Párrafo 3
LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO
512
Respecto a la vida de Cristo, el Símbolo de la Fe no habla más que de los
misterios de la Encarnación (concepción y nacimiento) y de la Pascua (pasión,
crucifixión, muerte, sepultura, descenso a los infiernos, resurrección,
ascensión). No dice nada explícitamente de los misterios de la vida oculta y
pública de Jesús, pero los artículos de la fe referente a la Encarnación y a la
Pascua de Jesús iluminan toda la vida terrena de Cristo. "Todo lo
que Jesús hizo y enseñó desde el principio hasta el día en que ... fue llevado
al cielo" (Hch 1, 1-2) hay que verlo a la luz de los misterios de Navidad
y de Pascua.
513 La
Catequesis, según las circunstancias, debe presentar toda la riqueza de los
Misterios de Jesús. Aquí basta indicar algunos elementos comunes a todos los
Misteri os de la vida de Cristo (I), para esbozar a continuación los
principales misterios de la vida oculta (II) y pública (III) de Jesús.
I Toda la vida de Cristo es misterio
514 Muchas
de las cosas respecto a Jesús que interesan a la curiosidad humana no figuran
en el Evangelio. Casi nada se dice sobre su vida en Nazaret, e incluso una gran
parte de la vida pública no se narra (cf. Jn 20, 30). Lo que se ha escrito en
los Evangelios lo ha sido "para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo
de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (Jn 20, 31).
515 Los
Evangelios fueron escritos por hombres que pertenecieron al grupo de los
primeros que tuvieron fe (cf. Mc 1, 1; Jn 21, 24) y quisieron compartirla con
otros. Habiendo conocido por la fe quién es Jesús, pudieron ver y hacer ver los
rasgos de su Misterio durante toda su vida terrena. Desde los pañales de su natividad (Lc 2, 7) hasta
el vinagre de su Pasión (cf. Mt 27, 48) y el sudario de su resurrección (cf. Jn
20, 7), todo en la vida de Jesús es signo de su Misterio. A través de sus
gestos, sus milagros y sus palabras, se ha revelado que "en él reside toda
la plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Su humanidad
aparece así como el "sacramento", es decir, el signo y el instrumento
de su divinidad y de la salvación que trae consigo: lo que había de visible en
su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su
misión redentora.
Los rasgos comunes en los
Misterios de Jesús
516 Toda la vida de Cristo es Revelación
del Padre: sus palabras y sus obras, sus silencios y sus sufrimientos, su
manera de ser y de hablar. Jesús puede decir: "Quien me ve a mí, ve
al Padre" (Jn 14, 9), y el Padre: "Este es mi Hijo amado;
escuchadle" (Lc 9, 35). Nuestro Señor, al haberse hecho para cumplir la
voluntad del Padre (cf. Hb 10,5-7), nos "manifestó el amor que nos
tiene" (1 Jn 4,9) con los menores rasgos de sus misterios.
517 Toda la
vida de Cristo es Misterio de Redención. La Redención nos viene ante
todo por la sangre de la cruz (cf. Ef 1, 7; Col 1, 13-14; 1 P 1, 18-19), pero
este misterio está actuando en toda la vida de Cristo: ya en su Encarnación
porque haciéndose pobre nos enriquece con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9); en su
vida oculta donde repara nuestra insumisión mediante su sometimiento (cf. Lc 2,
51); en su palabra que purifica a sus oyentes (cf. Jn 15,3); en sus curaciones
y en sus exorcismos, por las cuales "él tomó nuestras flaquezas y cargó
con nuestras enfermedades" (Mt 8, 17; cf. Is 53, 4); en su Resurrección,
por medio de la cual nos justifica (cf. Rm 4, 25).
