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P. Jorge Loring, S. I. Para salvarte IntraText CT - Texto |
Cuarto Mandamiento
66,1. Honrar a los
padres es obedecer, si se vive bajo su potestad, sus mandatos; mientras no manden
lo que es pecado, pues «es preciso obedecer a Dios antes que a los
hombres»626. También asistirlos en sus necesidades y reverenciarlos con
amor. «Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al
Señor» 627.
En algunas traducciones del Evangelio hay una frase que puede entenderse mal.
Dice Jesucristo : «El que no odia a sus padres no es digno de Mí» 628.
Hay que tener en cuenta que la palabra «odiar» en hebreo no tiene el mismo
sentido que en castellano. En hebreo
significa «tener en menos». Por lo tanto el sentido de la frase es:
«El que antepone sus padres a Mí, no es digno de Mí».
66,2. La desobediencia a los
padres es más grave cuando se trata de cosas relacionadas con el bien de
nuestra alma : deberes religiosos, amistades, diversiones, etc.
La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos, pero
no el respeto que les es debido, el cual permanece para siempre .
Tus padres lo son todo para ti. Aunque
sean viejos y achacosos, debes conservarles el respeto y el cariño. No
seas jamás un hijo desagradecido . Todo lo que tienes, a ellos se lo debes.
Dice la Biblia: «Cómo podrías pagarles lo que han hecho por ti?» 629.
Piensa en los pobres niños abandonados que no conocen a su padre, ni saben lo
que es el cariño de una madre.
A los padres no basta quererlos, hay que manifestárselo. No hay en el mundo
amor más desinteresado que el de los padres: no es mucho pedir que ellos
reciban alguna cálida manifestación de cariño de sus hijos, que tanto agradecen.
Hoy se habla poco de obedecer a los padres. Incluso algunos hijos se creen que
desobedeciendo dan muestras de independencia y personalidad.
Es decir, que consideran la desobediencia como una valor. Esto es una
equivocación. Esos mismos jóvenes
que no obedecen a sus padres que les aman, luego obedecen a los amigos, a las
modas, o a sus caprichos que les tiranizan. Cambian de obediencia : la
buena por la mala. Ser libre no es hacer lo que me da la gana. Ése es esclavo de sus caprichos.
Libre es el que voluntariamente cumple con su deber. La persona más
libre fue Jesucristo , que era Dios. Sin embargo cumplió con la voluntad de su
Padre.
Hoy día es muy fácil que los hijos
se contagien del espíritu de rebeldía y libertad desenfrenada del ambiente. El
P. César Vaca, O.S.A. escribió en el periódico Ya de Madrid: Criticar los
falsos maestros, los malos educadores, los padres incomprensivos y egoístas,
está bien; pero rechazar la disciplina familiar en globo, menospreciar sin
compasión a cuantos ejercen la ardua tarea de la educación y la enseñanza,
presentando como la mejor de las escuelas la anarquía de una libertad
incontrolada, es colocarse al borde de la ruina .
Los problemas que destacan en las páginas frontales de los periódicos de todo
el mundo, son un reflejo de la falta de disposición de nuestra juventud para
someterse a ningún sistema de valores que no sea la jerarquía de valores de su
propio criterio. (...) Todos somos testigos de casos de adolescentes que son
advertidos y aconsejados una y otra vez por padres experimentados y
responsables, pero ellos prefieren "discurrir por su cuenta", para
descubrir demasiado tarde lo que su padre le predecía certeramente. Por
desgracia, son muchos los jóvenes que no quieren escuchar consejos. Semejante hostilidad
de la gente joven hacia la autoridad paterna supone que ellos se oponen
irrazonablemente a los beneficios de la experiencia Los hijos deben ayudar en
la vida de familia. En todas las familias se necesita la colaboración de los
hijos. Entre todos se puede conseguir una vida familiar agradable y
alegre. En nuestra sociedad el número de personas que alcanza una edad avanzada
es cada vez mayor. Los ancianos se encuentran con problemas que hacen más dura
su ancianidad: ya no pueden trabajar, algunos están enfermos, otros solos. Todos los miembros de la sociedad deben
sentirse responsables de la atención a los ancianos, especialmente los hijos .
66,3. En este mandamiento se
contienen también las obligaciones de los padres para con sus hijos, que son,
además de amarlos: alimentarlos, vestirlos, instruirlos en religión y en
cultura, vigilarlos, corregirlos, darles buen ejemplo y procurarles un porvenir
humano proporcionado a su estado y condición social . Es decir, educarlos
física, intelectual, humana, espiritual y moralmente ; y protegerlos de los
peligros de alma y cuerpo. «Recuerden los padres que es deber suyo vigilar
cuidadosamente para que los espectáculos, las lecturas y cosas parecidas, que
puedan ofender a la fe o a las buenas costumbres no entren en el hogar, y para
que sus hijos no las vean en otra parte» 630.
Dijo Pío XII en su discurso del 9-V-57: La sociedad es para la familia,
no la familia para la sociedad. La
familia es una institución natural: es el origen de la vida humana, y el
recinto de la educación.
La familia es vínculo de transmisión normativa. Pero es necesario que la
normativa moral y religiosa se dé con convicción, con motivación y con el
ejemplo .
Debemos colaborar con nuestros padres al bien espiritual de la familia,
manifestándoles aquellas cosas que ellos deben saber para corregirlas. A no ser
que haya otro modo más eficaz. Pero
quien oculta los malos pasos de sus hermanos, por un falso criterio de
compañerismo, puede hacerse responsable ante Dios de las faltas que queden sin
corregir. El padre tiene obligación de corregir; pero para esto necesita
estar informado de lo que pasa. No
exagerar las cosas.
Pero no quitar importancia a lo que la tiene. Los padres son los primeros educadores, y son
ellos quienes deben decidir, y no el Estado, el tipo de educación que crean
mejor para sus hijos. El Estado debe ayudar a todos los niños en edad escolar
sin discriminaciones.
Sería injusto que si los padres necesitan ayuda para la enseñanza de sus hijos,
y el Estado quiere cooperar, sólo ayude a los que asisten a las escuelas
estatales, y no ayude a los de las escuelas libres .
«Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el
derecho de elegir para ellos una escuela que corresponda a sus propias
convicciones. Este derecho es
fundamental.
En cuanto sea posible, los
padres tienen el deber de elegir las escuelas que mejor les ayuden en su tarea
de educadores cristianos.
Los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y
de asegurar las condiciones reales de su ejercicio» 631.
La educación es de una importancia transcendental y de una gran responsabilidad
para los padres.
Hay en la vida muchos hombres que lamentan su desgracia por las faltas y
descuidos de sus padres.
En educación, como en todo, se recoge lo que se siembra . A los niños,
gradualmente, según ellos vayan siendo capaces de asimilar, hay que inculcarles
la limpieza, el orden, la obediencia, el sacrificio, la lealtad, la
servicialidad, la honradez, el saber renunciar, etc. etc.
Acostumbrarlos a portarse bien en todas partes, a practicar el bien aunque sea
penoso, y a huir del mal aunque sea seductor, (...)
espontáneamente, y por propia iniciativa, aunque nadie le vigile ni castigue . De mayores será muy difícil que adquieran
virtudes que no se les sembraron de pequeños.
Los niños, para su buen desarrollo, necesitan caricias desde el primer
momento. Se han hecho estudios de
niños atendidos perfectamente en sus necesidades vitales, en centros
especializados, pero faltos de cariño, que muestran anormalidades
características.
Pero los hijos no se pueden tener mimados y consentidos . El niño mimado
y consentido se hace caprichoso y poco sociable. Esto le va a traer problemas
de aceptación entre sus compañeros en su edad escolar, y esto le va a
dificultar su madurez psicológica. Está comprobado que el niño que es bien
aceptado por sus compañeros, por sus cualidades personales, tiene un gran
porcentaje de probabilidades de una buena maduración psicológica en el futuro.
Los hijos, ni se pueden tener mimados y consentidos, ni tampoco castigarlos sin
razón. El castigo es inevitable , pues es moralmente imposible que tus hijos no
cometan alguna falta que lo requiera: «sin castigo no hay educación posible»,
dice uno de los más célebres pedagogos de nuestra época, Foerster 632.
Pero para que el castigo sea educativo y eficaz ha de ser siempre : a)
oportuno: escogiendo el momento más propicio para imponerlo pasada la ira en
unos y otros; b) justo: sin exceder los límites de lo razonable; c) prudente:
sin dejarse llevar de la ira; d) cariñoso en la forma, para que el niño
comprenda que se le impone por su bien. «No somos eficazmente castigados sino por aquellos que nos aman y a quienes
nosotros amamos»633.
El castigo corporal tiene sus dificultades. Puede engendrar terquedad,
rencor, debilitamiento del sentimiento del honor. Los niños nerviosos no
debieran ser castigados corporalmente, pues se corre el peligro de aumentar su
nerviosidad. En las niñas el castigo corporal debilita el sentimiento de su
intocabilidad corporal, tan precioso para el recato de su vida futura. A veces
puede ser más eficaz que un castigo corporal el ponerlo a comer solo en una
mesita de cara a la pared, privarle de una habitual muestra de cariño, o de un dulce
que le gusta, o del dinero que se le suele dar; depende de edades y
circunstancias.
El castigo debe facilitar al niño el camino de la honradez, la obediencia, la
aplicación, etc., para hacer de él un hombre moral. El castigo más que para
expiar la culpa cometida debe servir para la corrección. Para esto es necesario
que el niño reconozca la falta, y lo justo del castigo. El castigo tiene mucho
más valor cuando el niño lo acepta voluntariamente, o se lo impone él mismo.
Después de aplicado el castigo, se deben hacer las paces con el niño lo antes
posible 634.
Hay que tener tacto para corregir con eficacia. Poco se logra con herir y
humillar solamente. Hay que alentar.
Despertar el sentimiento de la propia estima. Una corrección eficaz debe
dejar siempre abierto un portillo a la esperanza de la propia superación . El
dejarle hacer lo que él quiera, algún día lo interpretará como falta de interés
por su bien. En cambio el contrariarle manifestando que se hace por amor e
interés por él, terminará por ganarle el corazón. Decir: te quiero demasiado
para permitirte eso , o un trato cariñoso después de un castigo, restablece la
armonía. El amor debe estar por
encima de las travesuras. Una madre después de castigar a un hijo le
dijo: «No estoy furiosa contra ti, sino contra tu travesura». Y el hijo
agradeció aquel castigo.
Si es importante saber manejar el castigo en orden a una buena educación, no lo
es menos el saber utilizar el premio; por ejemplo, el elogio. La recompensa
pedagógica puede revestir muchas formas: una mirada de aprobación, un gesto
cariñoso, una palabra, la concesión de un permiso deseado, un regalo, etc. Pero
tampoco se pude ser excesivo en los premios y alabanzas, pues perderían
eficacia, y se correría el peligro de hacer al niño egoísta, obrando bien sólo
con miras al premio y a la recompensa.
El estímulo es más eficaz que la
represión. A veces ésta será inevitable, pero su eficacia será mayor si el hijo
está acostumbrado a que se le reconozca la obra bien realizada, y se le aplauda
el esfuerzo realizado, aunque no siempre estos esfuerzos hayan sido coronados
por el éxito. Todo el mundo queda agradecido a quien sinceramente le
anima. Un elogio correcto, justo, oportuno, estimula y educa para el bien. Todo
el arte de la Pedagogía consiste en saber sonreír y en decir NO a los hijos en
el momento preciso y de la manera exacta .
Una de las cosas peores que puede
hacer un padre con sus hijos es dejarlos que se hagan caprichosos y testarudos
. Es de la máxima importancia en la educación de los hijos la formación de la
voluntad.
La voluntad se fortalece enseñándola a renunciar. A esto hay que empezar de pequeño. Que empiece a
renunciar a gustos, caprichos, comodidades, etc., en bien del prójimo.
Por ejemplo: que reparta entre hermanos y amigos la caja de bombones que le han
regalado, que se levante de la silla para echar el papel del caramelo en la
papelera, que ceda el sillón a una persona mayor, que deje un juego ruidoso
porque a la abuelita le duele la cabeza, etc., etc. Hay multitud de renuncias y
privaciones de alto poder formativo. La sonrisa de un hijo proporciona a los
padres tanto placer que se hace durísimo contrariar al niño. Por otra parte,
hay corazones de padres que no pueden resistir el oír llorar a sus hijos. Sin
embargo, han de saber que por no querer contrariarlos hoy y darles esos
caprichos, los están preparando para grandes disgustos en la vida, porque las
cosas no siempre van a salir a sus deseos. Es una equivocación decir:
Déjale hacer. Pobrecito. Ya tendrá
tiempo de sufrir . Todo lo contrario. El niño mimado sufrirá el doble
que el que se ha acostumbrado a renunciar con naturalidad. En la vida hay que
renunciar por fuerza tantas veces!.
Es menester acostumbrar al niño, desde pequeño, a portarse bien en todas
partes, espontáneamente y por propia iniciativa, aunque nadie lo vigile ni le
castigue. Hay que saber apartarlos del mal y orientarlos al bien, de modo que
ellos mismos estimen la virtud y el deber, y lo abracen voluntariamente. Es muy
importante en la educación de los niños saber proporcionarles placeres lícitos
con alegría, y que sepan renunciar a lo ilícito sin angustia. Es imposible que los niños tengan siempre lo que
desean. Hay que acostumbrar a los niños a que acepten estas frustraciones con
naturalidad, pues la vida está llena de frustraciones.
El joven que se acostumbra desde niño a hacer su voluntad es un inútil para la
vida. Porque la vida es un tejido de deberes desagradables, y el que desde niño
no se acostumbra a cumplirlos severamente, sino que obra a impulsos de sus
gustos, caprichos y pasiones, se hace víctima de su propia voluntad al llegar a
la edad madura .
Dice el gran educador Stuart Mill : Quien nunca se ha privado de algo
permitido, no sabrá privarse de lo prohibido .
La voluntad es la facultad de la persona humana por la cual el individuo cumple
lo que se ha propuesto sin dejarse llevar por lo que
le gusta o disgusta. Es muy importante para ser una persona de carácter. Es lo
que hace al hombre más hombre . Para lograr el dominio de la voluntad es
necesario entrenarse, como en el deporte. Hay que adquirir un hábito por la
repetición de actos realizados con una motivación de superación personal. El
entrenamiento debe empezar por cosas relativamente fáciles.
Un niño mimado no es aquel por quien se hace demasiado. Nunca se hace demasiado
por un niño.
Niño mimado es aquel a quien nunca se le ha exigido, aquel a quien no se le ha
enseñado a devolver en proporción a lo recibido. Condescender a los caprichos
del niño es hacer de él un pequeño tirano.
No hay manera más segura de labrar la desgracia de un hijo que darle todos los
caprichos .
Educar, formar a un niño, es hacerle obedecer, ayudarle a superarse, enseñarle
a amar, a querer lo que no quiere, lo que no ama, lo que no hace
espontáneamente, pero que le servirá... Se ha definido al educador como quien
presta voluntad. Dejado a sí mismo, el niño queda esclavizado a sus instintos y
caprichos. La intervención de la voluntad fuerte del educador le libera... Ese
pequeño ser tan encantador y tan débil, hacia el que nuestro amor y nuestra
compasión se desbordan, es terriblemente egoísta y codicioso. Hay que
enderezarlo, moldearlo, humanizarlo. No hay rectitud moral en la vida si no se
obedece a los principios, a pesar de las tentaciones y los caprichos.
«Además, no hay verdadero placer, incluso para el niño, en las cosas obtenidas
sin esfuerzo. En todos los terrenos hay que pagar con horas de penosa ascensión
la alegría de contemplar un hermoso panorama. La resistencia vencida produce su
goce. Hay que dar al niño la experiencia
y el gusto de estas ásperas y profundas alegrías que brotan de la dificultad
vencida»635.
Y desde luego, jamás permitas una desobediencia. Antes de dar una orden, piensa
si es conveniente. No mandes muchas cosas seguidas; y nunca, contradictorias.
