RESUMEN
1051 Al
morir cada hombre recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio
particular por Cristo, juez de vivos y de muertos.
1052 "Creemos que las almas de todos
aquellos que mueren en la gracia de Cristo... constituyen el Pueblo de Dios
después de la muerte, la cual será destruida totalmente el día de la
Resurrección, en el que estas almas se unirán con sus cuerpos" (SPF 28).
1053 "Creemos que la multitud de aquellas
almas que con Jesús y María se congregan en el paraíso, forma la Iglesia
celestial, donde ellas, gozando de la bienaventuranza eterna, ven a Dios como
El es, y participan también, ciertamente en grado y modo diverso, juntamente
con los santos ángeles, en el gobierno divino de las cosas, que ejerce Cristo
glorificado, como quiera que interceden por nosotros y con su fraterna
solicitud ayudan grandemente a nuestra flaqueza" (SPF 29).
1054 Los que mueren en la gracia y la amistad de
Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación
eterna, sufren una purificación después de su muerte, a fin de obtener la
santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios.
1055 En virtud de la "comunión de los
santos", la Iglesia encomienda los difuntos a la misericordia de Dios y
ofrece sufragios en su favor, en particular el santo sacrificio eucarístico.
1056 Siguiendo las enseñanzas de Cristo, la
Iglesia advierte a los fieles de la "triste y lamentable realidad de la
muerte eterna" (DCG 69), llamada también "infierno".
1057 La pena principal del infierno consiste en
la separación eterna de Dios en quien solamente puede tener el hombre la vida y
la felicidad para las cuales ha sido creado y a las cuales aspira.
1058 La Iglesia ruega para que nadie se pierda:
"Jamás permitas, Señor, que me separe de ti". Si bien es verdad que
nadie puede salvarse a sí mismo, también es cierto que "Dios quiere que
todos los hombres se salven" (1 Tm 2, 4) y que para El "todo es posible"
(Mt 19, 26).
1059 "La misma santa Iglesia romana cree y
firmemente confiesa que todos los hombres comparecerán con sus cuerpos en el
día del juicio ante el tribunal de Cristo para dar cuenta de sus propias
acciones (DS 859; cf. DS 1549).
1060 Al fin de los tiempos, el Reino de Dios
llegará a su plenitud. Entonces, los justos reinarán con Cristo para siempre,
glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo material será transformado.
Dios será entonces "todo en todos" (1 Co 15, 28), en la vida eterna.
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