I La resurrección de Cristo y la nuestra
Revelación progresiva de la Resurrección
992 La resurrección de los muertos fue revelada
progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza en la resurrección corporal
de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca de la fe en un Dios
creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador del cielo y de la
tierra es también Aquél que mantiene fielmente su Alianza con Abraham y su
descendencia. En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la resurrección.
En sus pruebas, los mártires Macabeos confiesan:
El Rey del
mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna (2
M 7, 9). Es preferible morir a manos de los hombres con la esperanza que Dios
otorga de ser resucitados de nuevo por él (2 M 7, 14; cf. 7, 29; Dn 12, 1-13).
993 Los fariseos (cf. Hch 23, 6) y muchos
contemporáneos del Señor (cf. Jn 11, 24) esperaban la resurrección. Jesús la
enseña firmemente. A los saduceos que la niegan responde: "Vosotros no
conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el
error" (Mc 12, 24). La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que
"no es un Dios de muertos sino de vivos" (Mc 12, 27).
994 Pero
hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona:
"Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11, 25). Es el mismo Jesús el
que resucitará en el último día a quienes hayan creído en él. (cf. Jn 5, 24-25;
6, 40) y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre (cf. Jn 6, 54). En su vida
pública ofrece ya un signo y una prenda de la resurrección devolviendo la vida
a algunos muertos (cf. Mc 5, 21-42; Lc 7, 11-17; Jn 11), anunciando así su
propia Resurrección que, no obstante, será de otro orden. De este
acontecimiento único, El habla como del "signo de Jonás" (Mt 12, 39),
del signo del Templo (cf. Jn 2, 19-22): anuncia su Resurrección al tercer día
después de su muerte (cf. Mc 10, 34).
995 Ser
testigo de Cristo es ser "testigo de su Resurrección" (Hch 1, 22; cf.
4, 33), "haber comido y bebido con El después de su Resurrección de entre
los muertos" (Hch 10, 41). La esperanza cristiana en la resurrección está
totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros
resucitaremos como El, con El, por El.
996 Desde
el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado incomprensiones
y oposiciones (cf. Hch 17, 32; 1 Co 15, 12-13). "En ningún punto la fe
cristiana encue ntra más contradicción que en la resurrección de la carne"
(San Agustín, psal. 88, 2, 5). Se acepta muy comúnmente que, después de la
muerte, la vida de la persona humana continúa de una forma espiritual. Pero
¿cómo creer que este cuerpo tan manifiestamente mortal pueda resucitar a la
vida eterna?
Cómo resucitan los muertos
997 ¿Qué
es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del
hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en
espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará
definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras
almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús.
998 ¿Quién
resucitará? Todos los hombres que han muerto:"los que hayan hecho el
bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la
condenación" (Jn 5, 29; cf. Dn 12, 2).
999 ¿Cómo?
Cristo resucitó con su propio cuerpo: "Mirad mis manos y mis pies; soy yo
mismo" (Lc 24, 39); pero El no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo,
en El "todos resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora" (Cc
de Letrán IV: DS 801), pero este cuerpo será "transfigurado en cuerpo de gloria"
(Flp 3, 21), en "cuerpo espiritual" (1 Co 15, 44):
Pero dirá alguno: ¿cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la
vida? ¡Necio! Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú siembras no
es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano..., se siembra corrupción,
resucita incorrupción; ... los muertos resucitarán incorruptibles. En efecto, es necesario que este ser
corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista
de inmortalidad (1 Cor 15,35-37. 42. 53).
1000 Este "cómo" sobrepasa nuestra
imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe. Pero
nuestra participación en la Eucaristía nos da ya un anticipo de la
transfiguración de nuestro cuerpo por Cristo:
Así como el pan que viene de la
tierra, después de haber recibido la invocación de Dios, ya no es pan
ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos cosas, una terrena y otra
celestial, así nuestros cuerpos que participan en la eucaristía ya no son
corruptibles, ya que tienen la esperanza de la resurrección (San Ireneo de
Lyon, haer. 4, 18, 4-5).
1001 ¿Cuándo?
Sin duda en el "último día" (Jn 6, 39-40. 44. 54; 11, 24); "al
fin del mundo" (LG 48). En efecto, la resurrección de los muertos está
íntimamente asociada a la Parusía de Cristo:
El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta
de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer
lugar (1 Ts 4, 16).
Resucitados con Cristo
1002 Si es
verdad que Cristo nos resucitará en "el último día", también lo es,
en cierto modo, que nosotros ya hemos resucitado con Cristo. En efecto, gracias al Espíritu Santo, la vida
cristiana en la tierra es, desde ahora, una participación en la muerte y en la
Resurrección de Cristo:
Sepultados con él en el bautismo,
con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que le
resucitó de entre los muertos... Así pues, si habéis resucitado con
Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de
Dios (Col 2, 12; 3, 1).
1003 Unidos
a Cristo por el Bautismo, los creyentes participan ya realmente en la vida
celestial de Cristo resucitado (cf. Flp 3, 20), pero esta vida permanece
"escondida con Cristo en Dios" (Col 3, 3) "Con El nos ha
resucitado y hecho sentar en los cielos con Cristo Jesús" (Ef 2, 6).
Alimentados en la Eucaristía con su Cuerpo, nosotros pertenecemos ya al Cuerpo
de Cristo. Cuando resucitemos en el último día también nos "manifestaremos
con El llenos de gloria" (Col 3, 4).
1004
Esperando este día, el cuerpo y el alma del creyente participan ya de la
dignidad de ser "en Cristo"; donde se basa la exigencia del respeto
hacia el propio cuerpo, y también hacia el ajeno, particularmente cuando sufre:
El cuerpo es para el Señor y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará
también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son
miembros de Cristo?... No os pertenecéis... Glorificad, por tanto, a
Dios en vuestro cuerpo.(1 Co 6, 13-15. 19-20).
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