II La meditación
2705 La
meditación es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el por
qué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor
pide. Hace falta una atención difícil de encauzar. Habitualmente, se hace con
la ayuda de un libro, que a los cristianos no les faltan: las sagradas
Escrituras, especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los textos
litúrgicos del día o del tiempo, escritos de los Padres espirituales, obras de
espiritualidad, el gran libro de la creación y el de la historia, la página del
"hoy" de Dios.
2706 Meditar
lo que se lee conduce a apropiárselo confrontándolo consigo mismo. Aquí, se
abre otro libro: el de la vida. Se
pasa de los pensamientos a la realidad. Según sean la humildad y la fe, se
descubren los movimientos que agitan el corazón y se les puede discernir. Se
trata de hacer la verdad para llegar a la Luz: "Señor, ¿qué quieres que
haga?".
2707 Los métodos de meditación son tan
diversos como los maestros espirituales. Un cristiano debe querer
meditar regularmente; si no, se parece a las tres primeras clases de terreno de
la parábola del sembrador (cf Mc 4, 4-7. 15-19). Pero un método no es más que
un guía; lo importante es avanzar, con el Espíritu Santo, por el único camino
de la oración: Cristo Jesús.
2708 La
meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el
deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de
fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a
Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar "los
misterios de Cristo", como en la "lectio divina" o en el
Rosario. Esta forma de reflexión orante es de gran valor, pero la oración
cristiana debe ir más lejos: hacia el conocimiento del amor del Señor Jesús, a
la unión con El.
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