518 Toda la
vida de Cristo es Misterio de Recapitulación. Todo lo que Jesús hizo,
dijo y sufrió, tuvo como finalidad restablecer al hombre caído en su vocación
primera:
Cuando se encarnó y se hizo hombre, recapituló en sí mismo la larga historia
de la humanidad procurándonos en su propia historia la salvación de todos, de
suerte que lo que perdimos en Adán, es decir, el ser imagen y semejanza de
Dios, lo recuperamos en Cristo Jesús (S. Ireneo, haer. 3, 18, 1). Por lo demás,
esta es la razón por la cual Cristo ha vivido todas las edades de la vida
humana, devolviendo así a todos los hombres la comunión con Dios (ibid. 3,18,7;
cf. 2, 22, 4).
Nuestra comunión en los
Misterios de Jesús
519 Toda la riqueza de Cristo "es para
todo hombre y constituye el bien de cada uno" (RH 11). Cristo no vivió su
vida para sí mismo, sino para nosotros, desde su Encarnación "por
nosotros los hombres y por nuestra salvación" hasta su muerte "por
nuestros pecados" (1 Co 15, 3) y en su Resurrección para nuestra
justificación (Rom 4,25). Todavía ahora, es "nuestro abogado cerca
del Padre" (1 Jn 2, 1), "estando siempre vivo para interceder en
nuestro favor" (Hb 7, 25). Con todo lo que vivió y sufrió por nosotros de
una vez por todas, permanece presente para siempre "ante el acatamiento de
Dios en favor nuestro" (Hb 9, 24).
520 Toda su
vida, Jesús se muestra como nuestro modelo (cf. Rm 15,5; Flp 2, 5): él
es el "hombre perfecto" (GS 38) que nos invita a ser sus discípulos y
a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar (cf. Jn 13,
15); con su oración atrae a la oración (cf. Lc 11, 1); con su pobreza, llama a
aceptar libremente la privación y las persecuciones (cf. Mt 5, 11-12).
521 Todo lo
que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en El y que El lo viva en
nosotros. "El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto
modo con todo hombre"(GS 22, 2). Estamos llamados a no ser más que una
sola cosa con él; nos hace comulgar en cuanto miembros de su Cuerpo en lo que
él vivió en su carne por nosotros y como modelo nuestro:
Debemos continuar y cumplir en
nosotros los estados y Misterios de Jesús, y pedirle con frecuencia que los
realice y lleve a plenitud en nosotros y en toda su Iglesia ... Porque el Hijo
de Dios tiene el designio de hacer participar y de extender y continuar sus
Misterios en nosotros y en toda su Iglesia por las gracias que él quiere
comunicarnos y por los efectos que quiere obrar en nosotros gracias a estos
Misterios. Y por este medio quiere cumplirlos en nosotros (S. Juan Eudes,
regn.).
II Los misterios de la infancia y de la vida
oculta de Jesús
Los preparativos
522 La
venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios
quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la
"Primera Alianza"(Hb 9,15), todo lo hace converger hacia Cristo;
anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en Israel. Además,
despierta en el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida.
523 San
Juan Bautista es el precursor (cf. Hch 13, 24) inmediato del Señor, enviado
para prepararle el camino (cf. Mt 3, 3). "Profeta del Altísimo" (Lc
1, 76), sobrepasa a todos los profetas (cf. Lc 7, 26), de los que es el último
(cf.Mt 11, 13), e inaugura el Evangelio (cf. Hch 1, 22;Lc 16,16); desde el seno
de su madre ( cf. Lc 1,41) saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en
ser "el amigo del esposo" (Jn 3, 29) a quien señala como "el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29). Precediendo a
Jesús "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), da testimonio
de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su
martirio (cf. Mc 6, 17-29).
524 Al
celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta
espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida
del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida (cf.
Ap 22, 17). Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se
une al deseo de éste: "Es preciso que El crezca y que yo disminuya"
(Jn 3, 30).
El Misterio de Navidad
525 Jesús nació en la humildad de un establo,
de una familia pobre (cf. Lc 2, 6-7); unos sencillos pastores son los primeros
testigos del acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del
cielo (cf. Lc 2, 8-20). La Iglesia no se cansa de cantar la gloria de esta
noche:
La Virgen da hoy a luz al Eterno
Y la tierra ofrece una gruta al Inaccesible.
