II ¿Cómo celebrar?
Signos y símbolos
1145 Una
celebración sacramental esta tejida de signos y de símbolos. Según la pedagogía
divina de la salvación, su significación tiene su raíz en la obra de la
creación y en la cultura humana, se perfila en los acontecimientos de la
Antigua Alianza y se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo.
1146 Signos
del mundo de los hombres. En la
vida humana, signos y símbolos ocupan un lugar importante. El hombre, siendo un
ser a la vez corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades
espirituales a través de signos y de símbolos materiales. Como ser
social, el hombre necesita signos y símbolos para comunicarse con los demás,
mediante el lenguaje, gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relación con
Dios.
1147 Dios
habla al hombre a través de la creación visible. El cosmos material se presenta
a la inteligencia del hombre para que vea en él las huellas de su Creador (cf
Sb 13,1; Rm 1,19-20; Hch 14,17). La
luz y la noche, el viento y el fuego, el agua y la tierra, el árbol y los
frutos hablan de Dios, simbolizan a la vez su grandeza y su proximidad.
1148 En cuanto creaturas, estas realidades
sensibles pueden llegar a ser lugar de expresión de la acción de Dios que
santifica a los hombres, y de la acción de los hombres que rinden su culto a
Dios. Lo mismo sucede con los signos y símbolos de la vida social de los
hombres: lavar y ungir, partir el pan y compartir la copa pueden expresar la
presencia santificante de Dios y la gratitud del hombre hacia su Creador.
1149 Las grandes religiones de la humanidad
atestiguan, a a menudo de forma impresionante, este sentido cósmico y simbólico
de los ritos religiosos. La liturgia de la Iglesia presupone, integra y
santifica elementos de la creación y de la cultura humana confiriéndoles la
dignidad de signos de la gracia, de la creación nueva en Jesucristo.
1150 Signos
de la Alianza. El pueblo elegido recibe de Dios signos y símbolos
distintivos que marcan su vida litúrgica: no son ya solamente celebraciones de
ciclos cósmicos y de acontecimientos sociales, sino signos de la Alianza,
símbolos de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo. Entre estos signos litúrgicos de la Antigua
Alianza se puede nombrar la circuncisión, la unción y la consagración de reyes
y sacerdotes, la imposición de manos, los sacrificios, y sobre todo la pascua.
La Iglesia ve en estos signos una prefiguración de los sacramentos de la Nueva
Alianza.
1151 Signos asumidos por Cristo. En su
predicación, el Señor Jesús se sirve con frecuencia de los signos de la
Creación para dar a conocer los misterios el Reino de Dios (cf. Lc 8,10). Realiza
sus curaciones o subraya su predicación por medio de signos materiales o gestos
simbólicos (cf Jn 9,6; Mc 7,33-35; 8,22-25). Da un sentido nuevo a los hechos y
a los signos de la Antigua Alianza, sobre todo al Exodo y a la Pascua (cf Lc
9,31; 22,7-20), porque él mismo es el sentido de todos esos signos.
1152 Signos
sacramentales. Desde
Pentecostés, el Espíritu Santo realiza la santificación a través de los signos
sacramentales de su Iglesia. Los sacramentos de la Iglesia no anulan, sino
purifican e integran toda la riqueza de los signos y de los símbolos del cosmos
y de la vida social. Aún más, cumplen los tipos y las figuras de la
Antigua Alianza, significan y realizan la salvación obrada por Cristo, y
prefiguran y anticipan la gloria del cielo.
Palabras y acciones
1153 Toda celebración sacramental es un
encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en Cristo y en el Espíritu Santo,
y este encuentro se expresa como un diálogo a través de acciones y de palabras.
Ciertamente, las acciones simbólicas son ya un lenguaje, pero es preciso que la
Palabra de Dios y la respuesta de fe acompañen y vivifiquen estas acciones, a
fin de que la semilla del Reino dé su fruto en la tierra buena. Las acciones
litúrgicas significan lo que expresa la Palabra de Dios: a la vez la iniciativa
gratuita de Dios y la respuesta de fe de su pueblo.
1154 La liturgia
de la Palabra es parte integrante de las celebraciones sacramentales. Para
nutrir la fe de los fieles, los signos de la Palabra de Dios deben ser puestos
de relieve: el libro de la Palabra (leccionario o evangeliario), su veneración
(procesión, incienso, luz), el lugar de su anuncio (ambón), su lectura audible
e inteligible, la homilía del ministro, la cual prolonga su proclamación, y las
respuestas de la asamblea (aclamaciones, salmos de meditación, letanías,
confesión de fe...).
1155 La
palabra y la acción litúrgica, indisociables en cuanto signos y enseñanza, lo
son también en cuanto que realizan lo que significan. El Espíritu Santo, al
suscitar la fe, no solamente procura una inteligencia de la Palabra de Dios
suscitando la fe, sino que también mediante los sacramentos realiza las
"maravillas" de Dios que son anunciadas por la misma Palabra: hace
presente y comunica la obra del Padre realizada por el Hijo amado.
