III La celebración del sacramento del Bautismo
La iniciación cristiana
1229 Desde
los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una
iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida
o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de
la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de
fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión
eucarística.
1230 Esta
iniciación ha variado mucho a lo largo de los siglos y según las
circunstancias. En los primeros siglos de la Iglesia, la iniciación cristiana
conoció un gran desarrollo, con un largo periodo de catecumenado, y una
serie de ritos preparatorios que jalonaban litúrgicamente el camino de la
preparación catecumenal y que desembocaban en la celebración de los sacramentos
de la iniciación cristiana.
1231 Desde
que el bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de celebración de
este sacramento, ésta se ha convertido en un acto único que integra de manera
muy abreviada las etapas previas a la iniciación cristiana. Por su naturaleza
misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se
trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del
desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es
el momento propio de la catequesis.
1232 El
Concilio Vaticano II ha restaurado para la Iglesia latina, "el
catecumenado de adultos, dividido en diversos grados" (SC 64). Sus ritos se encuentran en el
Ordo initiationis christianae adultorum (1972).
Por otra parte, el Concilio ha permitido que "en tierras de misión, además
de los elementos de iniciación contenidos en la tradición cristiana, pueden
admitirse también aquellos que se encuentran en uso en cada pueblo siempre que
puedan acomodarse al rito cristiano" (SC 65; cf. SC 37-40).
1233 Hoy, pues, en todos los ritos latinos y
orientales la iniciación cristiana de adultos comienza con su entrada en el
catecumenado, para alcanzar su punto culminante en una sola celebración de los
tres sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía (cf. AG
14; [link] CIC can.851.
[link] 865. [link] 866). En los
ritos orientales la iniciación cristiana de los niños comienza con el Bautismo,
seguido inmediatamente por la Confirmación y la Eucaristía, mientras que en el
rito romano se continúa durante unos años de catequesis, para acabar más tarde
con la Confirmación y la Eucaristía, cima de su iniciación cristiana (cf.
[link] CIC can.851, 2;
[link] 868).
La mistagogia de la celebración
1234 El
sentido y la gracia del sacramento del Bautismo aparece claramente en los ritos
de su celebración. Cuando se
participa atentamente en los gestos y las palabras de esta celebración, los
fieles se inician en las riquezas que este sacramento significa y realiza en
cada nuevo bautizado.
1235 La
señal de la cruz, al comienzo de la celebración, señala la impronta de
Cristo sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia de la redención
que Cristo nos ha adquirido por su cruz.
1236 El
anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la verdad revelada a los
candidatos y a la asamblea y suscita la respuesta de la fe, inseparable del
Bautismo. En efecto, el Bautismo es de un modo particular "el sacramento
de la fe" por ser la entrada sacramental en la vida de fe.
1237 Puesto
que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el
diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato. Este
es ungido con el óleo de los catecúmenos o bien el celebrante le impone la mano
y el candidato renuncia explícitamente a Satanás. Así preparado, puede confesar
la fe de la Iglesia, a la cual será "confiado" por el Bautismo
(cf Rm 6,17).
1238 El agua
bautismal es entonces consagrada mediante una oración de epíclesis (en el
momento mismo o en la noche pascual). La Iglesia pide a Dios que, por medio de
su Hijo, el poder del Espíritu Santo descienda sobre esta agua, a fin de que
los que sean bautizados con ella "nazcan del agua y del Espíritu" (Jn
3,5).
1239 Sigue
entonces el rito esencial del sacramento: el Bautismo propiamente
dicho, que significa y realiza la muerte al pecado y la entrada en la vida de
la Santísima Trinidad a través de la configuración con el Misterio pascual de
Cristo. El Bautismo es realizado de la manera más significativa mediante la
triple inmersión en el agua bautismal. Pero desde la antigüedad puede ser
también conferido derramando tres veces agua sobre la cabeza del candidato.
1240 En la
Iglesia latina, esta triple infusión va acompañada de las palabras del
ministro: "N, Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo". En las liturgias orientales, estando el catecúmeno vuelto
hacia el Oriente, el sacerdote dice: "El siervo de Dios, N., es bautizado
en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". Y mientras
invoca a cada persona de la Santísima Trinidad, lo sumerge en el agua y lo saca
de ella.
1241 La
unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo,
significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un
cristiano, es decir, "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a
Cristo, que es ungido sacerdote, profeta y rey (cf OBP nº 62).
1242 En la
liturgia de las Iglesias de Oriente, la unción postbautismal es el sacramento
de la Crismación (Confirmación). En la liturgia romana, dicha unción anuncia
una segunda unción del santo crisma que dará el obispo: el sacramento de la
Confirmación que, por así decirlo, "confirma" y da plenitud a la
unción bautismal.
1243 La vestidura
blanca simboliza que el bautizado se ha "revestido de Cristo" (Ga
3,27): ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el cirio pascual,
significa que Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los bautizados son
"la luz del mundo" (Mt 5,14; cf Flp 2,15).
El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Unico. Puede ya decir la
oración de los hijos de Dios: el Padre Nuestro.
1244 La primera
comunión eucarística. Hecho hijo de Dios, revestido de la túnica nupcial,
el neófito es admitido "al festín de las bodas del Cordero" y recibe
el alimento de la vida nueva, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Las Iglesias
orientales conservan una conciencia viva de la unidad de la iniciación
cristiana por lo que dan la sagrada comunión a todos los nuevos bautizados y
confirmados, incluso a los niños pequeños, recordando las palabras del Señor:
"Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,14). La
Iglesia latina, que reserva el acceso a la Sagrada Comunión a los que han
alcanzado el uso de razón, expresa cómo el Bautismo introduce a la Eucaristía
acercando al altar al niño recién bautizado para la oración del Padre Nuestro.
1245 La bendición
solemne cierra la celebración del Bautismo. En el Bautismo de recién
nacidos, la bendición de la madre ocupa un lugar especial.
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