Los ángeles y los pastores le alaban
Y los magos avanzan con la estrella.
Porque Tú has nacido para nosotros,
Niño pequeño, ¡Dios eterno!
(Kontakion, de Romanos el
Melódico)
526 "Hacerse niño" con relación a
Dios es la condición para entrar en el Reino (cf. Mt 18, 3-4); para eso es
necesario abajarse (cf. Mt 23, 12), hacerse pequeño; más todavía: es necesario
"nacer de lo alto" (Jn 3,7), "nacer de Dios" (Jn 1, 13)
para "hacerse hijos de Dios" (Jn 1, 12). El Misterio de
Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo "toma forma" en nosotros
(Ga 4, 19). Navidad es el Misterio de este "admirable intercambio":
O admirabile commercium! El Creador del género humano, tomando cuerpo y
alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en
su divinidad (LH, antífona de la octava de Navidad).
Los Misterios de la Infancia
de Jesús
527 La Circuncisión de Jesús, al
octavo día de su nacimiento (cf. Lc 2, 21) es señal de su inserción en la descendencia
de Abraham, en el pueblo de la Alianza, de su sometimiento a la Ley (cf. Ga 4,
4) y de su consagración al culto de Israel en el que participará durante toda
su vida. Este signo prefigura "la circuncisión en Cristo" que
es el Bautismo (Col 2, 11-13).
528 La Epifanía
es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del
mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Caná (cf. LH
Antífona del Magnificat de las segundas vísperas de Epifanía), la Epifanía
celebra la adoración de Jesús por unos "magos" venidos de Oriente (Mt
2, 1) En estos "magos", representantes de religiones paganas de
pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por
la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación. La llegada de los magos a
Jerusalén para "rendir homenaje al rey de los Judíos" (Mt 2, 2)
muestra que buscan en Israel, a la luz mesiánica de la estrella de David (cf.
Nm 24, 17; Ap 22, 16) al que será el rey de las naciones (cf. Nm 24, 17-19). Su
venida significa que los gentiles no pueden descubrir a Jesús y adorarle como
Hijo de Dios y Salvador del mundo sino volviéndose hacia los judíos (cf. Jn 4,
22) y recibiendo de ellos su promesa mesiánica tal como está contenida en el
Antiguo Testamento (cf. Mt 2, 4-6). La Epifanía manifiesta que "la
multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas"(S. León
Magno, serm.23 ) y adquiere la "israelitica dignitas" (MR, Vigilia
pascual 26: oración después de la tercera lectura).
529 La
Presentación de Jesús en el Templo (cf.Lc 2, 22-39) lo muestra como el
Primogénito que pertenece al Señor (cf. Ex 13,2.12-13). Con Simeón y Ana toda
la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador (la
tradición bizantina llama así a este acontecimiento). Jesús es reconocido como
el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y "gloria de
Israel", pero también "signo de contradicción". La espada de
dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz
que dará la salvación que Dios ha preparado "ante todos los pueblos".
530 La
Huida a Egipto y la matanza de los inocentes (cf. Mt 2, 13-18) manifiestan
la oposición de las tinieblas a la luz: "Vino a su Casa, y los suyos no lo
recibieron"(Jn 1, 11). Toda la vida de Cristo estará bajo el signo de la
persecución. Los suyos la comparten
con él (cf. Jn 15, 20). Su vuelta de Egipto (cf. Mt 2, 15) recuerda el
Exodo (cf. Os 11, 1) y presenta a Jesús como el liberador definitivo.
Los misterios de la vida
oculta de Jesús
531 Jesús compartió, durante la mayor parte
de su vida, la condición de la inmensa mayoría de los hombres: una vida
cotidiana sin aparente importancia, vida de trabajo manual, vida religiosa
judía sometida a la ley de Dios (cf. Ga 4, 4), vida en la comunidad. De todo
este período se nos dice que Jesús estaba "sometido" a sus padres y
que "progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los
hombres" (Lc 2, 51-52).