El padre y la madre deben estar siempre de acuerdo en cuanto a órdenes y
castigos. Nunca deben contradecirse. Y las órdenes, que sean claras, que el niño las entienda. Y bien descritas
en sus detalles: plazo de tiempo en que debe realizarse, resultado que se
pretende, etc. Por ejemplo: Recoge el cuarto de baño después de ducharte . Aclarar
que se entiende al terminar de ducharse, no a media noche; todo limpio, no
basta recoger la ropa sucia, etc.
No mandarles demasiadas cosas.
Ni prohibirles tonterías. Dijo el doctor psico-pedagogo Luis Riesgo en
una conferencia a la que asistí en el Casino GADITANO DE Cádiz, el 15 de
Noviembre de 1995: No hacer montañas de las colinas. Ser transigentes en pequeñeces. En toda
pedagogía familiar vale más ganar una batalla importante que cien escaramuzas
sin importancia .
Hay que dejar a los hijos siempre un campo de autonomía. No olvidar que el niño
necesita autoafirmarse.
Procura no mandar cosas demasiado difíciles. Pero dada la orden, que sea
ejecutada por encima de todo. Si el niño logra imponer su voluntad una vez, no
lo olvidará, y siempre intentará conseguirlo de nuevo. El niño debe saber que hay ocasiones en las que
son inútiles los llantos y los gritos . Y tú, por tu parte, cumple también la
recompensa o los castigos a que te hayas comprometido. Son desorientadores para
los niños y fatales en la educación esos padres que mandan, amenazan y prometen
muchas cosas; pero después nada de eso llega a la realidad, sin razón alguna:
«El castigo anunciado no debe suprimirse sin causa» 636.
Pero hay que tener cuidado de que el castigo no corresponda a nuestro
mal humor, sino a la gravedad de la falta y a la responsabilidad del niño.
Reconocida la culpa por el niño, y aceptado el castigo, es muy pedagógico disminuir
éste con la promesa de enmienda.
- Educar es aceptar que cada hijo tiene su modo de ser, y permitirle ser él
mismo .
- Educar es reforzar y alentar todo lo bueno que tenga el educando.
- Educar es procurar el bien del educando con autoridad y firmeza, pero sin
violencia y con ternura.
- Educar es inculcar los valores que pretendemos, por medio del ejemplo
637.
La corrección del niño debe comenzar cuando es pequeño. Las plantas tiernas son más fáciles de enderezar.
No dejes que nadie, delante de los niños pequeños, alabe lo malo y se ría de lo
bueno. Tampoco toleres que les enseñen a decir picardías. Por lo mismo, pon
mucho cuidado en que los niños pequeños no presencien nada en la casa que pueda
enseñarles el mal. Los niños son grandes imitadores: hay que tener mucho
cuidado de todo lo que se dice y se hace en su presencia. Ten también cuidado
de que en tu casa no haya cuadros o calendarios deshonestos, ni libros ni
revistas peligrosos. Preocúpate de inculcarles desde pequeños el amor a la pureza,
a la veracidad, honradez, servicio del prójimo, respeto a la autoridad, etc. Nada
persuade tanto a practicar el bien como el buen ejemplo. «No se enseña ni lo
que se sabe ni lo que se dice, sino lo que se hace»(Jaurés) . Las palabras mueven, pero los ejemplos
arrastran. Son los hechos los
que cuentan, no las palabras. Las palabras son contraproducentes cuando son
desmentidas por los hechos.
Los ejemplos educan más que las palabras. El niño necesita modelos de
comportamiento claros, fuertes y permanentes. Si los modelos son defectuosos,
cambiantes y débiles, no sabrá lo que hay que hacer en cada momento.
Pero además de darles buen ejemplo, hay que hacerles actuar. El secreto de
aprender está en el hacer. «Exigir a los hijos que hagan lo que es necesario
hacer, lo que deben y pueden hacer según su edad; sin permitirles concesiones.
(...). Eso es amarles y educarles para la vida. Tenerlo todo, no haber
tenido que esforzarse por nada,(...) es una tremenda desgracia».
Lo que verdaderamente educa es el ejemplo de una vida coherente, y la autoridad
apoyada en razones. No el autoritarismo violento. La incidencia de la figura
paterna ha sido estudiada por Alinear Glueck comparando quinientos muchachos
delincuentes con otros quinientos que no lo son. La investigación demuestra que
la mayoría de los muchachos delincuentes han dependido en su educación de
padres con actitudes extremas de severidad o de permisividad; mientras que los
muchachos que presentan una conducta normal pertenecen en su mayoría a padres
que han sabido aplicar una disciplina firme pero serena y dialogante .
Para los hijos, tan malo es una autoridad dura y rigurosa, como la falta de
autoridad. El dejar que los niños hagan lo que quieran es muy cómodo para los
padres, pero funesto para ellos. El niño necesita autoridad que le libere de su
sentimiento de inseguridad. El adolescente necesita guía. Incluso se da el caso
del muchacho que adopta una actitud provocativa ante su padre, actitud que en
el fondo no tiene otro objeto que el de forzarle -inconscientemente por
supuesto - a que ocupe su verdadero papel de jefe de familia. Busca la
autoridad que tanto precisa, y que es la base de su sentimiento de seguridad .
La disciplina es el adiestramiento del niño. Los estudios realizados sobre los
trastornos de la conducta de la juventud han demostrado que un niño educado sin
disciplina no es capaz de controlarse cuando sea mayor. Charles Manson ,
asesino de familias enteras, cuando era niño hacía siempre su voluntad. Al cabo
de los años, ya hemos visto las consecuencias .
Hubo un tiempo que en la educación se abusó del autoritarismo y de aquello de
que la letra con sangre entra . Pero hoy, con un movimiento pendular, se ha
pasado a una inhibición de los educadores y a dejar a los niños que sean buenos
espontáneamente y encuentren la verdad por sí solos; lo cual es utópico. Antes
se abusó de la enseñanza memorística (recordemos la lista de los reyes godos),
pero hoy se elimina la memoria de la enseñanza, lo cual es funesto, pues la
memoria es una potencia humana necesaria en la vida. El niño necesita que le
digan lo que es bueno y lo que es malo, y que le ayuden a ir por el camino del
bien.
Tener en cuenta que el niño pequeño no puede comprender la ironía.
Entiende las cosas literalmente, tal como se dicen. Una broma inocente para un
adulto, puede hacer daño a un niño. Unos padres que se mofan de lo que el niño toma en serio, pueden, en su
equivocación, perder la confianza en su hijo.
«Uno de los peores errores en que pueden incurrir los padres es en el de hacer comparaciones.
Sólo conseguirás que tu hijo aborrezca a aquel con quien lo comparas, y te lo
tome a mal»638.
Según la frase de María Montessori , la célebre doctora italiana de fama
mundial, «el niño debe ser respetado y no utilizado como un juguete que nos
divierte con sus gestos, balbuceos y gracias, provocándole a repetirlas de modo
abusivo, y a veces intempestivo, pensando sólo en nuestra satisfacción. Al
niño hay que tratarle como él lo necesita. No como a nosotros nos gusta»
639.
Es necesario saber escuchar a los pequeños sus pequeñas preocupaciones. Así se les prepara el camino de la
confianza para cuando tengan que contar confidencias más importantes.
66,4. Debes preocuparle de que
tus hijos no aprendan de sus amigos de la calle de dónde vienen los niños.
Evidentemente que ellos procurarán enterarse. Si tú les abandonas en este
punto, cuando les entre la curiosidad, irán a sus amigos que más saben de esto,
que, naturalmente, serán los más golfos. Puedes imaginarte la clase de información
que tus hijos recibirán de ellos. Si tus respuestas a sus preguntas son
oscuras o con evasivas, el niño se dará cuenta de que ha topado con algo
misterioso y se callará; pero su curiosidad aumentará e irá a preguntar donde
le ofrezcan confianza.
En materia sexual el niño tiene necesidad de saber, y por lo tanto hay
obligación de informarle. Pero esta información no es conveniente que la reciba
de sus amigotes que lo harán de modo chabacano, deformado, degradando la
sexualidad, y envileciendo el misterio de la vida. Hay que hacerlo de una
manera sana, clara, correcta, digna y adecuada.
Es indispensable que te encargues de
hacerlo tú con discreción, prudencia, método y tacto. A los niños hay que
iniciarlos conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual
.
Puede ayudarte en este importante asunto un pequeño libro titulado «Iniciación
de los niños en la vida»640. Este libro te dará normas
acertadísimas, e incluso al discursito ya hecho para distintas edades y sexos.
Hay quien opina que es mejor esperar a que el niño pregunte.
Pero, y si el niño tiene vergüenza de preguntar a sus padres?. Y si el niño
pregunta primero en la calle? Además
en muchos casos la calle se adelanta a informar al niño antes de que éste
pregunte. Una de las edades más peligrosas de los niños es entre nueve y once
años, y hay que orientarlos. No olvides nunca que en esta materia es preferible
llegar con un mes de anticipación que con un día de retraso .
Es importante que los niños se sientan superiores a sus compañeros por la buena
información que sus padres les han proporcionado, y porque saben les tendrán al
corriente de todo lo que quieran preguntar.
Conozco un niño que cuando sus compañeros quisieron hablarle de cosas
escabrosas, él les respondió: Todo esto ya lo sé yo, porque me lo ha explicado
mi padre . Y se marchó. Su
padre está orgulloso de haberle preparado bien.
En esta materia, ante las preguntas de los niños hay tres posturas:
a) El silencio y las evasivas: lo cual es hacer que el niño vaya a preguntar a
otro sitio, lo mismo que iría a satisfacer su hambre si nosotros no le diéramos
pan. Una madre a quien su hija le preguntó sobre el origen de los niños, le
respondió dándole un bofetón: una niña educada no preguntas esas cosas .
Proceder lamentable. El silencio de los padres sobre el sexo es causa de que el
niño crea que el sexo es algo malo .
b) La segunda postura es responder con mentiras, lo cual les hará perder la
confianza en vosotros cuando averigüen la verdad; y se formarán una idea
equivocada del problema al ver que se trata de una cosa vergonzosa de la cual
no se puede hablar en casa. Además sentirán una reacción desfavorable hacia sus
padres que les engañaron y les llevaron a hacer el ridículo ante sus amigos por
creerse lo de la cigüeña, niños de París, etc.
c) La tercera actitud es la acertada: responder con lealtad, con respuestas
breves, claras, sencillas y naturales, enteramente verdaderas, aunque no se
diga toda la verdad de una vez, sino escalonadamente, en diversas ocasiones,
según las circunstancias, y grado de comprensión del niño.
Esta explicación debe rodearse de un gran ambiente de elevación, dulzura,
delicadeza y sobrenaturalidad . Hacer la información gradualmente, según el
niño vaya preguntando, satisfaciendo siempre su curiosidad. Si el niño tarda en
preguntar, provocar con tacto la pregunta, para que de esto hable en casa antes
que en la calle. Las primeras preguntas pueden surgir a los cuatro o cinco
años. «Antes de los nueve o diez años debe saber que el niño comienza a crecer
en la madre por amor del padre»641.
Te voy a poner aquí un ejemplo de un posible diálogo de un niño con su madre,
con las respuestas a las preguntas más comprometidas que los niños pueden
hacer. Las he encontrado en varios libros que he leído sobre este tema.
Evidentemente que no es para que des la respuesta al pie de la letra. Es para
que te orientes en las respuestas que necesites, y las acomodes a la edad,
sexo, madurez, etc., del niño que pregunta.
- De dónde ha venido mi hermanito?
- Se lo ha mandado Dios a papá y a mamá porque se quieren mucho.
- Entonces tía María y tío Pepe no se quieren porque Dios no les manda ningún
hijo.
- Es que los hijos son un regalo de Dios, y ese regalo Dios no se lo da a
todos.
- Y cómo vienen?
- Dios ha puesto en la barriga de las madres un nido muy abrigadito. Y ahí está
el niño durante nueve meses, porque al principio es muy pequeñito y se le
podría pisar como a una hormiguita.
También yo te he llevado a ti nueve meses debajo de mi corazón y te he
alimentado con mi sangre.
Por eso te quiero tanto, porque eres hijo de mi sangre. Cuando yo te llevaba
dentro de mí, pensaba mucho en ti, te preparaba la cuna, los pañales, las
camisitas y muchas cosas más; y rezaba mucho a Dios por ti. Cuando ya fuiste un
poco mayor entonces te di a luz. Eso
me hizo sufrir fuertes dolores, y tuve que guardar cama. Pero estos dolores se
transformaron en alegría cuando te tuve en mis brazos y pude abrazarte y
besarte.
- Y por qué te hice sufrir?
- Porque cuando saliste de dentro de mi cuerpo eras ya grandecito, y me costó
mucho trabajo.
- Y por dónde salí?
- Por una puerta que Dios ha puesto en el cuerpo de las mujeres, y que llevamos
siempre tapada, porque las personas mayores nunca enseñan eso.
- Dónde está esa puerta?
- Entre las piernas. Por donde se orina. Esta puerta se estira como si
fuera de goma, para que pueda salir el niño. Primero sale la cabeza, después los hombros, los brazos y por fin las
piernas. Así naciste tú.
Puedes imaginarte la alegría que sentí cuando puede tenerte en mis brazos?
- Y por qué soy también hijo de papá?
- Porque el padre es el que pone las semillas de la vida dentro del cuerpo de
la madre.
- Y cómo se hace eso?
- Dios ha hecho el cuerpo del hombre distinto del cuerpo de la mujer para que
cuando estén casados puedan unirse de modo que el padre deje la semilla de la
vida dentro del cuerpo de la madre. La puerta por donde sale el niño al
nacer, fue nueve meses antes la puerta por donde entraron las semillas de la
vida que el padre donó a la madre642.
- Pues yo tengo un amigo que no tiene padre.
- Porque se habrá muerto o se habrá ido.
- Es que su madre es soltera.
- Eso quiere decir que su padre hizo mal, y no quiso casarse con su madre; pero
todos los niños nacen de la unión de un padre y una madre.
- Y por qué tienen hijos las solteras?
- No deben tenerlos, pues no tienen marido. Pueden tenerlos si ceden su cuerpo
a un hombre. Pero esto es un pecado en una mujer soltera. A veces ocurre sin
culpa de ellas, por violencia o engaño de hombres malvados.
- Por eso en el colegio hablaban de uno que era un sinvergüenza porque había
tenido un hijo de una muchacha soltera.
- Claro. Eso es un pecado enorme. Pero en el colegio no hables de estas cosas.
Todo lo que quieras saber, yo te lo explicaré. Hablaremos de todo esto siempre
que quieras. Pero tú con tus amigos no debes hablar de estas cosas. A lo mejor
hay algún niño a quien sus padres le han contado el cuento de la cigüeña,
pensando que no podría entender esto que yo te he explicado a ti, y no está
bien que dejes mal a sus padres. Y
si hay alguno que quiera hablarte de estas cosas, tú le dices que ya te he
explicado yo todo. Y a mí me preguntas todo lo que quieras, que yo te lo
explicaré mejor que nadie, porque soy tu madre .
Frecuentemente será fácil satisfacer la curiosidad del niño respecto al
otro sexo mostrándole a un niño (o niña) de corta edad desnudo. Es preferible evitar las exhibiciones de adultos
desnudos.
Nuestra sociedad no lo admite, y se puede ofender al niño .
Es conveniente que la madre instruya a su hija sobre el significado y
normalidad de la menstruación cuando haya cumplido los diez años , para que si
apareciera en edad prematura no le cause impacto psicológico perjudicial. El
modo de hacerlo puede ser una cosa así: La obra más grande que puede hacer una
mujer es tener un hijo. Esto ocurre cuando la mujer se casa. Pero desde
pequeña, Dios va preparando el cuerpo de la mujer, y todos los meses se forma
un nido para el posible hijo. Al no tener el hijo, el nido se deshace y sale
por abajo un poco de sangre, pero no duele nada .
Lo mismo hay que hacer con los chicos sobre los derrames nocturnos, para que
sepan que son fenómenos perfectamente normales, previstos por Dios para que el
cuerpo elimine las secreciones sobrantes que no necesita para su fortalecimiento.
