III La oración de contemplación
2709 ¿Qué
es esta oración? Santa Teresa responde: "no es otra cosa oración mental, a
mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con
quien sabemos nos ama" (vida 8).
La contemplación busca al "amado de mi alma" (Ct 1, 7; cf Ct 3,
1-4). Esto es, a Jesús y en él, al
Padre. Es buscado porque desearlo es siempre el comienzo del amor, y es buscado
en la fe pura, esta fe que nos hace nacer de él y vivir en él. En la
contemplación se puede también meditar, pero la mirada está centrada en el
Señor.
2710 La
elección del tiempo y de la duración de la oración de contemplación depende
de una voluntad decidida reveladora de los secretos del corazón. No se hace
contemplación cuando se tiene tiempo sino que se toma el tiempo de estar con el
Señor con la firme decisión de no dejarlo y volverlo a tomar, cualesquiera que
sean las pruebas y la sequedad del encuentro. No se puede meditar en todo
momento, pero sí se puede entrar siempre en contemplación, independientemente
de las condiciones de salud, trabajo o afectividad. El corazón es el lugar de la búsqueda y del
encuentro, en la pobreza y en la fe.
2711 La entrada en la contemplación es
análoga a la de la Liturgia eucarística: "recoger" el corazón,
recoger todo nuestro ser bajo la moción del Espíritu Santo, habitar la morada
del Señor que somos nosotros mismos, despertar la fe para entrar en la
presencia de Aquél que nos espera, hacer que caigan nuestras máscaras y volver
nuestro corazón hacia el Señor que nos ama para ponernos en sus manos como una
ofrenda que hay que purificar y transformar.
2712 La contemplación es la oración del hijo
de Dios, del pecador perdonado que consiente en acoger el amor con el que es
amado y que quiere responder a él amando más todavía (cf Lc 7, 36-50; 19,
1-10). Pero sabe que su amor, a su vez, es el que el Espíritu derrama en su
corazón, porque todo es gracia por parte de Dios. La contemplación es la
entrega humilde y pobre a la voluntad amante del Padre, en unión cada vez más
profunda con su Hijo amado.
2713 Así,
la contemplación es la expresión más sencilla del misterio de la oración. Es un don, una gracia; no puede ser
acogida más que en la humildad y en la pobreza. La oración contemplativa
es una relación de alianza establecida por Dios en el fondo de nuestro ser (cf
Jr 31, 33). Es comunión: en ella, la Santísima Trinidad conforma al
hombre, imagen de Dios, "a su semejanza".
2714 La
contemplación es también el tiempo fuerte por excelencia de la oración. En ella, el Padre nos concede "que
seamos vigorosamente fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre
interior, que Cristo habite por la fe en nuestros corazones y que quedemos
arraigados y cimentados en el amor" (Ef 3, 16-17).
2715 La contemplación es mirada de fe,
fijada en Jesús. "Yo le miro y él me mira", decía, en tiempos de su
santo cura, un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. Esta
atención a El es renuncia a "mí". Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los
ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su
compasión por todos los hombres. La contemplación dirige también su
mirada a los misterios de la vida de Cristo. Aprende así el "conocimiento
interno del Señor" para más amarle y seguirle (cf San Ignacio de Loyola,
ex. sp. 104).
2716 La
contemplación es escucha de la palabra de Dios. Lejos de ser pasiva,
esta escucha es la obediencia de la fe, acogida incondicional del siervo y
adhesión amorosa del hijo. Participa en el "sí" del Hijo hecho siervo
y en el "fiat" de su humilde esclava.
2717 La
contemplación es silencio, este "símbolo del mundo venidero"
(San Isaac de Nínive, tract. myst. 66) o "amor silencioso" (San Juan
de la Cruz). Las palabras en la oración contemplativa no son discursos sino
ramillas que alimentan el fuego del amor. En este silencio, insoportable para
el hombre "exterior", el Padre nos da a conocer a su Verbo encarnado,
sufriente, muerto y resucitado, y el Espíritu filial nos hace partícipes de la
oración de Jesús.
2718 La contemplación
es unión con la oración de Cristo en la medida en que ella nos hace participar
en su misterio. El misterio de Cristo es celebrado por la Iglesia en la
Eucaristía; y el Espíritu Santo lo hace vivir en la contemplación para que sea
manifestado por medio de la caridad en acto.
2719 La
contemplación es una comunión de amor portadora de vida para la multitud, en la
medida en que se acepta vivir en la noche de la fe. La noche pascual de la resurrección pasa por la de
la agonía y la del sepulcro. Son tres tiempos fuertes de la Hora de Jesús que
su Espíritu (y no la "carne que es débil") hace vivir en la
contemplación. Es necesario consentir en "velar una hora con
él" (cf Mt 26, 40).
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