III La
pobreza de corazón
2544 Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a El respecto
a todo y a todos y les propone ‘renunciar a todos sus bienes’ (Lc 14, 33) por
El y por el Evangelio (cf Mc 8, 35). Poco antes de su pasión les mostró como
ejemplo la pobre viuda de Jerusalén que, de su indigencia, dio todo lo que
tenía para vivir (cf Lc 21, 4). El precepto del desprendimiento de las riquezas
es obligatorio para entrar en el Reino de los cielos.
2545 ‘Todos los cristianos... han de intentar orientar
rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a
las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de pobreza evangélica,
buscar el amor perfecto’ (LG 42).
2546 ‘Bienaventurados los pobres
en el espíritu’ (Mt 5, 3). Las bienaventuranzas revelan un orden de felicidad y
de gracia, de belleza y de paz. Jesús celebra
la alegría de los pobres, a quienes pertenece ya el Reino (Lc 6, 20)
El Verbo llama ‘pobreza en el Espíritu’ a la humildad
voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el apóstol nos da como ejemplo
la pobreza de Dios cuando dice: ‘Se hizo pobre por nosotros’ (2 Co 8, 9) (S.
Gregorio de Nisa, beat, 1).
2547 El Señor se lamenta de los ricos porque encuentran su
consuelo en la abundancia de bienes (cf Lc 6, 24). ‘El orgulloso busca el poder
terreno, mientras el pobre en espíritu busca el Reino de los cielos’ (S.
Agustín, serm. Dom. 1, 3). El abandono en la providencia del Padre del cielo
libera de la inquietud por el mañana (cf Mt 6, 25-34). La confianza en Dios
dispone a la bienaventuranza de los pobres: ellos verán a Dios.
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