Si los padres explican a sus hijos
adolescentes las emisiones nocturnas de semen y la menstruación,
respectivamente, antes de que esto ocurra, cuando llegue ese momento, lo
aceptarán con toda naturalidad.
No es lo mismo información sexual que educación sexual . La información
sexual es más fácil, pero no basta. Se ha comprobado que a más información sexual , más embarazos de
adolescentes, enfermedades venéreas, etc. La educación sexual debe
procurar la maduración afectiva del niño, hacerlo llegar a ser dueño de sí y a
usar rectamente del sexo . La educación lleva al hombre a practicar el bien.
«La virtud no es cuestión de enseñanza solamente. Muchas veces comprobamos que
el problema no es de desconocimiento de lo que hay que hacer, sino que falta el
necesario esfuerzo para hacerlo. (...).
Las virtudes se logran a costa del propio esfuerzo, pero es fundamental que
este esfuerzo esté acompañado de una convicción intelectual» 643.
Al hombre no le basta saber lo que es verdad y lo que es bueno, necesita además
una motivación que le anime a vivirlo. Y en eso consiste la educación. La experiencia cotidiana enseña que
al hombre no le basta conocer el bien para practicarlo. Ya lo dijo Ovidio hace
dos mil años: «Conozco el bien y lo apruebo, pero practico el mal» 644.
La experiencia ha demostrado que una información sexual insistente, como la que
hoy padecemos, es de efectos negativos, pues se convierte en excitación sexual.
«La enseñanza no es nunca una educación completa. Ha de ser complementada por
el esfuerzo personal, por la lucha. Esto es especialmente cierto en lo relativo
a la educación sexual. El uso cristiano de la sexualidad no se realiza sin
esfuerzo, sin un esfuerzo que a veces tiene que ser heroico. Esto vale
principalmente para la juventud, en la cual la fuerza de las tendencias
sexuales y la poca madurez de la personalidad del joven, exigen una lucha mucho
más rigurosa. Por otra parte, la juventud es también la época más adecuada para
entender la vida como lucha, para despreciar la comodidad.
Fortalecer en la juventud la
conciencia de que una vida humana sólo se realiza a través de la lucha, es
poner uno de los fundamentos más firmes para la educación en el aspecto sexual.
En esa lucha tienen que emplearse recursos humanos y sobrenaturales, porque
también en este campo lo natural y lo sobrenatural se influyen mutuamente.
La oración y los sacramentos son como las dos direcciones del camino que une al
hombre con Dios.
La oración es fundamentalmente petición, camino del hombre hacia Dios; los
sacramentos son las sendas por donde Dios nos envía su gracia, camino de Dios
hacia el hombre. La oración y los sacramentos están en la base de la educación
sexual.
En cuanto a la Virgen, Ella es llena de Gracia, es la protagonista del
amor más puro y más hondo que haya podido tener criatura alguna. Es Madre nuestra y está delante de Dios para
hablar bien de nosotros, para interceder por nosotros» 645.
Las caídas en materia de sexualidad se deben, más que a la falta de
información, a la debilidad de la voluntad, expuesta a toda clase de
tentaciones que sólo pueden superarse con esfuerzo humano auxiliado por la
gracia de Dios.
El padre Martín Descalzo en su libro «Razones desde la otra orilla» dice
que la campaña recomendando preservativos a la juventud es un reconocimiento
del fracaso de la educación sexual.
Como no se ha sabido educar a los jóvenes para que controlen el instinto sexual
se les da un preservativo para complacerles. Como el chupete que se da al niño
que ha cogido una rabieta646.
«Una educación sexual bien hecha -iniciación y educación -, es necesaria, y el
hacerla con discreción y delicadeza corresponde como un derecho y un deber a
los padres, que lógicamente se han de preparar y empeñar en ella. Sería un
error dejar esta educación, por un silencio culpable, a agentes inadecuados que
el niño encontrará, quienes inevitablemente harán su pseudoeducación. Nadie
puede marginar a los padres de esta tarea, y nadie les suplirá como es debido
con tal que ellos lo hagan bien. En todo caso, ha de quedar bien claro siempre,
que, siendo la educación sexual una parte de la educación total de la persona,
no son lícitos los experimentos perjudiciales para la integridad y el
equilibrio personal, ya sea en el aspecto individual, ya sea de cara a la
apertura hacia los otros. Es bueno también recordar que los padres, sobre todo
los que dan una iniciación, acaso prematura, persuadan a sus hijos de que no
hablen de ello con otros. Si se
lograse hacer esto, no serían tan frecuentes las conversaciones sobre temas
sexuales, ni los padres tan frecuentemente suplantados por inoportunas
revelaciones.
Una progresiva información de la realidad sexual, a nivel cultural y
religiosa, se hace necesaria tan pronto como el niño va abriendo sus ojos a la
vida personal y al mundo que lo rodea; pero la información sola no es
suficiente. Se necesita, sobre todo, la educación de la persona en la castidad
o pureza -virtud que proporciona dominio sobre la sexualidad - por medios
idóneos. He aquí algunos: clima de
ejemplaridad familiar, de diálogo y aprendizaje constante del amor evangélico y
el dominio de sí mismo y, por encima de todo, de vivencia consciente de la
oración y de los sacramentos.
Por la misma razón han de colaborar los gobernantes , gerentes del bien común.
Su colaboración no ha de invadir, sino respetar la competencia de los padres y
los derechos de la comunidad cristiana. Un programa realista de colaboración
del Estado en este asunto habría de tener muy en cuenta problemas como el de la
protección a la familia, la enseñanza, las condiciones de trabajo, alojamiento,
la multiforme pornografía y anarquía del erotismo público, la llamada apertura
cultural de los medios de comunicación social y otros, algunos de los cuales
son realidades muy perniciosas, verdaderos agresores injustos -con bellos
nombres - de los derechos de las personas débiles que, por sí mismas, no se
pueden defender. El poder público es corresponsable, junto con los ciudadanos,
de la defensa de sus valores y, en nuestro caso, no es justo que el
pansexualismo posea un nivel tan alto de monopolio de la educación de la
sexualidad.
La escuela -y ahora pensamos en la escuela católica - puede aportar
buenos servicios a la recta educación sexual. Como una realidad subsidiaria ha
de actuar con la anuencia y la cooperación de la familia educando integralmente
al alumno y ayudándolo a integrar debidamente la sexualidad.
Además de esta educación genérica incumbe a la escuela hacerlo también de una
manera más especifica, informando científicamente sobre el tema a nivel
biológico y psicológico sin omitir el moral, de acuerdo siempre con los padres
y evitando con extrema delicadeza que no se susciten problemas nuevos y graves,
antes de resolver los ya existentes. Esto último es muy posible y de alta responsabilidad.
Puede presentarse el caso de que en una escuela, especialmente si no funciona
en verdad como católica, se perturbe esta educación por la imprudencia de algún
profesor, por presiones intencionadas de los alumnos -o por fuerzas de fuera
que influyen en la misma - o por una insistencia morbosa sobre el asunto. Cuando ocurre eso, lo que tendría que ser
verdadero elemento de educación, es posible se convierta en una clase de juegos
preferidos, refugio de erotismo, y, en fin de cuentas, de pornografía. Por
tanto, hay que exigir un clima de delicadeza y de respeto muy acentuado hacia
las personas de los educandos de ambos sexos.
Querríamos decir a los educadores que no se permitan iniciativas caprichosas
sin contar con los padres; no es justo que éstos se encuentren, a veces,
sorprendidos por hechos consumados de conferencias, cursillos y proyecciones de
temas sexuales, en escuelas católicas que no han tenido en cuenta la Doctrina
de la Iglesia»647.
La Comisión Permanente del Episcopado Español ha protestado por la
difusión entre los jóvenes de unos folletos distribuidos por algunas entidades
socialistas de la Administración Pública Española, que pretenden ser de
educación sexual y lo que hacen es incitar al libertinaje sexual, animando al
ejercicio de la sexualidad solamente por la satisfacción egoísta del placer,
indiferentemente de que se haga por medio del vicio solitario o con otra
persona de diferente o del mismo sexo, sin ninguna relación con la moral y la
integración de la sexualidad en la maduración de la persona humana, haciendo de
la vida sexual un juego y pasatiempo, algo trivial y carente de pleno sentido
humano.
Entre otras cosas dice:
«Estas orientaciones relativas a la conducta sexual se oponen a los valores y
bienes fundamentales de la sexualidad humana y a las enseñanzas morales de la
Iglesia... Sentimos el deber de denunciar que tales orientaciones degradan y
pervierten las conciencias de los jóvenes... Con frecuencia se une esta
difusión de inmoralidad en el campo sexual con ataque a la fe cristiana»
648.
«Cuando autoridades civiles, de
cualquier rango, promueven la difusión de los citados cuadernos en centros
escolares cometen un verdadero abuso de autoridad. Los poderes públicos
vulneran claramente los derechos de los ciudadanos en la medida que, a través
de las indicadas iniciativas pedagógicas o de poderosos medios de comunicación,
tratan de establecer en el conjunto de la sociedad una determinada concepción
de la conducta sexual, que implica una forma definida de entender el hombre y
su destino. No pertenece ni al Estado ni siquiera a los partidos políticos
tratar de implantar en la sociedad una determinada concepción del hombre y de
la moral por medios que supongan de hecho una presión indebida sobre los
ciudadanos contraria a sus convicciones morales y religiosas.
A los organismos estatales compete, en cambio, tutelar a los ciudadanos contra
los desórdenes morales y toda forma de agresión sexual, especialmente el abuso
de menores y, en general, contra la degradación de costumbres y la permisividad
sin límites. Teniendo en cuenta el pluralismo de la sociedad moderna y la
debida libertad religiosa, corresponde al Estado ayudar a las familias para que
pueda darse a sus hijos en todas las escuelas una educación conforme a los
principios morales y religiosos profesados por sus padres, tal como prescribe
la Constitución Española. La propia Constitución establece las normas de
protección de la moralidad de los niños y jóvenes.
Está en juego el bien común de la sociedad: una comunidad humana que no alcance
un grado suficiente de adhesión a valores morales fundamentales como son, en
este caso, los relativos a la sexualidad y a la familia se autodestruye»
649.
El arzobispo de Valladolid, José Delicado Baeza , en una carta pastoral
se lamenta de la frivolidad con la que en algunos sitios se realiza la
educación sexual, estimulando al sexo más que educándolo, añadiendo: «La
castidad no es la única, ni siquiera la principal virtud cristiana, pero es una
virtud necesaria para vivir en gracia»650.
«La educación sexual de hace años
tuvo sus errores. Pero hoy algunos llaman educación sexual a lo que es
pura pornografía. Algunos han olvidado que el hombre, además de cuerpo tiene
espíritu, y que el comportamiento sexual del hombre no puede ser lo mismo que
el de un animal. El instinto sexual del hombre debe ser dirigido por la razón y
la voluntad. De esta manera se eleva, se dignifica, se espiritualiza.
El libertinaje sexual tiene peores
problemas que la represión. Las aberraciones sexuales se difunden
alarmantemente. Y es que el hombre necesita una ética, una norma moral.
Su conducta no se regula por el instinto, como en los animales que nunca comen
si no lo necesitan, ni engendran fuera de los tiempos de celo» 651.
66,5. Es, sobre todo, importante
que los padres se preocupen de la instrucción religiosa de sus hijos. Si ellos
no saben o no pueden hacerlo, tienen que buscar quien supla esta obligación; ya
en la escuela, ya en la catequesis de la parroquia. Pero dice el Nuevo Código
de Derecho Canónico «a los padres corresponde en primer lugar la educación
cristiana de sus hijos»652. Al niño pequeño hay que obligarle a ciertas
cosas (urbanidad, higiene, etc.) aunque él no entienda su valor. Poco a poco
irá captando su sentido y cuando sea mayor las realizará por propia convicción.
Lo mismo hay que hacer en la educación religiosa.
Los domingos llévatelos de paseo o al campo; y a la vuelta haz una visita en
alguna iglesia y enséñales desde pequeñitos dónde está el Señor, para que
aprendan a pedirle cosas y a hablar con Él. Desde los primeros años conviene
infundirles una vida de piedad. Esto es insustituible. Deberías tener la
costumbre de rezar algo en común:
bendecir la mesa, rezar en el automóvil en los desplazamientos dominicales,
etc. Hogar que reza unido, hogar que permanece unido .
66,6. Los hijos son el encanto de
los hogares, la alegría y la ternura de los padres, los perpetuadores de su
nombre, el estímulo de sus trabajos, el consuelo de sus sufrimientos y la
esperanza de su vejez.
Los niños fortalecen el amor de sus padres. Las estadísticas internacionales
demuestran que hay menos rompimientos en los matrimonios con hijos. Los hijos
enriquecen el amor conyugal. Hacen superar el egoísmo. El amor del
marido a la esposa puede tener un matiz egoísta por los placeres físicos que le
proporciona y por los servicios que le presta. El hijo va a aumentar sus
sacrificios, y sin embargo lo ama. Igualmente en ella, la maternidad despierta
enormemente la capacidad de amor sacrificado.
Hogar donde abundan los niños es
hogar feliz.
Los niños arman ruido; pero, qué triste es el silencio de un hogar sin niños!
Qué sola es la vejez sin hijos! Los hijos son el más fuerte vínculo de unión entre los esposos. Llenan de
ilusión la vida. A veces dan
disgustos, pero su amor hace felices a los padres.
El futuro de la humanidad se
fragua en la familia. Por consiguiente, es indispensable y urgente que todo
hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y
exigencias de la familia .
«Son bien conocidos los problemas que en nuestros días asedian al matrimonio y
a la institución familiar. Por eso es necesario presentar con
autenticidad el ideal de la familia cristiana basado en la unidad y fidelidad
del matrimonio abierto a la fecundidad y guiado por el amor. Y, cómo no
expresar vivo apoyo a los reiterados pronunciamientos del episcopado español en
favor de la vida y sobre la ilicitud del aborto? Exhorto a todos a no desistir
en la defensa de la dignidad de toda vida humana, en la indisolubilidad del
matrimonio, en la fidelidad del amor conyugal, en la educación de los niños y
jóvenes siguiendo los principios cristianos, frente a ideologías ciegas que
niegan la trascendencia, y a las que la historia reciente ha descalificado al
mostrar su verdadero rostro», así hablaba el Papa Juan Pablo II en Junio de
1993 en la homilía de la misa de la canonización en Madrid de San Enrique de
Ossó.
La familia es la base de la sociedad, por eso Pío XII dijo el 9 de mayo de
1957: «La sociedad es para la familia, y no la familia para la sociedad». La familia es la institución natural
establecida universalmente en el tiempo y en el espacio. Donde tiene
origen la vida humana, el recinto de la educación y el vínculo de la
transmisión normativa. Pero para que esta transmisión sea eficaz la normativa
moral y religiosa debe hacerse con convicción, con motivación y con el ejemplo.
No puede haber contradicción entre lo que se dice y lo que se hace.
Se educa más con lo que se hace que con lo que se dice. En la familia todo
educa o deseduca. La familia es el clima ideal para la educación de un niño.
La familia tiene un valor insustituible para los hijos. Un hijo sin familia
queda traumatizado.
Las estadísticas de delincuentes
juveniles y de anormalidades psíquicas hablan bien claro. Según Katherin Kasun,
Presidenta de «Family campaign Fundation» de Suecia, en un país donde el Estado
ha sustituido en gran parte a la familia en la educación de los hijos, de cada
cuatro niños, uno necesita un psiquiatra, y el número de suicidios en menores
de 16 años ha sido de 130 al año, y va en aumento 653.
Una sociedad que destruye la familia se suicida . El mayor tesoro de una
nación son los niños. El futuro
depende más de los niños que de las carreteras. Los niños necesitan un
hogar. La guardería no puede suplir el hogar. Los psiquiatras hablan de los traumas psíquicos de los niños que no han
conocido el cariño y el calor de un hogar .
