necesaria para hablarse con provecho. La
preocupación por proceder con tacto conducirá a no hablar nunca bajo el efecto
de la emoción violenta que acompaña habitualmente a la primera reacción. Le
sucede a nuestro espíritu lo que al agua: cuando ésta se enturbia ya no se
puede ver nada en ella; hay que dejarla reposar para que recobre su limpidez .
La crítica mutua en el matrimonio es buena y ayuda a mejorar. Pero debe ser una
crítica que nace del amor y se hace con amor. No una crítica-reproche que
molesta al otro. Éstas son inútiles
y perjudiciales, porque deterioran la convivencia. Una crítica que es un
desahogo de la agresividad, produce agresividad en el otro. La finalidad de la
crítica debe ser ayudar al otro a ser mejor. Por eso, no pedir imposibles; ni
hablar con vaguedades que no concretan lo que debe cambiar; ni en plan
exigente, sino sugiriendo. Y en el momento oportuno. Una crítica a destiempo es
perjudicial, o, por lo menos, inútil.
Es necesario, a todo precio, vencer el mal humor y, para conseguirlo, cultivar
el arte del perdón recíproco. Que no se tema ir demasiado lejos en este
sentido, porque si es peligroso perdonar demasiado, mucho más peligroso es no
perdonar lo suficiente. De tener que elegir entre los dos excesos habría que
optar sin titubeo por el primero; porque un exceso de bondad sólo pude servir
al amor, mientras que, por el contrario, éste no podría sobrevivir a una
negativa del perdón. En la vida conyugal es donde tiene más aplicación la
respuesta de Cristo: hay que perdonar setenta veces siete . Es decir, siempre!
Solamente en la medida en que el uno y el otro hagan de esta ley cristiana
norma de su vida cotidiana florecerá la comprensión en la vida común. Cualquier
otra orientación sólo puede acarrear endurecimientos y choques que acabarán por
destruir la felicidad.
Para que la vida en común sea bella, para que sea armoniosa y reine en ella la
alegría, para que el amor sea fácil, es preciso que marido y mujer se traten
con toda caridad, concediéndose recíprocamente un perdón renovado sin cesar.
Cuando tengas que reprender a tu cónyuge, no lo hagas con reproches duros, que
suelen motivar reacciones violentas. Es preferible una suave sugerencia que
facilite la disculpa, el acuerdo, la avenencia. Con mucha frecuencia en el origen
del enojo está el orgullo. Algunas torpezas inconscientes y repetidas traen
como consecuencia que la mujer ofendida se refugie en una protesta silenciosa.
Se encierra en sí misma, negándose a avanzar por el camino de la comprensión.
No admite el perdón.
Pensando que ha iniciado ella demasiadas veces los pasos de la reconciliación,
se repliega ahora a la defensiva y manifiesta su protesta con una terquedad
irreductible.
No posee ella, sin embargo, el monopolio del malhumor. Hay que reconocer que el
hombre, a su vez, lo utiliza con frecuencia, impulsado también por el orgullo.
En él también, puede triunfar la fobia a dar el primer paso. Ésa es la manera
mejor de hacer la vida común insostenible. El triunfo de la terquedad, del
orgullo, y malhumor, actúa sobre el amor como un cáncer. Muchos de los fracasos matrimoniales se deben a la
falta de comunicación. Porque la mujer no encuentra en el marido
atención a lo que ella necesita comunicar.
Muy cercana al malhumor está la taciturnidad. Es un estado de espíritu en el
cual no se encuentra nada que decir. Este defecto es, la mayoría de las veces,
patrimonio del hombre. Aun no siendo siempre consecuencias de mala voluntad, no
por ello debe dejar de ser corregido. Hay maridos que no comprenden que imponen
así a su mujer un verdadero suplicio. A lo largo de todo el día, ella no tiene
nadie con quien hablar. Cuando llega el marido, siente una necesidad muy
comprensible de comunicarse con él. Pero éste cansado y rendido, no se
encuentra con ganas de conversar. Se atrinchera tras el periódico o se dedica a
la televisión. Cuando esto se repite con regularidad llegan a ser extraños
entre sí. Están al borde del fracaso. El marido debe hacer un esfuerzo para
salir de sí mismo y dedicar a su esposa una atención parecida a cuando era su
novia. Hay que conseguir que en el
hogar brille la alegría. Es la mejor salvaguardia del amor .
En el matrimonio no basta coexistir , hay que convivir. Y esto no es posible si
no tienen nada en común. Hay que
compartir gustos, ideas, valores. No basta que los cuerpos estén juntos, si las
almas están separadas . Para la armonía matrimonial es fundamental la
comunicación. El hablar
aclara las cosas. El silencio enreda cosas que no debían haber sido
problema. Un día, una esposa ve pasar a su marido en su coche con una joven al
lado. Es una compañera de trabajo, y la lleva al médico. Pero su mujer se
imagina lo peor. Cuando él llega a casa, con toda naturalidad, y como siempre,
va a besar a su esposa. Ella con la idea que tiene en la cabeza lo recibe displicentemente.
Él se extraña, pero calla. Ella también calla. Al día siguiente él se acerca a
darle el beso de costumbre, y nota en ella la misma reacción.
Al tercer día, se va directamente a su habitación sin besarla. Ella saca su
conclusión: no hay duda que se ha liado con la otra . Ya tenemos una tragedia
que se hubiera evitado sin el silencio de los dos.
Hay mujeres que se quejan de que sus
maridos no hablan; pero no caen en la cuenta de que ellas no dejan hablar, pues
son interminables narrando sus cosas. Otras interrumpen continuamente lo
que a ellos les parece interesante contar, con multitud de cositas : cómo te
has hecho esa mancha?, está buena la sopa?, ten cuidado con la ceniza!, etc.
Así dan a entender a su marido que lo que él les cuenta no tiene para ellas
ningún interés, y al marido se le quitan las ganas de hablar.
Muchos disgustos matrimoniales se deben a falta de comunicación. A uno de los
dos le ha molestado algo del otro, o sospecha algo. En lugar de decírselo y aclarar las cosas, guarda
silencio y pone cara larga. El otro no sabe lo que pasa, y se molesta a
su vez. La tirantez va en aumento, y puede llegar a un rompimiento. Esto no
hubiera ocurrido hablando con sinceridad. Diálogo no es la yuxtaposición de dos
monólogos, sino que ambos procuran ver con los ojos del otro.
Para remediar las desavenencias en el matrimonio te recomiendo este libro
excelente: «Felicidad conyugal: sus obstáculos; su éxito» 964.
Además de ser un libro provechosísimo para los casados, también lo es para los
que se acercan al matrimonio; para que sepan, desde el principio, evitar todos
los pasos que les aparten de la felicidad conyugal.
El matrimonio, como todas las cosas, tiene su lado negro; y es necesario
soportarlo. El sufrimiento es en
esta vida inevitable, y hay que aceptarlo.
Nunca deberemos olvidar que incluso en un matrimonio en el que reine un
verdadero amor, siempre habrá lugar para el sacrificio. A veces puede ser
necesaria una autodisciplina, tan recomendada por la ascética cristiana, para
el control sexual de los esposos. Incluso en la formación integral
prematrimonial, siempre deberá promocionarse el sacrificio como elemento
indispensable del matrimonio cristiano.
La felicidad de un matrimonio no se hunde porque en alguna ocasión pueda haber
un disgusto.
Son consecuencia de la fragilidad
humana. Pero siempre sale el sol después que pasan los nubarrones. Cuando hay
amor y virtud las dificultades son más llevaderas. Es muy difícil que en un
matrimonio no surjan problemas. Lo importante es que se mantenga el amor, y se
sobrelleven con virtud los defectos de la otra persona. Y no contar a
terceros las desavenencias conyugales; a no ser para pedir consejo a persona
amiga e imparcial.
Los esposos deben saber apreciarse mutuamente . Que la mujer aprecie el trabajo
de su marido, su prestigio social, su responsabilidad, sus éxitos, etc. Que el
marido sepa apreciar lo que supone la consagración total de la mujer a los
hijos y al hogar. Jamás decir nada que pueda suponer menosprecio del otro,
aunque sea una pequeñez. Dar siempre
a entender, en el hablar, que se siente admiración por el cónyuge. La
mujer está todo el día de cabeza con los quehaceres de la casa.
