II El nombre, los apelativos y los
símbolos del Espíritu Santo
El nombre propio del Espíritu Santo
691
"Espíritu Santo", tal es el nombre propio de Aquél que adoramos y glorificamos
con el Padre y el Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y lo
profesa en el Bautismo de sus nuevos hijos (cf. Mt 28, 19).
El término "Espíritu" traduce el término hebreo "Ruah",
que en su primera acepción significa soplo, aire, viento. Jesús utiliza
precisamente la imagen sensible del viento para sugerir a Nicodemo la novedad
transcendente del que es personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu divino (Jn
3, 5-8). Por otra parte, Espíritu y Santo son atributos divinos comunes a las Tres
Personas divinas. Pero, uniendo ambos términos, la Escritura, la Liturgia y el
lenguaje teológico designan la persona inefable del Espíritu Santo, sin
equívoco posible con los demás empleos de los términos "espíritu" y
"santo".
Los apelativos del Espíritu Santo
692 Jesús,
cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el
"Paráclito", literalmente "aquél que es llamado junto a
uno", "advocatus" (Jn 14, 16. 26; 15, 26; 16, 7).
"Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador",
siendo Jesús el primer consolador (cf. 1 Jn 2, 1). El mismo Señor llama al
Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (Jn 16, 13).
693 Además
de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las
cartas de los apóstoles, en San Pablo se encuentran los siguientes apelativos:
el Espíritu de la promesa(Ga 3, 14; Ef 1, 13), el Espíritu de adopción (Rm 8,
15; Ga 4, 6), el Espíritu de Cristo (Rm 8, 11), el Espíritu del Señor (2 Co 3,
17), el Espíritu de Dios (Rm 8, 9.14; 15, 19; 1 Co 6, 11; 7, 40), y en San
Pedro, el Espíritu de gloria (1 P 4, 14).
Los símbolos del Espíritu Santo
694 El
agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu
Santo en el Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta
se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo
modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el
agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se
nos da en el Espíritu Santo. Pero "bautizados en un solo Espíritu",
también "hemos bebido de un solo Espíritu"(1 Co 12, 13): el Espíritu
es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de Cristo crucificado
(cf. Jn 19, 34; 1 Jn 5, 8) como de su manantial y que en nosotros brota en vida
eterna (cf. Jn 4, 10-14; 7, 38; Ex 17, 1-6; Is 55, 1; Za 14, 8; 1 Co 10, 4; Ap
21, 6; 22, 17).
695 La
unción. El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del
Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo (cf. 1
Jn 2, 20. 27; 2 Co 1, 21). En la iniciación cristiana es el signo sacramental
de la Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente
"Crismación". Pero para captar toda la fuerza que tiene, es necesario
volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo
["Mesías" en hebreo] significa "Ungido" del Espíritu de
Dios. En la Antigua Alianza hubo "ungidos" del Señor (cf. Ex 30,
22-32), de forma eminente el rey David (cf. 1 S 16, 13). Pero Jesús es el
Ungido de Dios de una manera única: La humanidad que el Hijo asume está
totalmente "ungida por el Espíritu Santo". Jesús es constituido
"Cristo" por el Espíritu Santo (cf. Lc 4, 18-19; Is 61, 1). La Virgen
María concibe a Cristo del Espíritu Santo quien por medio del ángel lo anuncia
como Cristo en su nacimiento (cf. Lc 2,11) e impulsa a Simeón a ir al Templo a
ver al Cristo del Señor(cf. Lc 2, 26-27); es de quien Cristo está lleno (cf. Lc
4, 1) y cuyo poder emana de Cristo en sus curaciones y en sus acciones
salvíficas (cf. Lc 6, 19; 8, 46). Es
él en fin quien resucita a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 1, 4; 8, 11). Por
tanto, constituido plenamente "Cristo" en su Humanidad victoriosa de
la muerte (cf. Hch 2, 36), Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo
hasta que "los santos" constituyan, en su unión con la Humanidad del
Hijo de Dios, "ese Hombre perfecto ... que realiza la plenitud de
Cristo" (Ef 4, 13): "el Cristo total" según la expresión de San
Agustín.
