I Un solo bautismo para el perdón de los pecados
977 Nuestro
Señor vinculó el perdón de los pecados a la fe y al Bautismo: "Id por todo
el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea
bautizado se salvará" (Mc 16, 15-16). El Bautismo es el primero y
principal sacramento del perdón de los pecados porque nos une a Cristo muerto
por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación (cf. Rm 4, 25), a
fin de que "vivamos también una vida nueva" (Rm 6, 4).
978
"En el momento en que hacemos nuestra primera profesión de Fe, al recibir
el santo Bautismo que nos purifica, es tan pleno y tan completo el perdón que
recibimos, que no nos queda absolutamente nada por borrar, sea de la falta
original, sea de las faltas cometidas por nuestra propia voluntad, ni ninguna
pena que sufrir para expiarlas... Sin embargo, la gracia del Bautismo no libra a
la persona de todas las debilidades de la naturaleza. Al contrario, todavía
nosotros tenemos que combatir los movimientos de la concupiscencia que no cesan
de llevarnos al mal" (Catech. R. 1, 11, 3).
979 En este
combate contra la inclinación al mal, ¿quién será lo suficientemente valiente y
vigilante para evitar toda herida del pecado? "Si, pues, era necesario que
la Iglesia tuviese el poder de perdonar los pecados, también hacía falta que el
Bautismo no fuese para ella el único medio de servirse de las llaves del Reino
de los cielos, que había recibido de Jesucristo; era necesario que fuese capaz
de perdonar los pecados a todos los penitentes, incluso si hubieran pecado
hasta en el último momento de su vida" (Catech. R. 1, 11, 4).
980 Por
medio del sacramento de la penitencia el bautizado puede reconciliarse con Dios
y con la Iglesia:
Los padres tuvieron razón en llamar a la penitencia "un bautismo
laborioso" (San Gregorio Nac., Or. 39. 17). Para los que han caído después
del Bautismo, es necesario para la salvación este sacramento de la penitencia,
como lo es el Bautismo para quienes aún no han sido regenerados (Cc de Trento:
DS 1672).
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