Termina el día reventada, y nunca descansa lo que necesita. El día siguiente
será para ir acumulando cansancio. El marido también vuelve cansado del
trabajo. Nunca tienen un rato libre para ellos . Están fatigados, nerviosos, y es fácil que salte
la chispa. El marido debe buscar algún rato para oír la cosas que
preocupan a su mujer. El diálogo
entre los esposos es indispensable.
La convivencia matrimonial necesita comunicación . Hay que saber exponer los propios sentimientos que
le produce el otro cónyuge sin herirlo, y oír los sentimientos que él produce
en el otro sin defenderse. Un diálogo así es el éxito de la convivencia
matrimonial. Para esto es necesario aceptarnos a nosotros mismos como somos, y
aceptar al otro como es. Si sentimos odio por nosotros mismos, chocaremos con
los demás. No puede llevarse bien con los demás el que se lleva mal consigo mismo
.
Cómo hacer fracasar un matrimonio?
1 Abandonar las muestras de amor al
otro cónyuge.
2 Dejarse llevar del amor a tercera persona.
3 Supervalorar los defectos
del otro cónyuge.
4 Contestarle mal y alzarle la voz.
5 Prolongar los pequeños enfados, mantener la mala cara y ser difíciles para
perdonar y pedir perdón, cuando sea necesario.
6 Desinteresarse de las cosas del otro.
7 Despreocuparse de hacerle feliz.
8 Molestarle continuamente.
Para salir del conflicto matrimonial:
1 Tomar conciencia del problema.Nada se resuelve si no se conoce su existencia.
2 Que los dos quieran resolverlo.
3 Buscar las causas que lo han originado.
4 No echarse la culpa mutuamente.
5 Perdonar: pedir perdón; ofrecer perdón.
6 Partir de lo que los une, y
apoyarse en ello.
7 Buscar posible solución.
8 Diálogo: Ponerse a hablar. Preguntarse,
qué nos pasa?
9 Escuchar. Aguantar. Tolerar.
10 Buscar ayuda en tercera persona (amigo, consejero, sacerdote); pero no para
que nos de la razón nosotros.
La felicidad del hogar no puede buscarla cada uno independientemente del otro.
Ha ha de ser felicidad de los dos al mismo tiempo.
El amor es un encuentro interpersonal de un «yo» con un «tú» para formar un
«nosotros».
El auténtico amor no busca que la otra persona le haga feliz a uno, sino que
uno busca hacer feliz a la otra persona, y en hacerla feliz encuentra su propia
felicidad.
La felicidad conyugal es una conquista diaria. Fuego que no se alimenta, se
apaga. Lo mismo ocurre con el amor Exige a uno y otro un empeño continuo para
bien de la pareja y del hogar. No siempre es fácil comprenderse. Hace falta
cierto esfuerzo para salir de sí mismo y encontrar el camino de la armonía.
Amar es, ante todo, buscar el bien del otro . Extremar la delicadeza en todo
momento, la higiene íntima, los modales educados. La grosería, el descuido, la
indelicadeza, la suciedad, llevan al fracaso matrimonial. La mayor intimidad
exige el máximo cuidado en la persona y en los actos, si no se quiere labrar la
propia desgracia, destrozando afectivamente el matrimonio.
Los esposos deben esforzarse en corregir sus defectos y mejorar su carácter
para ir amoldándose el uno al otro y congeniar lo más posible. Hay matrimonios
que, después de muchos años, se quieren más que en sus primeros tiempos,
precisamente por el mutuo perfeccionamiento conseguido con este continuo
vencimiento para hacerse mutuamente felices. Si quieres evitar muchos disgustos en el matrimonio, busca complacer y
hacer feliz a tu cónyuge antes que tus gustos y comodidades.
Cuando los dos esposos procuran complacerse mutuamente, por encima de los
intereses y gustos particulares de cada uno, el matrimonio es mucho más suave.
Mujer, para tu armonía matrimonial:
1. Acepta a tu marido como es.
2. Admíralo en sus valores. Un
hombre se siente feliz al verse admirado por su mujer. En cambio una de las
cosas que más le humilla es ver que ella le desprecia. El desprecio mata el
amor.
3. Adáptate a su vida y no intentes que la cambie por ti.
Para procurar la felicidad de tu esposo, debes caer en la cuenta de que su
psicología es muy distinta de la tuya.
La clave de la psicología masculina está precisamente en el predominio de las
facultades de acción (razón y voluntad) y en el desarrollo menor de la
sensibilidad.
Desde la edad juvenil se manifiesta esta propensión masculina a la acción, y
frecuentemente, a la acción violenta.
El chico de tipo corriente se apasiona por los deportes, juegos violentos, etc.
El hombre ya hecho, tiene también necesidad de trabajar, organizar, construir.
Puede pasar durante el noviazgo o los primeros meses de casado, por un período
en que el amor lo ocupe todo. De ordinario esto no le dura mucho tiempo. Un
hombre, verdaderamente tal, que pueda vivir del amor, no existe. Una mujer no
puede ser más feliz que si se entrega a seres de carne y hueso. El hombre no
tiene más dicha que cuando se entrega a los negocios, a la actividad, a una
obra, sin que esto excluya su dedicación a la familia.
Por eso debes comprender esta necesidad de acción de tu marido. Y no debes
asombrarte de que tu marido no piense tanto en ti, como tú piensas en él o en
tus hijos. Todo hombre se vuelve hacia la actividad exterior. Es feliz cuando
construye, crea algo. La mujer no desenvuelve su verdadera naturaleza más que
cuando se entrega a un gran amor, y puede sacrificarse por los seres a quienes
ama .
No exijas a tu marido una delicadeza y una ternura que a él no le va .
Los hombres son más fáciles a
expresar su desagrado que su satisfacción. Tú procura hacer bien todas
las cosas. Pero no esperes una alabanza de tu marido por ello. Él está
acostumbrado a que en su trabajo no se le suele felicitar por lo que está bien
hecho. Eso suele ser lo normal. En cambio se le reprende si algo no está bien.
Fácilmente él emplea la misma táctica en casa. Es lógico que a ti te gustaría
que te agradezca el esmero que pones en tus cosas. Pero a él, ni se le ocurre.
No lo lleves a mal. Es el modo de ser del hombre . La esposa debe ayudar al
marido a que vaya conociéndola cada vez mejor descubriéndole cada vez más el
alma femenina: sus anhelos íntimos, sus quejas, sus ilusiones, lo que le duele,
desanima o humilla, lo que espera o desencanta de él .
Hay peligro de que la madre, por desvivirse por los hijos, abandone las
atenciones de su marido, y que no tenga su ropa, comida, etc., a su gusto.
Tampoco debe la esposa perder la disponibilidad a los deseos amorosos de su
marido: una joven planchaba la ropa del recién nacido cuando fue requerida
amorosamente por su marido:
- Espera un poco a que termine.
Cuando hubo terminado de planchar y de ordenar la ropa del niñito, y guardado
la plancha y el tablero, etc., etc., quedó decepcionada al ver el desinterés
con que era recibida por su marido, enfrascado ahora en una interesante novela
policíaca, y a quien se le había pasado el momento .
Tu marido quiere que necesites de su amor. Disfruta, si tú disfrutas con él.
Procura conseguirlo y decírselo. Le
llenará de satisfacción .
Puede ocurrir que tu amor no sea tan apasionado como el suyo; pero
siempre puedes mostrarte cariñosa y complaciente. No es el momento de hablarle
de temas que nada tienen que ver con este asunto. Cuando tengas que negarte,
hazlo con delicadeza. Que quede bien claro que no lo rechazas a él, que estás
deseando complacerle, pero en otro momento.
El hombre es consciente de su fuerza física en contraposición a su esposa. Y no
es haciendo prueba de fuerza como la esposa obtendrá algo de su marido, sino
tomándolo en el momento oportuno por la ternura. La mujer es débil ante el
marido cuando pretende usar la fuerza; es fuerte y omnipotente sobre él cuando
obra por la ternura. Dulzura,
paciencia y tiempo hacen más que fuerza y rabia .
Para saber interpretar diversas actitudes de tu esposo, te conviene saber que
el hombre es más amigo de sus comodidades y de su bienestar, que la mujer. Es
sensual en todo el sentido de la palabra. La mujer sacrifica regularmente sus
comodidades a su vanidad. Es capaz de hacer grandes sacrificios para estar
bella. El hombre, por el contrario, sacrifica alegremente su vanidad a sus
comodidades: se quita la corbata, o crea modas que la suprimen; se pone en
mangas de camisa, se instala cómodamente en el mejor sillón, ronca allí. Y
no se molestará en echar la ceniza dentro del cenicero... Con gusto se hace
servir. Es exigente, le gusta que le
dejen en paz.