696 El fuego. Mientras que el agua
significaba el nacimiento y la fecundidad de la Vida dada en el Espíritu Santo,
el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El
profeta Elías que "surgió como el fuego y cuya palabra abrasaba como
antorcha" (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el
sacrificio del monte Carmelo (cf. 1 R 18, 38-39), figura del fuego del Espíritu
Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, "que precede al Señor con
el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que
"bautizará en el Espíritu Santo y el fuego" (Lc 3, 16), Espíritu del
cual Jesús dirá: "He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto
desearía que ya estuviese encendido!" (Lc 12, 49). Bajo la forma de
lenguas "como de fuego", como el Espíritu Santo se posó sobre los
discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La
tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos
de la acción del Espíritu Santo (cf. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva). "No extingáis el Espíritu"(1 Te
5, 19).
697 La nube y la luz. Estos dos
símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Desde
las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura, otras
luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la
transcendencia de su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (cf. Ex 24,
15-18), en la Tienda de Reunión (cf. Ex 33, 9-10) y durante la marcha por el
desierto (cf. Ex 40, 36-38; 1 Co 10, 1-2); con Salomón en la dedicación del
Templo (cf. 1 R 8, 10-12). Pues
bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. El es quien
desciende sobre la Virgen María y la cubre "con su sombra" para que
ella conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1, 35). En la montaña de la Transfiguración
es El quien "vino en una nube y cubrió con su sombra" a Jesús, a
Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y "se oyó una voz desde la
nube que decía: Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle" (Lc 9, 34-35).
Es, finalmente, la misma nube la que "ocultó a Jesús a los ojos" de
los discípulos el día de la Ascensión (Hch 1, 9), y la que lo revelará como
Hijo del hombre en su Gloria el Día de su Advenimiento (cf. Lc 21, 27).
698 El
sello es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien "Dios
ha marcado con su sello" (Jn 6, 27) y el Padre nos marca también en él
con su sello (2 Co 1, 22; Ef 1, 13; 4, 30). Como la imagen del sello
["sphragis"] indica el carácter indeleble de la Unción del Espíritu
Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, esta
imagen se ha utilizado en ciertas tradiciones teológicas para expresar el
"carácter" imborrable impreso por estos tres sacramentos, los cuales
no pueden ser reiterados.
699 La
mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos(cf. Mc 6, 5; 8, 23) y
bendice a los niños (cf. Mc 10, 16).En su Nombre, los Apóstoles harán lo mismo
(cf. Mc 16, 18; Hch 5, 12; 14, 3). Más
aún, mediante la imposición de manos de los Apóstoles el Espíritu Santo nos es
dado (cf. Hch 8, 17-19; 13, 3; 19, 6). En la carta a los Hebreos, la imposición
de las manos figura en el número de los "artículos fundamentales" de su
enseñanza (cf. Hb 6, 2). Este signo de la efusión todopoderosa del
Espíritu Santo, la Iglesia lo ha conservado en sus epíclesis sacramentales.
700 El
dedo. "Por el dedo de Dios
expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley de Dios ha sido
escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la
"carta de Cristo" entregada a los Apóstoles "está escrita no con
tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las
tablas de carne del corazón" (2 Co 3, 3). El himno "Veni
Creator" invoca al Espíritu Santo como "digitus paternae
dexterae" ("dedo de la diestra del Padre").
701 La
paloma. Al final del diluvio (cuyo simbolismo se refiere al Bautismo), la
paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en el pico, signo de
que la tierra es habitable de nuevo(cf. Gn 8, 8-12). Cuando Cristo sale del
agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa
sobre él (cf. Mt 3, 16 par.). El
Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados. En
algunos templos, la santa Reserva eucarística se conserva en un receptáculo
metálico en forma de paloma (el columbarium), suspendido por encima del
altar. El símbolo de la paloma para sugerir al Espíritu Santo es tradicional en
la iconografía cristiana.
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