532 Con la
sumisión a su madre, y a su padre legal, Jesús cumple con perfección el cuarto
mandamiento. Es la imagen temporal de su obediencia filial a su Padre
celestial. La sumisión cotidiana de Jesús a José y a María anunciaba y
anticipaba la sumisión del Jueves Santo: "No se haga mi voluntad
..."(Lc 22, 42). La obediencia de Cristo en lo cotidiano de la vida oculta
inaugurada ya la obra de restauración de lo que la desobediencia de Adán había
destruido (cf. Rm 5, 19).
533 La vida
oculta de Nazaret permite a todos entrar en comunión con Jesús a través de los
caminos más ordinarios de la vida humana:
Nazaret es la escuela donde se comienza a entender la vida de Jesús: la
escuela del Evangelio ...Una lección de silencio ante todo. Que nazca en
nosotros la estima del silencio, esta condición del espíritu admirable e
inestimable ... Una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe lo que es la familia, su
comunión de amor, su austera y sencilla belleza, su carácter sagrado e
inviolable ... Una lección de trabajo. Nazaret, oh casa del
"Hijo del Carpintero", aquí es donde querríamos comprender y celebrar
la ley severa y redentora del trabajo humano ...; cómo querríamos, en fin,
saludar aquí a todos los trabajadores del mundo entero y enseñarles su gran modelo,
su hermano divino (Pablo VI, discurso 5 enero 1964 en Nazaret).
534 El
hallazgo de Jesús en el Templo (cf. Lc 2, 41-52) es el único suceso que
rompe el silencio de los Evangelios sobre los años ocultos de Jesús. Jesús deja
entrever en ello el misterio de su consagración total a una misión derivada de
su filiación divina: "¿No sabíais que me debo a los asuntos de mi
Padre?" María y José "no comprendieron" esta palabra, pero la
acogieron en la fe, y María "conservaba cuidadosamente todas las cosas en
su corazón", a lo largo de todos los años en que Jesús permaneció oculto
en el silencio de una vida ordinaria.
III Los misterios de la vida pública de Jesús
El Bautismo de Jesús
535 El comienzo (cf. Lc 3, 23) de la vida
pública de Jesús es su bautismo por Juan en el Jordán (cf. Hch 1, 22). Juan
proclamaba "un bautismo de conversión para el perdón de los pecados"
(Lc 3, 3). Una multitud de pecadores, publicanos y soldados (cf. Lc 3, 10-14),
fariseos y saduceos (cf. Mt 3, 7) y prostitutas (cf. Mt 21, 32) viene a hacerse
bautizar por él. "Entonces aparece Jesús". El Bautista duda.
Jesús insiste y recibe el bautismo. Entonces el Espíritu Santo, en forma de
paloma, viene sobre Jesús, y la voz del cielo proclama que él es "mi Hijo
amado" (Mt 3, 13-17). Es la manifestación ("Epifanía") de Jesús
como Mesías de Israel e Hijo de Dios.
536 El
bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su
misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores (cf. Is 53, 12);
es ya "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29);
anticipa ya el "bautismo" de su muerte sangrienta (cf Mc 10, 38; Lc
12, 50). Viene ya a "cumplir toda justicia" (Mt 3, 15), es decir, se
somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de
muerte para la remisión de nuestros pecados (cf. Mt 26, 39). A esta aceptación
responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo (cf. Lc 3,
22; Is 42, 1). El Espíritu que Jesús
posee en plenitud desde su concepción viene a "posarse" sobre él (Jn
1, 32-33; cf. Is 11, 2). De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En
su bautismo, "se abrieron los cielos" (Mt 3, 16) que el pecado de
Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y
del Espíritu como preludio de la nueva creación.
