II El Bautismo en la economía de la salvación
Las prefiguraciones del Bautismo en la Antigua Alianza
1217 En la
Liturgia de la Noche Pascual, cuando se bendice el agua bautismal, la
Iglesia hace solemnemente memoria de los grandes acontecimientos de la historia
de la salvación que prefiguraban ya el misterio del Bautismo:
¡Oh Dios!, que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder
invisible, y de diversos modos te has servido de tu criatura el agua para
significar la gracia del bautismo (MR, Vigilia Pascual, bendición del agua
bautismal, 42).
1218 Desde
el origen del mundo, el agua, criatura humilde y admirable, es la fuente de la
vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura dice que el Espíritu de Dios
"se cernía" sobre ella (cf. Gn 1,2):
¡Oh Dios!, cuyo espíritu, en los orígenes del mundo, se cernía sobre las
aguas, para que ya desde entonces concibieran el poder de santificar (MR,
ibid.).
1219 La
Iglesia ha visto en el Arca de Noé una prefiguración de la salvación por el bautismo.
En efecto, por medio de ella "unos pocos, es decir, ocho personas, fueron
salvados a través del agua" (1 P 3,20):
¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el
nacimiento de la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin al
pecado y diera origen a la santidad (MR, ibid.).
1220 Si el
agua de manantial simboliza la vida, el agua del mar es un símbolo de la
muerte. Por lo cual, pudo ser símbolo del misterio de la Cruz. Por este
simbolismo el bautismo significa la comunión con la muerte de Cristo.
1221 Sobre
todo el paso del Mar Rojo, verdadera liberación de Israel de la esclavitud de
Egipto, es el que anuncia la liberación obrada por el bautismo:
¡Oh Dios!, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo s los hijos de
Abraham, para que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen
de la familia de los bautizados (MR, ibid.).
1222
Finalmente, el Bautismo es prefigurado en el paso del Jordán, por el que el
pueblo de Dios recibe el don de la tierra prometida a la descendencia de
Abraham, imagen de la vida eterna. La promesa de esta herencia bienaventurada
se cumple en la nueva Alianza.
El Bautismo de Cristo
1223 Todas
las prefiguraciones de la Antigua Alianza culminan en Cristo Jesús. Comienza su
vida pública después de hacerse bautizar por S. Juan el Bautista en el Jordán
(cf. Mt 3,13 ), y, después de su Resurrección, confiere esta misión a sus
Apóstoles: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a
guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20; cf Mc 16,15-16).
1224
Nuestro Señor se sometió voluntariamente al Bautismo de S. Juan, destinado a
los pecadores, para "cumplir toda justicia" (Mt 3,15). Este gesto de
Jesús es una manifestación de su "anonadamiento" (Flp 2,7). El
Espíritu que se cernía sobre las aguas de la primera creación desciende
entonces sobre Cristo, como preludio de la nueva creación, y el Padre
manifiesta a Jesús como su "Hijo amado" (Mt 3,16-17).
1225 En su
Pascua, Cristo abrió a todos los hombres las fuentes del Bautismo. En efecto,
había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un
"Bautismo" con que debía ser bautizado (Mc 10,38; cf Lc 12,50). La
sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (cf.
Jn 19,34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida
nueva (cf 1 Jn 5,6-8): desde entonces, es posible "nacer del agua y del
Espíritu" para entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5). Considera donde eres
bautizado, de donde viene el Bautismo: de la cruz de Cristo, de la muerte de
Cristo. Ahí está todo el misterio: El padeció por ti. En él eres rescatado, en él eres salvado. (S.
Ambrosio, sacr. 2,6).
El bautismo en la Iglesia
1226 Desde
el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo.
En efecto, S. Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación:
"Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de
Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo" (Hch 2,38). Los
Apóstoles y sus colaboradores ofrecen el bautismo a quien crea en Jesús:
judíos, hombres temerosos de Dios, paganos (Hch 2,41; 8,12-13; 10,48; 16,15).
El Bautismo aparece siempre ligado a la fe: "Ten fe en el Señor Jesús y te
salvarás tú y tu casa", declara S. Pablo a su carcelero en Filipos. El
relato continúa: "el carcelero inmediatamente recibió el bautismo, él y
todos los suyos" (Hch 16,31-33).
1227 Según
el apóstol S. Pablo, por el Bautismo el creyente participa en la muerte de
Cristo; es sepultado y resucita con él: ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos
bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con
él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo
fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así
también nosotros vivamos una vida nueva (Rm 6,3-4; cf Col 2,12). Los bautizados
se han "revestido de Cristo" (Ga 3,27). Por el Espíritu Santo, el
Bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica (cf 1 Co 6,11; 12,13).
1228 El
Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la "semilla
incorruptible" de la Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1
P 1,23; Ef 5,26). S. Agustín dirá del Bautismo: "Accedit verbum ad
elementum, et fit sacramentum" ("Se une la palabra a la materia, y se
hace el sacramento", ev. Io. 80,3).
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