TERCERA PARTE
LA VIDA EN CRISTO
1691.
“Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza
divina, no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza perteneces y de qué Cuerpo
eres miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las tinieblas
para ser trasladado a la luz del Reino de Dios” (San León Magno).
1692 El Símbolo de la fe profesa la grandeza
de los dones de Dios al hombre por la obra de su creación, y más aún, por la
redención y la santificación. Lo que confiesa la fe, los sacramentos lo
comunican: por “los sacramentos que les han hecho renacer”, los cristianos han
llegado a ser “hijos de Dios” (Jn 1,12 ;1 Jn 3,1), “partícipes de la naturaleza
divina” (2 Pe 1,4). Los cristianos, reconociendo en la fe su nueva
dignidad, son llamados a llevar en adelante una “vida digna del Evangelio de
Cristo” (Flp 1,27). Por los
sacramentos y la oración reciben la gracia de Cristo y los dones de su Espíritu
que les capacitan para ello.
1693 Cristo
Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre(cf Jn 8,29). Vivió siempre
en perfecta comunión con El. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir
bajo la mirada del Padre ‘que ve en lo secreto’ (Mt 6,6) para ser ‘perfectos
como el Padre celestial es perfecto’ (Mt 5,48).
1694
Incorporados a Cristo por el bautismo (cf Rm 6,5), los cristianos están
‘muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús’ (Rm 6,11), participando
así en la vida del Resucitado (cf Col 2,12). Siguiendo a Cristo y en unión con
él (cf Jn 15,5), los cristianos pueden ser ‘imitadores de Dios, como hijos
queridos y vivir en el amor’ (Ef 5,1.), conformando sus pensamientos, sus
palabras y sus acciones con ‘los sentimientos que tuvo Cristo’ (Flp 2,5.) y
siguiendo sus ejemplos (cf Jn 13,12-16).
1695
“Justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro
Dios” (1 Co 6,11.), “santificados y llamados a ser santos” (1 Co 1,2.), los
cristianos se convierten en ‘el templo del Espíritu Santo’(cf 1 Co
6,19). Este ‘Espíritu del Hijo’ les enseña a orar al Padre (Ga 4, 6) y,
haciéndose vida en ellos, les hace obrar (cf Ga 5, 25) para dar ‘los frutos del
Espíritu’ (Ga 5, 22.) por la caridad operante. Sanando las heridas del pecado,
el Espíritu Santo nos renueva interiormente mediante una transformación
espiritual (cf. Ef 4, 23.), nos ilumina y nos fortalece para vivir como ‘hijos
de la luz’ (Ef 5, 8.), ‘por la bondad, la justicia y la verdad’ en todo (Ef
5,9.).
1696 El
camino de Cristo ‘lleva a la vida’, un camino contrario ‘lleva a la perdición’
(Mt 7,13; cf Dt 30, 15-20). La parábola evangélica de los dos caminos
está siempre presente en la catequesis de la Iglesia. Significa la importancia
de las decisiones morales para nuestra salvación. ‘Hay dos caminos, el uno de
la vida, el otro de la muerte; pero entre los dos, una gran diferencia’
(Didaché, 1, 1)
1697 En la catequesis
es importante destacar con toda claridad el gozo y las exigencias del camino de
Cristo (cf CT 29). La catequesis de
la ‘vida nueva’ en El (Rm 6, 4.) será:
— una catequesis del Espíritu Santo, Maestro interior de la vida
según Cristo, dulce huésped del alma que inspira, conduce, rectifica y
fortalece esta vida;
— una catequesis de la gracia, pues por la gracia somos salvados, y
también por la gracia nuestras obras pueden dar fruto para la vida eterna;
— una catequesis de las bienaventuranzas, porque el camino de Cristo
está resumido en las bienaventuranzas, único camino hacia la dicha eterna a la
que aspira el corazón del hombre;
— una catequesis del pecado y del perdón, porque sin reconocerse
pecador, el hombre no puede conocer la verdad sobre sí mismo, condición del
obrar justo, y sin el ofrecimiento del perdón no podría soportar esta verdad;
— una catequesis de las
virtudes humanas que haga captar la belleza y el atractivo de las rectas
disposiciones para el bien;
— una catequesis de las
virtudes cristianas de fe, esperanza y caridad que se inspire ampliamente
en el ejemplo de los santos;
— una catequesis del doble mandamiento de la caridad desarrollado en
el Decálogo;
— una catequesis eclesial,
pues en los múltiples intercambios de los ‘bienes espirituales’ en la ‘comunión
de los santos’ es donde la vida cristiana puede crecer, desplegarse y
comunicarse.
1698. La
referencia primera y última de esta catequesis será siempre Jesucristo que es
‘el camino, la verdad y la vida’ (Jn 14,6). Contemplándole en la fe, los fieles
de Cristo pueden esperar que El realice en ellos sus promesas, y que amándolo
con el amor con que El nos ha amado realicen las obras que corresponden a su
dignidad:
Os ruego que penséis que
Jesucristo, Nuestro Señor, es vuestra verdadera Cabeza, y que vosotros sois uno
de sus miembros. El es con relación a vosotros lo que la cabeza es con relación
a sus miembros; todo lo que es suyo es vuestro, su espíritu, su Corazón, su
cuerpo, su alma y todas sus facultades, y debéis usar de ellos como de cosas
que son vuestras, para servir, alabar, amar y glorificar a Dios. Vosotros sois
de El como los miembros lo son de su cabeza. Así desea El ardientemente usar de
todo lo que hay en vosotros, para el servicio y la gloria de su Padre, como de
cosas que son de El. (San
Juan Eudes).
Mi vida es Cristo (Flp 1,21).
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