II El
combate por la pureza
2520 El
Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los
pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la
carne y los apetitos desordenados. Con la gracia de Dios lo consigue
– mediante la virtud y el don de la
castidad, pues la castidad permite amar con un corazón recto e indiviso;
– mediante la pureza de intención, que
consiste en buscar el fin verdadero del hombre: con una mirada limpia el
bautizado se afana por encontrar y realizar en todo la voluntad de Dios (cf Rm
12, 2; Col 1, 10);
– mediante la pureza de la mirada
exterior e interior; mediante la disciplina de los sentidos y la imaginación;
mediante el rechazo de toda complacencia en los pensamientos impuros que
inclinan a apartarse del camino de los mandamientos divinos: ‘la vista
despierta la pasión de los insensatos’ (Sb 15, 5);
– mediante la oración:
Creía que la continencia dependía de mis propias fuerzas, las cuales no
sentía en mí; siendo tan necio que no entendía lo que estaba escrito: que nadie
puede ser continente, si tú no se lo das. Y cierto que tú me lo dieras, si con
interior gemido llamase a tus oídos, y con fe sólida arrojase en ti mi cuidado
(S. Agustín, conf. 6, 11, 20).
2521 La
pureza exige el pudor. Este es parte integrante de la templanza. El
pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que
debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en
conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre
ellas.
2522 El
pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Invita a la paciencia y
a la moderación en la relación amorosa; exige que se cumplan las condiciones
del don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer entre sí. El pudor
es modestia; inspira la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva
donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte en
discreción.
2523 Existe
un pudor de los sentimientos como también un pudor del cuerpo. Este pudor
rechaza, por ejemplo, los exhibicionismos del cuerpo humano propios de cierta
publicidad o las incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer pública
toda confidencia íntima. El pudor inspira una manera de vivir que permite
resistir a las solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías
dominantes.
2524 Las
formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra. Sin embargo, en todas
partes constituye la intuición de una dignidad espiritual propia al hombre.
Nace con el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor a niños y adolescentes es
despertar en ellos el respeto de la persona humana.
2525 La
pureza cristiana exige una purificación del clima social. Obliga a los
medios de comunicación social a una información cuidadosa del respeto y de la
discreción. La pureza de corazón libera del erotismo difuso y aparta de los
espectáculos que favorecen el exhibicionismo y los sueños indecorosos.
2526 Lo que
se llama permisividad de las costumbres se basa en una concepción
errónea de la libertad humana; para llegar a su madurez, ésta necesita dejarse
educar previamente por la ley moral. Conviene pedir a los responsables de la educación que impartan a la
juventud una enseñanza respetuosa de la verdad, de las cualidades del corazón y
de la dignidad moral y espiritual del hombre.
2527 ‘La
buena nueva de Cristo renueva continuamente la vida y la cultura del hombre
caído; combate y elimina los errores y males que brotan de la seducción,
siempre amenazadora, del pecado. Purifica
y eleva sin cesar las costumbres de los pueblos. Con las riquezas de lo
alto fecunda, consolida, completa y restaura en Cristo, como desde dentro, las
bellezas y cualidades espirituales de cada pueblo o edad’ (GS 58, 4).
|