537 Por el bautismo, el cristiano se asimila
sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su
resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de
arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con él, renacer del
agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y
"vivir una vida nueva" (Rm 6, 4):
Enterrémonos con Cristo por el Bautismo, para resucitar con él; descendamos
con él para ser ascendidos con él; ascendamos con él para ser glorificados con
él (S. Gregorio Nacianc. Or. 40, 9).
Todo lo que aconteció en Cristo nos enseña que después del baño de agua, el
Espíritu Santo desciende sobre nosotros desde lo alto del cielo y que,
adoptados por la Voz del Padre, llegamos a ser hijos de Dios. (S. Hilario, Mat
2).
Las Tentaciones de Jesús
538 Los Evangelios hablan de un tiempo de
soledad de Jesús en el desierto inmediatamente después de su bautismo por Juan:
"Impulsado por el Espíritu" al desierto, Jesús permanece allí sin
comer durante cuarenta días; vive entre los animales y los ángeles le servían
(cf. Mc 1, 12-13). Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres veces
tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos
ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y las de Israel
en el desierto, y el diablo se aleja de él "hasta el tiempo
determinado" (Lc 4, 13).
539 Los
evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso.
Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la
tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de Israel: al contrario de
los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto
(cf. Sal 95, 10), Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente
a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo; él ha "atado
al hombre fuerte" para despojarle de lo que se había apropiado (Mc 3, 27).
La victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la
victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre.
540 La tentación de Jesús manifiesta la
manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le
propone Satanás y a la que los hombres (cf Mt 16, 21-23) le quieren atribuir.
Es por eso por lo que Cristo venció al Tentador a favor nuestro:
"Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado"
(Hb 4, 15). La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma,
al Misterio de Jesús en el desierto.
"El Reino de Dios está cerca"
541
"Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena
Nueva de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca;
convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1, 15). "Cristo, por tanto,
para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los
cielos" (LG 3). Pues bien, la voluntad del Padre es "elevar a los
hombres a la participación de la vida divina" (LG 2). Lo hace reuniendo a
los hombres en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es
sobre la tierra "el germen y el comienzo de este Reino" (LG 5).
542 Cristo
es el corazón mismo de esta reunión de los hombres como "familia de
Dios". Los convoca en torno a
él por su palabra, por sus señales que manifiestan el reino de Dios, por el
envío de sus discípulos. Sobre todo, él realizará la venida de su Reino
por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su
Resurrección. "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia
mí" (Jn 12, 32). A esta unión con Cristo están llamados todos los hombres
(cf. LG 3).
El anuncio del Reino de Dios
543 Todos los hombres están llamados a
entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (cf. Mt 10,
5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las
naciones (cf. Mt 8, 11; 28, 19).
Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús: La palabra de
Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y
se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla,
por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (LG 5).
544 El
Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo
acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena
Nueva a los pobres" (Lc 4, 18; cf. 7, 22). Los declara bienaventurados
porque de "ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5, 3); a los
"pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que
ha ocultado a los sabios y prudentes (cf. Mt 11, 25). Jesús, desde el pesebre
hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2,
23-26; Mt 21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7; 19,28) y la privación (cf. Lc 9, 58). Aún más: se identifica con los pobres de
todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su
Reino (cf. Mt 25, 31-46).
545 Jesús invita a los pecadores al
banquete del Reino: "No he venido a llamar a justos sino a pecadores"
(Mc 2, 17; cf. 1 Tim 1, 15). Les invita a la conversión, sin la cual no se
puede entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con hechos la
misericordia sin límites de su Padre hacia ellos (cf. Lc 15, 11-32) y la
inmensa "alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta"
(Lc 15, 7). La prueba suprema de este amor será el sacrificio de su propia vida
"para remisión de los pecados" (Mt 26, 28).
