III Una sola fe
172 Desde siglos, a través de muchas
lenguas, culturas, pueblos y naciones, la Iglesia no cesa de confesar su única
fe, recibida de un solo Señor, transmitida por un solo bautismo, enraizada en
la convicción de que todos los hombres no tienen más que un solo Dios y Padre
(cf. Ef 4,4-6). S. Ireneo de Lyon, testigo de esta fe, declara:
173 "La Iglesia, en efecto, aunque dispersada
por el mundo entero hasta los confines de la tierra, habiendo recibido de los
apóstoles y de sus discípulos la fe... guarda (esta predicación y esta fe) con
cuidado, como no habitando más que una sola casa, cree en ella de una manera
idéntica, como no teniendo más que una sola alma y un solo corazón, las
predica, las enseña y las transmite con una voz unánime, como no poseyendo más
que una sola boca" (haer. 1, 10,1-2).
174 "Porque, si las lenguas difieren a
través del mundo, el contenido de la Tradición es uno e idéntico. Y ni las
Iglesias establecidas en Germania tienen otro fe u otra Tradición, ni las que
están entre los Iberos, ni las que están entre los Celtas, ni las de Oriente,
de Egipto, de Libia, ni las que están establecidas en el centro el
mundo..." (ibid.).
"El mensaje de la Iglesia es, pues, verídico y sólido, ya que en ella
aparece un solo camino de salvación a través del mundo entero" (ibid.
5,20,1).
175 "Esta fe que hemos recibido de la
Iglesia, la guardamos con cuidado, porque sin cesar, bajo la acción del
Espíritu de Dios, como un contenido de gran valor encerrado en un vaso
excelente, rejuvenece y hace rejuvenecer el vaso mismo que la contiene"
(ibid., 3,24,1).
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