66,7. Una de las edades más
difíciles para la educación de los hijos es la adolescencia . El
adolescente empieza a descubrir su propia personalidad, y siente necesidad de
afirmarla. Esto le inclina a la rebeldía en todos los órdenes. La educación, la
virtud, o el buen carácter, pueden dominar este espíritu rebelde. Pero esta
rebeldía de los adolescentes no debe extrañarnos. Lo que debemos hacer es saber
cómo educarla. Es un momento difícil. Las personas mayores tienden a tratarlos de críos , y esto a ellos les
subleva. Ellos se sienten personas, y quieren ser respetados. El tratarlos
de modo despectivo e irónico puede ser contraproducente. Sin perder la
autoridad paterna es bueno lograr la amistad del hijo, para que se someta de
buena gana al verse tratado con consideración. Las fanfarronadas del
adolescente son pura fachada. Por dentro se encuentra inseguro. Necesita
consejo. Pero hay que dárselo sin que él se sienta disminuido, porque entonces
no lo aceptará. El adolescente necesita afirmar su personalidad, su
independencia, quiere ser él, decidir él, ser responsable de sí mismo.
Empieza su camino hacia la adultez, y sólo si es aceptado así se reincorporará
emocionalmente a la vida del hogar. Los padres deben ayudar a que su hijo vaya madurando en su adultez. No
prohibir con autoritarismo, sino obligado por razones y siempre en bien del
hijo; hacérselo ver así con amor. No se trata de entorpecer su madurez, sino de
ayudarle en su autodesarrollo. El adolescente rechaza todo lo que sea
imposición que pueda poner en peligro su personalidad naciente. No acepta que
se le trate como a un niño.
«Los adolescentes se muestran inseguros, les falta unidad interior, les falta
el sentido de la seguridad, base fundamental de un desarrollo armonioso.
El sentimiento de seguridad lo adquieren cuando encuentran en el hogar amor y
autoridad: amor sobre todo en la madre, y autoridad en el padre. Lo que no
significa que la madre no pueda ejercer autoridad, y que el padre no muestre
afecto.
El amor materno es indispensable para la salud física y psíquica del hijo. Las graves faltas en la personalidad del adulto
provienen principalmente de la falta de amor en la infancia y en la
adolescencia.Los criminólogos nos aseguran que los jóvenes delincuentes tienen
la convicción de que nunca encontraron amor en la familia. La madre debe
ser el corazón del hogar y mantener en él vivo el fuego del cariño.
Desgraciadamente, en nuestros días, muchas mujeres queriendo igualarse a los
hombres , procuran desarrollar actitudes francamente masculinas con detrimento
de las maternales, lo cual luego perjudicará la educación de los hijos que
necesitarán de ellas.
También hay otro exceso: el cuidar demasiado del hijo y endiosarlo con mimos.
Eso puede causar una fijación en la infantilidad e impedirle la necesaria
emancipación. Los que fueron
tratados como pétalos de rosa, no saben reaccionar más tarde ante las
dificultades de la vida, incapaces de hacer algo sin la ayuda de los demás. Es
preciso educar al niño para su propio bien, para desarrollar su propia
personalidad.
El padre es también indispensable en la educación del niño, que necesita de su
dirección y autoridad. Muchos padres no entienden esto.
Llegan cansados por la noche al hogar, y no prestan ninguna atención a los
hijos.
Hay que buscar tiempo para estar con ellos, dialogar, inspirarles confianza,
darles ánimo, oírles con simpatía y comprensión.También el padre debe evitar
demasiada protección y mimos a sus hijos.
Pueden engendrar en ellos la pusilanimidad, el miedo ante la vida, el temor a
la responsabilidad.
La autoridad paterna es imprescindible para el desarrollo afectivo del hijo.
últimamente se ha hablado mucho de las consecuencias de la falta de amor
materno; la carencia de la autoridad del padre no es menos funesta...
Eduquen a los hijos con amor,
comprensión y firmeza. El amor materno y la autoridad paterna son las dos
grandes columnas en que descansa la educación de niños y adolescentes»
654.
La fuerza de voluntad es muy importante en la vida. Se consigue con
entrenamiento, como en una competición deportiva. Para conseguirla hace falta
una gran dosis de animación. Es necesario el premio: el estímulo, la atención y
la alabanza frecuente. La vida es
dura y sólo a base de coraje se logra la cima de los fuertes.
Hoy se da con relativa frecuencia lo que Enrique Rojas llama la
filosofía de «lo que me apetece».
Hago esto porque me apetece. No hago esto porque no me apetece. Son esclavos de lo que pide el cuerpo. Volubles
como la veleta que gira según el viento que sopla. Incapaces de objetivos concretos. Sin
embargo, una persona que tiene educada su voluntad consigue lo que quiere, si
es constante. Para tener voluntad hay que empezar por tener dominio propio. No
hacer lo que me apetece, sino lo que es mejor.
Puede ser que me apetezca lo mejor, pero esto no siempre pasa. Para educar la
voluntad hace falta un aprendizaje gradual que se consigue con la repetición de
actos donde uno se vence en los gustos hasta adquirir «el hábito positivo».
Esto da paz, alegría y felicidad.
Sería conveniente enseñarle a hacer pequeños sacrificios: renunciar a una
golosina, retrasar el momento de saciar la sed, dejar de ver la televisión,
comer lo que no le gusta, dejar hablar a los demás, no gastar en cosas
superfluas, etc. Esto educa su voluntad, lo cual le va a ser muy útil el día de
mañana. Aristóteles sostenía que la auténtica manifestación de fuerza de
voluntad se mide en el dominio propio. La vía del menor esfuerzo no conduce
nunca a la maduración .
Es necesario no sólo animar a que el niño se esfuerce por conseguir unas metas,
sino también ir alabando con cierta continuidad lo poco o mucho que, de hecho,
consiga en cada momento.
El niño, de pequeño, no tiene criterio. El bien y el mal se aprende fundamentalmente de los mayores.
Antes de que nadie lo malee, es necesario darle base moral sólida, formarle la
conciencia, inculcarle el sentido del deber, corregir lo defectuoso y dejar
bien claro dónde está la virtud.
Conviene indicar con claridad lo bueno y lo malo. Es importante crear hábitos buenos.
Acostumbrarles a hacer las cosas bien, y más adelante ellos mismos comprobarán
que les va bien con lo que aprendieron.
Sólo se aprende lo que se hace . De manera que, el poner al sujeto en
acción, ayudándole a reflexionar sobre ello, es el único o casi, más importante
modo de andar con realismo en el terreno de los valores .
Hay que educar en valores. Hace
falta un sistema de valores que sirvan de referencia en la vida. Los valores
son guías de conducta. La escala de valores marca la conducta de cada
individuo. Lo mismo que los niños aprenden a andar, leer y escribir, aprenden
pautas de conducta y comportamiento moral. Si no les enseñamos a distinguir el
bien del mal, si no les corregimos ni les enseñamos normas para que sepan a qué
atenerse, nunca aprenderán a comportarse como hombres, ni acertarán a dar
sentido a su vida. Pero los valores se viven, se sugieren, se comparten,
no se imponen. El niño tiene una enorme capacidad de imitación. Aprende a ser hombre haciendo suyas las pautas y
valores que ven en los demás. Buscan modelos a los que imitar. El ejemplo es la
mejor manera de educar .
La disciplina y el dominio de sí son indispensables en la formación del ser
humano. Algunos padres, por temor a que los hijos contraigan complejos, les
dejan hacer cuanto quieren y dejan a un lado toda autoridad. Nunca serán
hombres: serán un peso para la familia y la sociedad; unos desajustados. No se entrenaron para las dificultades
inevitables de la vida. Esa fobia de complejos engendra complejos mucho más
funestos.
Que las normas de disciplina sean coherentes y uniformes. Que el padre y
la madre estén de acuerdo con la política a seguir en el hogar. No se
desautoricen el uno al otro.
Los padres no deben discutir nunca delante de los hijos. Si en algo no están de
acuerdo, buscar la armonía cuando estén solos. Pero apoyarse siempre mutuamente
delante de los hijos. En algunos matrimonios, basta que uno diga una cosa para
que el otro diga la contraria, sin razón que porque lo ha dicho el otro. Es una
vengancilla que perjudica al hijo.
Los hijos necesitan estabilidad, un cuadro de referencia fijo, una constancia
en la actitud de sus progenitores.
Lo que educa a un niño es lo que comprende afectivamente.
Los hijos desiguales necesitan trato desigual. A un tímido habrá que tratarle
con cariño para darle confianza. A un irascible, con calma y paciencia; pero
con firmeza. La autoridad y la obediencia no se imponen a gritos, que sólo
sirven para aumentar la rebeldía.
Rara será la familia , por cristiana que sea, y por elevada que sea su
educación, en la que la crisis de la independencia propia de la adolescencia no
haya provocado algún conflicto entre los padres y los hijos 655.
Son conflictos pasajeros que los
padres deben procurar no se conviertan en divisiones profundas y duraderas. Los
padres deben tener paciencia con las «majaderías» de sus hijos adolescentes, y
esperar para corregirlos a tener calma y serenidad. Y nunca en presencia de
extraños. Y siempre reconociendo la parte de razón que en las excentricidades
de sus juicios y contestaciones pueda tener el muchacho. Hay que
reconocerle su derecho a tener algún secreto (cajón cerrado con llave) y el
prudente uso de su independencia, siempre que se pueda saber qué uso hace de su
libertad. Si los padres respetan su
esfera privada, es fácil que el hijo se sincere con ellos, les cuente sus
secretos, pida consejos, etc. Pero un registro sin su consentimiento o
contra su voluntad disminuye su confianza en los padres y aumenta la distancia
.
«Hay que ayudar a los adolescentes a desarrollar armónicamente sus condiciones
físicas, morales e intelectuales a fin de que adquieran gradualmente un sentido
más perfecto de la responsabilidad en el recto y continuo desarrollo de la
propia vida y en la consecución de la verdadera libertad» 656.
Es muy conveniente fomentarles cuando tengan edad, alguna afición al margen de
la obligación: gimnasia, atletismo, deporte, montañismo, caza, pesca,
instrumento musical, pintura, habilidad manual, etc.
El adolescente duda enormemente de sí mismo. Por eso se afirma tan brutal, tan
bestialmente. Necesita un apoyo, y lo busca. Pero tiene el orgullo de no
aceptar más ayuda que la que le venga de hombre a hombre, como lo que él quiere
ser.
Ayuda intelectual, primero. El niño, cuando no sabe pregunta. El adolescente,
si ignora empieza por afirmar. Aunque penséis lo contrario, es un progreso, o
mejor, una posibilidad de progreso. La afirmación perentoria de los mayores no
le basta. Tiene necesidad de respuestas personales. Pasa de la pasividad al
activismo, del feliz parasitismo de la infancia a la ambición varonil de la autonomía.
Pero sus juicios son absolutos. No
importa dónde los ha encontrado. Ha leído lo que dice, o lo ha oído decir; lo
ha visto en la televisión o se lo ha repetido un amigo. Esto basta para
afirmarlo frente a todos y contra todos; es decir, para afirmarse. Es inútil
contradecirle. Se enoja o se encierra. Pero sobre todo, no os burléis de él. Es
obstinado y no dirá ya una sola palabra, e irá a buscar fuera, en un compañero
o en una joven amiga, el auditorio complaciente que le negáis vosotros.
Qué hay que hacer? Ayudarle. Empezad
por no enfrentaros a él. Os exasperáis, os morís de ganas de decirle que es un
idiota, que lo que dice es tan estúpido que no merece discutirse. Callaos,
tragad vuestra indignación, calmaos y escuchadle. Aprended a hablar con él en
plano de igualdad. Perdéis toda influencia sobre él si le habláis como a un
niño. Y en cambio, necesita tanto que conservéis vuestra influencia
sobre él...!
El adolescente sólo escucha a quienes le tratan como hombre serio e
inteligente, sobre todo si no lo merece. Es la única manera de ayudarle a
serlo. Acordaos de lo que pensabais vosotros a su edad; comunicádselo y decidle
cómo hicisteis para pensar de manera distinta.
Matizad lo que os dice en vez de despreciarlo globalmente, y veréis cómo
llegáis a descubrir una verdad aceptable.
A los hijos no les gusta que se les imponga la autoridad arbitrariamente, ni
que se les trate como a chiquillos. Quieren que se escuchen sus opiniones, que se comprendan sus problemas, y
que se les mande como a personas mayores. Padres y madres deberían tener
presente aquella máxima pedagógica: «Al niño se le impone; al muchacho se le
propone; al joven se le expone». Los valores se proponen, no se imponen con
coacción; aunque moralmente haya obligación de aceptarlos.
Cada uno elige los valores que desea. Por eso hay que motivarlos. No bastan
frases como éstas: «Aquí las cosas se hacen así, y basta»; «de esto tú no
tienes ni idea».
Durante la adolescencia, que comienza con la pubertad , tienen lugar
importantes transformaciones en el plano afectivo, intelectual y fisiológico:
es el paso hacia la madurez. Hay un crecimiento físico, maduración sexual y,
sobre todo, una profunda transformación psicológica, que dan al adolescente su
propia personalidad. El adolescente siente en su ser cosas nuevas. Comienza la
reflexión y el descubrimiento de sí mismo . Esta nueva conciencia que tiene de
sí, le lleva a la contemplación del yo, a andar en torno a sí mismo. Quiere
conocerse, comprenderse. Es el narcisismo. Narciso , personaje mitológico, se
deleitaba mirando su imagen sobre las aguas. Cayó al lago atraído por su propia
imagen. Los dioses le transformaron
en la flor que lleva su nombre.
El joven se enamora de su imagen. Se estudia en la intimidad.
Exteriormente tiene una verdadera preocupación por su vestido, su cabello, las
formas de su cuerpo. Es la edad de
los diarios íntimos y del espejo. También del autoerotismo...
Estos jóvenes desprecian todo lo que es convencional. Quieren destacar por lo
excéntrico y original.
Su manera de hablar, vestir, bailar, todo acusa su deseo de extravagancia. La
autocontemplación y la agresividad ayudan al joven a afirmarse; pero, si se
prolongan demasiado, pueden tener consecuencias serias, pueden dificultarle su
adaptación social. Hay muchos
adultos que nunca superaron esta etapa. Son los eternos rebeldes contra todo y
contra todos, incapaces de adaptarse a la realidad de la vida... Los
jóvenes sienten la seducción de lo grande. Es necesario canalizar este impulso
hacia un ideal noble...El instinto religioso se despierta entre los trece y los
catorce años. Llega a su plenitud a los dieciséis.
El adolescente es naturalmente introvertido . Esa actitud repercute en la
conducta del joven, haciéndole amar el recogimiento y la oración silenciosa.
Siente los valores y quiere formar un ideal... En la pubertad es donde se
dilucida el problema religioso. Problema generalmente difícil, ya que queda
situado entre la mentalidad infantil y el espíritu crítico del adulto, entre el
sentimiento de seguridad y el irrumpir violento de la vida instintiva, entre la
sumisión y la afirmación del yo.
La evolución religiosa del adolescente depende de varios factores, de sus
propias reacciones, del ambiente, del ejemplo de los mayores... Algunos
abandonan la fe porque les ha sido presentada como un yugo, y no como un ideal
que les perfecciona y les ayuda a realizarse plenamente... El instinto sexual trae dificultades a la vida
religiosa y moral del joven. Surgen conflictos íntimos entre los valores
religiosos y morales por una parte, y las tendencias sexuales por la otra:
entre el espíritu y la materia.
Sublimando estas tendencias, sabiendo armonizar los valores naturales con las
exigencias de la religión, el joven encuentra gran fuerza para triunfar...
Los jóvenes sin religión caen con más facilidad en la depravación. Sin
religión el Eros baja al nivel de una bestia en celo.
Hay quien dice que la moral está pasada de moda , que no hace sino crear
complejos, y que todo cuanto frene el impulso del instinto es antinatural; pero
la moral se forma con principios objetivos, y no con opiniones particulares. Las obligaciones esenciales de la ley
moral se basan en la esencia y naturaleza del hombre, en sus relaciones
esenciales, y valen en cualquier parte en que el hombre se encuentre.
