I Las pasiones
1763 El
término ‘pasiones’ pertenece al patrimonio del pensamiento cristiano. Los
sentimientos o pasiones designan las emociones o impulsos de la sensibilidad
que inclinan a obrar o a no obrar en razón de lo que es sentido o imaginado
como bueno o como malo.
1764 Las
pasiones son componentes naturales del psiquismo humano, constituyen el lugar
de paso y aseguran el vínculo entre la vida sensible y la vida del espíritu.
Nuestro Señor señala al corazón del hombre como la fuente de donde brota el
movimiento de las pasiones (cf Mc 7, 21).
1765 Las pasiones son numerosas. La
más fundamental es el amor que la atracción del bien despierta. El amor causa
el deseo del bien ausente y la esperanza de obtenerlo. Este movimiento culmina
en el placer y el gozo del bien poseído. La aprehensión del mal causa el odio,
la aversión y el temor ante el mal que puede sobrevenir. Este movimiento
culmina en la tristeza a causa del mal presente o en la ira que se opone a él.
1766 “Amar
es desear el bien a alguien” (S. Tomás de A., s. th. 1-2, 26, 4). Los demás
afectos tienen su fuerza en este movimiento original del corazón del hombre
hacia el bien. Sólo el bien es amado
(cf. S. Agustín, Trin. 8, 3, 4). “Las pasiones son malas si el amor es malo,
buenas si es bueno” (S. Agustín, civ. 14, 7).
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