III La ley nueva o ley evangélica
1965 La Ley
nueva o Ley evangélica es la perfección aquí abajo de la ley divina, natural y
revelada. Es obra de Cristo y se expresa
particularmente en el Sermón de la Montaña. Es también obra del Espíritu Santo,
y por él viene a ser la ley interior de la caridad: ‘Concertaré con la casa de
Israel una alianza nueva... pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las
grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo’ (Hb 8, 8-10; cf Jr 31,
31-34).
1966 La Ley
nueva es la gracia del Espíritu Santo dada a los fieles mediante la fe
en Cristo. Actúa por la caridad, utiliza el Sermón del Señor para enseñarnos lo
que hay que hacer, y los sacramentos para comunicarnos la gracia de realizarlo:
El que quiera meditar con piedad y perspicacia el Sermón que nuestro Señor
pronunció en la montaña, según lo leemos en el Evangelio de san Mateo,
encontrará en él sin duda alguna la carta perfecta de la vida cristiana... Este
Sermón contiene todos los preceptos propios para guiar la vida cristiana. [S.
Agustín, serm. Dom. 1, 1).
1967 La Ley
evangélica ‘da cumplimiento’ (cf Mt 5, 17-19), purifica, supera, y lleva a su
perfección la Ley antigua. En las ‘Bienaventuranzas’ da cumplimiento a las
promesas divinas elevándolas y ordenándolas al ‘Reino de los cielos’. Se
dirige a los que están dispuestos a acoger con fe esta esperanza nueva: los
pobres, los humildes, los afligidos, los limpios de corazón, los perseguidos a
causa de Cristo, trazando así los caminos sorprendentes del Reino.
1968 La Ley
evangélica lleva a plenitud los mandamientos de la Ley. El Sermón del
monte, lejos de abolir o devaluar las prescripciones morales de la Ley antigua,
extrae de ella sus virtualidades ocultas y hace surgir de ella nuevas
exigencias: revela toda su verdad divina y humana. No añade preceptos
exteriores nuevos, pero llega a reformar la raíz de los actos, el corazón,
donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro (cf Mt 15, 18-19), donde se
forman la fe, la esperanza y la caridad, y con ellas las otras virtudes. El
Evangelio conduce así la Ley a su plenitud mediante la imitación de la
perfección del Padre celestial, mediante el perdón de los enemigos y la oración
por los perseguidores, según el modelo de la generosidad divina (cf Mt 5, 44).
1969 La Ley
nueva practica los actos de la religión: la limosna, la oración y el
ayuno, ordenándolos al ‘Padre que ve en lo secreto’, por oposición al deseo ‘de
ser visto por los hombres’ (cf Mt 6, 1-6; 16-18). Su oración es el Padre
Nuestro (Mt 6, 9-13).
1970 La Ley
evangélica entraña la elección decisiva entre ‘los dos caminos’ (cf Mt 7,
13-14) y la práctica de las palabras del Señor (cf Mt 7, 21-27); está resumida
en la regla de oro: ‘Todo cuanto queráis que os hagan los hombres,
hacédselo también vosotros; porque ésta es la Ley y los profetas’ (Mt 7, 12; cf
Lc 6, 31).
Toda la Ley evangélica está contenida en el ‘mandamiento nuevo’ de
Jesús (Jn 13, 34): amarnos los unos a los otros como El nos ha amado (cf Jn 15,
12).
1971 Al
Sermón del monte conviene añadir la catequesis moral de las enseñanzas
apostólicas, como Rm 12-15; 1 Co 12-13; Col 3-4; Ef 4-5, etc. Esta doctrina
transmite la enseñanza del Señor con la autoridad de los apóstoles,
especialmente exponiendo las virtudes que se derivan de la fe en Cristo y que
anima la caridad, el principal don del Espíritu Santo. ‘Vuestra caridad sea sin
fingimiento... amándoos cordialmente los unos a los otros... con la alegría de
la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración;
compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad’ (Rm
12, 9-13). Esta catequesis nos enseña también a tratar los casos de conciencia
a la luz de nuestra relación con Cristo y con la Iglesia (cf Rm 14; 1 Co 5,
10).
