RESUMEN
1833 La
virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien.
1834 Las
virtudes humanas son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad
que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta
según la razón y la fe. Pueden agruparse en torno a cuatro virtudes cardinales:
prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
1835 La
prudencia dispone la razón práctica para discernir, en toda circunstancia,
nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo.
1836 La
justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo
lo que les es debido.
1837 La
fortaleza asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia en la
práctica del bien.
1838 La
templanza modera la atracción hacia los placeres sensibles y procura la
moderación en el uso de los bienes creados.
1839 Las
virtudes morales crecen mediante la educación, mediante actos deliberados y con
el esfuerzo perseverante. La gracia divina las purifica y las eleva.
1840 Las
virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima
Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto, a Dios conocido por la fe,
esperado y amado por El mismo.
1841
Las virtudes teologales son tres: la fe, la esperanza y la caridad (cf 1 Co 13,
13). Informan y vivifican todas las virtudes morales.
1842
Por la fe creemos en Dios y creemos todo lo que El nos ha revelado y que la
Santa Iglesia nos propone como objeto de fe.
1843
Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme confianza la vida
eterna y las gracias para merecerla.
1844
Por la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a
nosotros mismos por amor de Dios. Es el ‘vínculo de la perfección’ (Col 3, 14) y la forma de todas las
virtudes.
1845 Los siete dones del Espíritu Santo
concedidos a los cristianos son: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza,
ciencia, piedad y temor de Dios.
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