Si tu marido va a salir contigo, no le hagas esperar.
Aparte de estos rasgos comunes a todos los hombres, aunque, claro está, no hay
regla sin excepción, descubrirás en tu marido defectos insospechados o por lo
menos de un amplitud que no sospechabas.
Ante estos defectos puedes adoptar
tres actitudes: rebelarte, lamentarte, adaptarte.
Rebelarse es suscitar discusiones, choques, escenas y provocar la crisis
del matrimonio.
Lamentarse causa desaliento, tristeza. Y en consecuencia estarás menos atenta al gobierno de la casa, y te
desinteresarás de tu papel de esposa. Tu marido, menos feliz, se
desviará del hogar; la alegría se marchitará y el matrimonio caminará por otras
vías, hacia una crisis. Adaptarse, amoldarse, renunciar a corregir lo que no es
corregible, y llevarlo con paciencia. Con dulzura y paciencia inducir a tu
marido a corregir, por agradarte, lo que es corregible. Hay que ser
comprensiva.
Sométete a él con dulzura y de buena voluntad. No olvides que el esposo es el
jefe de la familia .
Dice San Pablo : «Mujeres, obedeced a vuestros maridos» 965.
En el matrimonio pueden presentarse piedrecitas que hagan tropezar y derriben
la felicidad matrimonial. Puede ser la ausencia hogareña de la mujer, que hace
demasiadas cosas en la calle, y el marido no la encuentra en casa al volver del
trabajo, como a él le gusta; o el coqueteo de ella con un amigo del marido, o
de sus tiempos de soltera.
Puede ser el mal humor de ella o continuo planteamiento de rollos en cuanto el
marido entra en la casa, que le hacen a él buscar otro sitio donde pasar el
rato. Si la mujer tiene que plantar un rollo al marido, debe esperar siempre un
momento oportuno para que el marido esté mejor preparado.
Otras veces será el mal genio del marido que la mujer no sabe aguantar y
dulcemente suavizar y cambiar. Hay que procurar constante jovialidad. Una
sonrisa habitual amable y acogedora. El buen humor hace maravillas en el amor matrimonial. Hay mujeres que
resultan inaguantables a sus maridos. Siempre se están quejando. Su
marido viene cansado del trabajo, y desde que entra por la puerta no oye nada
más que lamentaciones de su mujer. Todo lo que ha tenido que sufrir durante el
día se lo suelta de golpe a su marido. Si el marido es muy virtuoso, la
escuchará con paciencia. Pero es muy fácil que no le haga caso, y entonces ella
se enfada y hace una escena. La culpa de todo fue por no saber dominarse.
Es lógico que cuentes a tu marido
las cosas serias en las que necesites consejo. Pero no le cuentes sólo
lo desagradable. Procura encontrar
también algo agradable que contarle. No exageres tus enfermedades y dolores. No seas quejica. Una mujer
así resulta cargante. No conviertas el llanto en arma contra tu esposo. Si
tienes problemas serios, cuéntaselos a tu marido. Pero no le molestes con
pequeñeces, que bastantes preocupaciones trae él de la calle. Procura quitar
importancia a tus cosas.
La mujer que siempre se hace la víctima termina cansando . No aumentes sus quebraderos de cabeza. Piensa que
él viene cansado de su trabajo y que tú debes ser siempre para él motivo de
ayuda y alegría, cuéntale lo que pueda alegrarle, las ocurrencias de los hijos.
Sé para su espíritu cansado el descanso que necesita .
Además debes interesarte por su labor profesional en tanto en cuanto a él le
guste hablarte. Si no le gusta hablar, no le molestes. Pero si le preguntas con
discreción, es posible que él goce contándote cosas.
Este común centro de interés fortalecerá vuestro amor. Nunca tengas celos del
entusiasmo por su profesión. Debes alegrarte de ello, pues esto le hace a él
más feliz. Procura sintonizar con él, apreciar su responsabilidad y prestigio
en el trabajo, felicitarle en sus éxitos, alentarle en sus fracasos, seguir con
interés todos los incidentes profesionales . Debes colaborar con él todo lo que
puedas. Todo lo que podáis hacer
juntos, mejor que no lo hagáis separados: lecturas, rezos, etc.
Para que el matrimonio vaya bien es necesaria la comunicación. Para
ello:
1) Saber escuchar: Mientras te habla deja de hacer otra cosa al mismo tiempo.
Aunque creas que ganas tiempo, pierdes comunicación. Dedícale una atención
total, aunque eso te lo haya contado ya muchas veces. El marido necesita la
admiración de su mujer, y esto no es posible si no le escuchas con atención. Si
mientras te está contando algo, que él considera un éxito en su trabajo, le
interrumpes para preguntarle si te ha hecho tu encargo, le haces polvo. Le
muestras que no te interesa lo que te cuenta.
2) No le des órdenes. Sólo consejos y con muchas delicadeza: «si te parece...»;
«si tú crees que...»; «si puedes...». Todo marido normal huye de la mujer
mandona y regañona. No seas regañona ni mandona . Un marido contestó a su
esposa: «Deja ya de mandarme. Soy tu marido, no tu hijo».
3) Nunca le ridiculices ni digas nada que suponga poco aprecio de él. Todo lo
contrario: cuando sea oportuno di algo a los demás, delante de él, que exprese
la admiración que sientes por él.
4) Interésate por los temas que apasionan a tu marido. Así podrás hablar con él de sus aficiones. Seguro
que te lo agradecerá .
La casa debes tenerla siempre agradable, limpia, acogedora. Que tu marido tenga
un sillón cómodo en el que pueda descansar a gusto de la jornada de trabajo. Y
no le estés fastidiando a todas horas para que no te ensucie el suelo, para que
no tire la ceniza del cigarrillo, para que no deje las cosas por medio, etc.
Con todo esto espantas a tu marido de la casa. Ya se sabe que los hombres son muy descuidados, y conviene que al menos en
casa se encuentren a gusto. Lo que hagan de buena gana, bien. Pero no
conviene atosigarlos.
Si el esposo se encuentra a gusto en casa no se irá a buscar en otra parte lo
que ya tiene en su propia casa. La mujer que aprecia a su marido, se interesa
por sus cosas, es su apoyo y su descanso, se esfuerza por comprenderle y
hacerle la vida agradable, tiene un arma poderosa contra la infidelidad.
Esto aumentará el amor de tu marido mucho más que un vestido nuevo o un peinado
maravilloso; aunque esto también debes hacerlo. Cuando una mujer ama a su
marido, todo lo que sea preparar el hogar para él es una expresión de su amor.
Al amor no le importan los sacrificios. Precisamente se expresa con el
sacrificio. Lo que hace que el hogar sea un paraíso o una cárcel, es que haya o
falte el amor.
Acepta a tu marido como es, y no te empeñes en cambiarlo a tu gusto:
fracasarás y lo alejarás . Te has ligado para toda la vida. Ya has escogido. Tu misión no será
escoger a quien agradar, sino agradar a quien has escogido.
Resumiendo todo lo dicho, he aquí una normas para tu vida como esposa y madre:
Serás una celosa y prudente administradora . No permitas lujos que tu posición
no te admita. Tampoco pasarás la vida protestando porque los cortos ingresos de
tu marido te impiden competir socialmente con amigas tuyas.
Colaborarás con tu marido todo lo que puedas . siempre debes estar dispuesta a
ayudarlo en la tarea dura de sostener la casa. En los momentos difíciles, harás los sacrificios que se relacionen con tu
persona en bien de la economía doméstica. Cuando tu marido vuelva del
trabajo de mal humor, no se lo empeores con tus imprudencias. Intenta
suavemente que se desahogue contigo; pero si no quiere hacerlo, no le molestes;
déjale en paz. Tu contemplación silenciosa será lo que más le tranquilizará.
Amor silencioso: ni intromisión inoportuna, ni fría despreocupación, que le
alejaría de ti.
No le darás demasiada importancia a tu propia familia, ni le darás demasiada
poca a la de tu esposo . Aunque ames
a los tuyos como siempre y te encante visitarlos frecuentemente, tendrás
presente que el primero y más grande amor de tu vida es tu marido . No amargues
la vida de tu esposo manteniendo relaciones tirantes con su familia. A sus
padres, míralos como si fueran los tuyos. Nunca hables mal a tu marido de su
familia, y menos de su madre.
