Artículo
1
LAS FUENTES DE LA ORACIÓN
2652 El Espíritu Santo es el "agua
viva" que, en el corazón orante, "brota para vida eterna" (Jn 4,
14). El es quien nos enseña a recogerla en la misma Fuente: Cristo. Pues bien,
en la vida cristiana hay manantiales donde Cristo nos espera para darnos a
beber el Espíritu Santo.
La Palabra de Dios
2653 La Iglesia "recomienda
insistentemente todos sus fieles... la lectura asidua de la Escritura para que
adquieran 'la ciencia suprema de Jesucristo' (Flp 3,8)... Recuerden que a la
lectura de la Santa Escritura debe acompañar la oración para que se realice el
diálogo de Dios con el hombre, pues 'a Dios hablamos cuando oramos, a Dios
escuchamos cuando leemos sus palabras' (San Ambrosio, off. 1, 88)" (DV
25).
2654 Los Padres espirituales parafraseando Mt
7, 7, resumen así las disposiciones del corazón alimentado por la palabra de
Dios en la oración: "Buscad leyendo, y encontraréis meditando ; llamad
orando, y se os abrirá por la contemplación" (cf El Cartujano, scala: PL
184, 476C).
La Liturgia de la Iglesia
2655 La
misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la liturgia sacramental de la
Iglesia, anuncia, actualiza y comunica el Misterio de la salvación, se continúa
en el corazón que ora. Los Padres espirituales comparan a veces el corazón a un
altar. La oración interioriza y asimila la liturgia durante y después de su
celebración. Incluso cuando la oración se vive "en lo secreto" (Mt 6,
6), siempre es oración de la Iglesia, comunión con la Trinidad Santísima
(cf IGLH 9).
Las virtudes teologales
2656 Se
entra en oración como se entra en la liturgia: por la puerta estrecha de la fe.
A través de los signos de su presencia, es el rostro del Señor lo que buscamos
y deseamos, es su palabra lo que queremos escuchar y guardar.
2657 El
Espíritu Santo nos enseña a celebrar la liturgia esperando el retorno de
Cristo, nos educa para orar en la esperanza. Inversamente, la oración de la
Iglesia y la oración personal alimentan en nosotros la esperanza. Los
salmos muy particularmente, con su lenguaje concreto y variado, nos enseñan a
fijar nuestra esperanza en Dios: "En el Señor puse toda mi esperanza, él
se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor" (Sal 40, 2). "El Dios de la
esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza
por la fuerza del Espíritu Santo" (Rm 15, 13).
2658
"La esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm 5, 5).
La oración, formada en la vida litúrgica, saca todo del amor con el que somos
amados en Cristo y que nos permite responder amando como El nos ha amado. El
amor es la fuente de la oración: quien saca el agua de ella, alcanza la cumbre
de la oración:
Te amo, Dios mío, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi
vida. Te amo, Dios mío infinitamente amable, y prefiero morir amándote a vivir
sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es amarte eternamente...
Dios mío, si mi lengua no puede decir en todos los momentos que te amo, quiero
que mi corazón te lo repita cada vez que respiro (S. Juan María Bautista
Vianney, oración).
"Hoy"
2659
Aprendemos a orar en ciertos momentos escuchando la palabra del Señor y
participando en su Misterio Pascual; pero, en todo tiempo, en los
acontecimientos de cada día, su Espíritu se nos ofrece para que brote la
oración. La enseñanza de Jesús sobre la oración a nuestro Padre está en la
misma línea que la de la Providencia (cf. Mt 6, 11. 34): el tiempo está en las
manos del Padre; lo encontramos en el presente, ni ayer ni mañana, sino hoy:
"¡Ojalá oyerais hoy su voz!: No endurezcáis vuestro corazón" (Sal 95,
7-8).
2660 Orar en los acontecimientos de cada día y
de cada instante es uno de los secretos del Reino revelados a los
"pequeños", a los servidores de Cristo, a los pobres de las
bienaventuranzas. Es justo y bueno orar para que la venida del Reino de justicia
y de paz influya en la marcha de la historia, pero también es importante amasar
con la oración las humildes situaciones cotidianas. Todas las formas de oración
pueden ser esa levadura con la que el Señor compara el Reino (cf Lc 13, 20-21).
|