III El mérito
Manifiestas tu gloria en la asamblea de los santos, y, al coronar sus
améritos, coronas tu propia obra (MR, prefacio de los santos, citando al
"Doctor de la gracia" San Agustín, Sal. 102, 7).
2006 El
término ‘mérito’ designa en general la retribución debida por parte de
una comunidad o una sociedad a la acción de uno de sus miembros, considerada
como obra buena u obra mala, digna de recompensa o de sanción. El mérito
corresponde a la virtud de la justicia conforme al principio de igualdad que la
rige.
2007 Frente
a Dios no hay, en el sentido de un derecho estricto, mérito por parte del
hombre. Entre El y nosotros, la desigualdad no tiene medida, porque nosotros lo
hemos recibido todo de El, nuestro Creador.
2008 El
mérito del hombre ante Dios en la vida cristiana proviene de que Dios ha
dispuesto libremente asociar al hombre a la obra de su gracia. La acción
paternal de Dios es lo primero, en cuanto que El impulsa, y el libre obrar del
hombre es lo segundo en cuanto que éste colabora, de suerte que los méritos de
las obras buenas deben atribuirse a la gracia de Dios en primer lugar, y al
fiel, seguidamente. Por otra parte,
el mérito del hombre recae también en Dios, pues sus buenas acciones proceden,
en Cristo, de las gracias prevenientes y de los auxilios del Espíritu Santo.
2009 La adopción filial, haciéndonos
partícipes por la gracia de la naturaleza divina, puede conferirnos, según la
justicia gratuita de Dios, un verdadero mérito. Se trata de un derecho
por gracia, el pleno derecho del amor, que nos hace ‘coherederos’ de Cristo y
dignos de obtener la ‘herencia prometida de la vida eterna’ (Cc. de Trento: DS
1546). Los méritos de nuestras buenas obras son dones de la bondad divina (cf
Cc. de Trento: DS 1548). ‘La gracia ha precedido; ahora se da lo que es
debido... los méritos son dones de Dios’ (S. Agustín, serm. 298, 4-5).
2010
“Puesto que la iniciativa en el orden de la gracia pertenece a Dios, nadie
puede merecer la gracia primera, en el inicio de la conversión, del perdón
y de la justificación. Bajo la
moción del Espíritu Santo y de la caridad, podemos después merecer en
favor nuestro y de los demás gracias útiles para nuestra santificación, para el
crecimiento de la gracia y de la caridad, y para la obtención de la vida
eterna. Los mismos bienes temporales, como la salud, la amistad, pueden ser
merecidos según la sabiduría de Dios. Estas gracias y bienes son objeto de la
oración cristiana, la cual provee a nuestra necesidad de la gracia para las
acciones meritorias.
2011 La caridad de Cristo es en nosotros la
fuente de todos nuestros méritos ante Dios. La gracia, uniéndonos a
Cristo con un amor activo, asegura el carácter sobrenatural de nuestros actos
y, por consiguiente, su mérito tanto ante Dios como ante los hombres. Los
santos han tenido siempre una conciencia viva de que sus méritos eran pura
gracia.
Tras el destierro en la tierra espero gozar de ti en la Patria, pero no
quiero amontonar méritos para el Cielo, quiero trabajar sólo por vuestro
amor... En el atardecer de esta
vida compareceré ante ti con las manos vacías, Señor, porque no te pido que
cuentes mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso,
quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la
posesión eterna de ti mismo... (S. Teresa del Niño Jesús, ofr.).
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