V El Espíritu y la Iglesia en los últimos
tiempos
Pentecostés
731 El día
de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo
se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica
como Persona divina: desde su plenitud, Cristo, el Señor (cf. Hch 2, 36),
derrama profusamente el Espíritu.
732 En este
día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino
anunciado por Cristo está abierto a todos los que creen en El: en la humildad
de la carne y en la fe, participan ya en la Comunión de la Santísima Trinidad.
Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los
"últimos tiempos", el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado,
pero todavía no consumado:
Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos
encontrado la verdadera fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella nos ha
salvado (Liturgia bizantina, Tropario de Vísperas de Pentecostés; empleado
también en las liturgias eucarísticas después de la comunión)
El Espíritu Santo, El Don de
Dios
733 "Dios es Amor" (1 Jn 4,
8. 16) y el Amor que es el
primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido
dado" (Rm 5, 5).
734 Puesto
que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer
efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el
Espíritu Santo (2 Co 13, 13) es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los
bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.
735 El nos
da entonces las "arras" o las "primicias" de nuestra
herencia (cf. Rm 8, 23; 2 Co 1, 21): la Vida misma de la Santísima Trinidad que
es amar "como él nos ha amado" (cf. 1 Jn 4, 11-12). Este amor (la
caridad de 1 Co 13) es el principio de la vida nueva en Cristo, hecha posible
porque hemos "recibido una fuerza, la del Espíritu Santo" (Hch 1, 8).
736 Gracias
a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos
ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu que
es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, templanza"(Ga 5, 22-23). "El Espíritu es nuestra
Vida": cuanto más renunciamos a nosotros mismos (cf. Mt 16, 24-26), más
"obramos también según el Espíritu" (Ga 5, 25):
Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos
restablece en el Paraíso, nos lleva al Reino de los cielos y a la adopción
filial, nos da la confianza de llamar a Dios Padre y de participar en la gracia
de Cristo, de ser llamado hijo de la luz y de tener parte en la gloria eterna
(San Basilio, Spir. 15,36).
El Espíritu Santo y la Iglesia
737 La
misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de
Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a
los fieles de Cristo en su Comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu
Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos
hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su
palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace
presente el Misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para
reconciliarlos, para conducirlos a la Comunión con Dios, para que den
"mucho fruto" (Jn 15, 5. 8. 16).
738 Así, la
misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que
es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para
anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la
Comunión de la Santísima Trinidad (esto será el objeto del próximo artículo):
Todos nosotros que hemos recibido el mismo y único espíritu, a saber, el
Espíritu Santo, nos hemos fundido entre nosotros y con Dios ya que por mucho
que nosotros seamos numerosos separadamente y que Cristo haga que el Espíritu
del Padre y suyo habite en cada uno de nosotros, este Espíritu único e indivisible
lleva por sí mismo a la unidad a aquellos que son distintos entre sí ... y hace
que todos aparezcan como una sola cosa en él .
Y de la misma manera que el poder de la santa humanidad de Cristo hace que
todos aquellos en los que ella se encuentra formen un solo cuerpo, pienso que
también de la misma manera el Espíritu de Dios que habita en todos, único e
indivisible, los lleva a todos a la unidad espiritual (San Cirilo de
Alejandría, Jo 12).
739 Puesto
que el Espíritu Santo es la Unción de Cristo, es Cristo, Cabeza del Cuerpo,
quien lo distribuye entre sus miembros para alimentarlos, sanarlos,
organizarlos en sus funciones mutuas, vivificarlos, enviarlos a dar testimonio,
asociarlos a su ofrenda al Padre y a su intercesión por el mundo entero. Por
medio de los sacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su Espíritu, Santo y
Santificador, a los miembros de su Cuerpo (esto será el objeto de la segunda
parte del Catecismo).
740 Estas
"maravillas de Dios", ofrecidas a los creyentes en los Sacramentos de
la Iglesia, producen sus frutos en la vida nueva, en Cristo, según el Espíritu
(esto será el objeto de la tercera parte del Catecismo).
741 "El Espíritu viene en ayuda de
nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rm 8, 26).
El Espíritu Santo, artífice de las obras de Dios, es el Maestro de la oración
(esto será el objeto de la cuarta parte del Catecismo).
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