Ya hemos dicho que el dominio de sí es indispensable para la formación del ser
humano. Los psicólogos nos dicen, fundados en experiencias, que muchos males
psíquicos tienen como causa el desorden que resulta de dejar a un lado la ley
moral.
El sabio Pablo Chauchard afirma: «los preceptos de la moral son
necesarios para el equilibrio psicológico» 657.
La moral debe ser presentada de modo positivo, inculcando a la virtud y a la
imitación de Jesucristo . El sacrificio y el dominio que supone seguir al
Señor, han de ser libremente elegidos con amor .
En casi todas las esferas y niveles, la necesidad precede a la capacidad. Se
tiene necesidad de ser tratado como un hombre antes de ser capaz, precisamente
porque sin duda es la única manera de llegar a serlo. Vuestro hijo quiere
pensar por sí mismo, cuando todavía no sabe hacerlo. Si le abandonáis por
desprecio o por indignación, dónde queréis que aprenda lo que le reprocháis que
no sabe? En el periódico? Entre los
compañeros? En el cine? Vosotros sois quienes podéis y debéis enseñarle a
pensar, pero para ello hace falta discutir despacio y con paciencia con él.
Recibiréis la recompensa el día que le oigáis defender ante sus amigos vuestras
ideas preferidas, las que él ha combatido siempre en casa. Y os parecerá que las
defiende mucho mejor que lo habríais hecho vosotros mismos.
Hablad con los hijos de todas las cosas, y cread un ambiente familiar de
diálogo en el que padres e hijos se lo cuenten todo. El adolescente necesita
que se escuchen y valoren sus puntos de vista, y sobre todo que se estime su
persona y vea que se preocupen por él.
Decálogo de un adolescente:
1 .- Déjame elegir mi ropa.
2 .- Trátame como a un adulto y aprenderé a serlo.
3 .- Déjame construir mis propias
convicciones.
4 .- Respeta mi privacidad.
5 .- Ayúdame en mis ideales de fe y
servicio al prójimo.
6 .- Ayúdame a apreciar mis capacidades y limitaciones.
7 .- Comunícame tu experiencia y ayúdame a tener la mía.
8 .- Ayúdame a clarificar mis problemas y encontrar soluciones.
9 .- Ayúdame a usar bien el dinero.
10 .- Enséñame cómo prepararme al matrimonio .
Después de 45 años de coeducación, los sociólogos y pedagogos reconocen que es
mejor que niños y niñas reciban educación por separado. Por eso la Ministra de
Educación de Suecia, Beatriz Ask, así lo ha determinado 658.
«3Juventud, divino tesoro2 , dice el poeta. Y tiene razón. La juventud es la época más bonita de la vida, y la más
fácil. Es la época más linda, porque durante ella el corazón abriga infinidad
de ilusiones y esperanzas no truncadas por los azares del vivir, y la cabeza
engendra ensueños, ideales maravillosos, que muy bien pueden un día hacerse
realidad. Pero es la época más difícil, por ser la encrucijada de mil caminos;
y según el que se escoja va a estar la felicidad de toda nuestra única vida.
Entre cientos de maravillosas posibilidades, se presenta, la angustiosa
urgencia de elegir una, y con ello, rechazar todas las demás.
Quizás la característica psicológica más importante de la juventud es la
conciencia de poder pensar, idear, trabajar y subsistir por sí mismo. El
sentimiento de independencia nos despierta de la niñez, en que dependíamos para
todo de alguien. Ese desarrollo y ansia de libertad, que son muy buenos,
laudables y necesarios, pueden conducir al joven a una rebelión injusta hacia
todo: contra la sociedad, contra los familiares, contra los educadores. Al
estilo de vida de creerse superior a los demás; pensar que los otros, los
mayores, no saben nada, están anticuados; que yo soy el único que sé, el único
que puede y debe elegir el curso de mi vida, ignorando y rechazando toda ayuda
y consejo de los demás.
Esta actitud es errónea, porque todos necesitamos de los demás en la vida. Y
el joven, aunque muchas veces no lo crea, o no lo quiera, es el que más ayuda
necesita, por encontrarse en la encrucijada más difícil de la vida. Y aquí
quisiera que los jóvenes entendieran algo muy importante, que por obvio que es,
muchas veces no se valora lo suficiente; la mejor, más honesta y más
desinteresada ayuda que pueden encontrar es la de sus padres» 659.
Los problemas que destacan en las
páginas frontales de los periódicos de todo el mundo, son un reflejo de la
falta de disposición de nuestra juventud para someterse a ningún sistema de
valores que no sea el que el de sus efímeros, inciertos y pragmáticos
criterios. (...) Todos somos testigos de casos de adolescentes que son
advertidos y aconsejados una y otra vez por padres experimentados y
responsables, pero que ellos prefieren "discurrir por su cuenta" para
descubrir demasiado tarde lo que su padre le predecía certeramente. Por
desgracia son muchos los jóvenes que no quieren escuchar consejos. Semejante
hostilidad hacia la autoridad paterna les priva de la experiencia de los
mayores por querer hacer las cosas por sí mismos .
66,8. Modo de hacer de los hijos
unos delincuentes:
1 Dadle desde pequeño cuanto desee: así crecerá convencido de que el mundo
entero se lo debe todo.
2 Reíd si dice tonterías: así creerá que es muy gracioso.
3 No le deis ninguna formación religiosa: ya la escogerá él cuando sea mayor. Seguramente
se quedará sin ninguna.
4 Nunca le digáis esto está mal : podría adquirir complejos de culpabilidad; y
más tarde, cuando, por ejemplo, sea detenido por robar un
coche, estará convencido de que es la sociedad la que le persigue sin motivo.
5 Recoged todo lo que él tire por los suelos; así creerá que todos han de estar
a su servicio.
6 Dejad que lo lea todo. Limpiad eso sí, con detergente, y desinfectad la
vajilla en que come; pero dejad que su espíritu se recree en cualquier torpeza.
7 Discutid los padres delante de él: así se irá acostumbrando, y cuando la
familia esté ya destrozada no se dará ni cuenta.
8 Dadle todo el dinero que quiera: no sea que sospeche que para tener dinero se
debe trabajar.
9 Que todos sus deseos estén satisfechos: comer, beber, divertirse...;
de otro modo resultaría un frustrado.
10 Dadle siempre la razón: son los profesores, la gente, la ley, la
sociedad..., quienes la tienen tomada con el pobre muchacho: no le reprendáis,
no sea que se disguste.
Y cuando tu hijo sea ya un desastre,
proclamad que nunca pudisteis hacer nada con él .
El pediatra norteamericano. Dr. Benjamín Spock , uno de los que más ha
influido en la corriente tan en boga hoy día de la pedagogía permisiva, al
final de su vida, en una conferencia que dio en la Universidad de Pensilvania,
dijo, que tenía que reconocer que se había equivocado, y que por su culpa se
había estropeado una generación.
Afirmó que la educación debe regirse por normas éticas precisas.
Los hijos mimados y consentidos, a quienes se les da todo lo que quieren, a
quienes nunca se les niega nada, quedan traumatizados.
Proponle objetivos concretos
posibles, y no demasiado difíciles.
Estudia el plan de acción para conseguir el objetivo propuesto.
Márcale un tiempo para las sucesivas
etapas. Ejercítale en vencerse en cosas pequeñas.
Para educar a los adolescentes, pueden ayudar a los padres estos diez consejos:
1) Escucharle más que hablarle.
2) Exigirle sólo cosas importantes.
3) Razonar las órdenes.
4) No le pongas etiquetas peyorativas: más que decirle eres un mentiroso ,
dile: has dicho una mentira .
5) Hazle razonar sus
ideas.
6) No te rías de sus ideas.
Muéstrale sus equivocaciones.
7) Tus órdenes claras, concretas. Exigiendo su cumplimiento.
8) No amenaces inútilmente. Exige
los castigos impuestos. No lo
levantes a no ser por causa razonable.
9) Que los castigos sean proporcionados a la falta.
10) No permitas que te falte al respeto, pero tú tampoco le grites.
Háblale con calma.
El psico - pedagogo Dr. Bernabé Tierno da estos consejos para educar
adolescentes660:
1) Respétalo como persona. Trátalo
como si ya tuviera las cualidades que desearías de él.
2) Sé tú ejemplo de las virtudes que deseas en él.
3) Admite tus errores y él aprenderá a admitir los suyos.
4) Ejercita tu autocontrol. No pierdas tus nervios, aunque él se salga
de tono.
5) Valora sus virtudes, sus esfuerzos, su progreso.
6) Razona tus órdenes. El ordeno y mando pone a la defensiva.
7) Ponte en su piel. Trátale
como te gustaría ser tratado, si tú
fueras él.
8) Fomenta su autodisciplina: no hacer lo que apetece sino lo que es
conveniente.
9) Ayúdale a madurar. Las dificultades no son para abatirse sino para
afrontarlas.
10) Hazle ver que puede y debe ser feliz. La felicidad está dentro de uno
mismo. No depende de las
circunstancias exteriores.
Pasos para ser eficaz:
1) Tener claro qué es lo que quiero conseguir.
2) Que este objetivo esté a mi alcance. No empeñarse en coger la Luna con la
mano.
3) Escoger los medios adecuados al fin que se pretende.
4) No darse pronto por vencido. Tener tesón y constancia para seguir luchando.
5) Corregir los errores cometidos, y no echar la culpa a los demás o a las
circunstancias.
6) Atender a todos los detalles, y no esperar que los demás o la suerte
solucionen las cosas.
7) No menospreciar a nadie. La persona menospreciada puede sernos decisiva
mañana.
8) Orar para que Dios nos ayude en
todos los anteriores puntos.
La salud mental es una de las cosas más importantes de la vida. Para la
higiene mental que haga posible la madurez psíquica y el equilibrio de la
persona, finalidad de toda educación, es necesario:
a) Autoestima.- Aceptarse uno mismo como es. Reconocer las propias cualidades y defectos. No sobrestimarse,
considerándose capaz de lo que no es verdad. Pero tampoco considerarse una
persona inútil. Saber de lo que uno es capaz, y alegrarse de ello.
b) Dominio propio,- Hacer lo que es necesario, conveniente y debido;
aunque nos desagrade y sea costoso. Quien rige su vida por lo que le apetece, no es dueño de sí mismo ni de sus
actos.
Queda al arbitrio de las circunstancias y de las personas.
Con razón decía Emerson que "la educación de la voluntad es la meta de
nuestra existencia", porque desde esta meta todo lo demás se convierte en
fácil y gratificante. Pero educar la voluntad y el carácter en unos principios
nobles exige perseverancia en el obrar bien, y esto, casi siempre, conlleva
nadar contra corriente. Contra esa corriente que arrastra hoy a tantos a
huir de todo lo que suponga sacrificio, tesón y esfuerzo .
La voluntad se fortalece haciendo actos esforzados. Su frecuencia conduce al
hábito. Repitiendo ejercicios de esfuerzo, haciendo algo que no me apetece
porque es obligatorio,necesario o conveniente domino mi carácter para perfilar
mi personalidad .
c) Capacidad de soportar contratiempos sin perder la paz, la esperanza y la
ilusión.
d) Vivir gozosamente el presente sin angustias por el pasado ni temores del
futuro. Haciendo del servicio al prójimo la superación del egoísmo y el ideal
de la vida.
Todo esto no se hereda. Es fruto del trabajo, y se aprende en una buena
educación.
66,9. Cuando llegue el momento de elegir estado, recomendadles lo que
parezca más conveniente, sin quitarles la libertad. Los padres pecan si quitan injustamente la
libertad a sus hijos en la elección de estado. Pero sí deben
aconsejarles en este punto lo que sea razonable.
Si hay que oponerse a unas relaciones que parecen descabelladas, ser prudentes
en no hacer o decir cosas que después pueden ser un obstáculo a las buenas
relaciones familiares, si ese matrimonio llega a realizarse, a pesar de la
desaprobación de los padres.
«Los padres deben acoger y respetar, con alegría y acción de gracias, el
llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad por
el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal» 661.
66,10. También entran en este
mandamiento las relaciones entre superiores y subordinados, patronos y obreros,
etc.
La organización de la sociedad exige que haya quien mande y haya quien
obedezca. Por eso, el poder de la autoridad viene de Dios, y también por eso la
autoridad debe ejercerse según la ley de Dios. Los que mandan deben hacerlo con
justicia y delicadeza; y los que obedecen, con respeto, fidelidad y sumisión.
Lo mismo que los súbditos tienen la obligación de obedecer, las Autoridades
tienen la obligación de mandar según la Moral. Es decir, consagrarse a procurar
el bien común, no el propio; vigilar que se cumpla la justicia y guardarla a su
vez, por ejemplo, otorgando cargos a personas idóneas, y empleando bien el
dinero de los ciudadanos, atendiendo a lo más urgente y necesario.
66,11. La cuestión social se ha agravado profundamente en nuestro tiempo,
por el poco caso que se ha hecho de la doctrina social de la Iglesia.
La solución está en que nos
convenzamos de que todos somos hermanos, y por lo tanto, debemos ayudarnos
mutuamente. El que tiene más debe dar al que tiene menos, pues todos los
hombres deben gozar suficiente - pero moderadamente - de los bienes de este
mundo. «El cristiano rico no se regocija de su condición, pues sabe que su
riqueza le impone deberes; no ama la riqueza, sino a sus hermanos; y en la
riqueza ve un recurso para ayudarles».
Lo que pasa es que muchos que se dan el nombre de cristianos -y con sus obras
demuestran que no lo son - no quieren hacer caso de lo que manda la Iglesia.
Pío XI se quejaba amargamente: «es en verdad lamentable que haya habido, y aun
ahora haya, quienes llamándose católicos apenas se acuerdan de la sublime ley
de la justicia y de la caridad en virtud de la cual nos está mandado no sólo
dar a cada uno lo que le pertenece, sino también socorrer a nuestros hermanos
necesitados como al mismo Cristo. Ésos, y esto es lo más grave, no temen
oprimir a los obreros por espíritu de lucro. Hay, además, quienes abusan de la
misma religión y se cubren con su nombre en las exacciones injustas para
defenderse de las reclamaciones completamente justas de los obreros. No
cesaremos nunca de condenar semejante conducta; esos hombres son la causa de
que la Iglesia, inmerecidamente, haya podido tener la apariencia y ser acusada
de inclinarse de parte de los ricos, sin conmoverse ante las necesidades y
estrecheces de quienes se encontraban como desheredados de su parte de
bienestar en esta vida»662.
Jesucristo no se presentó como un nuevo Espartaco proclamando la
libertad de los esclavos con las armas en la mano. Jesucristo acabó con la
esclavitud, pero no con la fuerza de las armas, sino con la fuerza de su
doctrina. Las injusticias no se vencen con el odio, sino haciendo a los hombres
mejores. El odio cambia una injusticia por otra. Lo único que hace mejores a
los hombres es el amor al prójimo.
Para hacer mejor a la humanidad, no hay otra doctrina que supere a la de
Jesucristo : «pórtate con los demás como quieres que los demás se porten
contigo» 663, «amaos unos a otros como yo os he amado»664.
Convenzámonos que mientras todos -los de arriba y los de abajo - no obedezcamos
a nuestra Santa Madre la Iglesia, el mundo no se arreglará. El odio y el
egoísmo no pueden sustentar la verdadera paz.
La doctrina social de la Iglesia no es dinamita que destroza, sino levadura que
transforma lentamente.
66,12. Pío XII les dijo a los
católicos austríacos: «La lucha de clases nunca podrá ser el objetivo de la
doctrina social católica»665.
«Se equivoca -dice Pío XII a los trabajadores italianos el 1 de mayo de 1953-
quien piensa que sirve a los intereses del obrero con los viejos métodos de la
lucha de clases». Hay que conseguir una colaboración de las clases, basada en
la confianza y en el mutuo cumplimiento de los deberes sociales.