Instintivamente cogemos antipatía a las personas que nos hablan mal de quienes
amamos. La esposa no debe tener celos de que su marido tenga con su madre las
atenciones que no pueden faltar en todo buen hijo; ni de que su suegra tenga
por su hijo el interés natural en toda madre. Embellecerás tu hogar y
serás tú misma el motivo central de la decoración . Con eso lograrás que tu
esposo no pierda el gusto hacia el hogar y hacia ti. Por muy modesto que sea tu
hogar, si despliegas tu ingenio y tu buen gusto, puedes convertirlo en un bello
retiro lleno de luz y alegría, donde tu esposo ansíe refugiarse después de las
largas jornadas de trabajo. Dedícate a tu casa lo más posible. Que el marido
esté en casa cómodo y a gusto. Los
griegos decían: Mucho hogar, esposo firme . En el modo de arreglarte, no
te olvides que debes resultar atractiva sólo para tu marido. Ante las demás personas basta que estés
presentable. Domina tu vanidad.
Es muy importante que cuando tu marido vuelva a casa te encuentre bien
arreglada y preparada para que le dediques un rato. No olvides que el primer
encanto de la casa eres tú misma. Algunas esposas se descuidan después de
casadas en el cuidado físico de sus personas. Evita todo desaliño.
Debes estar siempre atrayente y bonita . No olvides que tu marido se encontrará en la oficina, en el trabajo, y aun
en el bar y en la calle, con chicas que van muy bien arregladas, atractivas,
agradables y encantadores. Y no debes cederles en nada. No seas de las que de
solteras no descuidaban el menor detalle de su atuendo y, sin embargo, ahora
después de casadas se convierten en desarregladas y descuidadas. Éstas están
engañadas. Gran parte del desafecto del marido para con la mujer, ha
comenzado ahí. Delante de tu marido debes estar siempre arreglada y atractiva.
Que esté deseando volver a casa para estar contigo.
Serás comprensiva y sabrás pasar por alto los errores y faltas de tu marido . Es natural que ciertas cosas de tu esposo
te causen desazón; es natural y no serías humana si así no fuera. Pero
en modo alguno debes hervir de cólera a causa de ellas. Mucha paciencia y mucha dosis de comprensión. Si
quieres que se corrija en algo, pídeselo con muchísimo cariño. Y no te levantes
de la cama nunca con el resentimiento y la rabieta del día anterior. Evita
frases molestas, como por ejemplo: «mi hermana sí que tiene suerte con su
marido». La antigua escritora china Pan-Hoei-Pan dice que el mejor atavío de
una esposa es:
a) un respeto sin límites a su marido que le haga sentirse admirado;
b) una atención continua sobre su comportamiento para corregir sus defectos y
cultivar las prendas que la hacen amable; virtud sólida, palabra dulce,
presencia agradable, modales delicados.
e) Cariño matrimonial: Al volver del trabajo, cuéntale a tu mujer las cosas que
creas pueden interesarle. Pídele a veces su parecer sobre asuntos en que pueda
darlo. Esto aumenta la unión y la compenetración.
Y aunque vuelvas cansado y sin ganas
de nada, no exijas con brusquedad que te dejen en paz. Comprende que
también ella ha estado todo el día sin parar, ocupada en las cosas de la casa.
Quizás ha tenido un disgusto con un hijo o con una vecina que la ha
impresionado hondamente, y necesita desahogarse contigo. Has de saber renunciar
un poco a tu propia comodidad, para atender a la expansión afectuosa que ella
necesita. El hombre prefiere expresar su amor con hechos (trabaja para su
esposa, le es fiel, etc.) pero no debe olvidar que a ella le gusta oír que se
la quiere. Y mucho más si lo oye sin haberlo preguntado.
La mujer es difícil de comprender. A
veces, ni ella misma se comprende. Pero quien la ama, debe esforzarse por
comprenderla. Ella no puede exigir que se la comprenda. Pero sí que él haga
esfuerzos por comprenderla .
No olvides que durante la menopausia es cuando la mujer está más necesitada de
amor, atención, aprecio y comprensión.
Has de saber que hay días del ciclo menstrual de la mujer y del embarazo en que
la encontrarás más nerviosa, irritable, rara, inestable, triste, deprimida,
malhumorada, caprichosa, propensa a las discusiones o lágrimas, etc. Hay que
tener paciencia con ella. En estos días él debe mostrarse especialmente
conciliador, comprensivo, lleno de ternura y delicadeza. Esos días ni ella misma se entiende.
Hasta las caricias es posible que la molesten y cansen. Lo mejor es dejarla en
paz y esperar. Pero, en general, la mujer necesita de tus atenciones. Por eso,
muestra tu satisfacción siempre que encuentres en la comida, o en la casa algo
que te agrade. Con ello harás más feliz a tu esposa, y con la felicidad
de ella tú mismo te sentirás más feliz. El amor exige respeto, ternura,
delicadeza, generosidad, fidelidad.
Muchos matrimonios fracasan, no por falta de conocimientos sexuales, sino
porque marido y mujer no han llegado a valorarse y respetarse como personas.
Conocer el funcionamiento del sexo es fácil. Pero esto no basta para querer al
otro como persona.
Este amor es fundamental para que haya familia. Para que haya familia tiene que
haber matrimonio.
Y el matrimonio queda constituido con la entrega comprometida y definitiva ante
Dios y ante la comunidad de dos personas que así se convierten en esposo y
esposa .
Por otra parte, no debes olvidar que
la mujer es mucho más sentimental y afectuosa que le hombre, y que, por
consiguiente, está mucho más necesitada de muestras de cariño. Dáselas, pues, a
menudo. Es notable que muchos que en el noviazgo tuvieron manifestaciones de
amor incluso excesivas, después de casados, precisamente cuando estas
manifestaciones eran más necesarias para reforzar la unión y el amor
matrimonial, se portan con sus mujeres de una manera fría, seca y hasta
desagradable.
El marido no debe considerar su casa como una fonda a la que sólo va a
dormir. Debe dedicar tiempo a su mujer y a sus hijos. Debe saber hacer sentir a
su mujer que necesita de ella. El sentirse necesaria, la llenará de
satisfacción.
Procura reconocer y agradecer las
atenciones y delicadezas que tu mujer tenga contigo. Dile que la comida
que te ha preparado está muy buena. Pero nunca le digas que tu madre lo hacía
mejor, aunque sea verdad. Que no se sienta menospreciada, sino animada a hacer
las cosas a tu gusto. Y si las cosas no están a tu gusto, no hagas por ello una
escena: dáselo a entender a ella, pero con cariño. Cuando tengas que
reprenderla, no lo hagas nunca en el mismo instante en que te ha molestado. Lo
más probable es que en ese momento seas excesivo en tus reproches, ella se
resista y la cosa empeore. Espera un momento oportuno, y en la soledad y con
cariño dile dulcemente lo que quieres. Dale a tu mujer de buena gana el dinero
suficiente para los gastos de la casa, dejándole un poco de libertad en el modo
de gastarlo, y no exigiendo cuentas demasiado detalladas, aunque ella debe
consultar contigo cuando haya de tomar una resolución importante. Algunos
matrimonios, para evitar conflictos en la administración del dinero, hacen, de
los ingresos destinados a gastos, tres partes desiguales: a) una cuota fija
para los gastos necesarios de la casa que administra la mujer; b) otra cuota
fija para los gastos que el marido quiera hacer; c) otra cuota fija para que la
mujer la gaste en sus cosas con entera libertad. De esta última cuota ella debe
vestirse, hacer los gastos superfluos que le parezca, etc.
No te entrometas en lo casero. Llévala contigo siempre que sea posible.
Dedícale algunos ratos para que pueda hablar contigo de lo que ella quiera, y
escúchale de buena gana. Interésate
frecuentemente por su salud y esmérate en atenciones cuando no se encuentre
bien. Una de las cosas que más ilusiona a una mujer es ver sus deseos
cumplidos, sin necesidad de exponerlos. Procura esforzarte por adivinarlos y
satisfacerlos... No le regatees alabanzas cuando se presente la ocasión.
Sobre todo si es joven, no dejes de decirle alguna vez que ese vestido le
sienta bien, o que con ese otro peinado te gusta más.
Que no le falten tus elogios a su
belleza y a sus cualidades. Es posible que los reciba de otros hombres y le
falten de quien con más razón debe esperarlos.