546 Jesús llama a entrar en el Reino a través
de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (cf. Mc 4, 33-34). Por
medio de ellas invita al banquete del Reino(cf. Mt 22, 1-14), pero exige
también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo
(cf. Mt 13, 44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (cf. Mt 21,
28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como
un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13, 3-9)? ¿Qué hace con los
talentos recibidos (cf. Mt 25, 14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este
mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el
Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para "conocer los Misterios
del Reino de los cielos" (Mt 13, 11). Para los que están "fuera" (Mc 4, 11), la enseñanza de las
parábolas es algo enigmático (cf. Mt 13, 10-15).
Los signos del Reino de Dios
547 Jesús acompaña sus palabras con numerosos
"milagros, prodigios y signos" (Hch 2, 22) que manifiestan que el
Reino está presente en El. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado
(cf, Lc 7, 18-23).
548 Los
signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado (cf. Jn 5,
36; 10, 25). Invitan a creer en
Jesús (cf. Jn 10, 38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe
(cf. Mc 5, 25-34; 10, 52; etc.). Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquél
que hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es Hijo de Dios (cf.
Jn 10, 31-38). Pero también pueden ser "ocasión de escándalo"
(Mt 11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A
pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos (cf. Jn 11,
47-48); incluso se le acusa de obrar movido por los demonios (cf. Mc 3, 22).
549 Al
liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre (cf. Jn 6, 5-15), de
la injusticia (cf. Lc 19, 8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mt 11,5),
Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos
los males aquí abajo (cf. LC 12, 13. 14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la
del pecado (cf. Jn 8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de
Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.
550 La venida del Reino de Dios es la derrota
del reino de Satanás (cf. Mt 12, 26): "Pero si por el Espíritu de Dios
expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios"
(Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio
de los demonios (cf Lc 8, 26-39). Anticipan la gran victoria de Jesús sobre
"el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será
definitivamente establecido el Reino de Dios: "Regnavit a ligno Deus"
("Dios reinó desde el madero de la Cruz", himno "Vexilla
Regis").
"Las llaves del
Reino"
551 Desde el comienzo de su vida pública
Jesús eligió unos hombres en número de doce para estar con él y participar en
su misión (cf. Mc 3, 13-19); les hizo partícipes de su autoridad "y los
envió a proclamar el Reino de Dios y a curar" (Lc 9, 2). Ellos
permanecen para siempre permanecen asociados al Reino de Cristo porque por
medio de ellos dirige su Iglesia:
Yo, por mi parte, dispongo el Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso
para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre
tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Lc 22, 29-30).
552 En el
colegio de los doce Simón Pedro ocupa el primer lugar (cf. Mc 3, 16; 9, 2; Lc
24, 34; 1 Co 15, 5). Jesús le confía una misión única. Gracias a una revelación
del Padre , Pedro había confesado: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo".
Entonces Nuestro Señor le declaró: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella"
(Mt 16, 18). Cristo, "Piedra viva" (1 P 2, 4), asegura a su Iglesia,
edificada sobre Pedro la victoria sobre los poderes de la muerte. Pedro, a
causa de la fe confesada por él, será la roca inquebrantable de la Iglesia.
Tendrá la misión de custodiar esta fe ante todo desfallecimiento y de confirmar
en ella a sus hermanos (cf. Lc 22, 32).
553 Jesús
ha confiado a Pedro una autoridad específica: "A ti te daré las llaves del
Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y
lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 19).
El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que
es la Iglesia. Jesús, "el Buen Pastor" (Jn 10, 11) confirmó este
encargo después de su resurrección:"Apacienta mis ovejas" (Jn 21,
15-17). El poder de "atar y desatar" significa la autoridad para absolver
los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares
en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de
los apóstoles (cf. Mt 18, 18) y particularmente por el de Pedro, el único a
quien él confió explícitamente las llaves del Reino.
Una visión anticipada del Reino: La Transfiguración.
