I La
purificación del corazón
2517 El
corazón es la sede de la personalidad moral: ‘de dentro del corazón salen las
intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones’ (Mt 15, 19). La lucha
contra la concupiscencia de la carne pasa por la purificación del corazón:
Mantente en la simplicidad, la
inocencia y serás como los niños pequeños que ignoran el mal destructor de la
vida de los hombres (Hermas, mand. 2, 1).
2518 La sexta bienaventuranza proclama:
"Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios"
(Mt 5,8). Los "corazones limpios" designan a los que han ajustado su
inteligencia y su voluntad a las exigencias de la santidad de Dios,
principalmente en tres dominios: la caridad (cf 1 Tm 4, 3-9; 2 Tm 2 ,22), la
castidad o rectitud sexual (cf 1 Ts 4, 7; Col 3, 5; Ef 4, 19), el amor de la
verdad y la ortodoxia de la fe (cf Tt 1, 15; 1 Tm 3-4; 2 Tm 2, 23-26). Existe
un vínculo entre la pureza del corazón, del cuerpo y de la fe:
Los fieles deben creer los artículos del Símbolo ‘para que, creyendo,
obedezcan a Dios; obedeciéndole, vivan bien; viviendo bien, purifiquen su
corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen’ (S. Agustín, fid.
et symb. 10, 25).
2519 A los ‘limpios de corazón’ se les promete
que verán a Dios cara a cara y que serán semejantes a El (cf 1 Co 13, 12, 1 Jn
3, 2). La pureza de corazón es el preámbulo de la visión. Ya desde ahora
esta pureza nos concede ver según Dios, recibir al otro como un
‘prójimo’; nos permite considerar el cuerpo humano, el nuestro y el del
prójimo, como un templo del Espíritu Santo, una manifestación de la belleza
divina.
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