I El juicio particular
1021 La
muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o
rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El Nuevo
Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiv a del encuentro
final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la
existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno con
consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16,
22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43), así como
otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23)
hablan de un último destino del alma (cf. Mt 16, 26) que puede ser diferente
para unos y para otros.
1022 Cada
hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en
un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una
purificación (cf. Cc de Lyon: DS 857-858; Cc de Florencia: DS 1304-1306; Cc de
Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del
cielo (cf. Benedicto XII: DS 1000-1001; Juan XXII: DS 990), bien para
condenarse inmediatamente para siempre (cf. Benedicto XII: DS 1002).
A la tarde te examinarán en el
amor (San Juan de la Cruz, dichos 64).
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