554 A
partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios
vivo, el Maestro "comenzó a mostrar a sus discípulos que él debía ir a
Jerusalén, y sufrir ... y ser condenado a muerte y resucitar al tercer
día" (Mt 16, 21): Pedro rechazó este anuncio (cf. Mt 16, 22-23), los otros
no lo comprendieron mejor (cf. Mt 17, 23; Lc 9, 45). En este contexto se sitúa
el episodio misterioso de la Transfiguración de Jesús (cf. Mt 17, 1-8 par.: 2 P
1, 16-18), sobre una montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro,
Santiago y Juan. El rostro y los
vestidos de Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías
aparecieron y le "hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en
Jerusalén" (Lc 9, 31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde
el cielo que decía: "Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (Lc 9,
35).
555 Por un
instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de
Pedro. Muestra también que para "entrar en su gloria" (Lc 24, 26), es
necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria
de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos
del Mesías (cf. Lc 24, 27). La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia
del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is 42, 1). La nube indica la
presencia del Espíritu Santo: "Tota Trinitas apparuit: Pater in voce;
Filius in homine, Spiritus in nube clara" ("Apareció toda la
Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube
luminosa" (Santo Tomás, s.th. 3, 45, 4, ad 2):
Tú te has transfigurado en la montaña, y, en la medida en que ellos eran
capaces, tus discípulos han contemplado Tu Gloria, oh Cristo Dios, a fin de que
cuando te vieran crucificado comprendiesen que Tu Pasión era voluntaria y
anunciasen al mundo que Tú eres verdaderamente la irradiación del Padre
(Liturgia bizantina, Kontakion de la Fiesta de la Transfiguración,)
556 En el
umbral de la vida pública se sitúa el Bautismo; en el de la Pascua, la
Transfiguración. Por el bautismo de Jesús "fue manifestado el misterio de
la primera regeneración": nuestro bautismo; la Transfiguración "es es
sacramento de la segunda regeneración": nuestra propia resurrección (Santo
Tomás, s.th. 3, 45, 4, ad 2). Desde ahora nosotros participamos en la
Resurrección del Señor por el Espíritu Santo que actúa en los sacramentos del
Cuerpo de Cristo. La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la
gloriosa venida de Cristo "el cual transfigurará este miserable cuerpo
nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (Flp 3, 21). Pero ella nos recuerda también que "es
necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de
Dios" (Hch 14, 22):
Pedro no había comprendido eso cuando deseaba vivir con Cristo en la montaña
(cf. Lc 9, 33). Te ha reservado eso, oh Pedro, para después de la muerte. Pero
ahora, él mismo dice: Desciende para penar en la tierra, para servir en la
tierra, para ser despreciado y crucificado en la tierra. La Vida desciende para
hacerse matar; el Pan desciende para tener hambre; el Camino desciende para
fatigarse andando; la Fuente desciende para sentir la sed; y tú, ¿vas a negarte
a sufrir? (S. Agustín, serm. 78, 6).
La subida de Jesús a Jerusalén
557 "Como se iban cumpliendo los días de
su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén" (Lc 9, 51; cf.
Jn 13, 1). Por esta decisión, manifestaba que subía a Jerusalén
dispuesto a morir. En tres ocasiones
había repetido el anuncio de su Pasión y de su Resurrección (cf. Mc 8, 31-33;
9, 31-32; 10, 32-34). Al dirigirse a Jerusalén dice: "No cabe que
un profeta perezca fuera de Jerusalén" (Lc 13, 33).
558 Jesús
recuerda el martirio de los profetas que habían sido muertos en Jerusalén (cf.
Mt 23, 37a). Sin embargo, persiste en llamar a Jerusalén a reunirse en torno a
él: "¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne
a sus pollos bajo las alas y no habéis querido!" (Mt 23, 37b). Cuando está
a la vista de Jerusalén, llora sobre ella y expresa una vez más el deseo de su
corazón:" ¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! pero
ahora está oculto a tus ojos" (Lc 19, 41-42).