El amor conyugal está hecho de mil detallitos aparentemente sin importancia,
que sin embargo contribuyen mucho más de lo que se cree a la felicidad del
hogar. El amor se alimenta de pequeñeces, de insignificantes detalles. Las
delicadezas son el lenguaje habitual del amor. Es mucho lo que puede contribuir
a la felicidad de un hogar la ternura de un hombre para con su mujer, y los
detalles de consideración y delicadeza que tenga para con ella. Hazle
algún regalo por su santo, en el aniversario de la boda, etc., aunque sea una
pequeñez. No es el valor material de la cosa, sino la delicadeza del recuerdo y
del regado lo que llega al corazón. Con más razón debes tener otras atenciones
y delicadezas que no cuestan dinero, como son algunas muestras de cariño,
reconocer sus valores y esfuerzos por atenderte, alabarla delante de otras
personas, mostrarte orgulloso de ella: pocas cosas hacen más feliz a una mujer
que el sentirse apreciada.
Ten cuidado de no prodigar tus alabanzas hacia otras mujeres delante de la
tuya. Evita los piropos o atenciones excesivas a otras mujeres. Y si lo que
haces es complacerte comentando viejos amores del pasado, es algo que
lógicamente a tu mujer ha de dolerle profundamente. No elogies los encantos de tu secretaria o de tu
vecina. Que de ninguna manera pueda ella encontrarse subestimada por ti.
Por el contrario, no regatees elogios sinceros a tu esposa, y sé con ella tan
amable y tan atento como cuando te enamoraste de ella. Vuestra intimidad no
debe ser origen de descuidos, desatenciones y negligencias que enfríen vuestro
cariño. Mucha delicadeza. Si vas a llegar tarde a cenar, procura avisar a tu
mujer. No manches sin necesidad, ni seas desordenado. Cosas que para ti no
tienen importancia, a ella le ponen nerviosa y serán motivos de disgustos.
Cuando la mujer se enamora sueña con el hombre ideal. Por eso es fácil que se
sientan molestas, descontentas, o defraudadas ante pequeños defectos de su
marido que hacen derrumbarse a sus ojos el mito de hombre ideal que se habían
formado. Por eso no basta ser fiel, amoroso, y capaz de triunfar en la vida.
Tienen importancia sobre todo, aquellos defectos que en público pueden ponerla
en ridículo:
tratar mal a un camarero, dar una propina tacaña, llevar los zapatos sucios,
una mancha en la corbata, petulancia en querer llevar siempre la razón, vanidad
hablando siempre de sí, presunción poco varonil; contemplarse en los espejos
como una mujer, etc.
También tienen importancia detalles que se relacionan con ella; ir por la calle
a un paso que ella no puede seguir; seguir leyendo el periódico cuando ella te
habla, sin hacerla caso, o escucharla con cara de mala gana; humillarla (y
mucho menos en público) diciéndole cosas desagradables, como por ejemplo: «Tú
cállate, que de esto no entiendes ni una palabra».
Hay maridos que no hablan con sus mujeres; sólo mandan.
Para procurar la felicidad de tu esposa debes caer en la cuenta de que su
psicología es distinta de la tuya. Puede ser que tu proceder impetuoso para
exigir lo que tienes derecho, a ella -por naturaleza menos pasional que tú - le
parezca brutal. Debes, por lo tanto, proceder en esto con moderación, delicadeza
y cariño. La mujer es más lenta y necesita preparación. «El marido debe darle
gran importancia al juego sexual previo. Debe tratar de crear el deseo sexual
de la esposa antes del coito.
Tener sexo sin preparar a la esposa, sin un beso, ni un cariño, es algo que el
esposo no debe nunca hacer. Por lo menos debe dedicar cinco o diez minutos
antes del coito a crear un ambiente sexual.
Con palabras de cariño, con besos,
abrazos y las caricias que más halaguen a su esposa. Debe conquistar en
cierto modo, a la esposa cada vez que le va a pedir sexo» 966.
El hombre puede alcanzar el orgasmo en dos minutos. En cambio la mujer es
frecuente que necesite de diez a quince minutos de estimulación activa para
llegar al mismo resultado. Es que la voluptuosidad en la mujer es más un acto
psíquico que fisiológico. Es preciso saberla despertar juiciosamente, sin
violencias ni brusquedades hasta que se entregue totalmente en un acto de amor
.
Por eso el hombre debe evitar ser brusco, desconsiderado, impaciente. No debe exigir
lo que no haya sido capaz de hacer desear a su mujer. La mujer también se apaga
más lentamente después del orgasmo, por lo tanto, conviene seguir ocupándose de
ella, acariciándola durante unos momentos .
Es frecuente que a ella le sobrevengan varios orgasmos sucesivos (tres o
cuatro), abarcando una duración de uno a cinco minutos. Es esencial que el
hombre no se separe durante este período, si quiere dar a la mujer el placer
que desea... La mujer debe quedarse con la impresión de que se la ama por ella
misma; que no es un objeto que se abandona después de usado. Algunos
testimonios de profundo amor en el posludio tienen una importancia capital... La relación conyugal es un acto de amor. Nace
en el amor y aporta a la pareja una intensificación de este amor. Pero es
necesario que sea un amor de donación, un amor generoso en que la atención al
tú predomine siempre sobre la búsqueda de la satisfacción propia . Si en lo que
ocurre en el lecho conyugal no está presente la ternura, es muy probable que
aquello resulte insatisfactorio.
El marido no puede olvidarse de los derechos de su mujer. Si la deja
insatisfecha será para ella una tortura y terminará aborreciendo el acto
conyugal. El acto matrimonial debe
ir saturado de ternura. Prolongar el cariño en este momento es de los puntos
más apreciados por la mujer. La ternura ennoblece la sensualidad, sin
extinguirla. Cuando ésta falta, el acto conyugal queda enormemente empobrecido.
La unión psíquica del amor vale mucho más que todas las satisfacciones
sensitivas.
El acto conyugal debe ser la expresión del amor entre los cónyuges. Arrollar a
la mujer, con el pretexto de unos derechos de marido, sin ninguna consideración
a los que ella tiene como mujer, puede ser pecado grave. También dentro del
matrimonio es pecado instrumentalizar a una persona.
La mujer no debe ser poseída brutalmente, sino conquistada delicadamente., Ha
dicho el Papa Juan Pablo II : El marido que trata a su mujer sin amor, sino
sólo como objeto de satisfacción del instinto, adultera con su propia esposa .
El ideal es que el orgasmo sea
simultáneo . Por eso el hombre debe dominarse y no eyacular hasta que la
mujer dé indicios de que se acerca al orgasmo .
«El primer coito es un momento delicado. El joven, casi siempre hiperexcitable,
puede tener poca paciencia, ante una muchacha poco despertada sexualmente... Es
excepcional que la desfloración sea realmente dolorosa. Si el esposo la realiza
en el ambiente de ternura y profundo amor que es normal en los primeros días
del matrimonio, la mujer no experimentará ningún trastorno. La mínima
hemorragia que se produce frecuentemente al rasgar el himen, no tiene
consecuencias; sin embargo, conviene dejar que se produzca la cicatrización
durante tres o cuatro días absteniéndose de relaciones sexuales en este breve
período. Es un verdadero sacrificio para el marido, pero será apreciado por la
mujer»967.
Hoy hay una excesiva preocupación por la técnica sexual y la mecánica del
orgasmo. Esto hace que le coito pierda la espontaneidad de un acto que debe brotar
del amor, y lo que resulta es de un efecto contrario a lo que se pretendía.
Existe una relación inversa entre el número de libros sobre cómo hacerlo,
leídos por una persona, y el placer que experimentan las personas
involucradas... Por eso los sexólogos
están preocupados por el ansioso exceso de énfasis que se pone en alcanzar el
orgasmo... Esta preocupación técnica roba a la mujer lo que más ansía en
ese momento: la espontaneidad . Dice el Dr. May en «Love and Will»: No es
sorprendente que las tendencias contemporáneas hacia la mecanización del sexo
tengan mucho que ver con el problema de la impotencia. La característica
distintiva de la máquina es que puede realizar todos los movimientos, pero
nunca siente .
En la relación sexual se trata
principalmente de amor y no de técnica. La preocupación por la mecánica
sexual puede agotar el amor y convertirlo en una caricatura desgraciada y
artificiosa del mismo. En cambio, el amor y la generosidad mutua llegarán a
conseguir, por sus insospechados caminos, resultados muy superiores a los
técnicos . Esta preocupación por las
técnicas sexuales tiene su base en el concepto de que el hombre no es más que
un animal desarrollado; y, por lo mismo, lo más importante en sus relaciones
sexuales será la cantidad de placer físico que ellas puedan producir. Todo
esto es una idea absurda y muy triste acerca de la naturaleza humana y del amor
conyugal. De esta idea absurda proviene en algunos la obsesiva y maniática
ansiedad por buscar resultados siempre más artificiosos. Ansiedad y manía que
tantas veces lleva al callejón sin salida del hastío sexual o de las
aberraciones sexuales.
