Artículo
3
"JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"
Párrafo 1
EL HIJO DE DIOS SE HIZO HOMBRE
I Por
qué el Verbo se hizo carne
456 Con el
Credo Niceno-Constantinopolitano respondemos co nfesando: "Por nosotros
los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu
Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre".
457 El
Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: "Dios
nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1
Jn 4, 10)."El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo" (1
Jn 4, 14). "El se manifestó para quitar los pecados" (1 Jn 3, 5):
Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida;
muerta, ser resucitada. Habíamos perdida la posesión del bien, era necesario
que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacia falta que nos llegara
la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro;
esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No
merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra
naturaleza humana para visitarla ya que la humanidad se encontraba en un estado
tan miserable y tan desgraciado? (San Gregorio de Nisa, or. catech. 15).
458 El
Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios:
"En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al
mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él" (1 Jn 4, 9).
"Porque tanto amó Dio s al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el
que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).
459 El
Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: "Tomad sobre
vosotros mi yugo, y aprended de mí ... "(Mt 11, 29). "Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" (Jn 14, 6). Y
el Padre, en el monte de la transfiguración, ordena: "Escuchadle" (Mc
9, 7;cf. Dt 6, 4-5). El es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la
norma de la ley nueva: "Amaos los unos a los otros como yo os he
amado" (Jn 15, 12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva
de sí mismo (cf. Mc 8, 34).
460 El
Verbo se encarnó para hacernos "partícipes de la naturaleza
divina" (2 P 1, 4): "Porque tal es la razón por la que el Verbo se
hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: Para que el hombre al entrar
en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera
en hijo de Dios" (S. Ireneo, haer., 3, 19, 1). "Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para
hacernos Dios" (S. Atanasio, Inc., 54, 3). "Unigenitus Dei Filius,
suae divinitatis volens nos esse participes, naturam nostram assumpsit, ut
homines deos faceret factus homo" ("El Hijo Unigénito de Dios,
queriendo hacernos participantes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza,
para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres") (Santo
Tomás de A., opusc 57 in festo Corp. Chr., 1).
II La
Encarnación
461 Volviendo a tomar la frase de San Juan
("El Verbo se encarnó": Jn 1, 14), la Iglesia llama
"Encarnación" al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una
naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación. En un
himno citado por S. Pablo, la Iglesia canta el misterio de la Encarnación:
Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual,
siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que
se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los
hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. (Flp 2, 5-8; cf. LH, cántico de
vísperas del sábado).
462 La
carta a los Hebreos habla del mismo misterio:
Por eso, al entrar en este mundo, [Cristo] dice: No quisiste sacrificio y
oblación; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el
pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo ... a hacer, oh Dios,
tu voluntad! (Hb 10, 5-7, citando Sal 40, 7-9 LXX).
463 La fe
en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe
cristiana: "Podréis conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que
confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios" (1 Jn 4, 2). Esa es la
alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos cuando canta "el gran
misterio de la piedad": "El ha sido manifestado en la carne" (1
Tm 3, 16).
III Verdadero Dios y verdadero hombre
464 El
acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios
no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el
resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. El se hizo
verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es
verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta
verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la
falseaban.
465 Las
primeras herejías negaron menos la divinidad de Jesucristo que su humanidad
verdadera (docetismo gnóstico). Desde la época apostólica la fe cristiana
insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, "venido en la
carne" (cf. 1 Jn 4, 2-3; 2 Jn 7). Pero desde el siglo III, la Iglesia tuvo
que afirmar frente a Pablo de Samosata, en un concilio reunido en Antioquía,
que Jesucristo es hijo de Dios por naturaleza y no por adopción. El primer
concilio ecuménico de Nicea, en el año 325, confesó en su Credo que el Hijo de
Dios es "engendrado, no creado, de la misma substancia ['homoousios'] que
el Padre" y condenó a Arrio que afirmaba que "el Hijo de Dios salió
de la nada" (DS 130) y que sería "de una substancia distinta de la
del Padre" (DS 126).