1972 La Ley
nueva es llamada ley de amor, porque hace obrar por el amor que infunde
el Espíritu Santo más que por el temor; ley de gracia, porque confiere
la fuerza de la gracia para obrar mediante la fe y los sacramentos; ley de
libertad (cf St 1, 25; 2, 12), porque nos libera de las observancias
rituales y jurídicas de la Ley antigua, nos inclina a obrar espontáneamente
bajo el impulso de la caridad y nos hace pasar de la condición del siervo ‘que
ignora lo que hace su señor’, a la de amigo de Cristo, ‘porque todo lo que he
oído a mi Padre os lo he dado a conocer’ (Jn 15, 15), o también a la condición
de hijo heredero (cf Ga 4, 1-7.21-31; Rm 8, 15).
1973 Más
allá de sus preceptos, la Ley nueva contiene los consejos evangélicos.
La distinción tradicional entre mandamientos de Dios y consejos evangélicos se
establece por relación a la caridad, perfección de la vida cristiana. Los
preceptos están destinados a apartar lo que es incompatible con la caridad. Los
consejos tienen por fin apartar lo que, incluso sin serle contrario, puede
constituir un impedimento al desarrollo de la caridad (cf S. Tomás de Aquino,
s. th. 2-2, 184, 3).
1974 Los
consejos evangélicos manifiestan la plenitud viva de una caridad que nunca se
sacia. Atestiguan su fuerza y estimulan nuestra prontitud espiritual. La
perfección de la Ley nueva consiste esencialmente en los preceptos del amor de
Dios y del prójimo. Los consejos indican vías más directas, medios más
apropiados, y han de practicarse según la vocación de cada uno:
(Dios) no quiere que cada uno observe todos los consejos, sino solamente los
que son convenientes según la diversidad de las personas, los tiempos, las
ocasiones, y las fuerzas, como la caridad lo requiera. Porque es ésta la que, como reina de todas las
virtudes, de todos los mandamientos, de todos los consejos, y en suma de todas
las leyes y de todas las acciones cristianas, da a todos y a todas rango,
orden, tiempo y valor. (S.
Francisco de Sales, amor 8, 6).
Resumen
1975 Según
la Sagrada Escritura, la ley es una instrucción paternal de Dios que prescribe
al hombre los caminos que llevan a la bienaventuranza prometida y proscribe los
caminos del mal.
1976 “La
ley es una ordenación de la razón para el bien común, promulgada por el que
está a cargo de la comunidad” (S. Tomás de Aquino, s. th. 1-2, 90, 4).
1977 Cristo
es el fin de la ley; sólo El enseña y otorga la justicia de Dios.
1978 La
ley natural es una participación en la sabiduría y la bondad de Dios por parte
del hombre, formado a imagen de su Creador. Expresa la dignidad de la persona humana y
constituye la base de sus derechos y sus deberes fundamentales.
1979 La ley natural es inmutable,
permanente a través de la historia. Las normas que la expresan son siempre
substancialmente válidas. Es la base necesaria para la edificación de las
normas morales y la ley civil.
1980 La Ley antigua es la primera etapa de
la Ley revelada. Sus prescripciones morales se resumen en los diez
mandamientos.
1981 La Ley de Moisés contiene muchas
verdades naturalmente accesibles a la razón. Dios las ha revelado porque los
hombres no las leían en su corazón.
1982 La
Ley antigua es una preparación al Evangelio.
1983 La
Ley nueva es la gracia del Espíritu Santo recibida mediante la fe en Cristo,
que opera por la caridad. Se expresa especialmente en el Sermón del Señor en la
montaña y se sirve de los sacramentos para comunicarnos la gracia.
1984 La
Ley evangélica cumple, supera y lleva a su perfección la Ley antigua: sus
promesas mediante las bienaventuranzas del Reino de los cielos, sus
mandamientos, reformando el corazón que es la raíz de los actos.
1985 La
Ley nueva es ley de amor, ley de gracia, ley de libertad.
1986 Más
allá de sus preceptos, la Ley nueva contiene los consejos evangélicos. ‘La santidad de la Iglesia también se
fomenta de manera especial con los múltiples consejos que el Señor propone en
el Evangelio a sus discípulos para que los practiquen’ (LG 42).
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