Se asemeja a la actitud del gastrónomo que estuviera estudiando y planeando
laboriosamente cada plato, con ansiedad de conseguir siempre el máximo placer
de su comida. En realidad, éste goza en comer mucho menos que la gente normal.
Lo mismo ocurre en la vida conyugal; los técnicos se enredan en ansiedades y
preocupaciones artificiosas, mientras que los esposos normales se aman libres
de preocupaciones, sin que la ansiedad por el máximo placer físico posible
pueda empeñar su espontaneidad, su alegría y su gozo al entregarse mutuamente;
factores éstos mucho más importantes para la plenitud de la felicidad sexual.
Volvemos a repetir que no hay mejor técnica para el ajuste sexual que el
verdadero amor mutuo, la consideración hacia el otro y el deseo de cada uno de
hacer feliz a su pareja. En el sexo
se repite lo que ocurre en tantos otros aspectos de la vida: que da mucha más
felicidad el dar que el recibir. Aquí tiene esto una especial
significación, porque, esencialmente, el acto conyugal es un don .
El amor conyugal no es una simple aventura de goce apasionado. El goce físico
debe estar al servicio de la ternura. La unión sentimental debe preceder a la unión de los cuerpos: esta última
se convertirá así en expresión de un amor que ya existe en los corazones .
El acto conyugal debe ir siempre saturado de ternura . Si este acto no
nace del amor va contra el recto orden . El encuentro genital será de verdad auténtico
si entre los esposos hay una constante y concreta actitud de amor mutuo,
demostrada prácticamente a lo largo de las más diversas situaciones de la vida.
Es necesario, en efecto, recordar que la unión sexual, para estar
verdaderamente en consonancia con la naturaleza humana, no puede reducirse
solamente a la búsqueda de sensaciones voluptuosas, sino que debe expresar
sobre todo una fusión completa entre el hombre y la mujer, penetrando
simultáneamente sus facultades del cuerpo y del espíritu .
No es lo mismo amor que deseo. El amor es del alma y el deseo es del cuerpo. El amor matrimonial debe ser total: de
alma y de cuerpo.
Decálogo de la esposa:
1.- El hogar será lo que tú hagas de
él. Ésa debe ser la gran obra de tu vida.
2.- Te corresponde la administración inmediata de los bienes. Sé previsora,
prudente y con gran sentido común.
3.- Que tu buen gusto y tus desvelos -más que tu dinero - hagan del hogar un
refugio acogedor para cuantos constituyen tu familia.
4.- Procura seguir siendo siempre la novia de tu marido. Y que ello se note tanto en tus palabras como en
tu presentación.
5.- Jamás olvides que antes que tus mismos hijos -y por supuesto tus padres -
está tu esposo.
6.- Que tus palabras, tu alegría y tu sosiego sean alivio y descanso para cuantos
constituyen tu hogar, o se acercan a él.
7.- Tu primer deber hacia tus hijos se llama ternura. Sobre ella, como
base, te será fácil ir ejercitando, a una con tu marido, ese arte difícil y
delicado que se llama educar.
8.- No grites, ni pierdas los estribos.
Te harás obedecer mejor si dices a tus hijos las cosas con calma.
9.- Pon especial cuidado en el orden y administración del hogar: en las horas
de las comidas, y en la prudente economía.
10.- Finalmente, si tienes la dicha de tener fe, busca tu apoyo en Dios, pues
el Él encontrarás siempre la fuerza y la gracia que necesitas para llevar
adelante tu hermosa misión en la vida.
Decálogo del esposo:
1.-Soluciona tu vida -al menos en lo fundamental - antes de constituir una
familia
2.- Tu trabajo es importante, pero que no te absorba de tal modo que te robe un
tiempo que debes a los tuyos.
3.-El buen humor, la permanente
serenidad de espíritu, es el regalo más valioso que puedes ofrecer a tu esposa
y a tus hijos.
4.- Tu esposa debe ser tu mejor amiga y compañera. Y has de tener hacia ella
las mismas atenciones, al menos, que tenías cuando era sólo tu novia.
5.- Respeta su campo de trabajo. Pocas cosas hay tan ridículas y perjudiciales
como un marido quisquilloso y entrometido en lo que es propio de su mujer.
6.- Si tu esposa está en condiciones de ejercer una profesión -salvando
el cuidado del hogar - permíteselo.
7.- En relación con tus hijos, no
olvides que el educar es un arte. Arte difícil y delicado, integrado por
un poco de ciencia, mucho de buen sentido y, sobre todo, mucho de amor.
8.- El ejemplo es la clave de la
educación. Gánate con tu proceder el respeto y la obediencia.
9.- Sé muy hombre en todo, pero ten presente que esto es perfectamente
compatible con las muestras de afecto que los tuyos necesitan.
10.- Y si tienes la dicha de ser
creyente, que Cristo sea la luz y la alegría de tu vida en el cumplimiento de
tus deberes de padre y esposo.
Decálogo del matrimonio y del hogar:
1.-Antes que la profesión, incluso antes que los propios hijos -y precisamente
por el bien de ellos - está vuestro amor de esposos, para el cual tenéis que
saber encontrar vuestro tiempo .
2.- Paternidad responsable,sí; pero si el Señor os da una familia
numerosa, aceptadla como el mayor de los bienes.
3.- Que vuestro hogar esté siempre abierto para vuestros familiares y amigos.
4.- Que en vuestro hogar haya siempre un sitio de honor -como en vuestro
corazón - para quienes os dieron la vida.
5.- Respetaos mutuamente vuestro campo de acción.
6.- Sed con vuestros hijos enérgicos
en lo esencial y flexibles en lo accidental.
7.- No dramaticéis las
cosas sencillas. Simplificad las cosas trágicas.
8.- La belleza, el buen gusto y el orden deben ser algo característico
de vuestro hogar.
9.- Que una religiosidad sencilla y auténtica envuelva en una sana
espiritualidad vuestro hogar.
10.- Aceptad vuestra situación. Como
dice Quoist : Si no podéis construir el castillo soñado, construid una cabaña.
Pero no seréis felices en vuestra cabaña mientras sigáis soñando con el
castillo .
f) Procreación de los hijos: «El Señor se ha dignado sanar el amor de los
esposos, perfeccionarlo y elevarlo, por el don especial de la gracia y de la
caridad. Un tal amor, asociando a la vez lo humano y lo divino, lleva a los
esposos a una entrega libre y mutua de sí mismos, comprobada por sentimientos y
actos de ternura, e impregna toda su vida. Supera, pues, con mucho, la
inclinación puramente erótica que, cultivada con egoísmo, se malogra rápida y
lamentablemente»968.
Desde el Concilio Vaticano II ya no se habla del fin primario y secundario del
acto conyugal.
Por la unión de los esposos se
realiza el doble fin del matrimonio: el bien de los esposos y la transmisión de
la vida. No se pueden separar estas dos significaciones o valores del
matrimonio sin alterar la vida espiritual de los cónyuges ni comprometer los
bienes del matrimonio y el porvenir de la familia.
Así, el amor conyugal del hombre y de la mujer queda situado bajo la doble
exigencia de la fidelidad y la fecundidad .
«El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la
procreación y educación de los hijos.