Salvador de Madariaga, conocido intelectual republicano, dijo que para los
marxistas la lucha de clases no es un medio, sino un fin: en las situaciones en
que hay bienestar y paz social, procuran acabar con esto y crear la lucha de
clases666.
Dijo Juan Pablo II en Brasil: «La liberación cristiana usa medios
evangélicos y no recurre a ninguna forma de violencia, ni a la dialéctica de la
lucha de clases o a la praxis o análisis marxista 667.
«La lucha de clases no conduce al
orden social porque corre el riesgo de invertir las situaciones de los
contendientes, creando nuevas situaciones de injusticia ... Rechazar la lucha
de clases es optar decididamente por una noble lucha en favor de la justicia
social ...
El bien común de una sociedad exige que esa sociedad sea justa. Donde
falta la justicia, la sociedad está amenazada desde dentro.
Eso no quiere decir que las transformaciones necesarias para llevar a una mayor
justicia deban realizarse con la violencia, la revolución ni el derramamiento
de sangre, porque la violencia prepara una sociedad violenta, y nosotros los
cristianos no la podemos admitir. Pero hay transformaciones sociales, a veces
profundas, que deben realizarse constantemente, progresivamente, con eficacia,
y con realismo, por medio de reformas pacíficas» 668 .
La Iglesia, en sus veinte siglos de
existencia, ha tenido que vivir en medio de las estructuras sociales más diversas.
Y siempre, en todos los ambientes, ha trabajado por la implantación de la
justicia social.
No por medio de una revolución sangrienta, sino por medio de su doctrina
y de su influjo. Y lo mismo que en la antigüedad abolió la esclavitud e
instituyó los gremios -verdaderas familias de productores, que tan buenos
frutos dieron para el equilibrio social y buena distribución de las riquezas -,
así en nuestra época abolirá la injusticia social, consecuencia del capitalismo
liberal; y se impondrá la hermandad cristiana que armonice las relaciones entre
todos los hombres.
«La igual dignidad de las personas humanas exige el esfuerzo para reducir las
excesivas desigualdades sociales y económicas, e impulsa a la desaparición de
las desigualdades inicuas»669.
El cumplimiento de la doctrina social de la Iglesia, por parte de todos, hará
que patronos yobreros vivan en perfecta concordia y bienestar. Esta
colaboración de unos y otros para la implantación de la doctrina de la Iglesia
es la que ha de solucionar el problema social.
La Iglesia da las directrices; pero ella sola no puede. Necesita la
colaboración de todos. Ella da la doctrina, pero las realizaciones dependen de
los hombres.
La empresa moderna es muy distinta de la del siglo pasado. Ha avanzado mucho,
pero todavía no ha llegado a la meta que desea la Iglesia.
Todos debemos colaborar a que siga evolucionando a mejor, hasta dar al elemento
humano del trabajo la dignidad que merece. «El reconocimiento de la dignidad de la persona humana, sujeto de derechos
inalienables, se encuentra en los fundamentos de toda la enseñanza social de la
Iglesia»670.
66,13. «Las empresas económicas
son comunidades de personas, es decir, de hombres libres y autónomos, creados a
imagen de Dios. Por ello, teniendo en cuenta las diversas funciones de cada uno
-propietarios, administradores, técnicos y trabajadores -, y quedando a salvo
la necesaria unidad en la dirección, se ha de promover la activa participación
de todos en la gestión de la empresa, según formas que habrá que determinar con
acierto. Con todo, como en muchos casos no es a nivel de empresa, sino en
niveles institucionales superiores, donde se toman las decisiones económicas y
sociales, de las que depende el porvenir de los trabajadores y de sus hijos,
deben los trabajadores participar también en semejantes decisiones por sí
mismos o por medio de representantes libremente elegidos.
Entre los derechos fundamentales de la persona humana debe contarse el derecho
a fundar libremente asociaciones obreras que representen auténticamente al
trabajador y puedan colaborar en la recta ordenación de la vida económica, así
como también el derecho de participar libremente en las actividades de las
asociaciones, sin riesgo de represalias. Por medio de esta participación organizada,
que está vinculada al progreso en la formación económica y social, crecerá más
y más entre los trabajadores el sentido de la responsabilidad, que les llevará
a sentirse sujetos activos, según sus medios y aptitudes propias, en la tarea
total del desarrollo económico y social del logro del bien común universal.
En caso de conflictos económico-sociales hay que esforzarse por encontrarles
soluciones pacíficas. Aunque se ha de recurrir siempre primero a un sincero
diálogo entre las partes, sin embargo, en la situación presente, la huelga
puede seguir siendo medio necesario, aunque extremo, para la defensa de los
derechos y el logro de las aspiraciones justas de los trabajadores.
Búsquense, con todo, cuanto antes, caminos para negociar y reanudar el
diálogo conciliatorio»671.
«La huelga es un método reconocido por la Doctrina Social Católica, como
legítimo en las debidas condiciones y en los justos límites. En relación con
esto, los trabajadores, deberían tener asegurado el derecho a la huelga sin sufrir
sanciones penales personales por participar en ellas. Admitiendo que es un
medio legítimo, se debe subrayar al mismo tiempo que la huelga sigue siendo, en
cierto sentido, un medio extremo. No se puede abusar de él; especialmente en
función de los juegos políticos. Por lo demás, no se puede jamás olvidar que
cuando se trata de servicios esenciales para la convivencia civil, éstos han de
asegurarse en todo caso, mediante medidas legales apropiadas, si es necesario.
El abuso de la huelga puede conducir a la paralización de toda la vida
socio-económica, y esto es contrario a las exigencias del bien común de la
sociedad»672.
«La admisión de la huelga no legitima el empleo de medios injustos de presión
huelguista como la calumnia, la mentira, las amenazas contra las personas, el
sabotaje, y, en general, los medios llamados de acción directa. Se requiere
asimismo que la huelga no vaya más lejos de lo que sea necesario para conseguir
la finalidad de reparación de la injusticia o consecución de la mejora
justamente pretendida. La huelga resulta moralmente inaceptable cuando va
acompañada de violencias, o también cuando se lleva a cabo en función de
objetivos no directamente vinculados con las condiciones de trabajo, o
contrarios al bien común. El beneficio a obtener debe ser proporcionado a los
males que ocasiona»673.
«Nadie está obligado en conciencia a tolerar la injusticia cometida contra él. Obran rectamente las personas que
defienden sus propios derechos, respetando siempre los derechos de los demás.
Frente a la injusticia cabe, pues, una legítima oposición. Esta acción
en contra de la injusticia establecida es tarea propia tanto de la Autoridad
Pública como de los ciudadanos. El Estado mantiene el orden justo
principalmente mediante las leyes, la fuerza publica y la acción de los
tribunales. Los ciudadanos disponen de dos medios extraordinarios para oponerse
a la injusticia social: la huelga y, en casos extremos, la revolución».
66,14.« Mucho más extrema que la huelga, por la complejidad de implicaciones
de todo orden que lleva consigo, es la revolución como recurso de oposición a
la injusticia, no limitado ya al campo económico, sino insertado en la línea
política. La doctrina tradicional católica ha reconocido siempre su
legitimidad, cuando se dan determinadas condiciones, como instrumento para
liberarse de la injusticia padecida por un pueblo, y siempre que su puesta en
marcha represente un mal menor comparado con las consecuencias desastrosas
provocadas por el régimen de injusticia establecido en la sociedad».
«Y que se hayan agotado todos los otros recursos, haya esperanza fundada de
éxito, y sea imposible prever razonablemente soluciones mejores».
A esta posibilidad se refería Pablo VI en la «Populorum Progressio» (n 30 y
31): «Hay situaciones cuya injusticia clama al cielo. Cuando poblaciones
enteras, faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide
toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción
cultural y de participación en la vida social y política, es grande la
tentación de rechazar con la violencia tan graves injurias contra la dignidad
humana. Sin embargo, como es sabido, la insurrección revolucionaria, salvo en
el caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos
fundamentales de la persona y dañase peligrosamente al bien común del país,
engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas
ruinas. No se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor».Pablo VI ,
en la tradicional audiencia colectiva del primero de año al Cuerpo Diplomático
acreditado ante la Santa Sede, les dijo en 1967, hablando de la justicia
social: «La Iglesia no puede aprobar a quienes pretenden alcanzar este objetivo
tan noble y legítimo a través de la subversión violenta del derecho y del orden
social. La Iglesia tiene conciencia, es cierto, de adoptar con su Doctrina, una
revolución, si con este término se entiende un cambio de mentalidad, una
modificación profunda de la escala de valores. Tampoco ignora la fuerte
atracción que la idea de revolución, entendida en el sentido de un cambio
brusco y violento, ejerce en todo tiempo en algunos espíritus ávidos de lo
absoluto, de una solución rápida, enérgica y eficaz, como ellos piensan, del
problema social, y con gusto en ella verían la única vía que conduce a la
justicia. En realidad, la acción revolucionaria engendra ordinariamente toda
una serie de injusticias y de sufrimientos, porque la violencia desencadenada
es difícil de controlar y actúa tanto contra las personas como contra las
estructuras. No es, por tanto, a los ojos de la Iglesia, una solución apta para
remediar los males de la sociedad»674.
«He aquí otro criterio fundamental que ha de orientar la acción de los
católicos en la sociedad: la Iglesia no prohíbe, sino que recomienda a sus
fieles que colaboren con todos los hombres de buena voluntad en la construcción
de una sociedad más justa»675.
«No corresponde a los pastores de la Iglesia intervenir directamente en la
actividad política y en la organización de la vida social. Esta tarea forma
parte de la vocación de los seglares»676.
«La diversidad de regímenes políticos es legítima con tal que promuevan el bien
de la comunidad». «La autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien
común del grupo en cuestión y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente
lícitos. Si los dirigentes
proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias al orden moral, estas
disposiciones no pueden obligar en conciencia»677.
«El bien común comporta tres elementos esenciales: el respeto y la promoción de
los derechos fundamentales de la persona; la prosperidad o el desarrollo de los
bienes espirituales y temporales de la sociedad; y la paz y la seguridad del
grupo y de sus miembros»678.
Los ateos atacan al cristianismo como alienación que atrofia la
iniciativa y el trabajo del hombre.
Piensan que el fenómeno religioso es alienante, porque creen que la afirmación
de la existencia de Dios aparta al creyente del empeño por la realización del
mundo y del hombre, pues lo engaña con la utopía de un paraíso futuro. Pero no
es así. El plan de Dios y el
Evangelio dicen que «el hombre es responsable de su desarrollo lo mismo que de
su salvación». El cristianismo «enseña que la importancia de las tareas
terrenas no es disminuida por la esperanza del más allá». «Por el contrario,
obliga a los hombres aún más a realizar estas actividades».
«La obra redentora de Cristo, aunque de suyo se refiere a la salvación de los
hombres, se propone también la restauración de todo el orden temporal»
679.
Pertenece a la misión de la Iglesia emitir un juicio moral sobre las cosas que
afectan al orden político cuando lo exijan los derechos fundamentales de la
persona o la salvación de las almas.
Es evidente que la Iglesia, en cuanto tal, no tiene la función de edificar el
mundo temporal.
Pero «se equivocan los cristianos que consideran que pueden descuidar las
tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les
obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas, según la vocación personal
de cada uno». «El plan de Dios sobre
el mundo es que los hombres instauren con espíritu de concordia el orden
temporal y lo perfeccionen sin cesar» 680.
«El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con
el prójimo, falta sobre todo a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro
su eterna salvación»681.
Los seglares no pueden limitarse a trabajar por la edificación del
Pueblo de Dios o la salvación de su alma para la eternidad, sino que han de
empeñarse en la instauración cristiana del orden temporal. Por su situación en el mundo, los seglares son los
responsables directos de la presencia eficaz de la Iglesia en cuanto a la
organización de la sociedad en conformidad con el espíritu del Evangelio.
«Cuando la Autoridad Pública, rebasando su competencia, oprime a los
ciudadanos, éstos no deben rehuir las exigencias objetivas del bien común; les
es lícito defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de
tal autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica»
682.
La denuncia por la denuncia no vale, y menos todavía la denuncia por el
sensacionalismo a estilo periodístico. La denuncia es para la corrección del
mal. La prudencia aconsejará si es o no conveniente. Se han presentado
ocasiones en que la jerarquía eclesiástica quería denunciar públicamente
situaciones de opresión e injusticia, especialmente en países comunistas, y los
cristianos de estos países han pedido que no lo hicieran, porque habría
represalias que crearían una situación peor.
Un caso histórico se dio cuando la persecución hitleriana a los judíos; muchos
querían que el Papa protestase públicamente. Y fue mucho más eficaz su trabajo en comisiones y delegaciones,
consiguiendo la libertad de muchos judíos. Hecho que fue reconocido y
agradecido públicamente por los mismos.
Existe una actitud de prudencia. Muchas veces se da el nombre de prudencia a la
cobardía; eso es malo. Pero la temeridad agresiva puede tomar el nombre de
valor, y también es malo.
Si queremos que la denuncia sea eficaz tenemos que creerla y hacerla
primeramente con toda la verdad, es decir, que sea verdad lo que denunciamos y
estar ciertos de que estamos en la verdad. En segundo lugar, con la verdad de
las motivaciones, es decir, que la hagamos por amor a los perjudicados y con
amor a los que perjudican.
La Doctrina Social Católica ha influido mucho en las realizaciones sociales
a lo largo de la Historia. Por citar las más modernas podríamos decir lo
siguiente: la primera ley sobre el descanso dominical, aprobada por el
Parlamento francés, fue propuesta por diputados católicos. El primer comité o
consejo de empresa, fue instituido en 1885 por el empresario católico francés
León Harmel, en su fábrica Val-des-Bois. La primera Caja de Compensaciones de
Subsidios familiares fue establecida en 1900 por el empresario católico francés
Romanet. La implantación obligatoria del Seguro de Enfermedad fue propuesta en
1900 en Francia por el sacerdote Lemir. No es cierto, por tanto, que los
católicos hayamos llegado siempre tarde.
«La restauración cristiana de la
sociedad, como uno de los objetivos de la misión de la Iglesia en el mundo, no
significa que sean los cristianos, ni los católicos los únicos capaces de
respetar los derechos de la persona humana, de defender la legítima libertad de
los pueblos o de instaurar un régimen de justicia. Hay hombres, incluso no
creyentes, que aspiran a conseguir los mismos objetivos. El esfuerzo de la
Iglesia no se contrapone, sino que se suma, a los esfuerzos de estos hombres de
buena voluntad, y los católicos comparten con ellos el afán y los proyectos
para construir una ciudad secular más libre, más justa, más humanizada, más
habitable para el hombre, de manera que todos contribuyan a realizar en el
mundo el plan de Dios». Por esto afirma el Vaticano II: «El Concilio
aprecia con el mayor respeto cuanto de verdadero, de bueno y de justo se
encuentra en las variadísimas instituciones fundadas ya, o que incesantemente
se fundan, en la humanidad.
Declara, además, que la Iglesia quiere ayudar y fomentar tales instituciones en
lo que de ella dependa, y pueda conciliarse con su misión propia. Nada desea
tanto como desarrollarse libremente, en servicio de todos, bajo cualquier
régimen político que reconozca los derechos fundamentales de la persona y de la
familia, y los imperativos del bien común» 683.
Hagamos los hombres mejores si
queremos un mundo mejor. Para cambiar el mundo no basta cambiar las
estructuras. «Es cierto que un mundo injusto dificulta gravemente el cambio de
las personas. Pero sería una coartada atribuir todo el mal a unas impersonales
estructuras que serían el chivo expiatorio de todos nuestros errores
personales. Jesús coloca como primario y fundamental el tema de la
responsabilidad personal de cada hombre en ese cambio necesario». El 30 de diciembre de 1987, Juan Pablo II
publicó la séptima de sus encíclicas titulada «Sollicitudo rei socialis», es
decir, «preocupación por la cuestión social». De ella son estos párrafos:
«El objetivo de la paz, tan deseado por todos, sólo se alcanzará con la
realización de la justicia social e internacional, y además con la práctica de
las virtudes que favorecen la convivencia y nos enseñan a vivir unidos para
construir juntos dando y recibiendo una sociedad nueva y un mundo mejor (n 39).