466 La
herejía nestoriana veía en Cristo una persona humana junto a la persona divina
del Hijo de Dios. Frente a ella S. Cirilo de Alejandría y el tercer concilio
ecuménico reunido en Efeso, en el año 431, confesaron que "el Verbo, al
unirse en su persona a una carne animada por un alma racional, se hizo
hombre" (DS 250). La humanidad de Cristo no tiene más sujeto que la
persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido y hecho suya desde su
concepción. Por eso el concilio de Efeso proclamó en el año 431 que María llegó
a ser con toda verdad Madre de Dios mediante la concepción humana del Hijo de
Dios en su seno: "Madre de Dios, no porque el Verbo de Dios haya tomado de
ella su naturaleza divina, sino porque es de ella, de quien tiene el cuerpo
sagrado dotado de un alma racional, unido a la persona del Verbo, de quien se
dice que el Verbo nació según la carne" (DS 251).
467 Los
monofisitas afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir como tal
en Cristo al ser asumida por su persona divina de Hijo de Dios. Enfrentado a
esta herejía, el cuarto concilio ecuménico, en Calcedonia, confesó en el año
451:
Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos unánimemente que hay que
confesar a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la
divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente
hombre compuesto de alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre según la
divinidad, y consustancial con nosotros según la humanidad, `en todo semejante
a nosotros, excepto en el pecado' (Hb 4, 15); nacido del Padre antes de todos
los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación, nacido
en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la
humanidad.
Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos
naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación. La
diferencia de naturalezas de ningún modo queda suprimida por su unión, sino que
quedan a salvo las propiedades de cada una de las naturalezas y confluyen en un
solo sujeto y en una sola persona (DS 301-302).
468 Después
del concilio de Calcedonia, algunos concibieron la naturaleza humana de Cristo
como una especie de sujeto personal. Contra éstos, el quinto concilio
ecuménico, en Constantinopla el año 553 confesó a propósito de Cristo: "No
hay más que una sola hipóstasis [o persona], que es nuestro Señor Jesucristo, uno
de la Trinidad" (DS 424). Por tanto, todo en la humanidad de
Jesucristo debe ser atribuído a su persona divina como a su propio sujeto (cf.
ya Cc. Efeso: DS 255), no solamente los milagros sino también los sufrimientos
(cf. DS 424) y la misma muerte: "El que ha sido crucificado en la carne,
nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la
santísima Trinidad" (DS 432).
469 La
Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero
hombre. El es verdaderamente el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro
hermano, y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor:
"Id quod fuit remansit et quod non fuit assumpsit"
("Permaneció en lo que era y asumió lo que no era"), canta la
liturgia romana (LH, antífona de laudes del primero de enero; cf. S. León
Magno, serm. 21, 2-3). Y la liturgia de S. Juan Crisóstomo proclama y canta:
"Oh Hijo Unico y Verbo de Dios, siendo inmortal te has dignado por nuestra
salvación encarnarte en la santa Madre de Dios, y siempre Virgen María, sin
mutación te has hecho hombre, y has sido crucificado. Oh Cristo Dios, que por
tu muerte has aplastado la muerte, que eres Uno de la Santa Trinidad,
glorificado con el Padre y el Santo Espíritu, sálvanos! (Tropario "O
monoghenis").
IV Cómo es hombre el Hijo de Dios
470 Puesto
que en la unión misteriosa de la Encarnación "la naturaleza humana ha sido
asumida, no absorbida" (GS 22, 2), la Iglesia ha llegado a confesar con el
correr de los siglos, la plena realidad del alma humana, con sus operaciones de
inteligencia y de voluntad, y del cuerpo humano de Cristo. Pero paralelamente,
ha tenido que recordar en cada ocasión que la naturaleza humana de Cristo pertenece
propiamente a la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido. Todo lo que
es y hace en ella pertenece a "uno de la Trinidad". El Hijo de Dios
comunica, pues, a su humanidad su propio modo personal de existir en la
Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las
costumbres divinas de la Trinidad (cf. Jn 14, 9-10):
El Hijo de Dios... trabajó con
manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre,
amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente
uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado (GS 22, 2).
El alma y el conocimiento humano de Cristo
471
Apolinar de Laodicea afirmaba que en Cristo el Verbo había sustituído al alma o
al espíritu. Contra este error la Iglesia confesó que el Hijo eterno asumió
también un alma racional humana (cf. DS 149).
472 Este
alma humana que el Hijo de Dios asumió está dotada de un verdadero conocimiento
humano. Como tal, éste no podía ser
de por sí ilimitado: se desenvolvía en las condiciones históricas de su
existencia en el espacio y en el tiempo. Por eso el Hijo de Dios, al hacerse
hombre, quiso progresar "en sabiduría, en estatura y en gracia" (Lc
2, 52) e igualmente adquirir aquello que en la condición humana se adquiere de
manera experimental (cf. Mc 6, 38; 8, 27; Jn 11, 34; etc.). Eso ...
correspondía a la realidad de su anonadamiento voluntario en "la condición
de esclavo" (Flp 2, 7).
