II Transmitir la fe: la
catequesis
4 Muy
pronto se llamó catequesis al conjunto de los esfuerzos realizados en la
Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es
el Hijo de Dios a fin de que, por la fe, tengan la vida en su nombre, y para
educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo (cf.
Juan Pablo II, CT 1,2).
5 En
un sentido más específico, "globalmente, se puede considerar aquí que la
catequesis es una educación en la fe de los niños, de los jóvenes y
adultos que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana,
dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras a iniciarlos en la
plenitud de la vida cristiana" (CT 18).
6 Sin
confundirse con ellos, la catequesis se articula dentro de un cierto número de
elementos de la misión pastoral de la Iglesia, que tienen un aspecto
catequético, que preparan para la catequesis o que derivan de ella: primer
anuncio del Evangelio o predicación misionera para suscitar la fe; búsqueda de
razones para creer; experiencia de vida cristiana: celebración de los
sacramentos; integración en la comunidad eclesial; testimonio apostólico y
misionero (cf. CT 18).
7
"La catequesis está unida íntimamente a toda la vida de la Iglesia. No
sólo la extensión geográfica y el aumento numérico de la Iglesia, sino también
y más aún su crecimiento interior, su correspondencia con el designio de Dios
dependen esencialmente de ella" (CT 13).
8 Los periodos de renovación de la
Iglesia son también tiempos fuertes de la catequesis. Así, en la gran época de
los Padres de la Iglesia, vemos a santos obispos consagrar una parte importante
de su ministerio a la catequesis. Es la época de S. Cirilo de Jerusalén y de S.
Juan Crisóstomo, de S. Ambrosio y de S. Agustín, y de muchos otros Padres cuyas
obras catequéticas siguen siendo modelos.
9 El ministerio de la catequesis saca
energías siempre nuevas de los Concilios. El Concilio de Trento constituye a este
respecto un ejemplo digno de ser destacado: dio a la catequesis una prioridad
en sus constituciones y sus decretos; de él nació el Catecismo Romano que lleva
también su nombre y que constituye una obra de primer orden como resumen de la
doctrina cristiana; este Concilio suscitó en la Iglesia una organización
notable de la catequesis; promovió, gracias a santos obispos y teólogos como S.
Pedro Canisio, S. Carlos Borromeo, S. Toribio de Mogrovejo, S. Roberto
Belarmino, la publicación de numerosos catecismos.
10 No
es extraño, por ello, que, en el dinamismo del Concilio Vaticano segundo (que
el Papa Pablo VI consideraba como el gran catecismo de los tiempos modernos),
la catequesis de la Iglesia haya atraído de nuevo la atención. El "Directorio
general de la catequesis" de 1971, las sesiones del Sínodo de los Obispos
consagradas a la evangelización (1974) y a la catequesis (1977), las
exhortaciones apostólicas correspondientes, "Evangelii nuntiandi"
(1975) y "Catechesi tradendae" (1979), dan testimonio de ello. La
sesión extraordinaria del Sínodo de los Obispos de 1985 pidió "que sea
redactado un catecismo o compendio de toda la doctrina católica tanto sobre la
fe como sobre la moral" (Relación final II B A 4). El santo Padre, Juan
Pablo II, hizo suyo este deseo emitido por el Sínodo de los Obispos
reconociendo que "responde totalmente a una verdadera necesidad de la
Iglesia universal y de las Iglesias particulares" (Discurso del 7 de
Diciembre de 1985). El Papa dispuso todo lo necesario para que se realizara la
petición de los padres sinodales.
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