La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer al problema del
subdesarrollo, en cuanto tal, no propone sistemas o programas económicos o
políticos, ni manifiesta preferencias por unos o por otros, con tal que la
dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del
espacio necesario para ejercer su ministerio en el mundo (n 14). La doctrina social
de la Iglesia no es una "tercera vía entre el capitalismo liberal y el
colectivismo marxista" se trata de una doctrina que debe orientar la
conducta de las personas (n 41). Un desarrollo sólo económico no es capaz de
liberar al hombre: al contrario, lo esclaviza todavía más. Un desarrollo que no
abarque la dimensión cultural, transcendente y religiosa del hombre y de la
sociedad, contribuiría aún menos a la verdadera liberación (n 6). Todos estamos
llamados, más aún, obligados, a ese tremendo desafío...
Cada uno está llamado a ocupar su propio lugar en esta campaña pacífica, que
hay que realizar con medios pacíficos para conseguir el desarrollo de la paz (n
47). Quiero dirigirme a todos los hombres y mujeres sin excepción, para que
convencidos de la gravedad del momento presente, y de la respectiva
responsabilidad individual, pongamos por obra -con el estilo personal y
familiar de vida, con el uso de los bienes, con la participación como
ciudadanos, con la colaboración en las decisiones económicas y políticas, y con
la actuación a nivel nacional e internacional - las medidas inspiradas en la
solidaridad y en el amor preferencial por los pobres (n 47)».
El hombre materialista ha levantado un altar a los ídolos del dinero, el sexo y
el poder. En su adoración corre tras la felicidad sin conseguirla. Como los
galgos que corren tras la liebre mecánica sin alcanzarla jamás. O como el que
corre tras su sombra para alcanzarla sin poder conseguirlo.
Al barrer a Dios de la vida cruje la familia, fracasa el matrimonio, la
juventud se esclaviza de la lujuria, y muchos negocios se convierten en bandas
de ladrones.
Sólo Dios da motivación eficaz para la honradez y la virtud. La honradez sin Dios es excepcional.
Para moralizar la vida vale más el catecismo que la policía.
Después de la Primera Guerra Mundial, uno de los escritores más célebres de
Italia, Papini, que había sido ateo, anarquista y anticatólico, se convirtió al
catolicismo, y en su «Historia de Cristo» describe el mundo moderno
idolatrando al dinero, la inmoralidad y el egoísmo. Sin Cristo los hombres se convierten en fieras que
se devoran unas a otras. Al final de su libro tiene una conmovedora
oración a Cristo:
«Cristo, vuelve, que te necesitamos.
- El que tiene hambre, te necesita a Ti: Pan de vida eterna.
- El que tiene sed, te necesita a Ti: que das agua de vida eterna.
- El que busca lo bello, te busca a Ti: Hermosura eterna.
- El que busca la verdad, te busca a Ti: Verdad eterna.
- El que busca la paz, te busca a Ti: el único que da la Paz verdadera.
Todos claman por Ti, Cristo! Ven
Señor Jesús! Te necesitamos!
Muchos están rodeados por el cristianismo, pero éste no ha penetrado en su
corazón de piedra: como el canto rodado sumergido en el arroyo, que si lo
partes, por dentro está seco porque el agua no le ha calado.
Cuentan de unos náufragos que
estaban muertos de sed en su bote salvavidas. Las corrientes marinas
habían llevado el bote hasta la desembocadura del río Amazonas. El bote estaba
rodeado de agua dulce del inmenso caudal del Amazonas, pero los náufragos, sin
saberlo, se morían de sed.
66,15. Todos los hombres tienen
el derecho y el deber de trabajar.
Muchos hombres desearían trabajar pero no pueden. Uno de los problemas actuales
más graves es el paro, o falta de puestos de trabajo.
«El derecho al trabajo es un bien de la Humanidad que hay que compartir. Es
necesario que los cristianos nos esforcemos para lograr que todos los hombres
tengan en la sociedad un puesto de trabajo dignamente retribuido; que el
trabajo sea cual fuere, no constituya para nadie una humillación; y que cada
hombre, encuentre, en lo posible, el trabajo más adecuado a sus capacidades y
vocación».
Muchos que exaltan su libertad como el supremo de los valores, después se
quejan cuando sus derechos son arrollados por otro que en nombre de su propia
libertad no le respeta a él.
66,16. Oigamos la doctrina de los Papas sobre salarios:
«No puede decirse que se haya satisfecho a la justicia social, si los obreros
no tienen asegurado su propio sustento y el de sus familias, con un salario
proporcionado a este fin; si no se les facilita la ocasión de adquirir alguna
modesta fortuna, previniendo así la plaga del pauperismo universal; si no se
toman precauciones en su favor, con seguros públicos y privados, para el tiempo
de la vejez, de la enfermedad y de paro. En una palabra, para repetir lo que
dijimos en nuestra encíclica "Quadragessimo anno": La economía social
estará sólidamente constituida y alcanzará sus fines, sólo cuando a todos y a
cada uno se provea de todos los bienes que las riquezas y subsidios naturales,
y la técnica y la constitución social de la economía pueden producir. Estos
bienes deben ser suficientemente abundantes para satisfacer las necesidades y
honestas comodidades, y elevar a los hombres a aquella condición de vida más
feliz que, administrada prudentemente, no sólo no impide la virtud, sino que la
favorece en gran manera»684.
Pío XII , en su alocución del 13 de junio de 1943 a 20.000 obreros italianos,
reunidos en el Vaticano, dijo cuál debería ser el salario integral: «Un salario
que asegure la existencia de la familia, y sea tal que haga posible a los
padres el cumplimiento de su deber natural de criar una prole sanamente
alimentada y vestida; una habitación digna de personas humanas; la posibilidad
de procurar a los hijos una suficiente instrucción y una educación conveniente;
la de mirar y adoptar providencias para los tiempos de estrechez, enfermedad y
vejez».
Juan XXIII , en su encíclica «Mater et Magistra», dice: «Una profunda amargura
embarga nuestro ánimo ante el espectáculo inmensamente triste de innumerables
trabajadores a los cuales se les da un salario que los somete a ellos y a sus
familias a condiciones de vida infrahumana».
El Concilio Vaticano II haciendo suyas unas palabras de Juan XXIII en su
encíclica «Mater et Magistra», dice: «La remuneración del trabajo debe ser
suficiente para permitir al hombre y a su familia una vida digna en el plano
material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de
trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa
y el bien común»685.
Como es fácil apreciar, no es sencillo determinar los límites del salario
íntegramente justo y equitativo. El criterio del salario legal, fijado por el
Estado, no es suficiente, y los patronos tendrán que suplirlo con su sentido de
la justicia. Lo que nunca se puede olvidar es que mayor derecho tienen el
trabajador y su familia al salario, que el capitalista a sus dividendos de
beneficios; y que todo beneficio adquirido a costa de la injusta retribución
del trabajo ha de ser considerado como explotación y riqueza injusta. Sobre sus dueños y sus herederos pesa la
incondicional obligación de la restitución.
«Los bienes creados -ha dicho el Cardenal Bueno Monreal en la XXV Semana
Social de España - tienen un destino universal para uso del género humano. En consecuencia, deben llegar a todos en
forma justa y en clima de caridad. No todos los hombres son iguales en lo que
toca a la capacidad física y a las cualidades intelectuales y morales, pero hay
una igualdad fundamental por naturaleza, origen, vocación y destino. Toda forma
de discriminación en los derechos fundamentales de la persona es contraria al
plan divino y ha de ser eliminada». «Aunque existen diversidades justas entre los
hombres, sin embargo, la igual dignidad de la persona exige que se llegue a una
situación social más humana y más justa. Resulta escandaloso el hecho de las
excesivas desigualdades económicas y sociales que se dan entre los miembros o
los pueblos de una misma familia humana. Son contrarias a la justicia social, a
la equidad, a la dignidad de la persona humana y a la paz social e
internacional»686.
Juan Pablo II en su encíclica «Laborem exercens» dice: «Una justa remuneración
por el trabajo de la persona adulta, que tiene responsabilidades de familia, es
la que sea suficiente para fundar y mantener dignamente una familia y asegurar
su futuro. Tal remuneración puede hacerse bien sea mediante el llamado salario
familiar, es decir, un salario único dado al cabeza de familia por su trabajo y
que sea suficiente para las necesidades de la familia, sin necesidad de hacer
asumir a la esposa un trabajo retribuido fuera de casa, bien sea mediante otras
medidas sociales, como subsidios familiares o ayudas a la madre que se dedica
exclusivamente a la familia; ayudas que deben corresponder a las necesidades
efectivas, es decir, al número de personas a su cargo durante todo el tiempo en
que no esté en condiciones de asumir dignamente la responsabilidad de la propia
vida».
El 1 de mayo de 1991, el Papa Juan Pablo II firmó una encíclica en el
Centenario de la «Rerum Novarum» de León XIII. La «Rerum Novarum» tuvo notable
influencia en numerosas reformas introducidas entre los últimos años del siglo
XIX y los primeros del XX en los sectores de la previsión social, seguros de
enfermedad y accidente, pensiones, etc.. Aunque reconoce el Papa que el
logro de estas mejoras no sólo se ha debido al influjo de la Iglesia. Ya León XIII en la «Rerum Novarum» después
de acusar las injusticias sociales de su tiempo vio que el socialismo
perjudicaba a quienes pretendía ayudar (n 12). La experiencia de los
años posteriores lo ha confirmado con el hundimiento del marxismo en países del
este europeo, donde muchedumbres eran explotadas y oprimidas por el
totalitarismo comunista (n 19). Empezó
en Polonia y siguió por el centro y el este de Europa (1989-1990).
Ha sido espectacular el fracaso económico del marxismo. La URSS después
de setenta años de comunismo no ha conseguido un nivel económico para el pueblo
como se ha conseguido en la Europa occidental. En los países en que se ha dado
una libertad económica, negada por el comunismo, se ha conseguido un resultado
material próspero y, en algunos casos, portentoso; se ha abierto una amplia franja
de clase media acomodada; se ha elevado la media de renta «per cápita»; se han
podido, incluso, organizar ayudas a otros países menos desarrollados.
La Confederación Europea de Sindicatos (CES) en su VII Congreso celebrado en
Luxemburgo del 13 al 17 de mayo de 1991, ha dicho de la encíclica «Centesimus
annus» del Papa Juan Pablo II : «La CES constata que los valores fundamentales
y los ideales del movimiento sindical europeo se reencuentran en la nueva
encíclica».
He aquí algunas ideas de esta encíclica:
« La causa del fracaso del marxismo está en su ateísmo, el cual hoy sigue
presente en el socialismo real. Excluye
la trascendencia del hombre, la religión (núms. 12 y 13). El marxismo
había prometido desarraigar del corazón humano la necesidad de Dios, pero los
resultados han demostrado que no es posible... . El vacío espiritual provocado
por el ateísmo ha dejado sin orientación a las jóvenes generaciones (n 24). En
el pasado reciente muchos creyentes han buscado un compromiso imposible entre
el marxismo y el cristianismo (n 26). Después de la derrota del comunismo ateo
en el este europeo, la solución no es el capitalismo materialista que no niega
a Dios pero lo ignora. Hoy hay un capitalismo salvaje que reduce al hombre a la
esfera de lo económico y a la satisfacción de las necesidades materiales
excluyendo los valores espirituales (n 19). Después de la caída del socialismo
real (en el este europeo) los países occidentales corren peligro de ver en esa
caída la victoria unilateral del propio sistema económico, y por ello no se
preocupen de introducir en él los debidos cambios (n 56). La solución marxista
ha fracasado pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación
contra los que se alza con firmeza la voz de la Iglesia (n 42). Después de la
caída del totalitarismo comunista asistimos hoy al predominio del ideal
democrático. Pero es necesario que se dé a la democracia un auténtico y sólido
fundamento mediante el reconocimiento del derecho a la vida del hijo después de
haber sido concebido, el derecho a vivir en un ambiente moral, el derecho a
vivir en la verdad de la propia fe, etc. (n 47). La lucha de clases es
inaceptable cuando lo que se busca no es la justicia y el bien general de la
sociedad, sino el interés de una parte y la destrucción de la opuesta (n 14).
La violencia y el rencor deben vencerse con la justicia (n 17). La paz no es el
resultado de la victoria militar, sino la superación de las causas de la guerra
(n 18). Queremos una sociedad en la que los hombres, gracias a su trabajo,
puedan construir un futuro mejor para sí y para sus hijos (n 19). La producción
de bienes y servicios no debe ser el centro de la vida social, ignorando la
dimensión ética y religiosa del hombre (n 39). Hay que recordar el deber de la
caridad, esto es, el deber de ayudar con lo propio "superfluo" y a
veces con lo "necesario" para dar al pobre lo indispensable para
vivir (n 36).
El hombre que se preocupa, sólo o
prevalentemente, de tener y gozar, incapaz de dominar sus instintos y sus
pasiones, y de subordinarlos, mediante la obediencia a la verdad, no puede ser
libre.
La obediencia a la verdad sobre Dios y sobre el hombre, es la primera condición
de la libertad, que le permite ordenar las propias necesidades, los propios
deseos y el modo de satisfacerlos, según una justa jerarquía de valores de
manera que la posesión de las cosas sea para él un medio de crecimiento (n 41).
La obligación de ganar el pan con el sudor de la propia frente supone,
al mismo tiempo, un derecho.
Una sociedad en la que este derecho se niegue sistemáticamente, y las medidas
de política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles
satisfactorios de ocupación, no puede conseguir su legitimación ética ni la
justa paz social (n 43). La empresa no puede considerarse únicamente como
"una sociedad de capitales"; es al mismo tiempo "una sociedad de
personas" (n 43). La regulación de las relaciones en el seno de las
empresas debe establecerse de manera que el trabajador reciba una remuneración
justa, trabaje en condiciones físicas y morales apropiadas a su salud y
dignidad, y reciba el trato debido a quien forma parte de la empresa. La
Iglesia no puede abandonar al hombre... Es esto y solamente esto, lo que
inspira la doctrina social de la Iglesia (n 54)... La Iglesia conoce el sentido
del hombre gracias a la revelación divina... Para conocer al hombre integral
hay que conocer a Dios. La Iglesia, cuando anuncia al hombre la salvación de
Dios, contribuye al enriquecimiento de la dignidad del hombre... La Iglesia no
puede abandonar nunca esta misión religiosa y transcendente en favor del hombre
(n 55). Si no existe una Verdad Transcendente (Dios), con cuya obediencia el
hombre conquista su propia identidad, tampoco existe ningún principio seguro
que garantice relaciones justas entre los hombres... Triunfa la fuerza del
poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone
para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos
de los demás (n 44). El Estado, o bien el partido...que se erige por encima de
todos los valores, no puede tolerar que se sostenga un criterio objetivo del
bien y del mal por encima de la voluntad de los gobernantes... Esto explica por
qué el totalitarismo trata de destruir la Iglesia o al menos someterla (n 45)».
66,17. En la encíclica «Laborem
exercens» dice Juan Pablo II: «La experiencia confirma que hay que esforzarse
por la revalorización social de las funciones maternas, de la fatiga unida a
ellas y de la necesidad que tienen los hijos de cuidados, de amor y de afecto
para poderse desarrollar como personas responsables, moral y religiosamente
maduras y psicológicamente equilibradas. Será un honor para la sociedad hacer
posible a la madre, sin obstaculizar su libertad, sin discriminación
psicológica o práctica, sin dejarle en inferioridad ante sus compañeras,
dedicarse al cuidado y a la educación de los hijos, según las necesidades
diferenciadas de la edad. El abandono obligado de tales tareas, por una
ganancia retribuida fuera de casa, es incorrecto desde el punto de vista del
bien de la sociedad y de la familia, cuando contradice o hace difícil tales
cometidos primarios de la misión materna».
