Párrafo 3
JESUCRISTO FUE SEPULTADO
624
"Por la gracia de Dios, gustó la muerte para bien de todos" (Hb 2,
9). En su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente
"muriese por nuestros pecados" (1 Co 15, 3) sino también que
"gustase la muerte", es decir, que conociera el estado de muerte, el
estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido
entre el momento en que él expiró en la Cruz y el momento en que resucitó .
Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los
infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la
tumba (cf. Jn 19, 42) manifiesta el gran reposo sabático de Dios (cf. Hb 4,
4-9) después de realizar (cf. Jn 19, 30) la salvación de los hombres, que
establece en la paz el universo entero (cf. Col 1, 18-20).
El cuerpo de Cristo en el sepulcro
625 La
permanencia de Cristo en el sepulcro constituye el vínculo real entre el estado
pasible de Cristo antes de Pascua y su actual estado glorioso de resucitado. Es
la misma persona de "El que vive" que puede decir: "estuve
muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos" (Ap 1, 18):
Dios [el Hijo] no impidió a la muerte separar el alma del cuerpo, según el
orden necesario de la natur aleza pero los reunió de nuevo, uno con otro, por
medio de la Resurrección, a fin de ser El mismo en persona el punto de
encuentro de la muerte y de la vida deteniendo en él la descomposición de
la naturaleza que produce la muerte y resultando él mismo el principio de
reunión de las partes separadas (S. Gregorio Niceno, or. catech. 16).
626 Ya que el "Príncipe de la vida que fue llevado a
la muerte" (Hch 3,15) es al mismo tiempo "el Viviente que ha
resucitado" (Lc 24, 5-6), era necesario que la persona divina del Hijo de
Dios haya continuado asumiendo su alma y su cuerpo separados entre sí por la
muerte:
Por el hecho de que en la muerte de Cristo el alma haya sido separada de la
carne, la persona única no se encontró dividida en dos personas; porque el
cuerpo y el alma de Cristo existieron por la misma razón desde el principio en
la persona del Verbo; y en la muerte, aunque separados el uno de la otra,
permanecieron cada cual con la misma y única persona del Verbo (S. Juan
Damasceno, f.o. 3, 27).
"No dejarás que tu santo vea la corrupción"
627 La
muerte de Cristo fue una verdadera muerte en cuanto que puso fin a su
existencia humana terrena. Pero a causa de la unión que la Persona del Hijo
conservó con su cuerpo, éste no fue un despojo mortal como los demás porque
"no era posible que la muerte lo dominase" (Hch 2, 24) y por eso de
Cristo se puede decir a la vez: "Fue arrancado de la tierra de los
vivos" (Is 53, 8); y: "mi carne reposará en la esperanza de que no
abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la
corrupción" (Hch 2,26-27; cf.Sal 16, 9-10). La Resurrección de Jesús
"al tercer día" (1Co 15, 4; Lc 24, 46; cf. Mt 12, 40; Jon 2, 1; Os 6,
2) era el signo de ello, también porque se suponía que la corrupción se
manifestaba a partir del cuarto día (cf. Jn 11, 39).
"Sepultados con Cristo ... "
628 El
Bautismo, cuyo signo original y pleno es la inmersión, significa eficazmente la
bajada del cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo para una nueva
vida: "Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin
de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la
gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (Rm 6,4; cf
Col 2, 12; Ef 5, 26).
RESUMEN
629 Jesús
gustó la muerte para bien de todos (cf. Hb 2, 9). Es verdaderamente el Hijo de Dios hecho hombre que
murió y fue sepultado.
630 Durante
el tiempo que Cristo permaneció en el sepulcro su Persona divina continuó
asumiendo tanto su alma como su cuerpo, separados sin embargo entre sí por
causa de la muerte. Por eso el cuerpo muerto de Cristo "no conoció la
corrupción" (Hch 13,37).
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