VI Las
adaptaciones necesarias
23 El
acento de este Catecismo se pone en la exposición doctrinal. Quiere, en efecto,
ayudar a profundizar el conocimiento de la fe. Por lo mismo está orientado a la
maduración de esta fe, su enraizamiento en la vida y su irradiación en el
testimonio (cf. CT 20-22; 25).
24 Por su
misma finalidad, este Catecismo no se propone dar una respuesta adaptada, tanto
en el contenido cuanto en el método, a las exigencias que dimanan de las
diferentes culturas, de edades, de la vida espiritual, de situaciones sociales
y eclesiales de aquellos a quienes se dirige la catequesis. Estas indispensables adaptaciones corresponden a
catecismos propios de cada lugar, y más aún a aquellos que toman a su cargo
instruir a los fieles:
El que enseña debe "hacerse todo a todos" (1 Cor 9,22), para
ganarlos a todos para Jesucristo...¡Sobre todo que no se imagine que le ha sido
confiada una sola clase de almas, y que, por consiguiente, le es l ícito
enseñar y formar igualmente a todos los fieles en la verdadera piedad, con un
único método y siempre el mismo! Que
sepa bien que unos son, en Jesucristo, como niños recién nacidos, otros como
adolescentes, otros finalmente como poseedores ya de todas sus fuerzas... Los
que son llamados al ministerio de la predicación deben, al transmitir la
enseñanza del misterio de la fe y de las reglas de las costumbres, acomodar sus
palabras al espíritu y a la inteligencia de sus oyentes (Catech. R., Prefacio,
11).
25 Por
encima de todo, la Caridad. Para concluir esta presentación es oportuno
recordar el principio pastoral que enuncia el Catecismo Romano:
Toda la finalidad de la doctrina y de la enseñanza debe ser puesta en el
amor que no acaba. Porque se puede muy bien exponer lo que es preciso creer,
esperar o hacer; pero sobre todo se debe siempre hacer aparecer el Amor de
Nuestro Señor a fin de que cada uno comprenda que todo acto de virtud
perfectamente cristiano no tiene otro origen que el Amor, ni otro término que
el Amor (Catech. R., Prefacio, 10).
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