El Papa Juan Pablo II, en su discurso al Consejo Pontificio de la Familia, ha
propuesto a políticos y empresarios que deben estudiar el modo de que el ama de
casa tenga un sueldo para que pueda atender mejor a su labor de educación y de
madre sin tener que recurrir a un trabajo fuera de casa 687.
«Es un hecho que en muchas
sociedades las mujeres trabajan en casi todos los sectores de la vida.
Pero es conveniente que ellas puedan desarrollar plenamente sus funciones según
su propia índole, sin discriminaciones y sin exclusión de los empleos para los
que están capacitadas, pero sin perjudicar al mismo tiempo sus aspiraciones
familiares y el papel específico que les compete para contribuir al bien de la
sociedad junto con el hombre. La verdadera promoción de la mujer exige que el
trabajo se estructure de manera que no deba pagar su promoción con el abandono
del carácter específico propio y en perjuicio de la familia en la que como
madre tiene un papel insustituible» 688.
66,18. «La política de rentas,
además de sus aspectos puramente técnicos, abarca problemas profundamente
humanos que suponen la orientación de toda actividad productiva al servicio del
hombre, y, además, una acción inteligente y enérgica en favor de las categorías
sociales más desheredadas, con el fin de que también éstas puedan tener acceso
a una participación de la renta cada vez más justa, en conformidad con las
aspiraciones fundadas en la dignidad y en la vocación de la persona humana»
689.
«Bajo esta luz adquieren un significado de relieve particular las numerosas
propuestas hechas por expertos en la Doctrina Social Católica y también por el
supremo Magisterio de la Iglesia. Son propuestas que se refieren a la
copropiedad de los medios de trabajo, a la participación de los trabajadores en
la gestión, y en los beneficios de la empresa, al llamado
"accionariado" del trabajo y otras semejantes» 690.
66,19. La Iglesia exige a los
propietarios que, en virtud de la función social de los bienes económicos, den
-según sus posibilidades - al que no tiene lo suficiente para vivir
honestamente.
Pero también exige que el obrero trabaje con nobleza y entusiasmo, para que un
aumento en la producción y una economía floreciente hagan posible una elevación
material y cultural de las clases económicamente débiles.
Éste es el constante anhelo de la Iglesia. Pío XII ha repetido una y
otra vez que es necesario implantar una más justa distribución de la riqueza.
Ha llamado a este problema el punto fundamental de la cuestión social y ha
pedido a los cristianos que, aunque sea a costa de sacrificios, hagan esfuerzos
para que una más justa distribución de las riquezas lleve a la práctica la
doctrina social de la Iglesia.
El acceso de todos a los bienes necesarios para una vida humana -personal y
familiar - digna de este nombre, es una primera exigencia de la justicia social
.
La propiedad privada o un cierto dominio sobre los bienes materiales aseguran a
cada cual una zona absolutamente necesaria para su autonomía personal y
familiar, y deben ser considerados como una prolongación de la libertad humana.
Pablo VI ha dicho en su encíclica «Populorum Progressio»: «La propiedad privada
no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay ninguna
razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera la propia necesidad,
cuando a otros les falta lo necesario»691.
«Los bienes creados deben llegar a
todos en forma justa, según la regla de la justicia inseparable de la caridad.
Todos los demás derechos, comprendido el de la propiedad, a ello están
subordinados»692.
El Papa Juan Pablo II en su encíclica «Laborem exercens» señala la posición que
los cristianos tenemos ante el denominado sistema capitalista y ante el sistema
colectivista: «El rígido capitalismo que considera la propiedad y posesión de
los bienes materiales como un derecho absoluto de la persona, sin limitaciones,
debe ser sometido continuamente a revisión desde la perspectiva de los derechos
del hombre en la teoría y en la práctica.
El sistema colectivista considera que sólo el Estado tiene el derecho exclusivo
de propiedad sobre los medios de producción, de los individuos y de la
sociedad. Este sistema atenta contra la realización de la libertad de los
individuos, de las familias, y grupos sociales, y debilita la capacidad
creadora del hombre.
Para el cristiano, pues, el derecho a poseer bienes económicos es
garantía para su libertad, para organizarse como persona. Y como todo derecho,
exige el deber de reconocérselo también a todos los hombres de una manera
eficaz, distribuyendo la riqueza entre todos».
«Para que todos los hombres tengan la posibilidad de desarrollarse como persona,
es necesario que todas las personas puedan disponer de los bienes materiales en
grado suficiente según el nivel económico de cada nación. Por eso es necesaria
la justa distribución de la riqueza.
«Dios ha destinado la Tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los
hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en
forma equitativa dirigida por la justicia y acompañada por la caridad... Por
tanto el hombre no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como
exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le
aproveche a él solamente, sino también a todos los demás» 693.
«Dios no quiere, dice Pío XII , que
algunos tengan riquezas exageradas y que otros se encuentren en tal estrechez
que les falte lo necesario para la vida» 694.
Es decir, que Dios no quiere el contraste ignominioso entre el lujo derrochador
y la miseria. Dios no quiere que haya miseria. Dios ha creado los bienes de la
Tierra para todos los hombres y quiere que todos gocen de estos dones de sus
manos.
Por lo tanto no debe haber en el mundo nadie que, si hace lo que está de
su parte, no disfrute de los bienes indispensables para sustentar su vida de
una manera digna.
El problema del hambre en el mundo es problema de distribución.
Mientras en unos países el pueblo se
muere de hambre, en otros se dejan perder las cosechas porque sobran alimentos.
En el mundo hay unos 5.000 millones de personas. Y según un informe de la
Asociación de Productores Agro-Químicos de Alemania, si se explotara, con la
tecnología actual, toda la superficie cultivable de la Tierra, se podrían
alimentar, a nivel europeo, 50.000 millones de seres humanos. Es decir, una
humanidad diez veces superior a la actual 695.
66,20. Jesucristo tiene en su
Evangelio palabras durísimas contra los ricos que no cumplen sus obligaciones
sociales:
-« Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus
ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer... Estuve desnudo, y no me
vestisteis...
- Cuándo te vimos, Señor...?
-Lo que hicisteis con el más insignificante de mis hermanos, conmigo
lo hicisteis»696.
Jesucristo se identifica con el necesitado. Quiere que el rico trate
al necesitado como lo trataría a Él en persona.
Como ves, las obligaciones de los
ricos son gravísimas. Y aunque, gracias a Dios, hay ricos buenos que escuchan
la palabra de Jesucristo y consideran a los demás hombres como sus hermanos;
pero, desgraciadamente, también hay otros muchos ricos malos, apegados a su
dinero, que viven como si no conociesen el Evangelio. Por eso dice Jesucristo
que es dificilísimo que un rico entre en el reino de los cielos.
66,21. Los obreros también tienen
obligaciones muy graves: trabajar con empeño, diligencia y fidelidad, no
malgastar materiales o energía, cuidar los instrumentos de trabajo, y emplear
bien el dinero que ganan.
A veces se oye a un obrero quejarse de que no gana lo suficiente. Y, efectivamente, muchas veces tiene
razón. Pero más de una vez se le podría preguntar: Crees tú que el empeño que
pones en trabajar merece más salario? Es cierto que tú debes recibir un
salario justo. Pero también es cierto que para que tú puedas en justicia
quedarte con un salario, es preciso que lo hayas merecido. A veces se trabaja
con tanta negligencia y desgana que difícilmente se justifica la aspiración a
un salario mayor.
Pon de tu parte lo que tienes
obligación, y así podrás exigir con justicia lo que se te debe.
El de arriba peca si no da un salario justo; pero el de abajo también
peca si no trabaja lo justo. No se trata, de ninguna manera , de excusar los
salarios insuficientes; sino de hacer ver que es necesario trabajar con empeño
y diligencia, si se quiere uno hacer acreedor a un salario digno.
Es verdad que hay muchos obreros que trabajan con nobleza, pero también es
verdad que hay otros que hacen lo menos posible. Y estos últimos se hacen daño a sí mismos y a sus
compañeros. Para que se pueda elevar el nivel de vida del obrero, es
necesario que haya prosperidad económica. Y para que haya prosperidad económica
es necesario que el trabajo rinda.
Los obreros que no rinden lo que
deben tienen su parte de culpa en las crisis económicas. Y en las crisis
económicas salen perdiendo ellos y sus compañeros.
Mucho se ha hecho en España últimamente para elevar el nivel del obrero;
pero hay que reconocer que todavía no se ha llegado al ideal que quiere la
Iglesia. Para llegar a este ideal es necesario que todos los españoles pongamos
lo que esté de nuestra parte. Por un lado aumentar la producción, y por otro
distribuir justamente los beneficios de esta producción. Estos dos factores son los que han de alcanzarnos
un bienestar económico-social. Y los culpables de que no se pueda llegar a este
bienestar son reos de un grave pecado contra la justicia social.
66,22. En algunos sitios el trabajo está cronometrado, y, a veces, ciertamente mal tasado, de modo que se le puede ganar muy poco dinero, o para sacar algo se requieren esfuerzos inhumanos. Los responsables de esta injusticia darán también cuenta a Dios. Pero otras veces hay obreros que alargan los trabajos sin necesidad y los hacen más caros deliberadamente. Cada uno dará cuenta a Dios de la injusticia de la que es responsable.
66,23. Todo esto en cuanto a la obligación de trabajar con diligencia.
Pero, además, es necesario emplear bien el dinero que se gana. No hay derecho a
que un hombre no gane lo suficiente para vivir. Pero tampoco hay derecho a que
un hombre gaste en vicios, diversiones, caprichos y superfluidades lo que
necesita para dar de comer a sus hijos. No hay que crearse necesidades
superfluas. Lo primero es lo primero; y antes es comer que pasarlo bien. No es
que sea reprensible una diversión discreta, cuando se ha atendido a lo
sustancial. Pero gastar en diversiones lo que se necesita para comer, es
absurdo y criminal.
Además, para diversiones todo parece poco. El dinero se va solo. Nunca hay
bastante. Y así nunca se gana lo suficiente. Por eso, ese ansia de ganar más y
más. Esforzarse por ganar lo necesario para una vida digna y una diversión
decorosa, es justo; pero querer ganar para poder derrochar, es cosa distinta.
Es legítimo el deseo de lo necesario; y el trabajar para conseguirlo es un
deber. Dice San Pablo: «el que no quiere trabajar que no coma» 697.
«Pero la adquisición de los bienes temporales puede conducir a la codicia, al
deseo de tener cada vez más y a la tentación de acrecentar el propio poder.
La avaricia de las personas, de las
familias y de las naciones puede apoderarse lo mismo de los más desprovistos
que de los más ricos, y suscitar en los unos y en los otros un materialismo
sofocante... Para las naciones, como para las personas, la avaricia es
la forma más evidente de un subdesarrollo moral» 698.
La avaricia es un gusano que roe, tanto el corazón del rico como el del pobre;
y mientras los hombres sólo piensen en enriquecerse más y más, por encima de
todo, como si esta vida fuera la definitiva, es imposible que haya paz en el
mundo.
Dios quiere que el hombre tenga lo necesario para vivir, pero no quiere que se
apegue demasiado a los bienes de este mundo, que le estorbarán su salvación
eterna. Por eso nos dice Jesucristo: «No queráis amontonar tesoros para
vosotros aquí en la tierra»699, sino «buscad primero el reino de Dios y
su justicia...» 700.
No te olvides nunca que lo principal, lo primero, es salvarte; aunque, como es
natural, también debes preocuparte de solucionar tu vida en este mundo. Pero
sin olvidarte de que la vida eterna es lo primero.
66,24. Ocupan lugar importante
para todo hombre en general, y para el cristiano en particular, entre las
exigencias de la justicia social, las obligaciones tributarias.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución Pastoral «Gaudium et Spes», enuncia
así la doctrina: «Entre los deberes cívicos de cada uno está el de aportar a la
vida pública el concurso material y personal requerido por el bien común»
701.
La naturaleza y fundamento moral del deber tributario se desprende de la
sociabilidad del hombre.
Para vivir con dignidad, progresar y satisfacer las necesidades propias, cada
vez más numerosas con el avance de la civilización, el hombre aislado no se
basta. Toma proporcionada relevancia el papel de la sociedad. Pero a la obligación social de suplir las
impotencias singulares de los hombres o de los grupos humanos menores, se
corresponde el derecho de exigir los medios necesarios para cumplirla.
Por otra parte, si en el hombre surge el espontáneo y natural derecho de ser
ayudado por la sociedad, la correspondiente y necesaria contrapartida, también
natural, será la de contribuir en la medida de su capacidad de recursos a los
gastos y necesidades sociales.
Quedan pues, naturalmente, enraizadas las obligaciones y derechos fiscales, y
por tanto vinculando las conciencias, tanto desde la vertiente de la sociedad
como desde la del propio hombre individual.
El texto evangélico de Mateo702, y sobre todo el paulino de
Romanos703 lo confirma. Por supuesto que la obligación y el derecho
tributarios, vinculando internamente las conciencias de los hombres, sólo
proviene de los impuestos justos.
De cuatro fuentes mana la justicia o injusticia de un impuesto en
particular o la de un concreto sistema tributario en su conjunto: debe
establecerse por ley debidamente aprobada, encaminarse a cubrir las finalidades
exigidas por el bien común, no gravar riquezas ni ingresos por debajo del
mínimo vital, y regularse en escala progresiva.
Respetados estos condicionamientos, el impuesto o sistema fiscal es justo en sí
mismo u objetivamente.
Pero puede suceder que un impuesto justo al recaer en determinada persona
concreta resulte demasiado gravoso, atendidas las circunstancias individuales,
convirtiéndose subjetivamente en injusto.
El análisis detallado de los condicionamientos que determinan la justicia
tributaria exceden, por su extensión, este lugar 704.
El nuevo «Ritual de la Penitencia» en la segunda de las tres fórmulas que
aporta para ayudar al examen de conciencia, bajo el número 5, se pregunta:
He cumplido mis deberes cívicos?
He pagado mis tributos?
Reconociendo así implícitamente que se trata de una obligación en conciencia.
Se sobreentiende, conforme a lo indicado: He pagado mis tributos justos?
El engaño en el pago de los impuestos puede hacer a la nación impotente para
atender las necesidades generales, y resolver los problemas urgentes de los más
deprimidos socialmente.
Dos palabras sobre el mal llamado «impuesto religioso». Digo mal llamado porque
no es un impuesto adicional, sino que de lo que necesariamente hay que pagar a
Hacienda, dedicar cinco pesetas de cada mil para las obras de beneficencia de
la Iglesia. Conviene poner la cruz en el lugar correspondiente, pues si no se
pone la cruz, ese 0'5% va a parar al gobierno.
66,25. Pecan gravemente contra
este mandamiento los hijos que desobedecen a sus padres en cosa grave, y que
ellos pueden mandarles;
los que les dan disgustos graves; los que les injurian y desprecian gravemente;
los que les insultan, golpean o les levantan la mano con deliberación y
amenaza; los que les desean en serio un mal grave; los que no les socorren en
sus necesidades graves, tanto corporales como espirituales: por ejemplo, si no
les procuran a tiempo los sacramentos a la hora de la muerte.
Pecan también gravemente los padres que dan mal ejemplo a sus hijos
(blasfemias, etc.), los maldicen, les desean en serio algún mal, o abandonan su
instrucción humana y religiosa.
Los patronos pecan gravemente si, pudiendo, no dan a sus obreros el
salario justo.
Pero además tienen obligación de no
imponer a sus obreros trabajos superiores a sus fuerzas; protegerles, en cuanto
sea posible, de los peligros del trabajo, y de respetar en ellos la dignidad de
hombre y de cristiano, tratándoles con amabilidad y evitándoles los peligros de
pecar.
Los obreros pecan gravemente si hacen daño grave a su patrono, ya sea
malgastando materiales o energía, ya sea estropeando a propósito instrumentos
de trabajo. Si voluntariamente rinden menos de lo debido pueden también
llegar a pecado grave.
Las obligaciones de los patronos y
de los obreros están más especificadas en el examen de conciencia que te pongo
en el Apéndice.