II La
celebración del Matrimonio
1621 En el
rito latino, la celebración del matrimonio entre dos fieles católicos tiene
lugar ordinariamente dentro de la Santa Misa, en virtud del vínculo que tienen
todos los sacramentos con el Misterio Pascual de Cristo (cf SC 61). En la
Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió
para siempre a la Iglesia, su esposa amada por la que se entregó (cf LG 6). Es,
pues, conveniente que los esposos sellen su consentimiento en darse el uno al
otro mediante la ofrenda de sus propias vidas, uniéndose a la ofrenda de Cristo
por su Iglesia, hecha presente en el sacrificio eucarístico, y recibiendo la
Eucaristía, para que, comulgando en el mismo Cuerpo y en la misma Sangre de
Cristo, "formen un solo cuerpo" en Cristo (cf 1 Co 10,17).
1622
"En cuanto gesto sacramental de santificación, la celebración del
matrimonio...debe ser por sí misma válida, digna y fructuosa" (FC 67). Por
tanto, conviene que los futuros esposos se dispongan a la celebración de su
matrimonio recibiendo el sacramento de la penitencia.
1623 Según
la tradición latina, los esposos, como ministros de la gracia de Cristo,
manifestando su consentimiento ante la Iglesia, se confieren mutuamente el
sacramento del matrimonio. En las tradiciones de las Iglesias orientales, los
sacerdotes –Obispos o presbíteros– son testigos del recíproco consentimiento
expresado por los esposos (cf. CCEO, can. 817), pero también su bendición es
necesaria para la validez del sacramento (cf CCEO, can. 828).
1624 Las
diversas liturgias son ricas en oraciones de bendición y de epíclesis pidiendo
a Dios su gracia y la bendición sobre la nueva pareja, especialmente sobre la
esposa. En la epíclesis de este
sacramento los esposos reciben el Espíritu Santo como Comunión de amor de
Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,32). El Espíritu Santo es el sello de
la alianza de los esposos, la fuente siempre generosa de su amor, la fuerza con
que se renovará su fidelidad.
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