La entrada mesiánica de Jesús
en Jerusalén
559 ¿Cómo
va a acoger Jerusalén a su Mesías? Jesús rehuyó siempre las tentativas
populares de hacerle rey (cf. Jn 6, 15), pero elige el momento y prepara los
detalles de su entrada mesiánica en la ciudad de "David, su Padre"
(Lc 1,32; cf. Mt 21, 1-11). Es aclamado como hijo de David, el que trae la
salvación ("Hosanna" quiere decir "¡sálvanos!", "Danos
la salvación!"). Pues bien, el "Rey de la Gloria" (Sal 24, 7-10)
entra en su ciudad "montado en un asno" (Za 9, 9): no conquista a la
hija de Sión, figura de su Iglesia, ni por la astucia ni por la violencia, sino
por la humildad que da testimonio de la Verdad (cf. Jn 18, 37). Por eso los
súbditos de su Reino, aquel día fueron los niños (cf. Mt 21, 15-16; Sal 8, 3) y
los "pobres de Dios", que le aclamaban como los ángeles lo anunciaron
a los pastores (cf. Lc 19, 38; 2, 14). Su aclamación "Bendito el que viene
en el nombre del Señor" (Sal 118, 26), ha sido recogida por la Iglesia en
el "Sanctus" de la liturgia eucarística para introducir al memorial
de la Pascua del Señor.
560 La entrada
de Jesús en Jerusalén manifiesta la venida del Reino que el Rey-Mesías
llevará a cabo mediante la Pascua de su Muerte y de su Resurrección. Con su
celebración, el domingo de Ramos, la liturgia de la Iglesia abre la Semana
Santa.
RESUMEN
561 "La
vida entera de Cristo fue una continua enseñanza: su silencio, sus milagros,
sus gestos, su oración, su amor al hombre, su predilección por los pequeños y
los pobres, la aceptación total del sacrificio en la cruz por la salvación del
mundo, su resurrección, son la actuación de su palabra y el cumplimiento de la
revelación" (CT 9).
562 Los discípulos de Cristo deben asemejarse a
él hasta que él crezca y se forme en ellos (cf. Ga 4, 19). "Por eso somos
integrados en los misterios de su vida: con él estamos identificados, muertos y
resucitados hasta que reinemos con él (LG 7).
563 Pastor
o mago, nadie puede alcanzar a Dios aquí abajo sino arrodillándose ante el
pesebre de Belén y adorando a Dios escondido en la debilidad de un niño.
564 Por
su sumisión a María y a José, así como por su humilde trabajo durante largos
años en Nazaret, Jesús nos da el ejemplo de la santidad en la vida cotidiana de
la familia y del trabajo.
565 Desde
el comienzo de su vida pública, en su bautismo, Jesús es el "Siervo"
enteramente consagrado a la obra redentora que llevará a cabo en el "bautismo"
de su pasión.
566 La
tentación en el desierto muestra a Jesús, humilde Mesías que triunfa de Satanás
mediante su total adhesión al designio de salvación querido por el Padre.
567 El
Reino de los cielos ha sido inaugurado en la tierra por Cristo. "Se manifiesta a los hombres en las
palabras, en las obras y en la presencia de Cristo" (LG 5). La
Iglesia es el germen y el comienzo de este Reino. Sus llaves son confiadas a Pedro.
568 La
Transfiguración de Cristo tiene por finalidad fortalecer la fe de los Apóstoles
ante la proximidad de la Pasión: la subida a un "monte alto" prepara
la subida al Calvario. Cristo, Cabeza de la Iglesia, manifiesta lo que su
cuerpo contiene e irradia en los sacramentos: "la esperanza de la
gloria" (Col 1, 27) (cf. S. León Magno, serm. 51, 3).
569 Jesús
ha subido voluntariamente a Jerusalén sabiendo perfectamente que allí moriría
de muerte violenta a causa de la contradicción de los pecadores (cf. Hb 12,3).
570 La
entrada de Jesús en Jerusalén manifiesta la venida del Reino que el Rey-Mesías,
recibido en su ciudad por los niños y por los humildes de corazón, va a llevar
a cabo por la Pascua de su Muerte y de su Resurrección.
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