VII Los
actos del penitente
1450
"La penitencia mueve al pecador a sufrir todo voluntariamente; en su
corazón, contrición; en la boca, confesión; en la obra toda humildad y
fructífera satisfacción" (Catech. R. 2,5,21; cf Cc de Trento: DS 1673) .
La contrición
1451 Entre
los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar. Es "un
dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no
volver a pecar" (Cc. de Trento: DS 1676).
1452 Cuando
brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama
"contrición perfecta"(contrición de caridad). Semejante contrición
perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales
si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la
confesión sacramental (cf Cc. de Trento: DS 1677).
1453 La
contrición llamada "imperfecta" (o "atrición") es también
un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo. Nace de la consideración de la
fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas
con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de la conciencia puede ser el
comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en
la absolución sacramental. Sin embargo, por sí misma la contrición imperfecta
no alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el
sacramento de la Penitencia (cf Cc. de Trento: DS 1678, 1705).
1454
Conviene preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de
conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios. Para esto, los textos más aptos a este respecto se
encuentran en el Decálogo y en la catequesis moral de los evangelios y de las
cartas de los apóstoles: Sermón de la montaña y enseñanzas apostólicas (Rm
12-15; 1 Co 12-13; Ga 5; Ef 4-6, etc.).
La confesión de los pecados
1455 La confesión de los pecados, incluso
desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra
reconciliación con los demás. Por la confesión, el hombre se enfrenta a los
pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se
abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible
un nuevo futuro.
1456 La confesión de los pecados hecha al
sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de la penitencia:
"En la confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales
de que tienen conciencia tras haberse examinado seriamente, incluso s i estos
pecados son muy secretos y s i han sido cometidos solamente contra los dos
últimos mandamientos del Decálogo (cf Ex 20,17; Mt 5,28), pues, a veces, estos
pecados hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido
cometidos a la vista de todos" (Cc. de Trento: DS 1680):
Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los pecados que
recuerdan, no se puede dudar que están presentando ante la misericordia divina
para su perdón todos los pecados que han cometido. Quienes actúan de otro modo
y callan conscientemente algunos pecados, no están presentando ante la bondad
divina nada que pueda ser perdonado por mediación del sacerdote. Porque `si el
enfermo se avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo
que ignora' (S. Jerónimo, Eccl. 10,11) (Cc. de Trento: DS 1680).
1457 Según
el mandamiento de la Iglesia "todo fiel llegado a la edad del uso de razón
debe confesar al menos una vez la año, los pecados graves de que tiene
conciencia" ( [link] CIC can. 989; cf. DS 1683;
1708). "Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave que no celebre
la misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión
sacramental a no ser que concurra un motivo grave y no haya posibilidad de
confesarse; y, en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto
de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto
antes" ( [link] CIC, can. 916; cf Cc. de Trento: DS
1647; 1661; CCEO can. 711). Los niños deben acceder al sacramento de la
penitencia antes de recibir por primera vez la sagrada comunión
( [link] CIC can.914).
1458 Sin
ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo,
se recomienda vivamente por la Iglesia (cf Cc. de Trento: DS 1680;
[link] CIC 988,2). En efecto, la confesión habitual de
los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas
inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu.
Cuando se recibe con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la
misericordia del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también
misericordioso (cf Lc 6,36):
El que confiesa sus pecados actúa
ya con Dios. Dios acusa tus pecados, si tú también te acusas, te unes a Dios.
El hombre y el pecador, son por así decirlo, dos realidades: cuando oyes hablar
del hombre, es Dios quien lo ha hecho; cuando oyes hablar del pecador, es el
hombre mismo quien lo ha hecho. Destruye lo que tú has hecho para que Dios
salve lo que él ha hecho...Cuando comienzas a detestar lo que has hecho,
entonces tus obras buenas comienzan porque reconoces tus obras malas. El
comienzo de las obras buenas es la confesión de las obras malas. Haces la
verdad y vienes a la Luz (S. Agustín, ev. Ioa. 12,13).
La satisfacción
1459 Muchos
pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo (por
ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido
calumniado, compensar las heridas). La simple justicia exige esto. Pero además el pecado hiere y
debilita al pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el prójimo.
La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el
pecado causó (cf Cc. de Trento: DS 1712). Liberado del pecado, el pecador debe
todavía recobrar la plena salud espiritual. Por tanto, debe hacer algo más para
reparar sus pecados: debe "satisfacer" de manera apropiada o
"expiar" sus pecados. Esta satisfacción se llama también
"penitencia".
1460 La penitencia
que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del penitente
y buscar su bien espiritual. Debe corresponder todo lo posible a la gravedad y
a la naturaleza de los pecados cometidos. Puede consis tir en la oración, en ofrendas, en obras de misericordia,
servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la
aceptación paciente de la cruz que debemos llevar. Tales penitencias ayudan a
configurarnos con Cristo que, el Unico que expió nuestros pecados (Rm 3,25; 1
Jn 2,1-2) una vez por todas. Nos permiten llegar a ser coherederos de Cristo
resucitado, "ya que sufrimos con él" (Rm 8,17; cf Cc. de Trento: DS
1690):
Pero nuestra satisfacción, la que
realizamos por nuestros pecados, sólo es posible por medio de Jesucristo:
nosotros que, por nosotros mismos, no podemos nada, con la ayuda "del que
nos fortalece, lo podemos todo" (Flp 4,13). Así el hombre no tiene nada de
que pueda gloriarse sino que toda "nuestra gloria" está en
Cristo...en quien satisfacemos "dando frutos dignos de penitencia"
(Lc 3,8) que reciben su fuerza de él, por él son ofrecidos al Padre y gracias a
él son aceptados por el Padre (Cc. de Trento: DS 1691).
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