II La formación de la conciencia
1783 Hay que formar la conciencia, y
esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula
sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría
del Creador. La educación de la
conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas y
tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas
autorizadas.
1784 La
educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros
años despierta al niño al conocimiento y la práctica de la ley interior
reconocida por la conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud;
preserva o sana del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los insanos
sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia, nacidos de
la debilidad y de las faltas humanas. La educación de la conciencia garantiza
la libertad y engendra la paz del corazón.
1785 En la
formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es
preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Es
necesario también examinar nuestra conciencia en relación con la Cruz del
Señor. Estamos asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el
testimonio o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la
Iglesia (cf DH 14).
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