Canto y música
1156
"La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de
valor inestimable que sobresale entre las demás expresiones artísticas,
principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una
parte necesaria o integral de la liturgia solemne" (SC 112). La
composición y el canto de Salmos inspirados, con frecuencia acompañados de
instrumentos musicales, estaban ya estrechamente ligados a las celebraciones
litúrgicas de la Antigua Alianza. La Iglesia continúa y desarrolla esta
tradición: "Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados;
cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor" (Ef 5,19; cf Col 3,16-17).
"El que canta ora dos veces" (S. Agustín, sal. 72,1).
1157 El
canto y la música cumplen su función de signos de una manera tanto más
significativa cuanto "más estrechamente estén vinculadas a la acción
litúrgica" (SC 112), según tres criterios principales: la belleza
expresiva de la oración, la participación unánime de la asamblea en los
momentos previstos y el carácter solemne de la celebración. Participan así de la finalidad de las palabras y
de las acciones litúrgicas: la gloria de Dios y la santificación de los fieles
(cf SC 112):
¡Cuánto lloré al oír vuestros
himnos y cánticos, fuertemente conmovido por las voces de vuestra Iglesia, que
suavemente cantaba! Entraban aquellas voces en mis oídos, y vuestra verdad se
derretía en mi corazón, y con esto se inflamaba el afecto de piedad, y corrían
las lágrimas, y me iba bien con ellas (S. Agustín, Conf. IX,6,14).
1158 La armonía de los signos (canto, música,
palabras y acciones) es tanto más expresiva y fecunda cuanto más se expresa en
la riqueza cultural propia del pueblo de Dios que celebra (cf SC 119).
Por eso "foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en
los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas",
conforme a las normas de la Iglesia "resuenen las voces de los fieles"
(SC 118). Pero "los textos destinados al canto sagrado deben estar de
acuerdo con la doctrina católica; más aún, deben tomase principalmente de la
Sagrada Escritura y de las fuentes litúrgicas" (SC 121).
Imágenes sagradas
1159 La
imagen sagrada, el icono litúrgico, representa principalmente a Cristo.
No puede representar a Dios invisible e incomprensible; la Encarnación del Hijo
de Dios inauguró una nueva "economía" de las imágenes:
En otro tiempo, Dios, que no tenía cuerpo ni figura no podía de ningún modo
ser representado con una imagen. Pero ahora que se ha hecho ver en la carne y
que ha vivido con los hombres, puedo hacer una imagen de lo que he visto de
Dios...con el rostro descubierto contemplamos la gloria del Señor (S. Juan Damasceno,
imag. 1,16).
1160 La
iconografía cristiana transcribe mediante la imagen el mensaje evangélico que
la Sagrada Escritura transmite mediante la palabra. Imagen y Palabra se esclarecen mutuamente:
Para expresar brevemente nuestra
profesión de fe, conservamos todas las tradiciones de la Iglesia, escritas o no
escritas, que nos han sido transmitidas sin alteración. Una de ellas es la
representación pictórica de las imágenes, que está de acuerdo con la
predicación de la historia evangélica, creyendo que, verdaderamente y no en
apariencia, el Dios Verbo se hizo carne, lo cual es tan útil y provechoso,
porque las cosas que se esclarecen mutuamente tienen sin duda una significación
recíproca (Cc. de Nicea II, año 787: COD 111).
1161 Todos los signos de la celebración
litúrgica hacen referencia a Cristo: también las imágenes sagradas de la
Santísima Madre de Dios y de los santos. Significan, en efecto, a Cristo que es
glorificado en ellos. Manifiestan "la nube de testigos" (Hb 12,1) que
continúan participando en la salvación del mundo y a los que estamos unidos,
sobre todo en la celebración sacramental. A través de sus iconos, es el hombre
"a imagen de Dios", finalmente transfigurado "a su
semejanza" (cf Rm 8,29; 1 Jn 3,2), quien se revela a nuestra fe, e incluso
los ángeles, recapitulados también en Cristo:
Siguiendo la enseñanza
divinamente inspirada de nuestros santos Padres y la tradición de la Iglesia
católica (pues reconocemos ser del Espíritu Santo que habita en ella), definimos
con toda exactitud y cuidado que las venerables y santas imágenes, como también
la imagen de la preciosa y vivificante cruz, tanto las pintadas como las de
mosaico u otra materia conveniente, se expongan en las santas iglesias de Dios,
en los vasos sagrados y ornamentos, en las paredes y en cuadros, en las casas y
en los caminos: tanto las imágenes de nuestro Señor Dios y Salvador Jesucristo,
como las de nuestra Señora inmaculada la santa Madre de Dios, de los santos
ángeles y de todos los santos y justos (Cc. de Nicea II: DS 600).
1162
"La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fiesta
para mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón
para dar gloria a Dios" (S. Juan Damasceno, imag. 127). La contemplación
de las sagradas imágenes, unida a la meditación de la Palabra de Dios y al
canto de los himnos litúrgicos, forma parte de la armonía de los signos de la
celebración para que el misterio celebrado se grabe en la memoria del corazón y
se exprese luego en la vida nueva de los fieles.
|