I. Las fuentes de la moralidad
1750
La moralidad de los actos humanos
depende:
— del objeto elegido;
— del fin que se busca o la intención;
— de las circunstancias de la acción.
El objeto, la intención y las
circunstancias forman las ‘fuentes’ o elementos constitutivos de la moralidad
de los actos humanos.
1751 El objeto
elegido es un bien hacia el cual tiende deliberadamente la voluntad. Es la
materia de un acto humano. El objeto elegido especifica moralmente el acto del
querer, según que la razón lo reconozca y lo juzgue conforme o no conforme al
bien verdadero. Las reglas objetivas
de la moralidad enuncian el orden racional del bien y del mal, atestiguado por
la conciencia.
1752 Frente
al objeto, la intención se sitúa del lado del sujeto que actúa. La intención,
por estar ligada a la fuente voluntaria de la acción y por determinarla en
razón del fin, es un elemento esencial en la calificación moral de la acción.
El fin es el término primero de la intención y designa el objetivo buscado en
la acción. La intención es un movimiento de la voluntad hacia un fin; mira al
término del obrar. Apunta al bien esperado de la acción emprendida. No se
limita a la dirección de cada una de nuestras acciones tomadas aisladamente,
sino que puede también ordenar varias acciones hacia un mismo objetivo; puede
orientar toda la vida hacia el fin último. Por ejemplo, un servicio que se hace
a alguien tiene por fin ayudar al prójimo, pero puede estar inspirado al mismo
tiempo por el amor de Dios como fin último de todas nuestras acciones. Una
misma acción puede, pues, estar inspirada por varias intenciones como hacer un
servicio para obtener un favor o para satisfacer la vanidad.
1753 Una
intención buena (por ejemplo: ayudar al prójimo) no hace ni bueno ni justo un
comportamiento en sí mismo desordenado (como la mentira y la maledicencia). El
fin no justifica los medios. Así,.no se puede justificar la condena de un
inocente como un medio legítimo para salvar al pueblo. Por el contrario, una
intención mala sobreañadida (como la vanagloria) convierte en malo un acto que,
de suyo, puede ser bueno (como la limosna).
1754 Las circunstancias, comprendidas
en ellas las consecuencias, son los elementos secundarios de un acto moral.
Contribuyen a agravar o a disminuir la bondad o la malicia moral de los actos
humanos (por ejemplo, la cantidad de dinero robado). Pueden también
atenuar o aumentar la responsabilidad del que obra (como actuar por miedo a la
muerte). Las circunstancias no
pueden de suyo modificar la calidad moral de los actos; no pueden hacer ni
buena ni justa una acción que de suyo es mala.
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