473 Pero,
al mismo tiempo, este conocimiento verdaderamente humano del Hijo de Dios
expresaba la vida divina de su persona (cf. S. Gregorio Magno, ep 10,39: DS
475). "La naturaleza humana del Hijo de Dios, no por ella m isma sino
por su unión con el Verbo, conocía y manifestaba en ella todo lo que
conviene a Dios" (S. Máximo el Confesor, qu. dub. 66 ). Esto sucede ante
todo en lo que se refiere al conocimiento íntimo e inmediato que el Hijo de
Dios hecho hombre tiene de su Padre (cf. Mc 14, 36; Mt 11, 27; Jn 1, 18; 8, 55;
etc.). El Hijo, en su conocimiento
humano, demostraba también la penetración divina que tenía de los pensamientos
secretos del corazón de los hombres (cf Mc 2, 8; Jn 2, 25; 6, 61; etc.).
474 Debido
a su unión con la Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el
conocimiento humano de Cristo gozaba en plenitud de la ciencia de los designios
eternos que había venido a revelar (cf. Mc 8,31; 9,31; 10, 33-34; 14,18-20.
26-30). Lo que reconoce ignorar en este campo (cf. Mc 13,32), declara en otro
lugar no tener misión de revelarlo (cf. Hch 1, 7).
La voluntad humana de Cristo
475 De
manera paralela, la Iglesia confesó en el sexto concilio ecuménico (Cc. de
Constantinopla III en el año 681) que Cristo posee dos voluntades y dos
operaciones naturales, divinas y humanas, no opuestas, sino cooperantes, de
forma que el Verbo hecho carne, en su obediencia al Padre, ha querido
humanamente todo lo que ha decidido divinamente con el Padre y el Espíritu
Santo para nuestra salvación (cf. DS 556-559). La voluntad humana de Cristo
"sigue a su voluntad divina sin hacerle resistencia ni oposición, sino
todo lo contrario estando subordinada a esta voluntad omnipotente" (DS
556).
El verdadero cuerpo de Cristo
476 Como el
Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera humanidad, el cuerpo de Cristo era
limitado (cf. Cc. de Letrán en el año 649: DS 504). Por eso se puede
"pintar la faz humana de Jesús (Ga 3,2). El séptimo Concilio ecuménico
(Cc. de Nicea II, en el año 787: DS 600-603) la Iglesia reconoció que es
legítima su representación en imágenes sagradas.
477 Al
mismo tiempo, la Iglesia siempre ha admitido que, en el cuerpo de Jesús, Dios
"que era invisible en su naturaleza se hace visible" (Prefacio de
Navidad). En efecto, las particularidades individuales del cuerpo de Cristo
expresan la persona divina del Hijo de Dios. El ha hecho suyos los rasgos de su
propio cuerpo humano hasta el punto de que, pintados en una imagen sagrada,
pueden ser venerados porque el creyente que venera su imagen, "venera a la
persona representada en ella" (Cc. Nicea II: DS 601).
El Corazón del Verbo encarnado
478 Jesús,
durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada
uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de
Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a
todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús,
traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34),
"es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que
el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los
hombres" (Pio XII, Enc."Haurietis aquas": DS 3924; cf. DS 3812).
RESUMEN
479 En
el momento establecido por Dios, el Hijo único del Padre, la Palabra eterna, es
decir, el Verbo e Imagen substancial del Padre, se hizo carne: sin perder la
naturaleza divina asumió la naturaleza humana.
480 Jesucristo
es verdadero Dios y verdadero hombre en la unidad de su Persona divina; por
esta razón él es el único Mediador entre Dios y los hombres.
481 Jesucristo
posee dos naturalezas, la divina y la humana, no confundidas, sino unidas en la
única Persona del Hijo de Dios.
482 Cristo,
siendo verdadero Dios y verdadero hombre, tien e una inteligencia y una
voluntad humanas, perfectamente de acuerdo y sometidas a su inteligencia y a su
voluntad divinas que tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo.
483 La
encarnación es, pues, el misterio de la admirable unión de la naturaleza divina
y de la naturaleza humana en la única Persona del Verbo.
|