III El nombre cristiano
2156 El
sacramento del Bautismo es conferido ‘en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo’ (Mt 28,19). En el bautismo, el nombre del Señor santifica al
hombre, y el cristiano recibe su nombre en la Iglesia. Puede ser el nombre de
un santo, es decir, de un discípulo que vivió una vida de fidelidad ejemplar a
su Señor. Al ser puesto bajo el patrocinio de un santo, se ofrece al cristiano
un modelo de caridad y se le asegura su intercesión. El ‘nombre de bautismo’
puede expresar también un misterio cristiano o una virtud cristiana. ‘Procuren
los padres, los padrinos y el párroco que no se imponga un nombre ajeno al sentir
cristiano’ ( [link] CIC can. 855).
2157 El
cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la
cruz, ‘en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén’. El
bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor
que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las
tentaciones y en las dificultades.
2158 Dios
llama a cada uno por su nombre (cf Is 43, 1; Jn 10, 3). El nombre de todo hombre es sagrado. El nombre es la imagen de la persona.
Exige respeto en señal de la dignidad del que lo lleva.
2159 El nombre recibido es un nombre de
eternidad. En el reino de Dios, el carácter misterioso y único de cada persona
marcada con el nombre de Dios brillará a plena luz. ‘Al vencedor... le
daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que
nadie conoce, sino el que lo recibe’ (Ap 2, 17). ‘Miré entonces y había un
Cordero, que estaba en pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y
cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre
de su Padre’ (Ap 14, 1).
|