CAPÍTULO
PRIMERO
LA REVELACIÓN DE LA ORACIÓN
La llamada universal a la
oración
2566 El
hombre busca a Dios. Por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a
la existencia. "Coronado de
gloria y esplendor" (Sal 8, 6), el hombre es, después de los ángeles,
capaz de reconocer "¡qué glorioso es el Nombre del Señor por toda la
tierra!" (Sal 8, 2). Incluso después de haber perdido, por su pecado, su
semejanza con Dios, el hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el
deseo de Aquél que le llama a la existencia. Todas las religiones dan
testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres (cf Hch. 17, 27).
2567 Dios
es quien primero llama al hombre. Olvide el hombre a s u Creador o se
esconda lejos de su Faz, corra detrás de sus ídolos o acuse a la divinidad de
haberlo abandonado, el Dios vivo y verdadero llama incansablemente a cada
persona al encuentro misterioso de la oración. Esta iniciativa de amor del Dios
fiel es siempre lo primero en la oración, el caminar del hombre es siempre una
respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la
oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de
Alianza. A través de palabras y de
actos, tiene lugar un trance que compromete el corazón humano. Este se revela a
través de toda la historia de la salvación.
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