Desde luego, los hijos son don excelentísimo del matrimonio y contribuyen
grandemente al bien de sus mismos padres... En el deber de transmitir la vida
humana y educarla, lo cual hay que considerar como su propia misión, los
cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios-Creador, y como sus
intérpretes. Por eso, con responsabilidad humana y cristiana cumplirán
su obligación con dócil reverencia hacia Dios; de común acuerdo y esfuerzo se
formarán un juicio recto, atendiendo tanto al bien propio como al bien de los
hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias del
momento y del estado de vida, tanto materiales como espirituales, y, finalmente,
teniendo en cuenta el bien de su propia familia, de la sociedad y de la
Iglesia. Este juicio, en último término, lo deben formar ante Dios los esposos
personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos tengan en cuenta que
no pueden proceder a su arbitrio, sino que siempre deben regirse por la
conciencia, que hay que ajustar a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de
la Iglesia, que interpreta auténticamente aquella, a la luz del Evangelio. Esa
ley divina muestra el pleno sentido del amor conyugal, lo protege e impulsa a
su verdadera perfección humana. Así, los esposos cristianos, confiados en la
Divina Providencia y fomentando el espíritu de sacrificio, glorifican al
Creador y se perfeccionan en Cristo cuando con generosidad, sentido humano y
cristiano de su responsabilidad cumplen su misión procreadora. Entre los
cónyuges que cumplen así la misión que Dios les ha confiado, son dignos de
mención muy especial los que, de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con
magnanimidad una prole más numerosa para educarla dignamente. El matrimonio no
es solamente para la procreación, sino que la naturaleza del vínculo
indisoluble entre las personas y el bien de la prole requieren que el amor
mutuo de los esposos mismos se manifieste ordenadamente, progrese y vaya
madurando. Por eso, si la descendencia, tan deseada a veces, faltara, sigue en
pie el matrimonio, como intimidad y participación de la vida toda, y conserva
su valor fundamental y su indisolubilidad» 969.
Dice el Papa Juan Pablo II : «el cuerpo del hombre y de la mujer no son sólo
para la procreación, sino que deben expresar el amor mutuo, en una donación
recíproca que refleje la unión de los espíritus y la comunión íntima de las
personas, imágenes de Dios».
Esta funcionalidad amorosa de la actividad sexual es inseparable del acto
mismo, de manera que si carece de ella, el ejercicio sexual no pasa de un nivel
zoológico. Por lo tanto, elemento esencial de la bondad ética del ejercicio
sexual es que éste realice de hecho el significado amoroso que le caracteriza
como acción humana. El ejercicio puramente biológico de la sexualidad humana es
contrario a la naturaleza racional y espiritual del hombre. Bajo este aspecto,
la actividad sexual puede quedar éticamente viciada tanto dentro como fuera del
matrimonio por un doble efecto no siempre coincidente: por estar privada de su
comunicación amorosa -gozar sin amor - y por no realizarse de manera natural
dejando sin consumar lo que el mecanismo sexual tiende a consumar en
conformidad con el plan establecido por Dios en el orden biológico de los sexos
No es raro el fenómeno de la frigidez en la mujer que no llega al orgasmo en el
acto conyugal con su esposo. Eso tiene fácil solución consultando con un
médico. Podría ser solución el que la mujer no se contente con estar
pasivamente dejando que él lo haga todo. Si ella participa activamente en el
juego sexual, pude remediar su mal. El niño debe ser amado y deseado desde el
primer momento en que se conoce su concepción. Dice Marta Cogollos , psicóloga
de niños, que las hormonas que la mujer embarazada transmite al feto dependen
de su estado de ánimo. Por ellas el niño se entera si es amado y deseado o
rechazado.
Numerosos médicos, psiquiatras y psicólogos hablan de este «diálogo endocrino»
en el que el niño se entera del estado de ánimo de su madre hacia él. Esto
influye en el comportamiento posnatal del niño.
El Concilio Vaticano II, después de hablar de la paternidad responsable y de
revalorizar la función del amor en el matrimonio dice que «el amor matrimonial
se ve frecuentemente profanado por el egoísmo, el hedonismo y las prácticas
ilícitas contra la generación»970.
g) Planificación familiar: Los hijos
deben ser fruto del amor y de la paternidad responsable .
Pablo VI , en la encíclica «Humanae vitae», dice: En la misión de transmitir la
vida, los esposos no quedan libres para proceder arbitrariamente, como si ellos
pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a
seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios,
manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos, y
constantemente enseñada por la Iglesia... La Iglesia, al exigir que los hombres
observen las normas de la ley natural interpretada por su constante doctrina, enseña
que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida
. Con todo, los que por alguna razón no lleguen a este ideal no se
desanimen , dice Pablo VI , sino que recurran con humilde perseverancia a la
misericordia de Dios . A veces puede haber razones para limitar el número de
hijos, o espaciarlos No es prudente que la mujer quede embarazada a partir de
los cuarenta años.
Los métodos naturales de la
regulación de nacimientos son morales . La diferencia entre métodos
artificiales y naturales en la planificación familiar es que en aquellos se
utilizan medios físicos (preservativo, DIU), químicos (espermicidas), u
hormonales (píldoras) para frustrar la concepción. En cambio los métodos
naturales se limitan a elegir los días infecundos, en lo cual no hay nada
inmoral. Aunque los métodos naturales han hecho progresos prometedores, son
desdeñados por muchos.
Para algunos es humillante que la Iglesia tuviese razón en esta materia y fuera
auténticamente profética cuando se la acusaba de ser retrógrada y anticuada . Y
no olvidemos que en los métodos artificiales hay en juego grandes intereses
económicos mientras que los métodos naturales son gratuitos.
El Dr.Germán Knaus , austríaco, y el Dr.Yusaku Ogino , japonés, descubrieron
simultáneamente, en 1923, que la ovulación de la mujer tiene lugar trece días
antes del comienzo de la menstruación, con una fluctuación de dos días antes o
después, cualquiera que sea la duración del ciclo. Puesto que el óvulo
vive unas veinticuatro horas, una mujer puede conocer su período de fertilidad
971.
Una tecnificación de este método es averiguar el día de la ovulación haciendo
una gráfica de la temperatura basal de la mujer. Los termómetros especiales
para esto traen un librito explicando el modo de utilizarlos. Como el
espermatozoide permanece vivo unos dos días dentro del útero, resulta que los
días fecundos se reducen a tres cada mes.
Desde hace algún tiempo se vende en farmacias un aparato llamado OVULATOR, que
observando la cristalización de la saliva, indica los días fértiles y estériles
del ciclo femenino. Hoy con los trabajos de fecundación in vitro se ha vuelto a
hablar de este procedimiento al que se da una fiabilidad del 90% .
En 1975 se ha publicado en España un libro del Dr. Billings , australiano, que
ya lleva veinte ediciones en cuatro idiomas. Billings ha descubierto un método
para regular la natalidad que es muy fácil, natural, sano y barato (sin
instrumentos ni productos), moralmente lícito y, según parece, el más seguro de
todos. Se basa en la observación el moco vaginal . La experiencia de la
Organización Mundial de la Salud, por las estadísticas realizadas en cinco
países, le da al método Billings una eficacia del 99% de éxitos 972.
Hoy es practicado por cincuenta
millones de matrimonios en el mundo . El Método Sintotérmico, que es la
combinación del Método Billings con otros parámetros, puede llegar al 99'2% de
seguridad, según los resultados dados por la OMS en «Biologic of fertility
control by periodic abstinence» (Informe técnico 369/67), si se enseña
adecuadamente siguiendo el «Learning Package of Familiar Fertility», OMS, 78.
El Dr. Billings , Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Melbourne (Australia), estuvo en Madrid en mayo de 1984 y afirmó:
«Mi método es eficaz, por lo menos, en el 99% de los casos. Más eficaz que el
DIU y el preservativo. Y tiene la ventaja de ser un método natural, sencillo y
barato. Sin los inconvenientes psíquicos de la ligadura de trompas y
vasectomía». Además no tiene los inconvenientes de la píldora. La píldora
anticonceptiva produce cáncer de útero, afirma el «Royal College of General
Practitioners», después de 20 años de investigaciones .
En el número de septiembre de 1989 «The Lancet», una de las revistas médicas
más importantes del mundo, se dice que las mujeres que toman anticonceptivos
presentan una probabilidad de cáncer de mama 75% superior a las mujeres que no
las usan . Y en la misma revista, 344(1994)1390, también se dice que la toma de
anticonceptivos orales duplica el riesgo de padecer cáncer de útero.
En el Vademécum Internacional de Especialidades Farmacéuticas que tienen casi
todos los médicos españoles se dice que se ha demostrado que las mujeres que
toman anticonceptivos orales sufren alteraciones cardiovasculares en proporción
superior a las que no las toman . Con razón dice el Dr. Benigno Blanco :
Al consumidor de tabaco se le advierte que el tabaco perjudica la salud, pero a
la usuaria de anticonceptivos se le oculta los riesgos que asume .
En el telediario de varias cadenas del miércoles 25 de octubre de 1995 se dijo
que la píldora anticonceptiva había ocasionado embolia a varias mujeres que la
usaban. El Instituto Federal de Medicamentos de Berlín informa que la píldora
anticonceptiva «Diane», de los Laboratorios Schering, puede producir cáncer de
hígado. Esta píldora ha sido utilizada por millones de mujeres, también en
España. «La reunión del método ogínico con el del Dr. Billings es el modo más
seguro de todos los conocidos»973.
