IV El Espíritu de Cristo en la plenitud de los
tiempos
Juan, Precursor, Profeta y Bautista
717
"Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan
fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (Lc 1,
15. 41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del
Espíritu Santo. La "visitación" de María a Isabel se convirtió así en
"visita de Dios a su pueblo" (Lc 1, 68).
718 Juan es
"Elías que debe venir" (Mt 17, 10-13): El fuego del Espíritu lo
habita y le hace correr delante [como "precursor"] del Señor que
viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de
"preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc 1, 17).
719 Juan es "más que un profeta"
(Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el "hablar por los
profetas". Juan termina el. ciclo de los profetas inaugurado por
Elías (cf. Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es
la "voz" del Consolador que llega (Jn 1, 23; cf. Is 40, 1-3). Como lo
hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de la
luz" (Jn 1, 7;cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a Juan, el Espíritu
colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los
ángeles (1 P 1, 10-12): "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se
queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo ... Y yo lo he
visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios ... He ahí el Cordero de
Dios" (Jn 1, 33-36).
720 En fin,
con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que
realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza"
divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del
Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).
“Alégrate, llena de gracia”
721 María, la Santísima Madre de Dios, la
siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo
en la Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y
porque su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en
donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello, los más
bellos textos sobre la sabiduría, la tradición de la Iglesia los ha entendido
frecuentemente con relación a María (cf. Pr 8, 1-9, 6; Si 24): María es cantada
y representada en la Liturgia como el trono de la "Sabiduría".
En ella comienzan a manifestarse
las "maravillas de Dios", que el Espíritu va a realizar en Cristo y en
la Iglesia:
722 El
Espíritu Santo preparó a María con su gracia . Convenía que fuese
"llena de gracia" la madre de Aquél en quien "reside toda la
Plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida sin
pecado, por pura gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más
capaz de acoger el don inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel
Gabriel la saluda como la "Hija de Sión": "Alégrate" (cf.
So 3, 14; Za 2, 14). Cuando ella lleva en sí al Hijo eterno, es la acción de
gracias de todo el Pueblo de Dios, y por tanto de la Iglesia, esa acción de
gracias que ella eleva en su cántico al Padre en el Espíritu Santo (cf. Lc 1,
46-55).
723 En
María el Espíritu Santo realiza el designio benevolente del Padre. La
Virgen concibe y da a luz al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. Su
virginidad se convierte en fecundidad única por medio del poder del Espíritu y
de la fe (cf. Lc 1, 26-38; Rm 4, 18-21; Ga 4, 26-28).
724 En
María, el Espíritu Santo manifiesta al Hijo del Padre hecho Hijo de la
Virgen. Ella es la zarza ardiente de la teofanía definitiva: llena del Espíritu
Santo, presenta al Verbo en la humildad de su carne dándolo a conocer a los
pobres (cf. Lc 2, 15-19) y a las primicias de las naciones (cf. Mt 2, 11).
725 En fin,
por medio de María, el Espíritu Santo comienza a poner en Comunión con
Cristo a los hombres "objeto del amor benevolente de Dios" (cf. Lc 2,
14), y los humildes son siempre los primeros en recibirle: los pastores, los
magos, Simeón y Ana, los esposos de Caná y los primeros discípulos.
726 Al
término de esta Misión del Espíritu, María se convierte en la
"Mujer", nueva Eva "madre de los vivientes", Madre del
"Cristo total" (cf. Jn 19, 25-27). Así es como ella está presente con
los Doce, que "perseveraban en la oración, con un mismo espíritu"
(Hch 1, 14), en el amanecer de los "últimos tiempos" que el Espíritu
va a inaugurar en la mañana de Pentecostés con la manifestación de la Iglesia.
Cristo Jesús
727 Toda la
Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la plenitud de los tiempos se resume en
que el Hijo es el Ungido del Padre desde su Encarnación: Jesús es Cristo, el
Mesías.
Todo el segundo capítulo del Símbolo de la fe hay que leerlo a la luz de
esto. Toda la obra de Cristo es misión conjunta del Hijo y del Espíritu Santo.
Aquí se mencionará solamente lo que se refiere a la promesa del Espíritu Santo
hecha por Jesús y su don realizado por el Señor glorificado.
728 Jesús
no revela plenamente el Espíritu Santo hasta que él mismo no ha sido
glorificado por su Muerte y su Resurrección. Sin embargo, lo sugiere poco a
poco, incluso en su enseñanza a la muchedumbre, cuando revela que su Carne será
alimento para la vida del mundo (cf. Jn 6, 27. 51.62-63). Lo sugiere también a
Nicodemo (cf. Jn 3, 5-8), a la Samaritana (cf. Jn 4, 10. 14. 23-24) y a los que participan en la fiesta de
los Tabernáculos (cf. Jn 7, 37-39). A sus discípulos les habla de él abiertamente
a propósito de la oración (cf. Lc 11, 13) y del testimonio que tendrán que dar
(cf. Mt 10, 19-20).
729
Solamente cuando ha llegado la Hora en que va a ser glorificado Jesús promete
la venida del Espíritu Santo, ya que su Muerte y su Resurrección serán el
cumplimiento de la Promesa hecha a los Padres (cf. Jn 14, 16-17. 26; 15, 26;
16, 7-15; 17, 26): El Espíritu de Verdad, el otro Paráclito, será dado por el
Padre en virtud de la oración de Jesús; será enviado por el Padre en nombre de
Jesús; Jesús lo enviará de junto al Padre porque él ha salido del Padre. El
Espíritu Santo vendrá, nosotros lo conoceremos, estará con nosotros para
siempre, permanecerá con nosotros; nos lo enseñará todo y nos recordará todo lo
que Cristo nos ha dicho y dará testimonio de él; nos conducirá a la verdad
completa y glorificará a Cristo. En cuanto al mundo lo acusará en materia de
pecado, de justicia y de juicio.
730 Por fin
llega la Hora de Jesús (cf. Jn 13, 1; 17, 1): Jesús entrega su espíritu en las
manos del Padre (cf. Lc 23, 46; Jn 19, 30) en el momento en que por su Muerte
es vencedor de la muerte, de modo que, "resucitado de los muertos por la
Gloria del Padre" (Rm 6, 4), enseguida da a sus discípulos el
Espíritu Santo dirigiendo sobre ellos su aliento (cf. Jn 20, 22). A partir de
esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la
Iglesia: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21;
cf. Mt 28, 19; Lc 24, 47-48; Hch 1, 8).
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