II El cielo
1023 Los
que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados,
viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo
ven "tal cual es" (1 Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1 Co 13, 12; Ap 22,
4):
Definimos con la autoridad apostólica: que, según la disposición general de
Dios, las almas de todos los santos ... y de todos los demás fieles muertos
después de recibir el bautismo de Cristo en los que no había nada que purificar
cuando murieron;... o en caso de que tuvieran o tengan algo que purificar, una
vez que estén purificadas después de la muerte ... aun antes de la reasunción
de sus cuerpos y del juicio final, después de la Ascensión al cielo del
Salvador, Jesucristo Nuestro Señor, estuvieron, están y estarán en el cielo, en
el reino de los cielos y paraíso celestial con Cristo, admitidos en la compañía
de los ángeles. Y después de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo
vieron y ven la divina esencia con una visión intuitiva y cara a cara, sin
mediación de ninguna criatura (Benedicto XII: DS 1000; cf. LG 49).
1024 Esta
vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con
Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama
"el cielo" . El cielo es el fin último y la realización de las
aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha.
1025 Vivir
en el cielo es "estar con Cristo" (cf. Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts
4,17). Los elegidos viven "en El", aún más, tienen allí, o mejor,
encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre (cf. Ap 2, 17):
Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí
está el reino (San Ambrosio, Luc. 10,121).
1026 Por su
muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha "abierto" el cielo. La
vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la
redención realizada por Cristo quien asocia a su glorificación celestial a
aquellos que han creído en El y que han permanecido fieles a su voluntad. El
cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente
incorporados a El.
1027 Estes
misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en
Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla
de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa
del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído
oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le
aman" (1 Co 2, 9).
1028 A
causa de su transcendencia, Dios no puede ser visto tal cual es más que cuando
El mismo abre su Misterio a la contemplación inmediata del hombre y le da la
capacidad para ello. Esta
contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por la Iglesia "la
visión beatífica":
¡Cuál no será tu gloria y tu
dicha!: Ser admitido a ver a Dios, tener el honor de participar en las alegrías
de la salvación y de la luz eterna en compañía de Cristo, el Señor tu Dios,
...gozar en el Reino de los cielos en compañía de los justos y de los amigos de
Dios, las alegrías de la inmortalidad alcanzada (San Cipriano, ep. 56,10,1).
1029 En la
gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la
voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera. Ya reinan con Cristo; con El "ellos
reinarán por los siglos de los siglos' (Ap 22, 5; cf. Mt 25, 21.23).
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