La organización mundial que lleva la enseñanza y el control del Método Natural
de ovulación Billings es la WOOMB, cuya sede en Madrid está en la calle
Francisco Zea n 9, teléfono (91) 726 48 26 - 28028 Madrid. En España se enseña
en centros de diferentes ciudades, dependiendo fundamentalmente de las
asociaciones Pro-Vida: información en la Secretaría General, teléfono (93) 204
71 11, de Barcelona, o en centros de ADEHFA: información en el teléfono (91)
241 40 83, de Madrid.
Voy a poner aquí las direcciones de
los centros WOOMB de información y enseñanza en distintas capitales de
provincia:
Madrid : Dra. Ana Mercedes Rodríguez. Francisco Zea,9, entreplanta.Tel.:(91)
726 48 26. Madrid 28028
Alcalá de Henares :D Mercedes Otero. T.: (91) 888 66 86
Móstoles: D Pilar López Rodríguez, Tel.: (91) 618 83 24. D Concepción Gutiérrez
Herrero. Tel.: (91) 613 60 45.
Pozuelo : Clínica Ginesalud. T.: ( 91) 726 48 26 Villanueva de la Cañada :D M
Luisa González Argüello. T.: ( 91 ) 815 50 33
Alicante : D Ana Such. T.: ( 96 ) 512 61 81
Asturias :Dra.Inmaculada Flores.Carretera de Pando 6 F.Oviedo.T.:(98)5110773
Baleares :Dra. Candelas Cordero. Juan Maragall 37,1 ,1 .
Palma.T.:971274103
Barcelona : D M José Blázquez. El Masnou. T.: ( 93 ) 555 48 01
Burgos :Dra.Concepción G Tejerina.Madrid 17,5 B.09002
Burgos.T.:947264014
Cuenca : D Mónica la Torre Cañizares. T.: ( 969 ) 22 08 79
Granada : D M ngeles Martínez de Victoria. T.: ( 958 ) 25 42 89
Guadalajara : D Fátima de Luis López. T.: ( 949 ) 25 40 88
La Coruña : Dra. Helvia Temprano. Hospital Teresa Herrera. La Coruña. T.:(981)
285400
León : D Franca Tonini. Cardenal Landázuri 27. 24003-León. T.:(987)23 10 20
Lérida: Arancha Merino Thomas. Obispo Irurita, 12. escalera, 9, 3 ,1 . 25006 -
Lérida. Tel.: (973) 27 35 30.
Murcia: Cándida Vicente Gil. Av. Ronda Norte, 9, 4 dcha. escalera izq. 30009 -
Murcia. Tel.: (968) 29 96 06.
Orense :Hermelinda Esteve.Carreterade Vigo,33.32001-Orense.T.:(988)215758
Pamplona: D Teresa Jaurrieta Galdiano. Plaza del Castillo, 44, 3 , I. 31001 -
Pamplona Navarra). Tel.: (948) 22 90 94.
Ponferrada (León): D Asunción Quirós lvarez. Monasterio de Carracedo, 3, 11C.
24400 - Ponferrada (León). Tel.: (987) 41 26 89.
San Sebastián : D Ana Munilla. Iparraguirre,16,of.6. 20001-San Sebastián.Tel.:
(943)27 81 93
Canarias : M Luz Fariña. Santiago Beyro,15. 38007-Sta. Cruz de
Tenerife.Tel.:(922)21 49 63
Segovia : Juana Alonso. Los
Castillos,7,1 E. 40004-Segovia. T.:(921)44 38 66
Sevilla :D Carmen Cuadra.CruzRojaCapuchinos.41009-Sevilla.T.:(95)4359543
Tarragona : D Carmen Paya. Reus. Tel.: ( 977 ) 31 14 76
Toledo : D M Carmen Ramos Peñalver. Rda. Buenavista, 25, Blq.5, 3 . 45005 -Toledo.Tel.: (925)25 51 02. D
Concepción Gutiérrez Arias. Bargas.Tel.:(925)493043
Valencia: Dra. M Argaya Roca. . Salvador 6, bajo dcha.
46003-Valencia.Tel.:(96)391 8545
Valladolid: Dra. Nieves
González Rico. Paraíso, 3, 1 dcha. 47003 - Valladolid. Tel.: (983) 25 30
07.
Zaragoza: Dra. Pilar Traver. Calle Dr. Casas, 12, 2 , dcha. 50008.- Zaragoza.
Tel.: (976) 23 37 55 y 49 91 96.
La «Humanae vitae» ha presentado a los esposos «un ideal de ética conyugal
cristiana, a cuya realización han de tender progresivamente los fieles, y que
exige no pocas veces un gran esfuerzo.
Tanto, que en algunos casos se podrá
dudar, con fundamento, de la culpabilidad grave de los esposos en el incumplimiento
de su deber en casos particulares. Puede ocurrir, dada la fragilidad humana,
que los esposos, a pesar de sus buenas intenciones, no respondan siempre a la
exigencia de un amor fecundo, según la norma cristiana. No por esto han
de considerar todo esfuerzo inútil y apartarse de los sacramentos.
Por el contrario, si el pecado les sorprendiese todavía, no se desanimen, sino
que recurran con humilde perseverancia a la misericordia de Dios, que se
concede en el sacramento de la penitencia».
El Papa Juan Pablo II ha dicho el 22
de noviembre de 1981, en la «Familiaris consortio»: «La Iglesia es ciertamente
consciente también de los múltiples y complejos problemas que hoy, en muchos
países, afectan a los esposos en su cometido de transmitir responsablemente la
vida. Conoce también el grave problema del incremento demográfico, como
se plantea en diversas partes del mundo, con las implicaciones morales que
comporta.
Ella cree, sin embargo, que una consideración profunda de todos los aspectos de
tales problemas ofrece una nueva y más fuerte confirmación de la importancia de
la doctrina auténtica acerca de la regulación de la natalidad, propuesta de
nuevo en el Concilio Vaticano II y en la «Encíclica Humanae vitae».
Por eso, junto con los Padres del Sínodo, siento el deber de dirigir una
acuciante invitación a los teólogos a fin de que, uniendo sus fuerzas para
colaborar con el Magisterio Jerárquico, se comprometan a iluminar cada vez
mejor los fundamentos bíblicos, las motivaciones éticas y las razones personalistas
de esta doctrina. Así será posible, en el contexto de una exposición orgánica,
hacer que la doctrina de la Iglesia en este importante capítulo sea
verdaderamente accesible a todos los hombres de buena voluntad, facilitando su
comprensión cada vez más luminosa y profunda; de este modo el plan divino podrá
ser realizado cada vez más plenamente, para la salvación del hombre y gloria
del Creador (...). También en el campo de la moral conyugal la Iglesia es y
actúa como Maestra y Madre.
Como Maestra, no se cansa de proclamar la norma moral que debe guiar la
transmisión responsable de la vida. De tal norma la Iglesia no es ciertamente
ni la autora ni el árbitro. En
obediencia a la verdad que es Cristo , cuya imagen se refleja en la naturaleza
y en la dignidad de la persona humana, la Iglesia interpreta la norma moral y
la propone a todos los hombres de buena voluntad, sin esconder las exigencias
de radicalidad y de perfección.
Como Madre, la Iglesia se hace cercana a muchas parejas de esposos que se
encuentran en dificultad sobre este importante punto de la vida moral; conoce
bien su situación, y a veces verdaderamente atormentada por dificultades de
todo tipo, no sólo individuales, sino también sociales, sabe que muchos esposos
encuentran dificultades no sólo para la realización concreta, sino también para
la misma comprensión de los valores inherentes a la norma moral.
Pero la misma y única Iglesia es a la vez Maestra y Madre. Por eso, la
Iglesia no cesa nunca de invitar y animar, a fin de que las eventuales
dificultades conyugales se resuelven sin falsificar ni comprometer jamás la
verdad. En efecto, está convencida
de que no puede haber verdadera contradicción entre la ley divina de la
transmisión de la vida y la de favorecer el auténtico amor conyugal. Por
esto, la pedagogía concreta de la Iglesia debe estar siempre unida y nunca
separada de su doctrina. Repito, por tanto, con la misma persuasión de mi
Predecesor: No menoscabar en nada la saludable doctrina de Cristo es una forma
de caridad eminente hacia las almas».