Artículo 4
EL CUARTO MANDAMIENTO
Honra a tu padre y a tu madre,
para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a
dar (Ex 20, 12).
Vivía sujeto a ellos (Lc 2, 51).
El Señor Jesús recordó también la
fuerza de este ‘mandamiento de Dios’ (Mc 7, 8 -13). El apóstol enseña: ‘Hijos,
obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. «Honra a tu padre
y a tu madre», tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa:
«para que aseas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra»’ (Ef 6, 1-3; cf
Dt 5 16).
2197 El
cuarto mandamiento encabeza la segunda tabla. Indica el orden de la caridad. Dios quiso que, después de El, honrásemos a
nuestros padres, a los que debemos la vida y que nos han transmitido el
conocimiento de Dios. Estamos obligados a honrar y respetar a todos los que
Dios, para nuestro bien, ha investido de su autoridad.
2198 Este precepto se expresa de forma
positiva, indicando los deberes que se han de cumplir. Anuncia los mandamientos
siguientes que contienen un respeto particular de la vida, del matrimonio, de
los bienes terrenos, de la palabra. Constituye uno de los fundamentos de la
doctrina social de la Iglesia.
2199 El cuarto mandamiento se dirige expresamente
a los hijos en sus relaciones con sus padres, porque esta relación es la más
universal. Se refiere también a las relaciones de parentesco con los
miembros del grupo familiar. Exige
que se dé honor, afecto y reconocimiento a los abuelos y antepasados.
Finalmente se extiende a los deberes de los alumnos respecto a los maestros, de
los empleados respecto a los patronos, de los subordinados respecto a sus
jefes, de los ciudadanos respecto a su patria, a los que la administran o la
gobiernan.
Este mandamiento implica y
sobrentiende los deberes de los padres, tutores, maestros, jefes, magistrados,
gobernantes, de todos los que ejercen una autoridad sobre otros o sobre una
comunidad de personas.
2200 “El
cumplimiento del cuarto mandamiento lleva consigo su recompensa: ‘Honra a tu
padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el
Señor, tu Dios, te va a dar’ (Ex 20, 12; Dt 5, 16). La observancia de este
mandamiento procura, con los frutos espirituales, frutos temporales de paz y de
prosperidad. Y al contrario, la no observancia de este mandamiento entraña
grandes daños para las comunidades y las personas humanas.
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