III La diversidad de pecados
1852 La variedad de pecados es grande. La
Escritura contiene varias listas. La carta a los Gálatas opone las obras de la
carne al fruto del Espíritu: ‘Las obras de la carne son conocidas: fornicación,
impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras,
rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas
semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que quienes hacen
tales cosas no heredarán el Reino de Dios’ (5,19-21; cf Rm 1, 28-32; 1 Co 6,
9-10; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10; 2 Tm 3, 2-5).
1853. Se pueden distinguir los pecados según
su objeto, como en todo acto humano, o según las virtudes a las que se oponen,
por exceso o por defecto, o según los mandamientos que quebrantan. Se los puede
agrupar también según que se refieran a Dios, al prójimo o a sí mismo; se los
puede dividir en pecados espirituales y carnales, o también en pecados de
pensamiento, palabra, acción u omisión. La raíz del pecado está en el corazón
del hombre, en su libre voluntad, según la enseñanza del Señor: ‘De dentro del
corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones.
robos, falsos testimonios, injurias. Esto es lo que hace impuro al
hombre’ (Mt 15,19-20). En el corazón reside también la caridad, principio de
las obras buenas y puras, a la que hiere el pecado.
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